viernes, 25 de abril de 2014

Déjame soñar

Holas!
Hace mucho tiempo que no me pasaba por estos lares, el mundo oscuro me tuvo tan ocupada hasta que esta pequeña historia llegó a mis sueños, literalmente. Y me dije que la escribiría y aquí está. Hubo algunos pequeños cambios pero la esencia del sueño lo está :D
Muchas gracias por pasar a leerla, les agradecería muchísimo si me dejaran su opinión al respecto *0*
Saludos!
PISLIB n_n


Déjame soñar


Abrió los ojos de un palmo, con su mirada recorrió el interior de la habitación, se encontraba en ese lugar tan conocido para él. El hospital.
Con sigilo salió de la habitación, tenía que llegar hasta con ella sin importar los obstáculos que se le atravesaran. Recorrió el largo pasillo mientras el olor  a antiséptico invadía sus fosas nasales. A Daniel no le importó. Le importaba ella, su Nahomi, su joven esposa que lo esperaba desde hace varios minutos en la habitación de maternidad. Daniel se sentía tan idiota por haberse desmayado a tan solo unos segundos de haber visto nacer a su pequeña. Ya había perdido mucho tiempo desmayado, ahora era el momento de estar con su familia.
-¿Daniel?
Una voz que venía justo detrás de él lo hizo sobresaltar. El muchacho, en cuyos ojos color azul marino se le reflejaba la travesura realizada, sonrió.
-No quise salir sin permiso – la voz de circunstancias solo le dio un aire de inocencia – Tengo que ir a ver a mi esposa – sonrió.
La enfermera le devolvió la sonrisa con dulzura, Daniel no supo interpretar la mirada que le envió.
-Lo siento, cariño, no puedes verla – la enfermera lo tomó del brazo y lo guió nuevamente de regreso.
-Pero…
-Daniel, creí que te portarías bien – regañó con gentileza, sentándolo en un sillón de la sala de descanso – Espérame aquí y después te llevaré a donde tú quieras.
El joven ojiazul cruzó los brazos, resoplando. Estaba más que seguro que la enfermera no lo llevaría a ningún lado.
-¡Oye…! – Daniel giró hacia su izquierda. Un señor de avanzada edad se sentó a su lado – ¿Esa enfermera también te ha regresado?
-Sí – gruñó – Y yo tengo que ir a ver a mi Nahomi y a mi bebé.
-Sí, yo también quiero salir y no me deja. ¿Qué tal si hacemos equipo y nos fugamos de aquí?
Daniel sonrió con malicia. Si tenía que aliarse con el anciano y escapar de la sala de descanso, lo haría con tal de ver a su familia. Varios minutos después, Daniel y su nuevo compañero de travesuras lograron escapar del lugar. No era de sorprenderse, esa era la parte fácil, lo difícil era llegar al objetivo. Ellos se encontraban en la planta alta, casi en el último piso y su objetivo en la planta baja, tan solo los separaban tres pisos.
El joven ojiazul esta vez fue más precavido, iba al frente y daba señales a su compañero para que lo siguiera. Su mirada recorrió de extremo a extremo el piso, sin ningún doctor o enfermera a la vista, Daniel sonrió.
-¡Al elevador! – ordenó y en cuestión de segundos lograron colarse en éste.
Daniel estaba nervioso, la ansiedad de volver a ver a su esposa no hizo más que aumentar su nerviosismo. Con insistencia presionó el botón que indicaba el primer piso.
-Ya casi, Daniel – le sonrió el anciano, el más joven no hizo más que sonreír.
-Ya voy Nahomi – susurró, nervioso.
Inesperadamente, el elevador se detuvo. Daniel se asustó cuando las puertas se abrieron y dejaron en la mira a un par de personas. El joven ojiazul suspiró con tranquilidad, los recién llegados no eran doctores ni enfermeras; sin embargo, no dejaron de verlos, sobre todo las muñecas de las manos en donde tenían las pulseras de plástico que indicaban ser pacientes del hospital.
El sonido del elevador les indicó que ya habían llegado al primer piso. Daniel y compañía salieron rápidamente ante las miradas curiosas de las recién llegadas.
-Voy a ver a mi esposa – comentó el ojiazul antes de girarse y dirigirse hacia la sala de maternidad.
-¿En qué habitación esta? – interrogó el anciano.
Daniel detuvo su caminata inesperadamente, concentrándose.
-En la 7B – respondió un tanto desconcertado, ¿Por qué había olvidado momentáneamente el número de habitación? Sacudió la cabeza y prosiguió su camino.
-¿Cómo se llamará tu bebé? – preguntó el anciano, escondiéndose detrás de una maquina de golosinas mientras un par de enfermeras cruzaban el pasillo.
-Anabeth.
-Es lindo – le sonrió.
-Sí – respondió, orgulloso.
-Camino despejado – anunció, encaminándose.
A tan solo diez pasos, una voz a sus espaldas los hizo detenerse bruscamente.
-¡Alto! – era la enfermera, acompañada con dos gorilones que servían de guardias de seguridad.
-¡Corre, Daniel! – gritó el anciano.
Y así lo hizo. Daniel corrió sin mirar atrás a pesar de haber escuchado cómo el anciano era atrapado por uno de los gorilones.
-¡Nahomi! – gritó en cuanto visualizó la recepción de la sala de maternidad.
-¡Deténganlo! – advirtió la enfermera que lo seguía.
Daniel esquivó ágilmente al único guardia de seguridad, ¿Cómo era posible que no lo dejaran ver a su esposa e hija? No dejó de correr, atravesó la recepción en cuestión de segundos ante la histérica enfermera.
-¿Nahomi? – Daniel redujo la velocidad en cuanto vio a su joven esposa.
Una enfermera la transportaba en una silla de ruedas. Nahomi le sonreía mientras sus brazos cargaban el tesoro más precioso de ambos. Su hija, la pequeña Anabeth. Daniel se acercó lentamente a ellas.
-Nahomi – llamó nuevamente.
La muchacha frunció el ceño ligeramente.
-¿Es nuestra hija? ¿Puedo cargarla? – cuando estuvo a escasos centímetros de tocar a su pequeña alguien lo agarró por detrás.
-Ni un centímetro más, Daniel – advirtió una voz severa.
-¡No, espera! – el muchacho forcejó, tratando de soltarse.
-¿Qué hacen? ¡Suéltenlo! – pidió la muchacha.
-Es por su seguridad – comentó la enfermera.
¿Seguridad? Daniel no entendía nada. Lo único que sabía era que no lo dejaban acercarse a su familia. Entre los dos gorilones lograron reducirlo, desde el suelo pudo ver cómo su Nahomi lloraba y pedía que lo dejaran en paz.
-Nahomi… - llamó.
Un piquete en el brazo izquierdo le hizo saber que algo le habían inyectado, ¿Por qué?, ¿Por qué le hacían esto?, ¿Por qué no le dejaban estar con su familia?
-Nahomi… - susurró sumiéndose en la oscuridad – Nahomi…
-Lo siento, señora Heyser – se disculpó la enfermera.
-¿Quién es? – Preguntó la joven de la silla de ruedas - ¿Por qué lo tratan así?
-Es Daniel – a la enfermera le cambió el semblante – es un paciente del área de psiquiatría.
La joven vio cómo Daniel era sujetado a una camilla, en su mano derecha había una pulsera de color azul con la inscripción psiquiatría.
-¿Qué  le pasó? – susurró.
-Está encerrado en un círculo vicioso, siempre recuerda lo mismo y repite la escena una y otra vez. Lamento que fuera testigo de ello.
-Me llamó Nahomi.
A la enfermera se le aguaron los ojos.
-Su esposa, así se llamaba.
-¿Llamaba?
La enfermera asintió, secándose las lágrimas.
-Era más de la media noche, a Nahomi se le rompió la fuente. Daniel estaba preparado para cualquier tipo de situación, habían estado ensayando para ese momento muchas veces. Sin embargo, no contaron con un pequeño detalle. El ser humano es irresponsable, terco y no le importa destruirse.
-¿Qué pasó? – preguntó, temiendo la respuesta.
-Luces, un estruendo – hizo una pausa – Un conductor ebrio.
La joven gimió.
-Daniel fue el único que sobrevivió.
-Qué horror… – musitó, sollozando.
-Cuando Daniel despertó, escapó de su habitación y vino en busca de su esposa. Justo aquí, en este lugar, le dieron la noticia.
La enfermera dejó su mirada en el muchacho ojiazul a quien ya transportaban nuevamente hacia la sala de psiquiatría.
-Daniel no se perdona – hizo una pausa – Mientras no lo haga, seguirá en ese círculo vicioso.
-¿Cuánto tiempo ha pasado desde el accidente?
-Tres años…

*****

Daniel abrió los ojos de un palmo, con su mirada recorrió el interior de la habitación, se encontraba en ese lugar tan conocido para él. El hospital.
-Nahomi – susurró, saliendo sigilosamente de la habitación.

FIN
Marzo 2014


2 comentarios:

  1. ¡Holaaaa, Pislib! Una historia triste, mira que te gusta retorcer el corazoncito... pero ha sido muy hermosa y me ha gustado mucho, aunque ya sabes, inevitablemente espero la redención del pobre Daniel, sniff. Supongo que, en su mente, es mejor abrigar cada día la esperanza de verlos antes que admitir que se han ido... Muchas gracias por compartirla. ¡Un abrazo!

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  2. Hello!!! Pislib 😉 admito que si es una hermosa historia, pero muy triste 😢 siendo realista al momento que la estaba leyendo me hizo imaginarme por lo que estaba pasando Daniel,no importa de cuantas veces duerman a daniel, siempre cuando se despierte se repetirá la misma historia pobrecito... me da tristeza porque el amaba a su esposa y estaba muy feliz por su embarazo.
    pislib me encantaría leer más historias suyas, siendo realista me encanto 😊😉

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