¿Te atreves?
¿Te atreves? #1
“Mientras corro recuerdo cinco cosas que me gustan de
ti”.
Sirius/Snape.
La guerra de miradas entre ambos jóvenes solo culminaría de tres
maneras. Uno, si uno de ellos se daba por vencido. Dos, si el otro diera su
brazo a torcer y obedecía al otro muchacho. Y tres, dejando las cosas tal como
estaban. Sin embargo; ninguno de los dos haría tales cosas…
-No te atrevas… – arrastró las palabras el muchacho de piel cetrina y de
ojos color negro como la noche.
El otro muchacho, en cuyo rostro se visualizaba la maldad pura, sonrió.
Sirius adoraba sacar de quicio a su novio. Desde muy temprano había ido a
visitar a Severus, quien estaba concentrado en sus innumerables pociones. El
Slytherin, por ser el mejor estudiante en Pociones, le habían concedido su
propio laboratorio, el cual había decorado a su gusto. Le gustaba tenerlo
ordenado y limpio. Siempre.
A Sirius le causaba gracia todo aquello, ¿qué tan obsesivo podría llegar
a ser Severus? Estaba por descubrirlo. En sus manos tenía una botellita que
había agarrado de un estante de la orilla y estaba por ponerlo en uno que tenía
frente a él. Severus lo fulminaba con la mirada haciendo latente su amenaza.
El Gryffindor sonrió maliciosamente mientras dejaba la botellita que
contenía líquido color azul en medio de las que contenía líquido color verde. Y
entonces…
¡Ardió Troya!
-¡SIRIUS!
Las mazmorras fueron invadidas por la voz del Slytherin mientras el
Gryffindor corría por su vida a un lugar lejos de ahí. En su huida, el ojiazul
comenzó a cuestionarse el por qué estaba con ese muchacho. Y entonces recordó
que había cinco poderosas razones.
Uno. Su cabello graso. ¡Por Merlín! Dichoso él era por
ser el único quien podía acariciar y tocar esa cabellera.
Black seguía corriendo como poseso por el pasillo que lo llevaría al
Gran Comedor.
Dos. La mirada fulminante. ¡Por las barbas de Dumbledore!
¡Cómo lo ponía esa mirada penetrante! Si no fuera porque en la mayoría de las
veces esa mirada era una clara advertencia de su futuro asesinato, no haría
nada para provocarla… aunque ¿a quién no le gustan los riesgos?
Sirius llegó al Gran Comedor, pero no le pareció buena idea, así que
siguió corriendo, esta vez hacia los jardines traseros del colegio.
Tres. ¡Oh, sí! Su voz sexy. Sobre todo cuando arrastra las
palabras. ¡Por Godric Gryffindor! Con solo recordarla casi le hace tener una
erección… si no fuera que en eso momentos su preocupación era salvar su
pellejo.
-¡Maldito león! – Snape se escuchó muy cerca de él.
Sirius corrió hacia el lago, con suerte llegaría al campo de quidditch
sin ningún rasguño. Y pensar que toda esa carrera era por ‘desordenar’ el
laboratorio. ¡Por todas las serpientes! Era un pequeño, insignificante e
inocente frasquito que había cambiado de lugar. En fin, después de todo esa era
la razón numero…
Cuatro. Su obsesión por mantener todo en orden. No todos los
días se observa a alguien que le guste la limpieza, sobre todo si se piensa de
manera morbosa. Oh, sí. A sirius le encanta que Severus lo deje bien limpiecito.
Cuando ya no pudo más, el león se detuvo a descansar, sosteniéndose de
un árbol. Respiró agitadamente. No podía darse por vencido, aún le faltaba una
cosa por decir de las cinco que encabezan su lista de “Lo que me gusta de Severus Snape”. Continuó con su carrera.
Cinco. Sin duda la quinta cosa que le gusta del Slytherin,
amarlo con locura. Lo amaba… aunque en esos momentos estaba tras su pellejo.
-¡Te tengo! – Snape gritó, abalanzándose sobre él.
Ambos cayeron al suelo.
-Eres un gatito travieso, ¿lo sabías? – el pelinegro gruñó.
-Lo sé – Sirius se dio la vuelta para estar frente a él, aún seguían en
el suelo – por eso me amas – le sonrió presuntuosamente. Severus gruñó.
-¿Por qué demonios siempre corres hasta el campo de quidditch?
-Porque me da tiempo.
-¿Tiempo? – Severus enarcó una ceja.
-Sí. Mientras corro recuerdo cinco cosas que me gustan de ti.
-Más cursi no podías ser – Snape rodó los ojos.
-Ven acá – Sirius lo jaló hacia él para besarlo dulcemente.
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