martes, 13 de diciembre de 2011

Capitulo Diecisiete: El padre de Sebastián

El muchacho de ojos tristes



Capitulo Diecisiete: El padre de Sebastián.

[Sebastián]

Por una extraña razón, ese día al ‘bendito despertador’ se le ocurrió dormirse y no sonar a la hora que se supone que debía de haber timbrado. Me levanté de golpe al sentirme ‘demasiado’ descansado. En el despertador se apreciaba claramente las nueve en punto ¿a qué hora se supone que entraba a clases? A las siete.
Me las ingenié para estar listo en menos de cinco minutos y justo al abrir la puerta, había una persona que estaba a punto de tocar el timbre.
-¡Hola! – saludó un señor, alto rubio y de ojos color verde; con demasiado entusiasmo y entró a mi departamento sin siquiera ser invitado.
-¡Ey! – Me quejé - ¿Quién demonios es usted? ¡No le he dado permiso de entrar!
-Relájate Sebastián – me dijo ese señor, sentándose en uno de los sillones. Yo entorné los ojos ¿cómo es que sabía mi nombre? - ¡Qué desordenado! – Exclamó mirando alrededor – supongo que lo heredaste de mi.
-¿Qué…?
-Sebastián, diecinueve años, manejas las acciones del Lemus Cinema que le pertenecían a tu madre, la Casa Grande del Campo la vendiste, la casa donde solías vivir con tu madre la tienes rentando y compraste este departamento porque se te hacía más cómodo ¿cierto?
-¡Quién demonios es usted! – espeté cruzándome de brazos aún en la puerta, según yo aparentando indiferencia, pero la lo cierto es que, estaba asustado ¿Cómo es que ese sujeto sabia tanto de mi? ¿Quién demonios era?
-Tu padre…

Hace tres meses desde ese acontecimiento. Y aún así mi “supuesto padre” sigue con su actitud de ‘quiéreme, confía en mí y compartamos los bienes’. Como si no supiera que lo único que lo hizo regresar es el dinero que mi madre me ha dejado.

-¿Qué…? – le volví a preguntar como por ¿decima vez? No lo sé. Recuerdo que me repitió muchas veces una historia que seguramente la ensayó un día antes de ir conmigo.
Me dijo algo como, que mi madre jamás le habló de mi, que se fue perdiéndose rotundamente de una gran relación que pudimos haber tenido, sino fuera porque nos separaron, y un montón de cosas que no hacían más que culpar a mi madre directamente por su decisión de alejarme de él.
-Si tanto quería conocerme ¿Por qué demonios esperó diecinueve años para buscarme? – le pregunté con un tono de fastidio.
-No sabía que…
-¡Por favor! – Exclamé cansado, ya había perdido mis primeras clases y no quería llegar tarde a las otras – me tengo que ir.
-Pero estamos tan a gusto platicando...
-Será de su parte, de la mía no – le dije sin un dejo de culpabilidad.
-Está bien – para mi sorpresa no se enojó.
-¡Genial! – exclamé.
-Te traje un regalo.
-No es necesario – le dije sin recibir el par de llaves que me extendía con su mano derecha.
-¡Oh! Claro que sí…
Y vaya que no se equivocó… cuando por fin bajé hacia el estacionamiento, me llevé la sorpresa de que a mi auto le había ponchado las llantas y al motor le faltaba una pieza importante para hacerlo andar.

Este día ha estado lleno de sorpresas. Aun me siento mal por haberme comportado así con Konny en la mañana, pero de alguna manera tiene que entrar en razón ¿no?
Tuve una charla interesante con el hermano menor de mi mejor amigo, Teddy. Le conté sobre mi primer beso con mi compañero de laboratorio, y le confesé que era la primera vez que hablaba de eso con alguien.
“¿Ni siquiera a Konny?”  Me preguntó el pequeño Teddy. Yo me reí negando con la cabeza.
“Ni siquiera a él” Le respondí. Por supuesto que a Konny no se lo dije… él fue testigo de ese beso.
Mi compañero de laboratorio había sido suspendido por haberse peleado con un chico de otro curso. El compañero de Konny se había enfermado y no iría durante una semana. Así que el profesor nos asignó como compañeros para ese proyecto. Él fue mi compañero de laboratorio. A él besé.
“¿Y qué sucedió con el chico? ¿No lo has vuelto a ver?” Me preguntó Teddy.
Y yo le contesté con la verdad.
“No, ya no lo he visto. A él, a ese chico sonriente, seguro de sí mismo, con esa mirada alegre… ya no, creo que ya no existe más…”.
Y es verdad… Konny ya no es el mismo de antes. Lo supe cuando regresé al cumplir la mayoría de edad. Mi mejor amigo ya no era más esa chico sonriente, ahora es un chico que muy pocas veces sonríe y solo cuando practicamos Esgrima. Ya no es más ese chico seguro de sí mismo, ahora lo encuentro desconfiado de la gente y siempre a la defensiva… incluso más nervioso de lo normal. Y sus ojos, ¡qué decir de sus ojos! Ya no poseen ese brillo especial que antes los caracterizaban. Ya no más.
Después de haber llevado a Teddy al colegio, me dirigí a mi departamento. El día anterior había discutido con Konny y recordar ese día cuando lo besé, me hizo sentir melancólico. No soportaba el estar enojado con él… pero ¿cómo hacerle entender que el renunciar a la tutoría de su hermano no era la solución? Además… esa actitud en verdad me hizo pensar que prefiere encubrir a Spencer.
Spencer. Un tema que a la fecha me intriga.
Por diversas circunstancias extrañas, jamás conocí al mentado tutor, al menos físicamente. Porque de ante mano, parecía que ya lo conocía con lo poco que me platicaba Konny de él y con lo que pude deducir aquel día cuando se lo llevaron detenido por haber golpeado y encerrado a Teddy en el sótano.
Y aun sigo sospechando que hubo algo más que golpes, gritos y castigos por parte de ese señor hacia Teddy y Konny. Sobre todo con Konny, algo me dice que hubo algo más y eso me asusta.
Las sorpresas continuaron este día.
Debo confesar, que la pequeña ‘declaración’ de parte de Teddy, del asunto que los chicos le gustan, me sorprendió en demasía y ¡qué decir que soy yo el que le gusta!

Y ahí está él, esperando mi respuesta. Como no digo nada, él decide por mí, saliendo del auto. Lo sigo.
-Teddy – le llamo, pero él sigue avanzando. Acelero mis pasos – Teddy – le vuelvo a llamar agarrándolo del brazo.
-Está bien Sebastián… yo… — comienza a disculparse.
-Escúchame ¿bien? – Le pido y él asiente con la cabeza, pero sin mirarme a los ojos – me has tomado desprevenido todo este tiempo, no es la mejor excusa, pero así es. Teddy yo…
-No lo digas – me interrumpe, finalmente viéndome a los ojos – a ti todavía te gusta ese chico ¿no? Tu ex compañero de laboratorio.
¿Qué si aún me gusta Konny? Por supuesto que sí. Y eso es poco decir.
Arrugo la nariz en señal de confirmación.
-Lo siento Teddy… — se encoje de hombros.
-¿Me vas a evitar? – me pregunta preocupado.
-No – le digo sonriendo.
-No se lo digas a…
Un ruido que proviene de la casa, nos llama la atención.
-¿Qué…? – pregunta algo asustado Teddy.
Sin esperar a que le responda, corre hacia la casa. Nuevamente le sigo.
-¡Teddy! – Le llamo deteniéndolo de los hombros – espera, pueden ser ladrones.
-¡Ladrones! – exclama asustado, viendo la puerta que nos separa de la sala.
-Así es como me gustas más… quietecito… - dice una voz, que proviene de la sala… esa voz
Entorno los ojos.
“Sebastián, diecinueve años, manejas las acciones del Lemus Cinema que le pertenecían a tu madre…”
Podría reconocer esa voz a dónde quiera que vaya… esa voz es la de…
-Spencer… —susurra Teddy.
-¿Spen… Spencer…? – Le pregunto a Teddy, mientras comienzo a respirar agitadamente ¡Cómo que esa voz le pertenece a Spencer! ¡Si esa voz es la de mi padre!
Algo dentro de mi dice que no quiero saber quién en realidad está ahí, pero también me asusta ¿y si estoy equivocado? ¿Y si en verdad es mi padre?
-Espera aquí – Le ordeno a Teddy, mientras atravieso esa puerta que nos divide entre la cocina y la sala.
Jadeo ante lo que veo.
Mi mejor amigo se encuentra tirado en el suelo solo con la ropa interior puesta, con un gran golpe en la cabeza al juzgar por la sangre, ahora seca, que tiene en la cara, y una persona también en ropa interior, arriba de él… besándole… el cuelo… y…
-¡¿Qué demonios haces aquí?! – grita la persona al percatarse de mi presencia. Doy un paso atrás al reconocerlo…
-¡¿Spencer?! ¡Tú! ¡Siempre fuiste tú! – le grito furioso.
-Hijo…
-¡No me llames así, tú no eres mi padre! – le reclamo avanzando hacia con él.
Un montón de imágenes sucias, sobre ese señor y Konny, me invaden produciéndome nauseas y una gran ira me invade, al sacar mi conclusiones…
Me voy encima de ese señor, apartándolo de Konny.
-¡Cómo pudiste! – le grito furioso, arrastrándolo hasta el otro lado de la sala - ¡Cómo siquiera se te pasó por la mente hacerle eso! – estoy tan furioso con él, conmigo mismo…
-Relájate Sebastián… no es para tanto – y el muy mal nacido, me dice eso como si nada, visualizando una sonrisa.
-¡Cállate! – le grito empujándolo fuertemente, pero en menos de un minuto, el me toma de la playera que traigo y me arremete contra la dura pared, poniéndome su brazo en mi cuello e inmovilizando mis extremidades con su cuerpo.
-Ahora escúchame bien… hijo – iba a protestar, pero ha comenzado a presionar más sus agarres – yo no hice nada que tu amigo no quisiera… él me lo pidió.
-¡Mientes! – le digo rápidamente.
-No – me dice sonriendo – pregúntaselo y verás que no miento – me reta de manera segura.
-No es verdad – vuelvo a repetir.
-Claro que sí… es más… a él le gustaba.
-¡Cállate! – le grito.
-¿Qué pasa? ¿No quieres saber que Konny disfrutaba ser tomado por mí? – Comienza a decirme cada vez acercándose hacia mi rostro – Lo disfrutaba… porque de no serlo, entonces no lo hubiera hecho mio todas las noches, algunas mañanas, en las tardes, en la ducha, incluso una vez en la alberca… o…
 Cierro los ojos con fuerza tratando de ignorar esas palabras ¿Cómo pudo haberle hecho eso a Konny? ¿Cómo pudo haber abusado de él, cuando supuestamente el Sr. Lemus era su amigo?
-¡Eres un…!
Pero no continúo, puedo sentir la respiración de ese señor muy cerca de mí. Abro los ojos y puedo ver su mirada oscurecida y una sonrisa demasiado malévola para mi gusto.
-¿Qué…?
Antes de seguir hablando, volteo mi cara hacia un lado, al adivinar su pensamiento, ¡El idiota quería besarme!
-¡Vamos Sebastián! – Me dice al oído y puedo sentir su húmeda lengua en mi mejilla - ¿No quieres sentir lo que tanto disfrutaba Konny?
Una corriente eléctrica invade todo mi cuerpo y sacando fuerzas de dónde no tengo idea, logro empujar al famoso Spencer lejos de mí y para mi suerte se ha golpeado la cabeza, en el trayecto hacia el piso, con la mesa.
-¡Spencer! – escucho la voz del Sr. Cooper.
“¡Perfecto!” Digo mentalmente, el Sr. Cooper quería pruebas para encerrar a Spencer, pues aquí están y…
Entorno los ojos ante lo que veo, el Sr. Cooper viene bajando de las habitaciones y ¿En ropa interior?
-No… — murmuro, al sacar nuevas conclusiones.
El Sr. Cooper está con Spencer.
O mejor dicho con Thomas Bishop, que es como me dijo a mí que se llamaba.
-¿Pero…? ¡Teddy! – llama el abogado dirigiéndose hacia con él, pero yo me adelanto.
-Ni se le ocurra acercárseles.

Han transcurrido dos días desde que sucedió toda aquella situación. Por suerte el Sr. Cooper y Thomas están detenidos, ahora solo hay que esperar a que Konny despierte y haga su declaración, para que ahora sí no vuelva a salir nunca de ese lugar su ex tutor. Ni siquiera su patética buena conducta aplicará en este caso, para salir de ahí.
Si decir que me siento mal… es poco decir. Sé que el culpable de todo es Thomas, pero, él es mi “padre” y no es fácil manejar una situación así, no es que me importe ese señor o que le tenga cariño… es todo lo contrario, lo aborrezco y maldigo la hora en que regresó y me reveló que era mi padre. Pero tampoco creo que me haya sentido bien el no saber que todo este tiempo el que le hizo daño a mi mejor amigo y a su hermano menor, fuera mi padre, porque después de todo, ese sentimiento de odio y aberración ya estaba contra Spencer, solo le faltaba ponerle figura y color.
He estado reflexionando un poco las cosas durante estos días y hay una pregunta que me carcome y no me deja tranquilo ¿Konny sabe que el tal Spencer es mi padre y ese es el motivo por el cual siempre esquiva el tema?  
Presiento que sí…
-¿Por qué no despierta? – la pregunta que me hace Teddy me saca de mis pensamientos.
-Pronto lo hará, no te desesperes – le tranquilizo, pero creo que mis palabras no funcionan ya, pues le he estado diciendo esto desde que hemos llegado al hospital.
-Es mi culpa – dice de pronto Teddy.
-¿Qué…?
-Es mi culpa, si no me hubiera enojado con él…
-Teddy.
-Si no le hubiera aplicado la estúpida ‘Regla del Hielo’
-No es tu culpa – le aclaro, si aquí hay un culpable es Thomas y el estúpido abogado.
En esos momentos escuchamos a Konny quejarse de algo. Teddy se levanta y va a su lado.
-¿¡Konny!? – le llama.
-¡Podrían dejar de gritar! – se queja Konny, mientras se agarra fuertemente la cabeza y aprieta los ojos vigorosamente.
Veo a Konny reaccionar de manera extraña y algo me dice que esto no es normal ¿Por qué Konny nos ve a Teddy y a mí como si no nos conociera?
-No… no lo hagas – le recomienda Teddy, al ver que su hermano comienza a quitarse las agujas que tiene en las manos y por primera vez, veo a Konny alejarse de él, de manera muy asustada.
-No me toques – Le dice alterado y eso definitivamente no me agrada. Algo anda mal - ¿Quién eres? ¿Quiénes son ustedes?
-¿Qué…? ¿No… no nos conoces? – le pregunta Teddy asustado. Teddy busca ayuda en mí.
-Voy por la doctora – le digo, mientras salgo por la ayuda, aunque en realidad no sé si me haya escuchado.
Momentos después, entro seguido de las enfermeras y la doctora.
-¡Suéltenme! – Escucho gritar a Konny.
Las palabras de Konny me resuenan en la mente con si fueran puñaladas desgarrando mi cuerpo. Y aún así, jamás llegaré a sentir el gran dolor que Thomas ha causado en él.
- ¡No me toquen! – lo veo alejarse vanamente de las personas que quieren ayudarlo.
Me muerdo el labio inferior, hasta sentir aquel sabor metálico de la sangre en mi boca, al sentir la impotencia de no haber podido evitar tanto sufrimiento en él.
-Salgan de aquí – nos dice la doctora Helen.
Con resignación, me acerco hasta con Teddy. Él debe estarse sintiéndose peor que yo. El descubrir de una manera cruel la realidad que siempre trató de esconder Konny en él, le ha caído como un balde de agua fría. 
-No… — murmura asustado Teddy viendo a su hermano.
Yo tampoco puedo dejar de ver a Konny, verlo tan vulnerable… tan asustado…
-Vamos Teddy – Lo saco del cuarto sin mucho esfuerzo.
Solo entonces me doy cuenta que Teddy luce demasiado cansado. Debo hacer algo pronto o de lo contrario él también terminará internado.


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