viernes, 9 de diciembre de 2011

Capitulo Uno: Recuerdos dolorosos


El muchacho de ojos tristes


Capitulo Uno. 

Recuerdos dolorosos

El despertador suena por tercera vez, creo que ya es hora de dejar de ignorarlo, de un manotazo lo hago callar. Me levanto con toda la pereza del mundo y me dirijo hacia el baño, me lavo la cara y miro mi reflejo en el espejo. El mismo de siempre. Piel clara, cabello negro y ojos de color azul profundo, sí ese soy yo… o como me llaman los demás: Konny.
Bajo a la sala donde seguramente estará mi hermano menor, Teddy, viendo el televisor como todos los domingos. Y no me equivoco, ahí está aquel chico delgado de cabello castaño oscuro, piel clara y ojos del mismo color que los míos. Ahí está Ted. El chico más quejicoso que pueda existir.
-Hora de desayunar – le comunico mientras me dirijo hacia la cocina. Antes de desaparecerme de su campo visual y de responderme un “ya estoy desayunando” me envía una mirada de desaprobación.
¿Será porque aún estoy en pijama?
-¡Eso no es desayuno! – le grito desde la cocina, él cree ingenuamente que no lo vi esconder el enorme tazón de cereal.
-¡Sí lo es! – reclama. Como el jovencito ya tiene 14 años cree que sabe la diferencia entre un buen desayuno y del que no lo es. Ruedo los ojos mientras preparo el verdadero desayuno para ambos. Una vez listo me encamino  hacia donde está él.
-Desayuna – le ordeno extendiéndole la charola con el desayuno y él me envía una mirada asesina.
-Lo acabo de hacer – gruñe.
-No empieces Teddy, sabes lo que te dijo el nutriólogo – mi hermanito bufa y a regañadientes toma su porción de comida (mientras murmura algo como “soy Ted no Teddy”). Comienza a desayunar, le envío una sonrisa orgullosa.
-Esto sabe asqueroso Konny, ¿Cuándo aprenderás a cocinar? – dice en forma de reproche. Le sonrío maliciosamente, pequeño demonio, todavía que le preparo el desayuno…
-No te quejes, solo los domingos es cuando tienes que sufrir por mi pésimo gusto en la cocina – le recuerdo. Y es verdad, los demás días nos prepara la comida Lali. La señora que gustosamente nos ayuda a mantener la casa en orden todos los días a excepción del domingo, su día de descanso. Ése el único día en el que yo intento hacer lo que ella hace entre la semana.
Es un arduo trabajo. Además de cuidar a mi hermano, me hago cargo del negocio familiar. Mis padres murieron hace tres años y yo al cumplir la mayoría de edad, me he puesto al frente del Lemus Cinema. (1)
-Me quejaré con mi nutriólogo, se supone que debo recuperar mi peso, no perderlo al vomitar por esta asquerosa comida que sabe a…
-Si no quieres comer no lo hagas – digo seriamente y, sí debo reconocerlo, un poco molesto ¿Por qué se tiene que quejar de todo? Llevamos medio año solos sin un tutor y me atrevo a decir que somos más felices, Spencer (que se hacía llamar nuestro tutor) enfrente de todos los demás era la persona más amable, gentil y bondadosa, pero aquí en estas cuatro malditas paredes era el peor, si existiera una ser tan maligno y despiadado, ese no sería Spencer, ese sería un ángel a comparación de él.
Aún recuerdo lo que ese maldito me hacía todos los días y en cada oportunidad que se le presentaba. Todos esos tortuosos momentos estarán grabados por siempre en mi memoria. El último momento es el que más daño me hace…
¡Me tenía apresado en mi propia habitación!
Él estaba arriba de mí, hacía lo posible para que no me besara, en un momento de desesperación moví mi rostro hacia un lado, pero él aprovechó eso para lamer mi cuello. Siempre hice lo posible para reprimir mis gemidos que salían inconscientemente, pero era inútil… siempre salían.
Simplemente salían.
Era algo en automático, algo puramente físico. 
Gimió con placer esa figura de piel blanca, cabellera rubia y de grandes ojos color verde, que tenía encima de mí.
-Konny… tú también lo disfrutas ¿verdad?
Idiota.
Me envistió una y otra vez y yo me recriminé por disfrutarlo. Sí ¡maldita sea! ¡Lo disfruté! Me agradaban esas caricias, ese punto que tocaba su miembro dentro de mí ¡me gustaba! Y la prueba de ello eran los malditos gemidos que salían de mí, ¡aunque yo no quisiera!
Lloré. Siempre lloraba cuando él me violaba.
¿Entonces por qué demonios gemía de placer? ¿Por qué? (*)

-¿Konny? – escucho vagamente que alguien me llama. Lo ignoro.
Sostengo fuertemente el vaso, que contiene jugo de naranja, con mi mano izquierda.
¡Estúpido Spencer!

-¡Lo estas disfrutando! ¡Vamos vuelve a gemir para mí! ¡Vamos, otra vez! – me lo pidió a gritos, o tal vez no lo hizo, quizás lo sentí así porque lo dijo mientras lamía mi oreja con su asquerosa lengua.
Y nuevamente, aunque no lo quería, ahí estaba yo… gimiendo como poseso. El idiota había dado en el punto de éxtasis de mi interior y no solo eso, también jugaba con mi miembro ¿cómo demonios no iba a gemir? Mi mente estaba odiándolo, machacándolo… asesinándolo; pero mi cuerpo lo amaba, disfrutaba de todo eso que le hacía.
-Te voy… a… Ahhh – ¡maldito gemido!
-¿Qué me vas a hacer Konny? ¡Si lo estas disfrutando! No me puedes denunciar, tú lo aceptaste ¿no? Tú me pediste que te hiciera mío ¿cierto? Además lo estas disfrutando, así que prácticamente, no te estoy violando…

CRACK
Es el sonido que hace el vaso al quebrarse en mi mano.
-¡Konny! ¿Otro vaso? A este paso nos vamos a arruinar ¡ya casi te acabas la bajilla! – como siempre, mi hermano se queja.
-¡Demonios! – me levanto y me dirijo hacia el baño para curarme la mano que ha comenzado a sangrar por haberme enterrado un trozo de vidrio.

Aclaraciones:
(1)Lemus Cinema – es un Cine grandísimo con última tecnología.
(*) Aclaremos un poco este asunto. No es que Konny realmente disfrute de las violaciones, es solo su percepción porque así se la ha hecho creer su violador. Con el desarrollo de la historia se aclarará un poco más este tema.
Muchas gracias por leer!
Besos.
Pislib n_n

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