El desliz
El desliz
I.
Martín se quedó frente a
la puerta de madera. ¿Cuántas veces había estado en ese departamento?
Demasiadas como para perder la cuenta. Sabía que al entrar todo se iría al
demonio. ¿Qué más podía hacer? No sería la primera vez que se sentiría como una
mierda.
El rubio aún estaba con la
mano levantada sin atreverse a presionar el timbre.
Una muchacha de lindos
cabellos rubios y mirada azul, le sonrió al descubrirlo cuando abrió la puerta.
-¡Gatito! – llamó. Martín detestaba ese apodo pero no le dijo nada.
-Hola, muñe – le sonrió de lado.
Después se arrepentiría de
lo que haría.
II.
Martín lloraba.
Lucy lo consolaba.
Martín seguía llorando sin
control alguno.
Lucy lo abrazaba y le
decía cosas bonitas para que dejara de llorar.
Nada de lo que le dijera
servía. Se sentía sucio.
III.
-No debería estar aquí – Martín
musitó.
Lucy descansaba a su lado,
abrazándolo posesivamente. No escuchó o tal vez fingió estar dormida, no le
gustaba el Martín nostálgico. El Martín nostálgico no la quería. Siempre decía
que se iría. Que no se lo merecía. Que ardería en el infierno.
Lucy, por supuesto, no
creía una palabra. Martín siempre se sentía culpable después de haber tenido
intimidad.
IV.
Ese día, Martín estaba
feliz y por ende, Lucy también.
Martín le confesó en una
ocasión que en los tiempos del colegio estuvo enamorado de ella. Lucy se
sonrojó, no sabía que eso fuera posible. En esos tiempos ni ella misma se
quería.
-Fuiste, es decir, eres mi
crush – Martín le sonrió,
acariciándole la mejilla izquierda. Lucy le sonrió, resaltando su único
hoyuelo.
El muchacho borró la
sonrisa cuando se percató de ese detalle.
V.
-Te amo, gatito – Lucy le acarició la mejilla
derecha.
Martín sonrió de lado, sin
responderle. Lucy no se enojó. Martín nunca le respondía de vuelta. A pesar de
estar juntos desde hace seis meses. Aun cuando el rubio solo la visitara los
fines de semanas. Sin importar que el de mirada verde no le gustara salir con
ella. Para Lucy era suficiente el poco tiempo que compartían.
VI.
-Tenemos que hablar – Lucy
entró en pánico ante tales palabras.
Frente a ella estaba el
Martín nostálgico. Lo podía ver en la mirada de dolor que le enviaba. Martín
lloraba.
-Soy una horrible persona.
-No lo eres – Lucy se
apresuró a aclarar.
-Soy un maldito mentiroso.
-Todos tenemos secretos –
recordó.
-No te amo – El muchacho
bajó la mirada – solo… ni siquiera sé por qué aún sigo viniendo los fines de
semanas.
La chica no dijo nada.
Simplemente se quedó ahí, en silencio.
-Lo lamento.
-No me dejes – Lucy pidió,
lágrimas recorriendo sus mejillas.
VII.
Lucy logró retener a Martín.
No sabía cuánto podría durarle. Ella sabía que tarde o temprano Martín se iría.
Lucy no quería que llegara ese momento.
-Gatito – el rubio arrugó la nariz – he conseguido una beca para la
Universidad en Los Ángeles.
-¿Qué? – Martín agrandó
los ojos, después recordó que mientras él había dejado sus estudios por una muy
buena oferta de trabajo, Lucy siguió estudiando.
-Me iré dentro de dos
semanas – la miró fijamente - ¿quisieras venir conmigo?
-Yo…
-Sé que no habrá problemas
con tu trabajo. Hay una franquicia de la disquera donde trabajas, así que…
podrías pedir el cambio y…
Lucy se mordió el labio,
esperando con ansias la respuesta de Martín.
-Tengo que pensarlo.
Eso le dio esperanzas.
VIII.
Ashley dormía
tranquilamente hasta que su celular hizo un sonido de notificación. Se talló el
ojo izquierdo mientras su mano derecha buscaba su aparato a tientas.
Te
amo, ricitos.
Era un mensaje de su
novio. Sonrió de lado, resaltando sus hoyuelos.
Su novio solía ser muy
cariñoso con ella. Sobre todo los fines de semanas cuando estaba de viaje. Cada
hora, sin falta, le enviaba mensajes de textos recordándole lo mucho que la
ama.
Yo
te amo más.
Respondió el mensaje,
levantándose. Ese día era su descanso, lo aprovecharía para ir al parque a
hacer un poco de ejercicio. Su novio llegaría hasta en la tarde así que
aprovecharía la mañana para dedicarse a ella.
IX.
Después de la tercera
vuelta, Ashley decidió descansar en una de las bancas.
-Hola – saludó un muchacho
de ojos rasgados.
-Caleb – Ashley le sonrió.
-¿Descansando? – jugueteó
con sus cejas.
-Tres vueltas es mi limite
– restó importancia.
-No es por presumir, pero
mi limite son cinco vueltas completas al parque – sonrió.
Ashley se encogió de
hombros.
-¿Dónde has dejado a don celostino? – la muchacha sonrió de
lado, le causaba gracia la forma en cómo Caleb llamaba a su novio.
-Trabajando.
Se quedaron en silencio
unos momentos.
-Seguiré con mis dos vueltas restantes.
Ashley asintió, haciéndole
una señal de despedida con la mano.
-Y yo… iré por un helado
de vainilla – sonrió de lado.
X.
-¡Gatito! – Martín se sintió nervioso. No quería estar con Lucy en la
calle. Donde la gente lo viera y lo reconociera. Guardó su celular después de
enviar un mensaje de texto.
-No es día de visita.
-Lo sé – la muchacha
sonrió, en sus manos traía cargando un gatito blanco con manchas amarillas – he
traído al señor bigotes a sus
vacunas.
Martín gruñó.
-¿Quieres un helado?
-Emh…
Lucy no le dio tiempo de
responder, lo condujo hasta la heladería que estaba frente al parque.
-Me encanta el helado de
chocolate – exclamó la rubia.
En su mano izquierda
cargaba al señor bigotes. Su brazo
derecho estaba enlazado con el izquierdo de Martín. El rubio también comía un
delicioso helado de fresa.
Por un momento dejó de
atormentarse. De no pensar que lo que estaba haciendo era incorrecto.
Todo estaba bien hasta que
la vio frente a él…
XI.
A Lucy le gusta vestirse
con blusas mangas largas y de cuadros.
Le gustan los gatos porque
le recuerdan a Martín.
Le encanta el helado de
chocolate.
Al sonreír se le forma un
solo hoyuelo en la mejilla.
Tiene los ojos de color
azul.
Odia los súper héroes.
Es la hija menor.
Es alta.
Todo lo contrario de Ashley.
Quien le gusta recortar
sus blusas porque al hacer ejercicio o cualquier otra actividad suda demasiado.
Así que le gustan las playeras o blusas holgadas.
Es alérgica a los gatos.
Detesta el helado de
chocolate.
Al sonreír se le forman
dos hoyuelos, uno en cada mejilla.
Su mirada es de color
miel.
Adora las películas de
Marvel.
Es la hija mayor.
Es bajita para su edad.
Lucy y Ashley, ambas son
tan contrarias y sin embargo; tienen algo en común.
-¿Martín? – Ashley miraba
de hito en hito a los dos jóvenes que se había encontrado caminando por el
parque.
Observó a la chica, quien
tenía cargando un gato en una mano y la otra estaba entrelazada con la de su
novio.
Novio de ella. No de Lucy.
XII.
-¡Ashley! – Martín agrandó
los ojos, alejándose inmediatamente de Lucy, quien frunció el ceño. No entendía
nada.
Ashley. Ya no era Ricitos. Era Ashley.
La muchacha retrocedió
lentamente. Corrió. Martín corrió detrás de ella.
-¡Ashley!
Y Lucy se quedó ahí de
pie, sola, mientras veía a Martín correr muy lejos de ella.
A lo lejos se escuchó el
rechinar de unas llantas y un grito desgarrador.
XIII.
-Lo lamento – Ashley lloraba, frente a ella
estaba Martín. Más o menos.
-Siempre fuiste tú,
¿cierto? – esa era Lucy, quien había ido por una respuesta, aunque ya se la
esperaba. Sabía lo que le diría – Él te amaba.
Ashley no dijo nada, su
mirada estaba en el que es el amor de su vida.
Lucy merecía respuestas
también. Tal vez para Martín ella fue un juego pero para Lucy todo fue real.
-¿Qué fui para ti Martín?
– susurró.
-Un desliz – Ashley respondió,
sin mirarla.
La rubia lloró en
silencio.
-Lo siento Ashley – se
disculpó antes de levantarse e irse de ahí. A la mañana siguiente se iría a Los
Ángeles.
-Yo lo lamento más – Ashley
susurró, rozando con la yema de sus dedos el nombre de Martín que estaba escrito
sobre la lápida – Perdóname. Si no te hubieras puesto entre el auto y yo aún
estarías vivo.
FIN
Agosto 2019
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