Un
extraño Slytherin.
Mi nombre es Harry Potter, normalmente la gente me describe como un
chico atolondrado, hablador,
extrovertido, impulsivo… quizás tengo de todo un poco, pero lo que me sorprende
es que aún así, con todo esto, me haya ganado el corazón de mi mejor amigo: Draco
Malfoy, quien es todo lo contrario a mí.
Él es serio, demasiado serio diría yo, muy misterioso y sobre todo extraño.
Ambos nos conocimos en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, los
primeros años fueron un tanto extraños, aún recuerdo la primera vez que me
habló, fue justo después del banquete del primer año…
—¡Ey! — me habló cuando
atravesé la puerta del Gran Comedor.
Él estaba acompañado por
dos personas más, sus nuevos compañeros de su casa Slytherin. Crabbe y Goyle.
Yo había quedado en Gryffindor
y al parecer nuestras casas estaban en una especie de guerra desde mucho tiempo
atrás, así que inconscientemente, le respondí de una manera fría.
—¿Sí? — Ni siquiera me
dijo nada, solo me vio a mis ojos directamente y luego se dio la vuelta dejándome
muy confundido — ¡oye! — le reclamé pero me ignoró.
Esas fueron las primeras palabras que cruzamos. Tuvimos unos cuantos
encuentros similares, en los cuales me hacía lo mismo, me decía ‘Hola’, ‘¡Ey!’, ‘Tú’, y yo le respondía con cualquier cosa como: ‘¿No tienes nada mejor qué hacer?’. Pero
él siempre se daba la vuelta y se iba dejándome con la palabra en la boca y
cada vez más confundido, hasta que llegó un punto en que Draco me llegó a
exasperar. Yo creyendo ingenuamente que
todo se debía a la ‘estúpida’
rivalidad que existía en nuestras casas, pero fue todo lo contrario, me di
cuenta de ello tiempo después.
Era el tercer año del
colegio y ese día se me ocurrió dar un paseo nocturno, pues no podía conciliar
el sueño, así que me pareció buena idea dar una vuelta por ahí para cansarme y
así cuando llegara a mi habitación cayera ‘rendido’ en los brazos de Morfeo, lo que no me pareció buena idea
fue encontrarme a mitad de mi paseo nocturno al profesor Snape.
—Vaya, vaya — dijo Snape
con voz peligrosa al estar frente a mí — ¿Qué hace un Gryffindor a estas horas,
solo?
—Emh… — como era de
esperarse no tuve un buen pretexto para zafarme de esa situación.
—¿Y bien? — Y al parecer
el profesor lo sabía, por eso me
preguntaba, le gustaba humillarme — ¿Qué hace a estas horas y por estos lados,
Potter? — solo entonces supe que mis pies, de manera inconsciente, me habían
llevado hasta las mazmorras.
—Viene conmigo, profesor —
esa fue la primera oración larga que escuchaba por primera vez de parte de
Draco, quien por una extraña razón estaba atrás de mi. ¿Cómo fue que llegó
hasta ahí y en qué momento? Hasta la
fecha aún es un misterio para mí.
—Ahh, ¿sí? — Snape
preguntó enarcando una ceja en son de duda y sinceramente yo tampoco se la creí
¿Por qué demonios Malfoy abogaba por mí?
—Pociones — le dijo y
Snape sonrió de lado, como si con esa simple palabra revelara tanto misterio.
—Siendo así… — y Snape
hizo lo mismo que hacia Draco en las otras ocasiones, se dio la vuelta y se fue
dejándonos solos. Al parecer a Snape le
quedó muy en claro el misterio pues ya no preguntó más, en cambio para mí no lo
era así, aún me preguntaba cómo demonios Malfoy sabía que yo estaba en
problemas.
—Pero, ¿qué…? — me di la
vuelta para encarar a Draco, pero él también se había dado la vuelta para irse.
Definitivamente entre Snape y Draco me
volverían loco, con sus ‘vueltecitas’ y dejándome con la incógnita — ¿A dónde
demonios crees que vas? — le reclamé a Draco, en esa ocasión no me dejaría con
la duda.
—A dormir — dejó salir
mientras se encogía de hombros.
Parpadee nervioso, no entendía absolutamente
nada.
—¿Por qué me cubriste con
Snape? — le pregunté incrédulo ¿era su nueva forma de venganza?
—Somos amigos — me dijo y
antes de que entrara a su sala común, agregó — eso hacen los amigos ¿no?
Después de ese día, hubo un cambio en nuestra nueva ‘extraña relación’ de amistad, lentamente me fui involucrando con
él, cuando menos me lo esperé ya hacíamos equipo para hacer trabajos en algunas
clases, entrenábamos para el Quidditch juntos, incluso me vi comiendo en su
mesa de vez en cuando y él en la mía. Definitivamente algo había ocurrido, algo
había cambiado entre nosotros y ese
cambio me agradó.
Aunque aún así, él seguía sin hablar mucho conmigo, y sea lo que sea, lo
que me quería decir, lo hacía con acciones y no con palabras. (De hecho aún lo
hace).
Recuerdo que para el quinto curso, él y yo ya éramos novios, fue una
declaración de lo más extraña, pero ¿Quién quiere ser igual que los demás?
Me llevó a un pasillo
donde había nada de interesante, pero
después se visualizó una puerta ante nosotros y nos metimos en ella, era una
gran habitación, había una mesa para dos, en el centro había una botella de
champagne y había música de fondo de mi grupo musical favorito. Estaba todo
preparado para una gran velada.
—Es muy bello todo esto —
le dije cuando me senté y él hizo lo mismo — ¿Qué celebramos? — le pregunté
mientras le daba un sorbo a mi bebida.
—Nuestro inicio de
noviazgo — dejó salir Draco con una sonrisa después de haber bebido también un
poco. Yo, que estaba a medio trago en mi garganta, me atraganté ante tal
aclaración.
—¿Qué? — pregunté con voz
rasposa y nervioso.
—¿No quieres serlo? — esa
fue la primera vez que lo vi asustado.
—Sí — le dije levantándome
hasta llegar a su lugar y sentándome en sus piernas, lo besé — por supuesto,
quiero ser tu novio.
Y él sonrió, con esa
sonrisa que me hace sentir muchas sensaciones dentro de mí. Y me vio a los
ojos, con esa mirada que me embelesa. Y me besó, fue un beso que me hizo
parecer tonto, supongo, porque me quedé como ido, realmente sus besos me hacen
quedar en un pequeño trance.
Si la declaración de novios fue extraña, también lo fue cuando me
propuso matrimonio, o cuando me planteó una segunda luna de miel, o cuando puso
su negocio de ‘manualidades’. Cierto,
Draco tiene una extraña afición hacia las manualidades, todo lo que tenemos en
casa, es hecho por él.
Desde entonces, desde Hogwarts, hemos estado juntos. Yo entré al cuerpo
de aurores y él terminó su carrera de Medimagia y ahora trabaja en San Mungo y
en sus tiempos libres, se va a su pequeña tienda de manualidades, que no va muy
bien que digamos, es decir, hace cosas, pero no las vende, las regala o las
intercambia por otras cosas.
Pero ahora lo importante es lo que sigue. Dentro de dos días será
nuestro aniversario, cumpliremos tres años de casados. He de confesar que
después de haberme quebrado la cabeza toda una semana para saber qué regalarle,
me he resignado a obsequiarle aquel kit de quinientas lapiceras de diversos
colores y variaciones de puntas, que lo vi observándolo tan anhelantemente
aquél día que salimos juntos, en una tienda de ‘Curiosidades’ en el mundo muggle. No parece nada romántico el regalo, pero ese kit le sería de gran
utilidad, además que le ha encantado, aún no olvido el brillo de sus ojos
cuando lo vio por primera vez.
También me pregunto, qué obsequio me dará está vez. No es que sea
interesado, pero aún recuerdo sus regalos anteriores. Cuando cumplimos un mes
de novios, me regaló una casita para
gatos que él mismo hizo, el regalo era fantástico, solo que había un
problema: yo no tenía gato, y para que no se sintiera mal por no usarla, me
tuve que comprar un gatito y arriesgándome a que Filch no me degollara, pues
Boris, el nombre de mi gato, se había enamorado de su gata y la mayor parte del
tiempo se la pasaba acosándola.
En nuestro sexto aniversario me hizo una casita para conejos, era una casita de lo más fantástica, solo que
yo no tenía conejos. Adivinen qué hice una semana después. Sí, tuve que comprarme
dos conejos. En nuestro primer San Valentín de casados me sorprendió con un
nuevo regalo: Un juguete para un hurón,
el problema era que yo no tenía un hurón, así que después tuve que comprarme
uno. Con el paso del tiempo ya poseía tres gatos, cinco conejos, un hurón, dos
comadrejas y dos lindos perritos. A veces me pregunto si Draco me regala estas
cosas porque sabe que en verdad me gustaría tenerlas, pero que no las tengo
porque no me armo de valor para pedírselas o comprármelas y traerlas a casa.
Por suerte en nuestro aniversario, nos dieron el día libre, no creo que
el Mundo Mágico caiga en desgracia porque un auror no vaya a trabajar o que
todos mueran, porque Draco no vaya a trabajar a San Mungo. Supongo que no.
Hoy un nuevo día y con ello nuestro aniversario. Veo que Draco entra a
nuestra habitación y trae consigo una charola con un gran desayuno.
—Buenos días — me saluda con una de esas sonrisas haciéndome sentir
mariposas en el estomago.
—Buenos días — le regresé el saludo cuando llegó hasta conmigo, le
extiendo mi regalo.
Lo abre sutilmente y se le visualiza una bella sonrisa en su rostro al ver ante él, el kit de las quinientas
lapiceras, me murmura un ‘gracias’ y
después me extiende mi regalo. Debo confesar que mis manos tiemblan, solo
espero que no sea la casita de un nuevo animalito, pues no puedo ya cuidar
tanto animal en casa. Para mi sorpresa no fue así.
— ¿Pero…? — Ni siquiera sé cómo formular esa pregunta cuando veo ante
mis ojos una réplica exacta de mí en un pequeño muñequito de trapo — ¿Qué…?
—Es para que nuestro hijo juegue con él — me dice sonriente dejando la
charola del desayuno en la mesa de al lado — ¡Feliz Aniversario!
Aún estoy algo aturdido, acaso dijo ¿hijo? ¡¿Cómo demonios le voy hacer
para tener un hijo?! Es decir, sí sé cómo pero…
Draco ni siquiera me dejó asimilar la noticia, cuando comenzó a
desabrocharme el camisón de mi pijama y a besarme el cuello, poniéndose arriba
de mí.
—Emh… Draco… — comienzo a balbucear — de verdad ahhh quieres… quieres
tener un hijo, Ahhhh…
Demonios, sus caricias me enloquecen…
—Creo que ya es hora de poner más emoción a nuestra vida ¿no?
Sonreí.
Comencé a besarlo a él también en su cuello, luego en su torso, el cual
me encargué de desnudar rápidamente. Mientras él hábilmente me despoja de mi
pijama completamente.
Al parecer las prácticas anteriores han dado frutos, solo nos tomó cinco
segundos para desvestirnos.
—No quiero decepcionarte… ahhhh — gimo al sentir su boca en mi erección.
—¿Qué?
—Y si no quedo…
No completo la oración. Sé de algunos magos hombres que pueden tener
bebes, pero son casos extraños, especiales. Y dudo mucho que yo entre en esa categoría.
—Claro que sí, no le des más
vuelta — me dice dándome un casto beso en los labios — quizás no se pueda en
este momento, pero podemos seguir intentando todo el día ¿no? — Me dice con una
sonrisa pícara y me envía una mirada lujuriosa — te verás lindo con pancita —
me dice acariciándome mi estomago.
No sé por qué, pero presiento que será un aniversario muy candente…
Y sin esperar mi respuesta, reanuda sus caricias y sus besos.
—Claro… ahhhh… intentemos todo lo
que quieras… ahhhh — le dije abriéndome para él con un sonrojo.
—Oh, por supuesto — me dice con una sonrisa maquiavélica…— lo
intentaremos todo el día… y la noche.
—… o la semana — le dije entre gemidos.
FIN
Febrero 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario