Holas!
Hace mucho tiempo
que no me pasaba por estos lares, el mundo oscuro me tuvo tan ocupada hasta que
esta pequeña historia llegó a mis sueños, literalmente. Y me dije que la
escribiría y aquí está. Hubo algunos pequeños cambios pero la esencia del sueño
lo está :D
Muchas gracias por
pasar a leerla, les agradecería muchísimo si me dejaran su opinión al respecto
*0*
Saludos!
PISLIB n_n
Déjame soñar
Abrió los ojos de
un palmo, con su mirada recorrió el interior de la habitación, se encontraba en
ese lugar tan conocido para él. El hospital.
Con sigilo salió de
la habitación, tenía que llegar hasta con ella sin importar los obstáculos que
se le atravesaran. Recorrió el largo pasillo mientras el olor a antiséptico invadía sus fosas nasales. A
Daniel no le importó. Le importaba ella, su Nahomi, su joven esposa que lo
esperaba desde hace varios minutos en la habitación de maternidad. Daniel se
sentía tan idiota por haberse desmayado a tan solo unos segundos de haber visto
nacer a su pequeña. Ya había perdido mucho tiempo desmayado, ahora era el
momento de estar con su familia.
-¿Daniel?
Una voz que venía
justo detrás de él lo hizo sobresaltar. El muchacho, en cuyos ojos color azul
marino se le reflejaba la travesura realizada, sonrió.
-No quise salir sin
permiso – la voz de circunstancias solo le dio un aire de inocencia – Tengo que
ir a ver a mi esposa – sonrió.
La enfermera le
devolvió la sonrisa con dulzura, Daniel no supo interpretar la mirada que le
envió.
-Lo siento, cariño,
no puedes verla – la enfermera lo tomó del brazo y lo guió nuevamente de
regreso.
-Pero…
-Daniel, creí que
te portarías bien – regañó con gentileza, sentándolo en un sillón de la sala de
descanso – Espérame aquí y después te llevaré a donde tú quieras.
El joven ojiazul
cruzó los brazos, resoplando. Estaba más que seguro que la enfermera no lo
llevaría a ningún lado.
-¡Oye…! – Daniel
giró hacia su izquierda. Un señor de avanzada edad se sentó a su lado – ¿Esa
enfermera también te ha regresado?
-Sí – gruñó – Y yo
tengo que ir a ver a mi Nahomi y a mi bebé.
-Sí, yo también
quiero salir y no me deja. ¿Qué tal si hacemos equipo y nos fugamos de aquí?
Daniel sonrió con
malicia. Si tenía que aliarse con el anciano y escapar de la sala de descanso,
lo haría con tal de ver a su familia. Varios minutos después, Daniel y su nuevo
compañero de travesuras lograron escapar del lugar. No era de sorprenderse, esa
era la parte fácil, lo difícil era llegar al objetivo. Ellos se encontraban en
la planta alta, casi en el último piso y su objetivo en la planta baja, tan
solo los separaban tres pisos.
El joven ojiazul
esta vez fue más precavido, iba al frente y daba señales a su compañero para
que lo siguiera. Su mirada recorrió de extremo a extremo el piso, sin ningún
doctor o enfermera a la vista, Daniel sonrió.
-¡Al elevador! –
ordenó y en cuestión de segundos lograron colarse en éste.
Daniel estaba
nervioso, la ansiedad de volver a ver a su esposa no hizo más que aumentar su
nerviosismo. Con insistencia presionó el botón que indicaba el primer piso.
-Ya casi, Daniel –
le sonrió el anciano, el más joven no hizo más que sonreír.
-Ya voy Nahomi –
susurró, nervioso.
Inesperadamente, el
elevador se detuvo. Daniel se asustó cuando las puertas se abrieron y dejaron
en la mira a un par de personas. El joven ojiazul suspiró con tranquilidad, los
recién llegados no eran doctores ni enfermeras; sin embargo, no dejaron de
verlos, sobre todo las muñecas de las manos en donde tenían las pulseras de
plástico que indicaban ser pacientes del hospital.
El sonido del
elevador les indicó que ya habían llegado al primer piso. Daniel y compañía
salieron rápidamente ante las miradas curiosas de las recién llegadas.
-Voy a ver a mi
esposa – comentó el ojiazul antes de girarse y dirigirse hacia la sala de
maternidad.
-¿En qué habitación
esta? – interrogó el anciano.
Daniel detuvo su
caminata inesperadamente, concentrándose.
-En la 7B –
respondió un tanto desconcertado, ¿Por qué había olvidado momentáneamente el
número de habitación? Sacudió la cabeza y prosiguió su camino.
-¿Cómo se llamará
tu bebé? – preguntó el anciano, escondiéndose detrás de una maquina de
golosinas mientras un par de enfermeras cruzaban el pasillo.
-Anabeth.
-Es lindo – le
sonrió.
-Sí – respondió,
orgulloso.
-Camino despejado –
anunció, encaminándose.
A tan solo diez
pasos, una voz a sus espaldas los hizo detenerse bruscamente.
-¡Alto! – era la
enfermera, acompañada con dos gorilones que servían de guardias de seguridad.
-¡Corre, Daniel! –
gritó el anciano.
Y así lo hizo.
Daniel corrió sin mirar atrás a pesar de haber escuchado cómo el anciano era
atrapado por uno de los gorilones.
-¡Nahomi! – gritó
en cuanto visualizó la recepción de la sala de maternidad.
-¡Deténganlo! –
advirtió la enfermera que lo seguía.
Daniel esquivó
ágilmente al único guardia de seguridad, ¿Cómo era posible que no lo dejaran
ver a su esposa e hija? No dejó de correr, atravesó la recepción en cuestión de
segundos ante la histérica enfermera.
-¿Nahomi? – Daniel
redujo la velocidad en cuanto vio a su joven esposa.
Una enfermera la
transportaba en una silla de ruedas. Nahomi le sonreía mientras sus brazos
cargaban el tesoro más precioso de ambos. Su hija, la pequeña Anabeth. Daniel
se acercó lentamente a ellas.
-Nahomi – llamó
nuevamente.
La muchacha frunció
el ceño ligeramente.
-¿Es nuestra hija?
¿Puedo cargarla? – cuando estuvo a escasos centímetros de tocar a su pequeña
alguien lo agarró por detrás.
-Ni un centímetro
más, Daniel – advirtió una voz severa.
-¡No, espera! – el
muchacho forcejó, tratando de soltarse.
-¿Qué hacen?
¡Suéltenlo! – pidió la muchacha.
-Es por su
seguridad – comentó la enfermera.
¿Seguridad? Daniel
no entendía nada. Lo único que sabía era que no lo dejaban acercarse a su
familia. Entre los dos gorilones lograron reducirlo, desde el suelo pudo ver
cómo su Nahomi lloraba y pedía que lo dejaran en paz.
-Nahomi… - llamó.
Un piquete en el
brazo izquierdo le hizo saber que algo le habían inyectado, ¿Por qué?, ¿Por qué
le hacían esto?, ¿Por qué no le dejaban estar con su familia?
-Nahomi… - susurró
sumiéndose en la oscuridad – Nahomi…
-Lo siento, señora
Heyser – se disculpó la enfermera.
-¿Quién es? –
Preguntó la joven de la silla de ruedas - ¿Por qué lo tratan así?
-Es Daniel – a la
enfermera le cambió el semblante – es un paciente del área de psiquiatría.
La joven vio cómo
Daniel era sujetado a una camilla, en su mano derecha había una pulsera de
color azul con la inscripción psiquiatría.
-¿Qué le pasó? – susurró.
-Está encerrado en
un círculo vicioso, siempre recuerda lo mismo y repite la escena una y otra
vez. Lamento que fuera testigo de ello.
-Me llamó Nahomi.
A la enfermera se
le aguaron los ojos.
-Su esposa, así se
llamaba.
-¿Llamaba?
La enfermera
asintió, secándose las lágrimas.
-Era más de la
media noche, a Nahomi se le rompió la fuente. Daniel estaba preparado para
cualquier tipo de situación, habían estado ensayando para ese momento muchas
veces. Sin embargo, no contaron con un pequeño detalle. El ser humano es
irresponsable, terco y no le importa destruirse.
-¿Qué pasó? –
preguntó, temiendo la respuesta.
-Luces, un
estruendo – hizo una pausa – Un conductor ebrio.
La joven gimió.
-Daniel fue el
único que sobrevivió.
-Qué horror… –
musitó, sollozando.
-Cuando Daniel
despertó, escapó de su habitación y vino en busca de su esposa. Justo aquí, en
este lugar, le dieron la noticia.
La enfermera dejó
su mirada en el muchacho ojiazul a quien ya transportaban nuevamente hacia la
sala de psiquiatría.
-Daniel no se
perdona – hizo una pausa – Mientras no lo haga, seguirá en ese círculo vicioso.
-¿Cuánto tiempo ha
pasado desde el accidente?
-Tres años…
*****
Daniel abrió los
ojos de un palmo, con su mirada recorrió el interior de la habitación, se
encontraba en ese lugar tan conocido para él. El hospital.
-Nahomi – susurró,
saliendo sigilosamente de la habitación.
FIN
Marzo 2014
¡Holaaaa, Pislib! Una historia triste, mira que te gusta retorcer el corazoncito... pero ha sido muy hermosa y me ha gustado mucho, aunque ya sabes, inevitablemente espero la redención del pobre Daniel, sniff. Supongo que, en su mente, es mejor abrigar cada día la esperanza de verlos antes que admitir que se han ido... Muchas gracias por compartirla. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarHello!!! Pislib 😉 admito que si es una hermosa historia, pero muy triste 😢 siendo realista al momento que la estaba leyendo me hizo imaginarme por lo que estaba pasando Daniel,no importa de cuantas veces duerman a daniel, siempre cuando se despierte se repetirá la misma historia pobrecito... me da tristeza porque el amaba a su esposa y estaba muy feliz por su embarazo.
ResponderEliminarpislib me encantaría leer más historias suyas, siendo realista me encanto 😊😉