Tu historia fue conmigo
Advertencias:
Para comenzar a leer este
fic, es necesario que lean la primera parte: Obsesión, para que entiendan
algunas cosas, sino lo hacen, se arriesgan a que les queden algunas dudasCapitulo Uno:
Conversaciones y
descubrimientos
Después
de ocho meses viviendo en nuevo hogar, todo resultaba “perfecto”… o eso creía
Theodore Nott hasta que el llanto de un bebé lo sacó de su “perfecta
madrugada”.
¿Cuántas
veces se estaba levantando a tan altas horas de la madrugada para calmar el
llanto de ese pequeño? No lo sabía. Y sinceramente no quería saberlo.
-Es
tu turno – escuchó la voz adormilada de Neville, quien dormía a su lado. Se
removió en su lugar para buscar una posición más cómoda.
-La
última vez fui yo – se quejó, sin embargo los sonoros ronquidos de su pareja,
le indicaba que ya no tenía caso recordarle quién había sido el último en
levantarse - ¡Voy! – dijo inútilmente al walkie-takie (ese aparato muggle que
les era muy útil), que estaba encima del buró.
Adormilado
se levantó y se dirigió al cuarto continuo donde un bebé de piel morena lloraba
con furor. Theodore se detuvo en la puerta al percatarse que, nuevamente,
Blaise estaba al pie de la cuna observando inexpresivamente al bebé que
lloraba.
Nott
suspiró larga y pausadamente. Se acercó al bebé y lo tomó en brazos, sin
embargo el pequeño aun así no dejó de llorar.
-Shh,
tranquilo bebé. Theodore ya está aquí – trató de tranquilizar al pequeño.
Blaise
no se movió ni un centímetro, aunque su mirada aún seguía en el bebé.
-No
puedes seguir ignorándolo, Blaise – le dijo – es tu hijo.
Theo
se sentó en la cama. El moreno observó en su amigo ligeras ojeras, lucía
cansado. Y sin embargo, eso no le impidió estar ahí, consolando a ese bebé, a
ese engendro que solo trajo muchos problemas. Observó al bebé, a ese
ser que era el único culpable de
todo. Del maldito Pacto Mágico, la muerte de su madre que había sucedido a tan solo un mes de haber
salido de Hogwarts y la separación definitiva entre él y Bilius.
Sí,
Blaise odiaba a ese ser diminuto, negaba ser su padre.
-Debería
morir…
Fueron
sus primeras palabras, después de aquellos siete largos meses de mutismo. Eran
sus primeras palabras y estaban dirigidas a ese engendro.
[…]
Se
encontraba en el rincón de su celda, ovillado, temiendo de la llegada de
aquellas personas que venían acechándolo desde su ingreso a Azkaban. Jamás
creyó que él, Francis Morseferth, alguna vez pudiera tener miedo de las
personas que en algún momento las consideró “patéticas e insignificantes”.
¿Cómo
iba a saber lo que ocurriría después? Es decir, en aquella ocasión, cuando
Olsen y Lucius Malfoy habían entrado a su celda en la primera noche para
vengarse, creyó o al menos eso le dieron a entender, que su venganza solo se
trataría de un día y ya. Que ese sería su pago
por sus crímenes anteriores.
Sin
embargo, no fue así. A los tres días de ese incidente. Olsen, Malfoy y dos
guardias más habían regresado para continuar con sus venganzas. Malfoy
vigilaba, mientras los otros tres abusaban de él. Siempre era la misma rutina.
-Ahora,
¿quién es el patético? – le había
preguntado una vez Olsen, mientras lo embestía sin consideración alguna – Debiste
saber que algún día me vengaría por lo que me hiciste, idiota.
Todas
las noches, desde hacía más de ocho meses, era lo mismo. Francis se había ido
consumiendo poco a poco. A pesar de ser un hombre que dio mucha lucha en algún
tiempo, era débil. Lo comprendió cuando ya había transcurrido tres meses desde
su llegada a Azkaban y cada noche Olsen y compañía lo visitaban.
Se
escuchó el ruido de la puerta al abrirse. Francis se horrorizó. Había comenzado
a comprender un poco a Blaise.
-Es
hora de que te sientas patético, Francis
– habló Olsen con una sonrisa tétrica en su cara, mientras entraba a la celda
con compañía y Lucius tomaba su lugar en la puerta para vigilar.
[...]
Blaise
seguía fulminando con la mirada al bulto que Theo tenía entre sus brazos. Su
mirada estaba llena de odio y rencor. Mirada que hubiera preferido que fueran
miles de cuchillas y enterrarlas una a una en ese cuerpo que se veía tan
frágil. Ese cuerpo al cual le recordaba el cómo
había sido creado. Con odio, chantaje… con el maldito Pacto Mágico que aún lo
obligaba a guardar silencio a pesar que Francis Morseferth ya no estaba más en
su vida.
-Blaise…
-Debería
morir… — Volvió a repetir, mientras se acercaba a ellos lentamente, sin
despegar la vista del bebé – nunca debió haber nacido – seguía salpicando
veneno – lo odio.
-Cuando
hablas así – le dijo Theodore viéndolo firmemente. Se levantó para estar cara a
cara – cuando hablas de esa manera, me recuerdas a “ellos”.
Blaise
frunció el ceño ligeramente, sin embargo no dijo nada.
-¿Recuerdas
quiénes son “ellos”, Blaise? – Preguntó
seriamente, el moreno no respondió – “ellos” fueron esas personas que al igual
que tú, nos dijeron lo mismo cuando niños ¿ya lo olvidaste? Nos señalaban, nos
amenazaban, nos insultaban, incluso aún lo hacen, pero sabes ¿qué era lo
injusto de todo? Nos hacían todo eso solo por ser hijos de Mortífagos, de los “malos”. Nos juzgaron sin conocernos y
sin saber realmente que siempre estuvimos del “famoso lado de la luz”.
Blaise
seguía sin moverse y sin dar señales de querer cambiar de actitud.
-Estás
haciendo lo mismo… y me das pena – la voz de Theodore sonaba realmente enojada
– estas juzgando a alguien al cual no le has dado la oportunidad de conocer.
-No
es lo mismo – atajó, viendo a su amigo por primera vez a los ojos – éste – señaló
al pequeño – no es hijo de un mortífago, es hijo de un maldito violador – estaba
tan enojado que no se dio cuenta haber afirmado, aunque algo obvio, lo que tenía
prohibido decir.
-También
es tu hijo y te necesita.
-No
me necesita, parece estar más cómodo entre tus brazos.
-¡Necesita
a su padre, no a mí! – aclaró.
-¡Yo
no soy su padre! ¡No es mi hijo! – Blaise comenzó a alzar la voz, lo que
provocó que el pequeñito se removiera en los brazos de Theodore.
-Quizás
Morseferth a través de artimañas te haya quitado de manera indirecta a tu
madre, a tu novio… pero la vida te está dando otra oportunidad. Un hijo.
Blaise, todos hemos perdido mucho en la guerra, yo perdí toda mi familia, pero
tengo a Neville. Draco perdió a su padre, pero tiene a su madre y a Harry. Y
Blaise, no perdiste a nadie en la guerra, sin embargo perdiste a tu madre
después y ahora la vida te lo compensa con un hijo. Solo tuyo. No tiene por qué
saber que su otro padre fue una terrible persona, solo bastará saber que tú
eres su único padre.
-No
quiero serlo… - murmuró viendo nuevamente al bebé.
-Sí
quieres – continuó al ver que sus palabras surtían efecto – sabes que este
pequeño será señalado por ser quién es. Tú no seas una más de esas personas,
eso lo lastimará.
-Si
Morseferth te hubiera hecho lo mismo ¿habrías conservado al ser que te arruinó
tu vida? ¿Estarías dispuesto a amarlo y cuidarlo, aun sabiendo cómo fue
concebido? Dime Theo, ¿amarías al hijo de esa persona que te hizo mucho daño?
El
castaño meditó la respuesta unos momentos.
-Probablemente
lo odiaría – admitió – Pero éste bebé no tiene la culpa. Al igual que tú. Las
cosas suceden por alguna razón Blaise. De eso estoy seguro.
El
moreno se sumió en sus pensamientos, no estaba muy seguro de lo que estaba por
decidir, pero su amigo tenía razón. Ese pequeñito no era culpable de nada y sin
embargo ya traía la carga de problemas incluida. Comenzando por el simple hecho
de ser “el hijo de un mortífago” y “el hijo de un maldito violador”.
Blaise
no se imaginaba lo que le esperaría en cuanto lo llevara al día siguiente al orfanatorio
¿y si nunca era adoptado? ¿Y si lo dejaban simplemente ahí abandonado por ser
quién era? ¿Y si le daban un trato peor del que ya le estaba dando él? Sin duda sería una vida difícil… y cruel.
Quizás
estaba en sus manos cambiar eso, porque nadie lo haría. Además, por ser el hijo
de Morseferth eso no significaba que el pequeño fuera ser como él.
El
moreno se acercó más a su amigo y vio al pequeño dormir tranquilamente. Esa era
la primera vez que lo observaba en verdad. Se veía tan frágil, tan pequeño. Su
piel era del mismo color que la de él, el poco cabellito que se le podía
apreciar era negro como el suyo, su carita tenía sus mismas facciones… “una réplica diminuta de mí”, pensó el
moreno.
-¿Puedo?
– le preguntó a su amigo, haciendo ademanes de cargar al bebe.
-Es
tu hijo, no tienes que pedirlo – respondió, dándoselo.
Blaise
lo tomó en brazos, el pequeñito se removió en él y se acurrucó inmediatamente.
Reconoció el calor enseguida de su padre. Y él, solo lo veía embelesado. Esa
pequeña criatura era realmente hermosa, era un milagro. Y era suyo. Su hijo.
Sin
ser consciente, Blaise sonreía. Se acercó a la cama y se sentó en la orilla, su
amigo lo siguió e hizo lo mismo.
-Es…
increíble – murmuró Blaise
acariciando la cabecita del pequeño, éste por su lado, con una de sus manitas
se apoderó del dedo meñique de su padre – gracias – le dijo a Theodore, éste
solo sonrió. Blaise se acercó al walkie-takie – gracias a ti también Neville.
-De nada – respondió del otro lado, el
aludido.
-¿Con
que no dormías, eh? – se quejó Theo.
-Lo siento – se disculpó – aunque sí era tu turno – los tres chicos
rieron, el pequeñito se removió un poco.
-Neville
– llamó Blaise - ¿podrías venir un momento, por favor?
-Claro.
Segundos
después, Neville se encontraba en la habitación.
-Quisiera,
quisiera pedirles un favor – habló Blaise, mientras se levantaba de la cama y
se ponía frente a ellos.
-¿Qué
es? – quisieron saber.
-Me
harían el honor de ser los padrinos de… Bilius.
-¿Padrinos?
-¿Bilius?
Tanto
Theo como Neville se sorprendieron por la reciente información, ambos se vieron
entre si y después vieron a su amigo moreno, quien los veía expectantes.
-Será
un placer – respondieron al unísono.
-Gracias
– les sonrió – han hecho mucho por mí y por mi hijo.
-No
tienes que agradecer – respondió Theodore.
-Deberían
descansar – les recomendó – lo necesitan, tienen unas caras que… - los otros chicos sonrieron levemente – yo me encargaré
de ahora en delante de Bilius.
Theo
y Neville, después de un intercambio de palabras, salieron del cuarto dejando a
Blaise con su hijo.
-Bienvenido
a la familia, Bilius.
[...]
Consultó
su reloj por décima vez, clara señal de desesperación. Tenía alrededor de dos
horas esperando a Harry, pero al parecer al chico se le había “olvidado” su
reunión.
El
rubio sacó un artefacto muggle, que según Neville, se llamaba celular. Marcó al
número de Harry, pero nuevamente lo mandó al mentado “buzón de voz”. Por décima vez, Draco gruñó enfadado.
-¿Ordenará
algo, joven? – la voz chillona de una mujer lo desesperó más.
-Ya
le dije que regrese más tarde – ladró. La mujer lo miro de mala manera,
seguramente por dentro lo insultaba.
Draco
comenzó a tamborilear sus dedos sobre la mesa. Consultó nuevamente su reloj y
éste claramente marcaba las dos de la tarde con veinte minutos.
-Potter…
No
entendía por qué Harry lo había citado desde el mediodía, si él salía de la
Academia de Aurores hasta las dos de la tarde, aunque le había dado su palabra
que estaría a esa hora con él, en ese pequeño bar muggle, donde solían ir a
comer.
Aunque
siendo sinceros, Draco ya comenzaba a dudar de la palabra de aquel león, ese día
seria la cuarta vez en la que llegaría tarde… o la tercera vez, sino se
presentaba.
[...]
-¡Hasta
mañana, Francis! – sonrió triunfante Olsen, mientras se ponía los pantalones.
Los
dos guardias, junto con Olsen y Malfoy salieron de la celda de Morseferth.
-Me
las pagaran, idiotas – murmuró Francis, mientras se acomodaba nuevamente sus
ropas.
Las
últimas horas habían sido realimente una tortura, al parecer a sus visitantes
les gustaba mucho el sadomasoquismo o quizás, solo les gustaba practicarlo con
él. No lo sabía.
Lo
que sí sabía, era que tenía que hacer algo y pronto. Se estaba cansando de esa
situación. Escuchó abrirse nuevamente la
puerta de su celda, sobresaltándolo en demasía ¿acaso habían regresado? ¡Ni
siquiera habían transcurrido cinco minutos de su despedida!
Con
cierto temor volteó a ver a su visitante.
-¿Morseferth?
– escuchó una voz tímida. No le respondió.
Era
uno de los guardias de Azkaban, sin embargo, era un tanto distinto a los demás, era muy joven. El chico parecía ser recién
salido de la Academia de Aurores, no parecía mayor de los veinticinco, pero
tampoco menor de veinte. Era simplemente, perfecto.
Chico apuesto, buen cuerpo… moreno.
-¿Morseferth?
– llamó nuevamente.
Francis
lo observó atentamente ¿Quién mandaría ese chico con él? Los guardias solían
ser altos, rubios y muy mayores de edad ¿Por qué de pronto le mandaban a
alguien diferente? ¿Sería una trampa?
-Nadie
sabe que estoy aquí, me llamó Erik Lamber… y vengo a ayudarte.
[...]
Las
clases habían terminado media hora atrás, sin embargo habían decidido ponerse
al día en ese tiempo, aunque era algo innecesario, diario se veían.
-Nos
vemos mañana, entonces – se despedió Ronald Weasley.
-Claro,
me saludan a Molly – pidió Harry.
-¿Por
qué no vienes con nosotros? – propuso Terry, quien estaba tomado de la mano con
Ron.
-Ya
quedé con…
-Bien
– atajó el pelirrojo, últimamente evadía el tema de Draco y compañía – nos
vemos mañana.
Tanto
Ron como Terry se desaparecieron dejando a Harry en aquella solitaria calle,
sintió vibrar su celular por… ¿Cuántas
veces?
Lo
sacó de su bolsillo y en la pantalla leyó un letrerito que decía “Draco”,
presionó el botón de “ignorar” para que lo mandara al “buzón de voz”. Sonrió de
lado ¿Por qué lo hacía? Ni él mismo lo sabía, había ocurrido una vez, hace dos
meses atrás, cuando por primera vez lo había dejado plantado porque había
salido de la academia demasiado tarde, estaba cansado, así que decidió dormir
un poco, lo que le ocasionó el primer plantón hacia Draco.
Pudo
sentir el enojo del rubio, la indignación y eso le agradó, recordó que en sus
tiempos de Hogwarts, Draco lo había dejado plantado varias veces por su amigo
Blaise y cuando él por fin pudo hacerle lo mismo, le agradó. Además estaba el
asunto del curso de ‘Pociones Avanzadas’
allá en Francia, al parecer el rubio había decidido abandonarlo e irse aquel país lejos de él, sin importarle su
opinión.
Ya
que ahora podía ver mejor la
situación, no le convenía que Draco se fuera lejos de él ¿y si en Francia el
rubio conocía a otros chicos? ¿Y si Draco comenzaba a hacer lo mismo que él le
estaba haciendo con Michael?
-Estamos
a mano – murmuró complacido – tú me vas a dejar por un largo tiempo, yo solo
unas cuantas horas.
El
celular volvió a sonar, esta vez el letrerito decía un nombre diferente. Sonrió
con malicia. Recibió la llamada.
-En
el mismo lugar – le dijo y luego colgó. Con una enorme sonrisa se desapareció del lugar.
[...]
Mientras
Blaise le daba de comer al pequeño Bilius, Neville preparaba la cena.
-Después
de todo, sí sirvió ese curso de “cocina fácil” – dejó salir Blaise, al ver cómo
Neville manipulaba la cocina.
-Era
eso o arriesgarnos a comer lo que preparaba Draco – le recordó sonriente.
-Es
una lástima que hayamos perdido la mayoría de nuestros bienes en esa ridícula
crisis que sucedió dos meses después de salir de Hogwarts.
-Hasta
los muggles se vieron afectados – expresó el Gryffindor, sentándose en la mesa.
Se
escuchó un ¡paf!, desde la sala de
estar.
-Ya
llegó Theo – anunció Neville contento.
-Hola,
chicos – saludó el recién llegado - ¿listos para la cena?
-¿Has
traído lo que te pedí? – preguntó a su vez su novio.
-Por
supuesto – respondió con un casto beso en los labios.
-Entonces,
sí – afirmó.
-¿Y
Draco a qué hora llegará? – quiso saber Blaise.
-Si
llega será ganancia – suspiró Neville – hoy se iba a despedir de Harry.
-Si
es que no lo deja nuevamente plantado – les recordó Theo, sacando las cosas que
compró para la cena.
-Es
verdad – coincidió Blaise - ¿Por qué hace eso Potter? Es decir, son los ultimos
días de Draco, dentro de dos días se va a Francia y regresará hasta en las
vacaciones de verano del próximo año… y eso aún no es muy seguro.
Blaise
aún no se podía explicar por qué aquel ojiverde desperdiciaba tiempo valioso
en… ni siquiera sabía en qué, sin embargo, sabía que nada de lo que hacía
podría valer la pena. Es decir, si él estuviera en su lugar, jamás dejaría
pasar tiempo, sabiendo que muy pronto dejaría estar con esa persona amada.
-Quizás
Potter no lo sabe aún – aventuró Theo.
-Por
el propio bien de Harry, esperemos que sí – expresó Neville.
[...]
Era
oficial: Harry lo había plantado. Exhaló larga y pausadamente. Se levantó y se
fue dispuesto a ir a buscar a su “supuesto novio”.
Draco
no se explicaba el porqué de pronto de la actitud de Harry, sin embargo le
atribuía a que ya no eran unos críos y que ahora ya eran más “maduros” y que
había más responsabilidades y otras cosas que intervendrían en sus decisiones y
sobre todo en su relación.
Tres
meses atrás había recibido una carta, donde le decían que había aprobado
satisfactoriamente el curso de Pociones y que gracias a eso le habían otorgado
una plaza para estudiar la misma carrera en la Universidad Mágica de Francia. En
dado caso de aceptarla, tenía que presentarse en dicha universidad en el mes de
septiembre para los trámites correspondientes.
A
Draco le pareció una excelente oportunidad de hacer realidad su mayor sueño, tenía
que aprovecharla, ya que dudaba mucho que le volvieran a ofrecer una plaza en
caso de negarse a viajar hasta aquel lejano país. Lo único negativo que
encontraba, era que tendría que estar lejos de Harry por largos tres años, ya
que esa carrera requería de mucho tiempo para poder perfeccionarse, pero sabía
que juntos llegarían a un acuerdo.
Con
lo que no contaba era que cada vez que tenía planeado decirle a Harry sobre su
viaje, a éste se le ocurría llegar demasiado tarde o simplemente no llegar. El
tiempo se le agotaba, tenía que decírselo sí o sí ese mismo día. Así que, el
rubio se desapareció y apareció en las afueras de Grimmauld Place.
[...]
Desde
la sala hasta la habitación de Harry había un camino de ropa tirada sin
cuidado, resultado de una gran lucha, que sin duda llevaba a un solo objetivo.
Sexo.
Michael
Corner se encontraba arriba de Harry embistiéndolo una y otra vez, mientras el
ojiverde gemía y pedía “más” de manera incoherente. Fue cuestión de minutos
para que ambos llegaran al orgasmo… por cuarta vez ese día. Michael terminó esa
ronda con un beso demasiado posesivo.
-Eres
increíble en la cama Corner – opinó Harry jadeante.
-Lo
sé – dejó salir arrogantemente - ¿es por eso que no me has dejado ir? – quiso
saber.
-No
lo sé – hizo una mueca.
Sinceramente
no entendía muy bien la relación que mantenía con el Ravenclaw. Todo había comenzado
a raíz de una discusión con Draco en los tiempos de Hogwarts, hasta el momento que él mismo la
dio por terminada, antes de que las clases terminaran.
Sin
embargo, a tan solo tres meses de haber terminado el colegio, Harry se plantó
frente a la puerta del departamento de Corner sin ningún motivo aparente, es
decir ni siquiera había discutido con Draco, su relación estaba en la cima.
-¿Hoy
no quedaste con Malfoy? – preguntó Corner al percatarse de un inesperado visitante.
-Sí
– respondió, tajante.
-¿Piensas
ir? – Volvió a colocarse encima de él.
-Y
perderme… esto – dijo entrecortadamente, al sentir a Michael entrar en él.
-¿Lo
vas a dejar plantado, otra vez? – quiso saber, mientras comenzaba con las
embestidas y atacaba a besos su cuello.
-Sí…
- gimió Harry – ya le… diré una ¡oh, por Merlín!
-¿Una
qué? – preguntó, quedándose quieto.
-¡Deja
de hablar de Malfoy! – Se quejó - ¡vamos, muévete!
-Sino
me respondes, no sigo – amenazó.
-¡Una
excusa! Es lo que le he estado diciendo cada vez que me encuentro contigo y no
voy con él.
-Eres
muy malo Potter – se burló, reanudando las embestidas.
-Esto
es mejor… ¡oh por Merlín, más! – gimió.
-¿En
serio? – la voz de Draco Malfoy le hizo abrir los ojos de manera alarmante.
-¡Draco!
– llamó Harry aventando a Michael fuera de la cama.
-No
te molestes en explicarme las cosas, al parecer estás muy ocupado– el rubio
cerró los ojos fuertemente al momento de desaparecerse.
Aclaraciones:
(1)Les recuerdo que Rose Zabini, había ingresado a San Mungo por una depresión mayor, cuando se enteró que Blaise estaba muy grave de salud.
(2)Blaise deja de hablar en cuanto nace el bebé, es por eso que dice que siete meses han transcurrido, ya que nace después de salir de Hogwarts.
(3)Recuerden que Lucius está en Azkabán y cortó toda relación con Draco, al enterarse que éste estuvo desde un principio del lado de La Orden del Fénix.
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