sábado, 17 de agosto de 2019

El desliz

El desliz



El desliz



I.
Martín se quedó frente a la puerta de madera. ¿Cuántas veces había estado en ese departamento? Demasiadas como para perder la cuenta. Sabía que al entrar todo se iría al demonio. ¿Qué más podía hacer? No sería la primera vez que se sentiría como una mierda.
El rubio aún estaba con la mano levantada sin atreverse a presionar el timbre.
Una muchacha de lindos cabellos rubios y mirada azul, le sonrió al descubrirlo cuando abrió la puerta.
Gatito! – llamó. Martín detestaba ese apodo pero no le dijo nada.
-Hola, muñe – le sonrió de lado.
Después se arrepentiría de lo que haría.

II.
Martín lloraba.
Lucy lo consolaba.
Martín seguía llorando sin control alguno.
Lucy lo abrazaba y le decía cosas bonitas para que dejara de llorar.
Nada de lo que le dijera servía. Se sentía sucio.

III.
-No debería estar aquí – Martín musitó.
Lucy descansaba a su lado, abrazándolo posesivamente. No escuchó o tal vez fingió estar dormida, no le gustaba el Martín nostálgico. El Martín nostálgico no la quería. Siempre decía que se iría. Que no se lo merecía. Que ardería en el infierno.
Lucy, por supuesto, no creía una palabra. Martín siempre se sentía culpable después de haber tenido intimidad.

IV.
Ese día, Martín estaba feliz y por ende, Lucy también.
Martín le confesó en una ocasión que en los tiempos del colegio estuvo enamorado de ella. Lucy se sonrojó, no sabía que eso fuera posible. En esos tiempos ni ella misma se quería.
-Fuiste, es decir, eres mi crush – Martín le sonrió, acariciándole la mejilla izquierda. Lucy le sonrió, resaltando su único hoyuelo.
El muchacho borró la sonrisa cuando se percató de ese detalle.

V.
-Te amo, gatito – Lucy le acarició la mejilla derecha.
Martín sonrió de lado, sin responderle. Lucy no se enojó. Martín nunca le respondía de vuelta. A pesar de estar juntos desde hace seis meses. Aun cuando el rubio solo la visitara los fines de semanas. Sin importar que el de mirada verde no le gustara salir con ella. Para Lucy era suficiente el poco tiempo que compartían.

VI.
-Tenemos que hablar – Lucy entró en pánico ante tales palabras.
Frente a ella estaba el Martín nostálgico. Lo podía ver en la mirada de dolor que le enviaba. Martín lloraba.
-Soy una horrible persona.
-No lo eres – Lucy se apresuró a aclarar.
-Soy un maldito mentiroso.
-Todos tenemos secretos – recordó.
-No te amo – El muchacho bajó la mirada – solo… ni siquiera sé por qué aún sigo viniendo los fines de semanas.
La chica no dijo nada. Simplemente se quedó ahí, en silencio.
-Lo lamento.
-No me dejes – Lucy pidió, lágrimas recorriendo sus mejillas.

VII.
Lucy logró retener a Martín. No sabía cuánto podría durarle. Ella sabía que tarde o temprano Martín se iría. Lucy no quería que llegara ese momento.
-Gatito – el rubio arrugó la nariz – he conseguido una beca para la Universidad en Los Ángeles.
-¿Qué? – Martín agrandó los ojos, después recordó que mientras él había dejado sus estudios por una muy buena oferta de trabajo, Lucy siguió estudiando.
-Me iré dentro de dos semanas – la miró fijamente - ¿quisieras venir conmigo?
-Yo…
-Sé que no habrá problemas con tu trabajo. Hay una franquicia de la disquera donde trabajas, así que… podrías pedir el cambio y…
Lucy se mordió el labio, esperando con ansias la respuesta de Martín.
-Tengo que pensarlo.
Eso le dio esperanzas.

VIII.
Ashley dormía tranquilamente hasta que su celular hizo un sonido de notificación. Se talló el ojo izquierdo mientras su mano derecha buscaba su aparato a tientas.
Te amo, ricitos.
Era un mensaje de su novio. Sonrió de lado, resaltando sus hoyuelos.
Su novio solía ser muy cariñoso con ella. Sobre todo los fines de semanas cuando estaba de viaje. Cada hora, sin falta, le enviaba mensajes de textos recordándole lo mucho que la ama.
Yo te amo más.
Respondió el mensaje, levantándose. Ese día era su descanso, lo aprovecharía para ir al parque a hacer un poco de ejercicio. Su novio llegaría hasta en la tarde así que aprovecharía la mañana para dedicarse a ella.

IX.
Después de la tercera vuelta, Ashley decidió descansar en una de las bancas.
-Hola – saludó un muchacho de ojos rasgados.
-Caleb – Ashley le sonrió.
-¿Descansando? – jugueteó con sus cejas.
-Tres vueltas es mi limite – restó importancia.
-No es por presumir, pero mi limite son cinco vueltas completas al parque – sonrió.
Ashley se encogió de hombros.
-¿Dónde has dejado a don celostino? – la muchacha sonrió de lado, le causaba gracia la forma en cómo Caleb llamaba a su novio.
-Trabajando.
Se quedaron en silencio unos momentos.
-Seguiré  con mis dos vueltas restantes.
Ashley asintió, haciéndole una señal de despedida con la mano.
-Y yo… iré por un helado de vainilla – sonrió de lado.

X.
Gatito! – Martín se sintió nervioso. No quería estar con Lucy en la calle. Donde la gente lo viera y lo reconociera. Guardó su celular después de enviar un mensaje de texto.
-No es día de visita.
-Lo sé – la muchacha sonrió, en sus manos traía cargando un gatito blanco con manchas amarillas – he traído al señor bigotes a sus vacunas.
Martín gruñó.
-¿Quieres un helado?
-Emh…
Lucy no le dio tiempo de responder, lo condujo hasta la heladería que estaba frente al parque.
-Me encanta el helado de chocolate – exclamó la rubia.
En su mano izquierda cargaba al señor bigotes. Su brazo derecho estaba enlazado con el izquierdo de Martín. El rubio también comía un delicioso helado de fresa.
Por un momento dejó de atormentarse. De no pensar que lo que estaba haciendo era incorrecto.
Todo estaba bien hasta que la vio frente a él…

XI.
A Lucy le gusta vestirse con blusas mangas largas y de cuadros.
Le gustan los gatos porque le recuerdan a Martín.
Le encanta el helado de chocolate.
Al sonreír se le forma un solo hoyuelo en la mejilla.
Tiene los ojos de color azul.
Odia los súper héroes.
Es la hija menor.
Es alta.
Todo lo contrario de Ashley.
Quien le gusta recortar sus blusas porque al hacer ejercicio o cualquier otra actividad suda demasiado. Así que le gustan las playeras o blusas holgadas.
Es alérgica a los gatos.
Detesta el helado de chocolate.
Al sonreír se le forman dos hoyuelos, uno en cada mejilla.
Su mirada es de color miel.
Adora las películas de Marvel.
Es la hija mayor.
Es bajita para su edad.
Lucy y Ashley, ambas son tan contrarias y sin embargo; tienen  algo en común.
-¿Martín? – Ashley miraba de hito en hito a los dos jóvenes que se había encontrado caminando por el parque.
Observó a la chica, quien tenía cargando un gato en una mano y la otra estaba entrelazada con la de su novio.
Novio de ella. No de Lucy.

XII.
-¡Ashley! – Martín agrandó los ojos, alejándose inmediatamente de Lucy, quien frunció el ceño. No entendía nada.
Ashley. Ya no era Ricitos. Era Ashley.
La muchacha retrocedió lentamente. Corrió. Martín corrió detrás de ella.
-¡Ashley!
Y Lucy se quedó ahí de pie, sola, mientras veía a Martín correr muy lejos de ella.
A lo lejos se escuchó el rechinar de unas llantas y un grito desgarrador.

XIII.
 -Lo lamento – Ashley lloraba, frente a ella estaba Martín. Más o menos.
-Siempre fuiste tú, ¿cierto? – esa era Lucy, quien había ido por una respuesta, aunque ya se la esperaba. Sabía lo que le diría – Él te amaba.
Ashley no dijo nada, su mirada estaba en el que es el amor de su vida.
Lucy merecía respuestas también. Tal vez para Martín ella fue un juego pero para Lucy todo fue real.
-¿Qué fui para ti Martín? – susurró.
-Un desliz – Ashley respondió, sin mirarla.
La rubia lloró en silencio.
-Lo siento Ashley – se disculpó antes de levantarse e irse de ahí. A la mañana siguiente se iría a Los Ángeles.
-Yo lo lamento más – Ashley susurró, rozando con la yema de sus dedos el nombre de Martín que estaba escrito sobre la lápida – Perdóname. Si no te hubieras puesto entre el auto y yo aún estarías vivo.


FIN
Agosto 2019


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