No te enamores del amor
Capitulo Uno:
Reflexión
Harry
estaba ensimismado en sus pensamientos mientras recorría el campo de quidditch.
Esa mañana tuvo suerte, el lugar estaba solo. Era fin de semana y los alumnos, incluidos
sus amigos Hermione y Ron, se habían ido a Hogsmeade. Él no tuvo ganas de ir,
además sospechaba que algo ocurría entre sus amigos y no quiso serle de “mosca”, así que decidió quedarse y dar un
recorrido por su campo favorito sin ser molestado por nadie.
Mientras
caminaba por el suave césped meditaba en todo lo ocurrido desde su primer año
en el colegio. Sobre todo aquel día en donde todo comenzó. Lo recordaba como si hubiera ocurrido el día
anterior…
Como era costumbre, Snape rondaba de un lado a otro en
el aula mientras los alumnos preparaban sus pociones. Al mayor le agradaba
intimidar a sus alumnos, sobre todo a los de primer curso, en especial a los
Gryffindor. Y ese día no era la excepción.
-Cinco minutos – Sentenció al pasar por aquel alumno
que tenía en la mira desde semanas atrás. Harry Potter.
El ojiverde se puso nervioso, le faltaban cinco
minutos y él ni a la mitad de la poción iba.
-Se ha terminado el tiempo – rugió Snape, deteniéndose
donde se encontraba Harry – Vaya, vaya, señor Potter – el león tragó saliva,
sabía que la mirada del profesor no presagiaba nada bueno – castigado después
de la cena.
Uno a uno, los alumnos fueron saliendo del aula. Harry
estaba decepcionado por la ‘T’ recién ganada por su pésima poción y encima por
su primer castigo.
-No te preocupes, Harry – le consoló Ron – Snape es
así con todos los alumnos que no son de su casa, Fred y George me lo dijeron
antes de entrar al colegio.
Sin embargo, esto no hizo sentir mejor al ojiverde,
sobre todo cuando le faltaban unos cuantos minutos para ir a cumplir el
castigo.
El camino hacia las mazmorras lo hizo lo más lento
posible. No se podía imaginar el castigo que le daría Snape, sin duda se
imaginó muchas formas, pero ninguna se acercó a la realidad. El profesor de
Pociones tenía otras cosas en mente sobre el castigo. Harry lo supo en el
momento en que Snape en vez de ordenarle que se pusiera a limpiar algunos
calderos o hacer algunas líneas con alguna oración en el pergamino, le pidió
que se quitara la ropa.
Sin duda el Gryffindor no esperaba un castigo en el
cual pudiera perder toda inocencia y castidad. Ni mucho menos que su profesor
le dijera que él sería de ese día en adelante su ‘zorra particular’, el ojiverde ni siquiera sabía la
magnitud de esas palabras, ni mucho menos lo que traería como consecuencia. Sin
embargo; no pudo negarse a cumplir con lo ordenado, después de todo él había
ido a cumplir su castigo. Un castigo el cual no le resultó tan mal, después de
todo.
Harry,
que ya había dejado el campo de quidditch, ahora caminaba por la orilla del
Bosque Prohibido mientras dejaba que el suave viento le acariciara su rostro.
Seguía pensando en su profesor y en lo bien que se la pasaba a su lado. Pero
sobre todo, recordó lo que le aconteció después
del castigo…
El profesor descansaba en su cama, mientras Harry se
terminaba de vestir para después volver a su Sala Común. El mayor le hizo señas
para que fuera a su lado, el león lo hizo.
-Quédate – le dijo mientras lo apresaba nuevamente
entre sus brazos.
-Pero…
-En verdad le quiero, señor Potter – fueron las
palabras exactas de su profesor, convenciéndolo a quedarse toda la noche en
aquellas mazmorras.
Y Harry le creyó.
Quizás
Snape era un profesor gruñón y malvado con los demás alumnos, pero con él no lo
era, a él le sonreía, a él le daba amor, a él le decía que le quería. Entonces,
¿cómo podría ser malo?
Esa era
la razón por la que Harry se empeñaba día tras día a demostrarle que él también
le quería, durante las noches se escapaba de su dormitorio y se dirigía hacia
las mazmorras en donde un Severus Snape lo estaría esperando para también él
demostrarle su amor. Y antes de que el Gryffindor saliera de la habitación, el
mayor le decía:
-Le
estaré esperando mañana en la noche para demostrarle que en verdad le quiero, señor
Potter.
De esa
manera, el profesor se aseguraba que el pequeño león regresara a las mazmorras
cada noche. Sin embargo; en los últimos meses Harry se encontraba agotado, en
algunas clases se quedaba dormido, incluso sus calificaciones habían bajado, así
que dejó de ser constante con Snape. Dejaría de verlo por algún tiempo, lo
suficiente para que al menos se recuperara, pues últimamente las demostraciones de amor de su profesor eran muy salvajes y duraderas.
Y
hablando de amor, el pequeño Gryffindor se
había formado un concepto erróneo de éste, él creía que el amor era solo sexo.
Sin embargo; las dudas comenzaban a invadirlo, sus sentimientos hacia el
profesor Snape eran más que solo
sexo, y si el amor era precisamente eso
que Snape le demostraba cada noche, entonces ¿qué era lo que él sentía por su profesor?
Harry
sacudió su cabeza, no le agrada enredarse en conceptos tan complejos, al final
le causaban dolor de cabeza. Visualizó a lo lejos la cabaña de Hagrid y con
paso decidido se dirigió hacia allá mientras otra de sus preocupaciones
acaparaba su atención.
No
olvidaba el hecho que Draco Malfoy había descubierto el “romance” que mantenía con su profesor de Pociones. Le tranquilizaba
que al menos el Slytherin había mantenido su palabra y seguía guardando el
secreto a pesar que en los últimos días había mantenido una actitud extraña
hacia con él. El ojiverde no le dio importancia, mientras que Malfoy no
hablara, todo estaría bien.
Así
que, no importaban las cosas cómo salieran
de ahora en adelante puesto que Harry era feliz, su profesor le quería y todas
las noches se lo demostraba tal como lo haría esa noche y las que siguieran en
adelante y eso para él era suficiente…
Llegó a
la cabaña de Hagrid. Quizás su amigo semigigante le podría ayudar… o quizás no,
en realidad no importaba mucho ya que lo que el ojiverde necesitaba era
compañía. No era que Ron y Hermione no se la dieran, pero últimamente sus
amigos solían hablar entre ellos mismos, excluyéndolo, y cuando él se quería
unir a la conversación sus amigos enseguida callaban o cambiaban de tema de
forma evidente. Eso ocurría muy a menudo. Harry sospechaba que hablan de él a
sus espaldas.
El
Gryffindor llamó desde la puerta y al no tener respuesta optó por abrirla,
quizás Hagrid estarí
a durmiendo, sin embargo su amigo no estaba, en cambio…
-Harry,
te estábamos esperando.
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N/A
Gracias por embarcarse nuevamente en esta historia.
Besitos.
PISLIB n_n
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