Tu historia fue conmigo
Capitulo Cuatro:
Confesiones y sorpresas
Se
encontraba en el balcón del departamento, desde ese lado casi no se podían apreciar
bien las estrellas, pero aun así a Ronald Weasley no le importó quedarse ahí
sentado mientras el frío viento le daba de lleno en la cara, de todas formas no
las estaba observando.
Era
la segunda noche que se escapaba de la rutina y se quedaba ahí pensando en las
palabras de Robards.
“Les entrenaré y prepararé para poder
retener a Francis Morseferth”.
Su
cabeza estaba hecha un lío, había teorías (de a montones) sobre los posibles
motivos del encarcelamiento de Francis en Azkaban. Y sin embargo; ninguna se
acercaba un poco a la verdad.
El
pelirrojo suspiró largamente. Ese día, justo antes de empezar la clase se había
propuesto cerrar definitivamente el asunto Blaise y su sorpresa fue que eso no
sería posible. ¿Por qué cada vez que decidía dejar atrás el pasado, la vida se
empeñaba que no fuera así? Todo parecía como si el destino le gritara que aún
no era el tiempo, que aún había algo
pendiente, que el tiempo del adiós definitivo aún no llegaba, que aún tenía que saber algo. Pero ¿Qué
exactamente era ese algo?
-No
seas tonto Ron – se murmuró hacia él mismo. Movió la cabeza negativamente – no
veas monos donde no los hay.
Desvió
su mirada hacia el interior del departamento, vio a Terry sentado frente al
televisor viendo dibujos animados. Al parecer el chico había comenzado a
hacerse adicto a esos programas por culpa de Harry. Dejó escapar una sonrisa. ¿Qué
demonios pasaba con él? Tenía a su lado un gran chico, mientras él estaba
desperdiciando tiempo pensando en los hubiera
y los porqué.
-Blaise
es un asunto del pasado – se dijo así mismo.
Terry
estaba emocionado mientras veía Shaman
King, le parecía curioso el personaje de Ana, por alguna extraña razón le
recordaba a Hermione. Estaba tan concentrado en aquel aparato muggle que no se
dio cuenta cuando el pelirrojo se sentó a su lado, ni tampoco cuando éste se
recargó sobre su hombro, menos cuando le dio un casto beso en los labios. Se
dio cuenta de su presencia cuando el pelirrojo le susurró al oído aquellas
palabras que durante mucho tiempo anheló escuchar sinceramente.
-Te
amo.
Terry
volteó lentamente hacia con él. Ron le sonreía dulcemente mientras le veía a
los ojos. Le dio otro beso en los labios.
-Te
amo – le repitió. Terry le devolvió la sonrisa.
Esta
vez el león fue el de la iniciativa, el que comenzó a besarlo, el que comenzó a
acariciarlo, el que le pedía que lo hiciera suyo. Y por primera vez, Terry se
sintió verdaderamente feliz.
[...]
-¡Vamos
Bilius!
Más
que animarlo, Blaise le estaba suplicando a su hijo que desayunara. Tenía
alrededor de veinte minutos tratando de darle sus alimentos, pero el pequeño se
rehusaba rotundamente. Intentó con el truco del trenecito, del avioncito,
el de la escoba, pero ninguno
funcionó. El pequeño Bilius solo se limitaba a gritar o incluso a llorar. El
moreno comenzó a desesperarse.
Desde
semanas atrás se había percatado que su hijo comenzaba a rechazarlo. Y él no lo
culpaba, después de todo él había hecho lo mismo, en aquel tiempo no le hubiera
importado, sin embargo, a estas alturas le dolía enormemente.
-Solo
un poco, ¿sí?
El
pequeño Bilius cerró su boquita fuertemente, mientras negaba con la cabeza
energéticamente. A Blaise se le encogió el corazón cuando su hijo comenzó a
llorar. Lo cargó en sus brazos inmediatamente, pero el pequeño comenzó a
patalear y a gritar fuertemente. El moreno jadeó ante esto.
-¿Qué
ocurre? – llegó Neville alarmado hasta la cocina.
Los
gritos de Bilius disminuyeron lentamente al escuchar la voz del recién llegado.
Lo buscó con la mirada y al encontrarlo comenzó a llamarlo con sus manitas.
Esta acción destrozó las esperanzas de Blaise.
-Mi
hijo no me quiere – musitó el moreno mientras se lo entregaba – no ha comido –
fue lo único que le dijo.
Neville
parpadeó desconcertado, aceptó al pequeño en sus brazos, quien cuando estuvo en
éstos dejó de llorar completamente. No era la primera vez que ocurría una
escena parecida, sin embargo era la primera en la cual Blaise confesaba lo que
ninguno de ellos quería siquiera considerar.
Neville
llevó a Bilius hasta su sillita, donde lo sentó y se dispuso a continuar a
darle el desayuno.
-Es
cuestión de tiempo y… ¿Blaise? – Neville lo buscó con la mirada, pero fue en
vano.
El
moreno se había ido dejándolos solos.
[...]
Esta
vez el chico tendría que explicarle un par de cosas. Dos meses habían
transcurrido desde que Draco los había descubierto y era el mismo tiempo que
tenía sin verlo. Cuando Harry no tuvo más
remedio que darle un poco de espacio a su rubio, decidió a proseguir con su
segundo plan. Encarar a Corner.
El
ojiverde repasó los sucesos de aquella fatídica tarde y llegó a la conclusión
que el Ravenclaw se había enterado que Draco se encontraba ahí cuando comenzó a
preguntarle sobre éste, porque de no
serlo así, entonces ¿Por qué tanta insistencia de hablar del rubio?
Corner
lo sabía, así que tendría que pagar por ello. Se apareció en las afueras del departamento del chico.
-¡Corner
abre la maldita puerta!
Nadie
respondió, tuvo la paciencia de hablarle por segunda vez, a la tercera lo hizo
acompañado con un hechizo que recién había aprendido en la Academia de Aurores
para abrir el único obstáculo que lo separaba para entrar. La puerta.
-¡Corner!
– insistió, pero el chico parecía no estar en su morada. Harry gruñó con
desesperación – vas a regresar y cuando lo hagas, hablaremos.
Satisfecho
por la expuesta venganza dirigida al parecer hacia el aire, se fue del lugar. Apareció en el departamento de su mejor
amigo.
[...]
Después
de varios minutos, Neville logró hacer dormir la siesta del medio día a Bilius,
preocupado bajaba las escaleras para ir en busca de Blaise ya que el moreno no
se había visto desde el incidente de la cocina. Estaba por entrar al lugar en
cuestión cuando escuchó ruidos extraños en el recibidor, con cautela se dirigió
hasta allá.
Aferraba
fuertemente su varita cuando escuchó que alguien maldecía, al parecer el
intruso había tropezado con la pequeña trampa que había colocado Draco antes de
irse a Francia (según él, dirigida a Potter por si llegaba a aparecerse en el lugar), a todos les
hizo gracia su manera de querer vengarse del ojiverde, puesto que la casa
estaba bajo un encantamiento y nadie podía entrar sin el consentimiento de
alguno de ellos.
Neville
localizó al visitante debajo de aquella montaña de cachivaches de la cual
consistía la trampa.
-No
te muevas – amenazó enterrando su varita en el cuello, mientras por dentro
hacía memoria de quién demonios era el intruso. Definitivamente no era Draco,
Theo tampoco porque aún estaba en clase y…
-Soy
yo – gruñó el chico Nott – me he olvidado de la trampa de Draco.
-¿Theo?
– llamó entre risas flojas ayudándolo a levantarse mientras las cachivaches
sonaban estrepitosamente al ser movidos.
-¿Me
puedes recordar el por qué no desactivamos esa cosa? – volvió a gruñir, una vez
que ambos se encontraban en la cocina.
-Porque
el único que puede desactivarla es Draco, pero no lo hizo por las prisas del
viaje – le recordó mientras le limpiaba algunas manchas de la cara producidas
por la trampa – aunque algo me dice que tenía la esperanza de que Harry cayera en ella y… ¿no
es temprano para que estés en casa?
Theodore
enarcó una ceja.
-Llevo
menos de quince minutos aquí, pero puedo irme y regresar más al rato y… - fue
silenciado por un casto beso.
-No
es eso.
-Lo
sé.
Neville
le sonrió, el Slytherin frunció el ceño.
-¿Qué
ocurre? – el león se mordió el labio inferior, no estaba muy seguro de decirle
lo ocurrido, pero tarde o temprano Theo se enteraría.
-Bilius.
-¿Qué
fue esta vez? – quiso saber. Al igual que Neville, él también había sido
testigo de varias situaciones parecidas.
-El desayuno, esta vez acompañado con gritos –
el chico Nott maldijo cuando su novio terminó de relatarle lo sucedido – me
siento mal Theo, Blaise se veía realmente afectado y…
-Lo
sé Neville, es horrible. Pero debemos ser fuertes, tenemos que ayudarle a
Blaise a conquistar a su hijo. No
debemos dejar que se dé por vencido ¿de acuerdo?
-De
acuerdo – coincidió.
Theo
tomó de la mano a su novio y lo condujo hacia la sala, donde lo sentó. Neville
le sonrió.
-Señor Nott, está muy misterioso ¿me podría decir el motivo?
-Te
tengo una sorpresa – el castaño la buscó con la mirada – tendrás que esperar
hasta el fin de semana.
-¿Qué?
Oye, no me puedes decir que tienes una sorpresa y luego decirme que tengo que
esperar cuatro días para eso.
Theodore
sonrió, Neville hizo un puchero, el Slytherin no lo resistió, le dio un dulce
beso.
-No
me vas a convencer con un beso – refunfuñó. Theo se abalanzó hacia él dándole
otro – ni con dos… o tres…
[...]
Había
despedido a Ron en Hogsmeade cinco minutos atrás, así que en cuanto llegó a su departamento
la presencia de Harry le sorprendió en demasía.
-¡Harry!
– exclamó espantado.
-Lo
siento – se disculpó el ojiverde reprimiendo una sonrisa - ¿Dónde han quedado
tus entrenamientos de auror?
-Hace
segundos no creía que los ocuparía en mi propio departamento, ¿Qué haces aquí?
-Cierto,
debí avisar – reconoció el ojiverde, últimamente le daba por entrar al hogar de
sus amigos sin avisar, hasta el momento corría con la suerte de no encontrarlos
en situaciones comprometedoras como en un tiempo le había pasado con Neville y
Theodore – es solo que… no sabía a dónde ir.
El
chico Potter se entristeció en demasía, si fueran otras circunstancias en esos
momentos estaría con Draco, con su rubio.
-No
te preocupes – se apresuró a decir Terry - ¿cerveza de mantequilla?
Ambos
se dirigieron hacia la cocina donde se sentaron a disfrutar de unas frías
cervezas.
-¿Alguna
novedad del asunto Morseferth? – preguntó el ojiverde.
Dos
días atrás habían tenido su primera clase extra, la cual sería impartida por
Robards, el jefe de aurores. Dicha clase asistirían los días sábados. El auror
ya les había dado su primera tarea, investigar el motivo de la captura de
Morseferth.
-Ni
siquiera sabía que estaba capturado – dejó salir Harry – aunque Draco y yo éramos
novios, nunca hablábamos de ese señor, si lo hacíamos terminábamos peleados. Ya
sabes, por el asunto de Blaise, Ron y ese profesor y…
Terry
se mantenía en silencio, el león supo interpretarlo bien.
-Lo
siento, yo… ¿lo sabías?
-Sí
– dejó salir amargamente el Ravenclaw – sé que por ese señor, Ron y Blaise
terminaron. Ron me lo confesó antes de mudarse conmigo.
Harry,
que se encontraba sentado en un extremo de la mesa, lo observaba atentamente.
Terry estaba centrado en las gotas de agua que resbalaban del vaso.
-Sé
que Ron aceptó a salir conmigo porque hubo algo que le impedía estar con
Zabini. Su hijo.
El
ojiverde parpadeó nervioso. ¿Terry sabía del hijo de Blaise? No estaba muy
seguro que su amigo pelirrojo le hubiera dado todos los detalles al chico que tenía
frente a él, ya que ni siquiera a él se lo había dicho. Harry lo descubrió
cuando a Draco se le salió sin querer en una de sus citas.
-No
es tan difícil de deducir ¿sabes? – Terry negó con la cabeza mientras seguía
observando al vaso – Zabini es un libro abierto una vez que lo conoces o lo
observas de muy cerca. Cuando terminó con Ron, ya se le notaba distinto, eso no hizo más que empeorar su estado. Había
días que se le veía cansado, pálido, comía mucho y su estado de ánimo cambiaba
constantemente, cada rato estaba en la enfermería y sin contar que hubo un
tiempo en que simplemente dejó de estar en clases. Después me enteré que era
por el embarazo… Y solo fue cuestión de unir cabos y concluir que el hijo que
esperaba era de alguien más para que entre él y Ron no hubiera reconciliación.
-¿Cómo
es que sabías todo eso de Blaise? ¿Por qué lo vigilabas? – Harry se extrañó
ante la confesión del chico.
-¿A
él? – Terry soltó una sonrisa floja. Harry entornó los ojos de manera
alarmante.
-¡Ron!
-Desde
el día que… tuve un incidente con Nott y Neville en un pasillo, también intervinieron
Ron y Draco – Terry sonrió al recordar aquella pequeña discusión – Digamos que
desde ese día cierto pelirrojo comenzó a llamarme la atención y dejé de meterme
con Nott y el asunto de su padre.
Harry
no tuvo que preguntar lo demás, Terry había seguido de cerca los pasos de su amigo
pelirrojo y la mayor parte de ese tiempo, Blaise estuvo presente.
-¡Eso
es! – Soltó de pronto el ojiverde haciendo sobresaltar al ex Ravenclaw -
¡Incesto!
-¿Disculpa?
-El
motivo por el cual Francis Morseferth fue encerrado, por incesto. Al casarse con
su madre, la señora Zabini, lo convierte en su padrastro o en una especie de
padre.
-No
creo que ese sea un motivo poderoso para tenerlo en las celdas de máxima
seguridad.
-Pero
es un indicio.
-Harry…
-Además
encaja perfectamente, dejó de dar clases en Hogwarts porque fue descubierto.
-Harry…
-¿Otro
motivo? El embarazo. Debe de haber una ley sobre eso ¿no? Le preguntaremos a
Hermione y…
-¡HARRY!
-¿Qué?
-¿En
verdad vas a sostener tu teoría frente a toda
la clase?
-Claro,
solo es cuestión de decir que… - el ojiverde se silenció de inmediato. Sabía a
lo que se refería Terry. No podía simplemente decir el cómo había obtenido esa
información sin hacer mención de Ron o Blaise. Ya que lo primero que les dijo
Robards, era el uso de las pruebas, éstas tenían que ser confiables, seguras,
es decir, confesar la verdad, mencionar nombres.
-No
puedes hablar de eso frente a Ron.
-He
aquí donde se supone que debemos aplicar la ética. Separar lo personal de lo
laboral.
-¿Aunque
eso signifique pasar de tu mejor amigo? – Harry se mordió el labio inferior. Estaba
convencido de que ese era el motivo por el cual Morseferth estaba capturado. Así
que no se daría por vencido.
-Buscaré
la manera de no decir nombres y tampoco lo diré sin consultarlo antes con Ron –
dejó salir firmemente – por lo pronto esta es la única teoría ¿Puedo pasar a tu
estudio y echarle un vistazo a su pequeña biblioteca?
Terry
asintió levemente, mientras se perdía en los recuerdos de hace dos semanas
atrás…
Ron y él estaban redecorando el
departamento, juntos habían decidido armar una biblioteca en el estudio ya que
todo el departamento estaba adornado de libros acomodados sin cuidado en las
esquinas o en el piso, incluso unos hacían de función para sostener una mesa
con patas disparejas.
Cada uno comenzó a reunir los libros y
acomodarlos en el nuevo librero que habían conseguido días atrás. Cuando Terry
comenzó a revisar los lugares para no dejar un libro rezagado, llegó hasta
donde se encontraba aquel libro cuyas hojas escondían aquel pedazo de pergamino
que contenía la “bomba Blaise”. En ese momento creyó conveniente esconder el
libro entre aquellos que ahora reposaban en la nueva biblioteca.
Así que lo tomó en brazos y lo llevó
hasta su nuevo lugar, en la orilla superior izquierda. Había decidido dejar ese
asunto en las manos del destino.
Terry
abrió los ojos. ¿Qué tantas probabilidades había que Harry escogiera ese libro
y descubriera la nota? No quiso averiguarlo se dirigió corriendo hasta el
estudio. El ojiverde sostenía en cada una de sus manos temblorosas un libro y
un pedazo de pergamino, respectivamente.
-¡Harry!
– jadeó Terry.
-¡Tú
sabías de esto!
[...]
Robards
paseaba de un lado a otro en la oficina del Ministro de Magia, estaba
preocupado. Bode y Croaker ya habían dado su reporte sobre la misión en la cual
estaban implicados.
-Marshall
Deep, el único esposo de Rose Zabini que no muere de manera sospechosa fue
visto en Hogsmeade el año pasado, los Inefables han podido dar con su paradero
pero creen que no durará mucho en ese lugar.
-Entiendo
– expresó el ministro.
-¿Hago
que lo contacten, señor?
-¿Morseferth
está involucrado con él?
-De
acuerdo al reporte de ellos, no señor.
-Entiendo,
esto nos regresa a Anthony Olsen. ¿Lo han entrevistado últimamente?
-Sí
señor, al parecer su memoria está mejorando y recuerda más detalles – el jefe
de aurores se sentó frente al ministro – todo indica que Morseferth ya tenía en
la mira a la familia Zabini desde que se le dio la misión de capturar a Olsen.
El por qué aún no estamos muy seguros. Cuando interrogamos a Morseferth dijo
que el caso Zabini era muy popular y que si él lograba develarlo sería una gran
oportunidad para dar un gran paso en su carrera como auror, el que le hubieran
asignado ese caso medio año después fue solo una coincidencia.
-Y
esto nos deja nuevamente a un callejón sin salida – dejó salir desesperado
Kingsley - ¿Cómo vamos con la investigación del Pacto Mágico?
-La
señorita Granger está en eso, señor.
Tanto
Robards como el ministro de magia habían considerado a Hermione en el grupo de
la clase extra aprovechando que la chica había ofrecido sus servicios hacia el
ministerio (aunque la chica al principio sus intereses eran más que nada
relacionados con su fundación del P.E.D.D.O.), ya que la chica era muy astuta e
inteligente, pero sobre todo porque no estaba involucrada con Francis
Morseferth, al menos no directamente.
-Temo
que nos hemos precipitado al solicitar su ayuda en ese tema Robards, Granger es
amiga de Potter y Weasley.
Ambos
hombres sabían sobre el romance de Blaise y Ron, ya que Draco, Theo y Neville
habían declarado todo lo que sabían para poder ayudar a anular el Pacto Mágico.
Lo que no estaban muy seguros era cómo Francis había intervenido entre ambos
chicos, sabían del Pacto, pero no sabían exactamente el cómo había sido
realizado y en qué consistía realmente. Y si en realidad había un Pacto…
-Lo
sé, es por eso que solo le he pedido que buscara Pactos o rituales mágicos de situaciones
hipotéticas. No le he dado nombres, solo le he pedido discreción.
-Eso
no será suficiente Robards, nosotros sabiendo lo que sabemos no hemos podido
dar con nada, ella menos. Tarde o temprano le tendremos que decir los
involucrados – la voz del ministro se le notaba preocupada – a veces… solo
quisiera olvidar este asunto.
-No
se dé por vencido, señor. Ese chico nos necesita, se lo debemos. Recuerde que
fue de gran ayuda durante la segunda guerra.
-¡Eso
es Robards! Nos hemos estado enfocando tanto en Francis que dejamos de lado lo
más obvio.
-¿Señor?
-¿Y
si se trata de venganza? – Inquirió el ministro con un brillo de luz en su
mirada. El auror por otro lado no entendía nada.
-Lo
de la fotografía ya lo hablamos y…
-No
Gawain, no me refiero a una venganza contra los chicos, sino contra sus
progenitores.
-¿Se
refiere a Albert Nott, Derek Zabini y Lucius Malfoy?
-Albert
Nott fue amigo cercano del padre de Francis. Lucius y Derek coincidieron con
Francis en Hogwarts. Debió de haber pasado algo con ellos cuatro, si
encontramos la conexión, sabremos los motivos.
-Disculpe
señor, pero… no entiendo qué quiere decir.
El
ministro se levantó de su escritorio y se dirigió hasta un archivero del cual
sacó una gran caja, después de buscar por un rato, sacó lo que buscaba con
tanto empeño.
-Observa
esta fotografía – Robards lo hizo. Había tres chicos en su época de Hogwarts.
Dos chicos rubios y en medio uno moreno, el primero era Lucius Malfoy sonreía
de manera arrogante, a su lado se encontraba Derek el cual también sonreía
abiertamente pero a diferencia de Lucius, su sonrisa era más sencilla; el
ultimo chico era Francis que también sonreía, sin embargo era el único de los
tres que abraza al chico de al lado – ahora observa esta – el ministro le
enseñó una fotografía donde se encontraba un Albert Nott adolescente al lado de
Alfred Morseferth, el padre de Francis.
-Dime
¿ves algún indicio de algo?
-¡Son
idénticos! Es decir, hay diferencias obvias pero, es como si Blaise, Theodore y
Draco fueran las “copias” físicas de
sus padres.
-¡Exacto!
Tengo la ligera sospecha que Francis veía en los chicos a sus padres. Tenemos
que averiguar qué ocurrió con ellos.
-Ahora
todo comienza a tener sentido. La muerte misteriosa de Derek, la sorpresiva
muerte de Albert en la guerra, sé que fue Lucius, pero ¿Cómo se enteró éste que
su hijo estaba de nuestro lado? Alguien le dijo.
-Son
solo suposiciones, pero dándonos respuestas a estas preguntas, sabremos el
porqué de la obsesión de Morseferth
con estos chicos.
-Comenzaré
interrogando a Lucius Malfoy, el único sobreviviente de ellos tres.
Y
con estos objetivos, el jefe de aurores se encaminó hacia Azkaban.
[...]
Harry
lo veía con odio, su respiración estaba cada vez más agitada, sus manos
temblorosas apretaban fuertemente lo que sostenían.
-¿Ron
lo sabe?
Terry
le enviaba una mirada de súplica, había albergado esperanzas que por lo menos
el pergamino estaría a salvo un par de semanas más, pero al parecer el destino
se empeñaba que no fuera sí.
-No…
— musitó.
Solo
fue cuestión de segundos para verse arremetido contra la pared. Harry lo estrujaba
sin consideración alguna, haciendo presión en su cuello con su varita y con su
otra mano libre obligó a tirar la de él.
-¡Cuándo
pensabas decirlo!
-Yo...
-No
lo pensabas hacer ¿cierto? – El ojiverde arremetió más haciendo que Terry se
quejara del dolor – ¡sabías que Draco sufría mucho y aun así seguiste
haciéndolo!
Esta
vez el chico castaño no entendió nada. ¿Qué Draco sufría? ¿De qué demonios
hablaba Harry? ¿Qué nota había leído? El gesto de desconcierto que le envió no
hizo más que enfurecer al león, quien lo empujó hacia el escritorio, haciendo
que el recién aventado no tuviera tiempo de poder meter las manos y evitar
golpearse.
Terry
se levantó rápidamente dispuesto a enfrentarlo, pero apenas estuvo de pie
frente al ojiverde, cuando éste lo sorprendió con un golpe de puño cerrado
directamente en su nariz. Cayó nuevamente en el suelo.
-¡Eres
un maldito cobarde! – Harry estaba realmente enojado, había dejado atrás su varita
ya que el chico que tenía frente a él estaba desarmado, estaría muy enojado,
pero aún tenía la decencia de ponerse al nivel de su oponente.
Por
otro lado a Terry le preocupaba más que su alrededor estuviera dando vueltas,
que la voz de Harry se escuchara cada vez más lejana, que su nariz sangrara de
manera alarmante ¿Por qué de pronto hacía tanto frío en el estudio?
-¡Cómo
pudiste escribir esto y andar como si nada con Ron!, el verme junto a Draco y sin sentir un poco de culpa,
¡Dime!
Harry
le puso un pedazo de pergamino frente a él para que pudiera leerlo, sin embargo
el chico no pudo visualizar nada frente a él, estaba comenzando a marearse.
Harry no parecía un chico fuerte, pero el golpe que le acababa de dar le había
confirmado todo lo contrario.
-No
me… siento bien… - apenas murmuró tratando de levantarse, pero el ojiverde se
lo impidió sentándose ahorcadas en él.
-Escuchar
la verdad no te hace sentir bien ¿cierto?
-Harry…
en serio… yo…
Todo
comenzó a ponerse oscuro, no sabía si estaba alucinando, pero le había parecido
escuchar la voz de Ron cerca de él. Lo último que supo Terry fue que Ron había
dicho algo de “Eres un idiota” y no supo a quién fue dirigido.
[...]
Ron
llegó a su departamento, se le hizo extraño que estuvieran las luces apagadas,
normalmente cuando comenzaba a oscurecer Terry las encendía, ya que siempre
estaba envuelto en algo. No puedo leer a
oscuras. Sin las luces encendidas la preparación de la cena no sale igual.
Esas eran algunas de sus excusas, al pelirrojo le hacían gracia.
-¿Terry?
– llamó al notar que el chico no lo recibiera.
Cada
vez que Ron tenía que hacer algo después de clases y lo hacía llegar a casa
después de que a su novio, éste siempre lo recibía en la sala con una enorme
sonrisa que siempre iba acompañada por un casto beso. Quizás era ñoñería por parte del chico castaño,
pero era ñoñería de la cual Ron ya
estaba acostumbrado.
Los
gritos que venían del estudio, no hicieron más que alarmarlo en demasía, corrió
hasta allá y con lo que se encontró no le agradó mucho. Harry estaba encima de
alguien reclamándole algo, el pelirrojo creyó que era un intruso, pero sus
hipótesis se desvanecieron cuando reconoció a su novio debajo de Harry.
-¡Harry!,
¿qué demonios pasa aquí? – lo quitó de encima de su novio.
-¡Esto
es lo que pasa! – El ojiverde le aventó el pedazo de pergamino – estaba en ese
libro – le dijo señalándolo.
Ron
estaba desconcertado, abrió el arrugado pergamino y comenzó a leer.
No
vales nada Malfoy, solo eres el hijo de un maldito Mortífago que ha matado al
padre de uno de tus mejores amigos, ¿Cómo tienes el valor de seguir viéndolo a
la cara?
El
pelirrojo entornó los ojos por la sorpresa, sin embargo su mirada cambió a una
de enfado. Tomó el libro en sus manos.
-Eres
un idiota – le dijo a Harry, mientras comenzaba a levantar a Terry para llevárselo
a San Mungo - ¿sabes de quién es este libro siquiera? – el ojiverde frunció el
ceño. Ron se lo aventó de regreso. Y sin esperar respuesta se desapareció.
El
ojiverde aún con el ceño fruncido, abrió el libro. Jadeó en cuanto leyó el
nombre del propietario.
-¡Michael
Corner!
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