sábado, 10 de marzo de 2012

Capitulo Treinta y Uno: Hermanos.

El muchacho de ojos tristes

Capitulo Treinta y Uno: Hermanos.

[Konny]

-Hace veinte minutos se fueron los Trabajadores Sociales.
Me quedo congelado al escuchar las palabras del Licenciado Olsen.
¡Demonios!
¿Hasta cuándo podré hacer algo bien?
Es difícil admitir un error, confesarlo a alguien más, es peor. Al final le he contado todo al señor Olsen en cuanto estuvimos sentados en la sala de estar y Sebastián hacía un par de llamadas al Lemus Cinema. El abogado me ha dicho que hará lo posible para que esta falta frente a los Trabajadores Sociales no me perjudique mucho en la tutoría con el juez, aunque siendo sinceros dudo mucho que pueda hacerlo. Esta vez hemos ido demasiado lejos. He fallado.
-¿Cree que pueda acelerar el proceso del favor que le pedí semanas atrás? Ya tengo la firma – el licenciado enarca una ceja.
-¿Aceptó? – me pregunta de manera recelosa.
Desvío la mirada unos momentos hacia mi mejor amigo, el cual sigue hablando por el teléfono celular.
-Sí – la verdadera respuesta aquí es un “más o menos”. En realidad sería un: No. Sebastián no tiene idea de nada. Pero sé que he hecho lo correcto.
El licenciado parece meditar mi respuesta mientras me observa lentamente, por mi parte he decidido huir de su mirada.
-Intentaré que se apruebe antes de que se le notifique al juez los resultados de esta visita.
-Gracias – le murmuro mientras me masajeo las sienes.
Conforme avanza el tiempo mi desesperación aumenta, la desaparición de Teddy ha comenzado a alterarme de una manera inexplicable.
-Konstantin… no deberías ser tan suave con tu hermano – las palabras del señor Olsen me obliga a verlo directamente.
Parpadeo sorprendido. Frunzo el ceño.
-¿Disculpe?
-Hay ocasiones en que se requiere de un buen castigo o reprimenda para establecer límites.
Me levanto como impulsado de un resorte.
-Teddy ha tenido suficientes castigos y reprimendas por parte de Spencer, como para que ahora también le sume los míos – el tono de voz que utilizo es amenazador.
-Debes hacerte respetar.
-¿Cómo? ¿Golpeándolo? ¡No soy Spencer! – prácticamente le he gritado.
El licenciado me escudriña con su mirada de una manera inexplicable que me hace poner nervioso.
-Entiendo – murmura también levantándose del sillón – Konstantin no te estoy diciendo que golpees a tu hermano o que le prohíbas comer, te estoy sugiriendo que hay momentos en que se necesita mano dura para la educación de tu hermano. Eres el mayor, su tutor. El que le hables directamente y decirle que es lo que está haciendo mal no te convertirá en Spencer, debes establecer límites y…
-¡Konny, es Teddy! – la voz de mi mejor amigo me hace olvidar al licenciado Olsen.
Rápidamente me dirijo hacia con Sebastián, con una señal de mano me hace detener a unos cuantos pasos frente a él. Frunzo el ceño. Me acerco lentamente, observo cómo conversa, a través del teléfono celular, con mi hermano de manera tranquila, desvío mi mirada hacia mi mano en la cual sostengo con demasiada fuerza el de la empresa.
¿Por qué mi hermano le ha marcado a Sebastián y no a mí? Me muerdo el labio inferior.
-Está un poco asustado, pero se encuentra bien – me comunica mi mejor amigo al terminar de hablar con mi hermano. Suspiro levemente.
-¿Por qué? – le susurro. Él me envía una mirada de confusión. Le señalo con mi mirada el teléfono celular que sostengo fuertemente con mi mano derecha - ¿Por qué a ti y no a mí?
-Está asustado – solo atina a decirme – quizás teme que…
-¿Lo golpee? ¿Lo deje sin comer? – suelto recordando la conversación con el señor Olsen. Un enorme nudo en la garganta me cierra el paso para decir más.
-No.  Por supuesto que no.
-No soy Spencer – dejo salir.
Sebastián frunce el ceño en son de perplejidad.
-No he dicho eso.
-Pero lo piensas… y al parecer, Teddy también.
Lo sé, lo veo en la mirada de Sebastián. Y seguramente mi hermano piensa lo mismo, por eso llamó a Sebastián y no a mí. Cree que actuaré igual que Spencer. Nunca haría eso, por supuesto. Jamás le pondría un dedo encima a Teddy.
-Nadie ha dicho eso Konstantin – interviene el señor Olsen.
-Lo sé, pero…
Esto es demasiado frustrante. Todo es tan complicado, o ¿solo soy yo el que ve toda esta situación de color negro? 
-Tranquilízate Konstantin – me dice el licenciado Olsen.
 Suspiro larga y pausadamente.
-Iré por Teddy – nos comunica Sebastián – no se encuentra muy lejos y…
-¡No! Iré yo, dime dónde está – le ordenó a mi mejor amigo el cual me envía una mirada extraña.
-No estás en condiciones de manejar, Konny – me confiesa Sebastián.
-¡No importa, es mi hermano! – suelto, perdiendo la poca paciencia que me queda.
Segundos después salgo de mi casa directamente hacia donde se encuentra mi hermano menor, ante la mirada reprobatoria del señor Olsen y la preocupada de Sebastián.

En mi cabeza solo pueden haber pensamientos que van de mal a peor. El pensar en negativo solo hace que me frustración aumente, pero no puedo evitarlo. Es como un imán, solo pienso en lo mal hermano, hijo y amigo que he sido y todo lo demás viene a mi cabeza en automático.
Sacudo la cabeza para desechar esos malos pensamientos, pero es inútil. Vienen a mí.
“¿Por qué? ¿Por qué me quieres alejar de ti?”
La voz de mi hermano retumba en mi mente. El alejarlo más de lo que ya está de mí, ya no hace diferencia. Es una decisión tomada. Si me van a quitar la tutoría de mi hermano, al menos sé que estará con alguien de mi confianza y no con un completo desconocido que pudiera resultar ser alguien peor que Spencer. Solo espero que el señor Olsen pueda meter el oficio al tribunal antes de que al juez le llegue el reporte de la última visita de los Trabajadores Sociales.
Una vez que mi hermano esté en buenas manos, yo podré desaparecer de su vida. Y quizás solo así logremos tener esa “relación de hermano” de una manera tranquila que en muchas ocasiones anhelamos tener.
“No te alejes de mí, por favor”.
Las palabras de mi mejor amigo me punzan dolorosamente. Es un precio alto que estoy pagando por mi decisión. Como lo he dicho antes, Sebastián se merece alguien mejor que yo. No merece ensuciarse conmigo.
Estoy sucio, podrido. Y siempre lo estaré. Tres años atrás me vi obligado a tomar una decisión de la cual no estoy arrepentido. Y lamentablemente, jamás lo estaré. Mientras mi hermano sonría sin un atisbo de dolor, para mi es suficiente. Sé que hice lo correcto, aunque muy en el fondo me duela el odio que probablemente recibiré de mi hermano y mi mejor amigo cuando les confiese que nunca me arrepentiré de mi decisión.    

Las calles que recorro se me hacen vagamente conocidas. Aminoro el paso en cuanto me aproximo en donde espera mi hermano menor. Con mi mirada lo busco hasta localizarlo en una banca lejana. Me estaciono frente a él.
Sebastián ha tenido razón, mi hermano luce realmente asustado, lo confirmo en cuanto lo veo retroceder al verme frente a él. Mis sospechas no estaban tan erradas. Después de todo, Teddy cree que en algún momento seré como Spencer.
-Konny… – me llama en son de suplica.
No le respondo. Solo me dirijo hasta con él y lo abrazo. Lo siento un poco tenso, pero lentamente se va relajando hasta que él también me responde el abrazo. Es reconfortante el saber que está bien. Sano y salvo. O al menos en apariencia.
-¿Estás bien? – le pregunto viéndolo a los ojos.
Asienta con la cabeza, mientras que unas lágrimas resbalan por su mejilla. Clara señal de arrepentimiento.
-Vamos a casa – le propongo mientras le revuelvo el cabello. El que no haya protestado me indica que hay una posibilidad que no todo acabe mal. Espero no equivocarme.
Antes de llegar al auto, siento a Teddy abrazarme por la espalda. Me detengo.
-Lo siento – me susurra, instante después me suelta. Me doy la vuelta para estar frente a él – Lo siento.
-Hablaremos en casa ¿de acuerdo? – asiente de manera silenciosa.

Llevo cinco minutos conduciendo y el ambiente no parece aligerarse entre nosotros. ¿Cómo fue que terminamos en este punto? Hasta hace unos días todo estaba bien entre nosotros. Hablamos, nos sinceramos… Y ahora parecemos dos desconocidos.
-Lo siento – vuele a repetir mi hermano. Volteo a verlo unos instantes.
“Debes hacerte respetar”. La voz del señor Olsen viene a mi mente. “Eres el mayor, su tutor”. “Debes establecer límites”.
Reflexiono un poco.
-Temo que esta vez un “lo siento” no será suficiente – le confieso seriamente, mi hermano parpadea nervioso – en la mañana te dije que vendrían los Trabajadores Sociales.
Teddy entorna los ojos.
-Lo siento Konny – me dice con una mirada implorante – yo… se me olvidó.
Puedo imaginar la expresión que tiene en estos momentos mi hermano, sin embargo no lo veo. Me centro solo en seguir conduciendo.
-Dime algo – me pide suplicante.
-Ponte el cinturón de seguridad – dejo salir al percatarme que se lo ha desabrochado para ponerse completamente de lado y verme mejor.
-Hermano perdóname. No quise salirme del colegio, yo solo…
-¿No quisiste? ¿Alguien te obligó? – desvío mi mirada hacia con él solo unos instantes.
-No, pero… Dennis no fue a clases, me preocupé por él.
El semáforo se pone en alto.
-¿Por qué no esperaste hasta que yo fuera por ti? – Esta vez lo veo directamente – antes de ir a casa te hubiera acompañado hasta la de él y no hubiéramos quedado mal ante los Trabajadores Sociales.
-¡Yo no podía pedirte nada! – me alza la voz.
-¿Por qué no? ¡Siempre andas pidiéndome cosas! – sé que me estoy alterando y no debo hacerlo, sobre todo en estos momentos que estoy tras un volante.
-¡Porque estaba enojado contigo! - ¡Claro! Su estúpida “regla del hielo”.
-¿Por eso lo hiciste? ¿Ta has salido del colegio solo porque te has enojado conmigo?
-¡Sí!... ¡No! – observo a mi hermano un tanto confundido.
El claxon del automóvil de atrás me advierte que el semáforo ha cambiado de estado. Continúo manejando.
-Estaba enojado contigo al principio pero…
-Ponte el cinturón Teddy – le interrumpo. Pero mi hermano sigue ignorando mi petición mientras continua hablando sobre una tal Sally, le vuelvo a interrumpir – sabes perfectamente que no me gusta manejar sin que te hayas abrochado el cinturón.
Teddy a regañadientes comienza a buscar en el asiento el cinturón.
-No quise faltar a la cita con los Trabajadores Sociales – murmura aún con el cinturón en sus manos.
-No es solo eso – le confieso viéndolo de reojo – en los últimos días no hemos hecho más que discutir, te has escapado del colegio, no haces caso de mis órdenes, sinceramente ya no somos nosotros.
-¡Yo soy el único culpable de todo eso! – se pone a la defensiva.
-No he dicho eso – le aclaro. Un autobús nos rebasa mientras que con su claxon manifiesta su inconformidad ante mi velocidad.
-¡Pero lo piensas, que es lo mismo!
-¡No lo pienso!
-¡No me estés mintiendo!
-¿En serio vamos a tener otra discusión sobre esto? – le reclamo lanzándole una mirada instantánea de disconformidad.
-¡Tú eres el que inicias las discusiones!
-¿Disculpa? – Freno repentinamente cuando veo nuevamente el semáforo en alto - ¡Y ponte el maldito cinturón!
Mi hermano gruñe, nuevamente comienza a buscar el cinturón en su asiento.
-¿Cómo es eso que yo soy el que inicio con las discusiones?
-¡Por tus mentiras! – me fulmina con su mirada. Frunzo el ceño – Nunca me dijiste que te gustaba Sebastián.
-Tu tampoco me lo dijiste a mi – contraataco. El semáforo cambia, avanzo.
-¿Y si yo oculto cosas también tu lo harás?
-No. Lo de Sebastián y yo es un asunto… privado – he de confesar que mi expresión se ha tornado a una seria.
-También lo mio.
-¡Perfecto! – murmuro enfadado.
Un silencio incomodo nos invade. Sigo conduciendo aunque de manera automática, ya que mi mente divaga de un lado a otro.
-Ni siquiera sabía que me gustaba Sebastián – deja salir mi hermano, desvío mi mirada hacia con él unos segundos – ni siquiera sé si me gustan los chicos en realidad. ¡Es todo tan confuso!
-¿Por qué no acudiste a mi?
-No quería causar problemas.
Detengo el auto lentamente, suerte que estoy en una calle no tan transitada.
-Teddy, tú nunca me causarás problemas.
-Eso lo dices ahora, pero no es así.
Observo a mi hermano atentamente.
-Konny… yo te oigo todas las noches – la piel se me eriza al escuchar sus palabras – sé que las pesadillas te invaden por las noches a pesar que aún sigues con tu tratamiento. La mirada de Sebastián te asusta porque te recuerda a la de Spencer. Y creo saber el porqué te vistes así, ya lo habías hecho antes y no lo entendía, pero ahora sí.
-Teddy…
-Y a pesar de todo, siempre tienes una sonrisa para mí. Siempre estás ahí.
Ni siquiera sé que decirle. Un nudo en la garganta me impide hablar.
-¿Cómo podría yo anexar mis problemas a los tuyos sabiendo todas estas cosas? Sé que no he sido el mejor hermano y que siempre actúo sin pensar, pero así soy yo. Las circunstancias en la mayoría de las veces me superan y me dejo llevar por mis impulsos.
Lo observo detenidamente. Mi hermano menor ha sufrido más de lo que yo me había imaginado. Qué idiota he sido por no haberme dado cuenta de ello antes.
-Llevas muchas cargas sobre tus hombros Teddy – le murmuro acariciando su cabellera castaña.
-¿Y tú, hermano?
-Las mías no importarán mas – dejo salir distraídamente.
-¿Por qué lo dices? – frunce el ceño.
-Por nada en especial, Teddy.
Mi hermano me observa detenidamente.

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3 comentarios:

  1. nooo eso me suena a que konny se quiere suicidar D:

    Att:Taeko-kun

    Psdt:ya casi llega el final? jeje

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    1. Pues Konny no anda muy bien que digamos T.T

      Sip, ya casi se llega el final, unos siete capis, mas o menos, no me hagas mucho caso, luego cuento mal XD jajaj

      Sale nos estamos leyendo ^^
      Besitos
      PISLIB n_n

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  2. nooo eso me suena a que konny se quiere suicidar D:

    Att:Taeko-kun

    Psdt:ya casi llega el final? jeje

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