PERFUME SLYTHERIN
Capítulo Uno
Draco Malfoy/Harry Potter
Harry Potter, un chico de 12 años, cabellera negra azabache, ojos color
verde esmeralda, perteneciente a la casa de Gryffindor; caminaba por los
jardines de Hogwarts.
Estaba triste, demasiado triste, pues había peleado con su mejor amigo
Ronald Weasley y hace apenas escasos cinco minutos había discutido con su mejor
amiga Hermione Granger, ¿el motivo? En realidad era algo que ni siquiera valía
la pena recordarlo.
El pequeño ojiverde ocultaba muy bien su tristeza, pues no quería que
nadie lo supiera, porque no soportaría las burlas de los otros chicos del
colegio, ¿Quién vería al ‘famoso Harry
Potter’ llorando por una simple pelea? Lo llamarían débil y por supuesto él no
era débil.
Se sentó al pie de un árbol, frente al lago, estaba sumido en sus
pensamientos, cuando ‘algo’ alertó a sus cinco sentidos, más exactamente: su
olfato. Sí, era un aroma que de alguna manera le daba cierta paz, tranquilidad,
seguridad, ¿felicidad? Sí, felicidad. Era algo extraño ¿no? Pero qué importaba,
ese aroma le hizo olvidar los malos ratos.
Pero ese aroma se ‘iba’ y literalmente, porque ya no era tan potente
como minutos atrás, cada vez aquel perfume se desplazaba por la culpa del
viento, Harry abrió los ojos. ¡Tenía qué hacer algo!
Impulsado como por un resorte se levantó dispuesto a seguir aquel aroma,
no debería estar muy lejos ¿cierto? Así que anduvo caminando de un lado a otro
siguiendo el rastro de esa esencia,
tenía que saber quién era aquella persona, que de alguna manera le había
regresado aquella ‘alegría’ que minutos atrás había perdido.
Ese perfume que de alguna manera lo había ‘conquistado’ en tan poco
tiempo y le hizo olvidar aquella tristeza que lo había invadido minutos atrás,
era lo único que ahora, Harry tenía en su mente y más que nada en su nariz, eso
se había convertido en una pequeña ‘obsesión’.
Aquel aroma tenía un toque dulzón, pero cien por ciento varonil, así que
cada chico que encontraba, era cada chico que olfateaba y también era cada
chico que lo miraba extraño o le reclamaba algo. Pero eso no detuvo su búsqueda,
aunque había momentos que perdía el rastro, pero luego lo recuperaba ¿o era que
se le quedó tan grabado que simplemente ya no lo podía olvidar?
La campana sonó y de pronto el pequeño Gryffindor se encontró con un
dilema, ¿Entrar a clases con el odioso Snape o seguir buscando aquel misterioso
chico con aroma dulzón y cien por ciento varonil? Bueno tampoco era que se iba
a exprimir el cerebro para saber qué hacer; así que optó por hacer lo último:
buscar al chico misterioso.
Suerte y el chico misterioso estuviera en su hora libre, pero aunque uno
siempre quiera pensar en cosas ‘positivas’, no siempre resulta así, porque por
alguna razón, siempre habrá ‘fuerzas
misteriosas’ que te harán pagar aquellas cosas (en este caso decisión) que
haces mal.
Sí, el karma, cosa que hasta este momento Harry Potter no creía, pero
ahora ya no estaba tan seguro, porque no tenía ni cinco minutos de haber
decidido a no entrar a la clase con su
‘queridísimo’ profesor Snape, cuando comenzó a llover y el rastro de
aquel perfume se esfumó.
A Harry no le quedó de otra que regresar al castillo. Se duchó, se puso
un uniforme limpio y con toda la voluntad del mundo se dispuso a ir a la clase
de pociones.
Por suerte (al menos dio una ese día) el profesor Snape aún no llegaba
al aula, así que el Gryffindor entró al aula y la tristeza lo volvió a invadir:
primero por sus amigos que aun seguían enojados con él (y que en ese momento
estaban ignorándolo) y ahora la pérdida del rastro de aquel perfume. Pero no
todo estaba tan perdido, por supuesto que no.
Harry suspiró con resignación. De pronto sus cinco sentidos volvieron a
estar en alerta al reconocer aquel perfume, pero lo que le sorprendió fue quién
era el chico que lo había tenido ‘obsesionado’ por tal aroma.
Draco Malfoy había entrado al aula y se había sentado en su lugar (que
estaba a dos asientos del de Harry), estaba sacando las cosas que ocuparía en
clases de su mochila cuando sintió una presencia muy cerca de él.
-Potter, ¿nunca te han dicho que no puedes invadir el espacio personal
de una persona?
-Hueles… bien – fue lo único que dio por respuesta el ojiverde y el
rubio se sonrojó ligeramente.
-¿Qué?
-Draco, ¿puedo ser tu novio? – pidió el ojiverde esperanzado.
Una semana después en los jardines de Hogwarts estaban sentados dos
chicos frente al lago: un Slytherin y un Gryffindor.
-Harry, ¿podrías dejar de hacer eso? – le reclamó el rubio.
-Es que… hueles bien – se excusó Harry que minutos atrás había estado
olfateando el cuello del rubio.
-Me pregunto el por qué es que sales conmigo. Si por mi perfume o por mí,
porque si es por el perfume tengo varias botellas…
-Claro que es por ti, pero todo comenzó por tu perfume.
-Eso es verdad – le respondió recordando aquel día.
-Por cierto ¿Dónde lo compraste? Nunca había olido algo parecido.
-Porque no lo venden en ningún lugar. Yo lo hice en la clase de
pociones, ¿recuerdas aquella clase?
-Ese día, yo me enfermé y no fui – confesó triste el ojiverde - ¿Cómo lo
llamas? – le preguntó sonriente.
-Perfume Slytherin.
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