domingo, 15 de abril de 2012

Capitulo Treinta y Tres: La máscara de la felicidad

El muchacho de ojos tristes

A veces solo quiero volver al pasado                                           
Y andar por el mundo con mi mano en tu mano
A veces, solo a veces…
(Si tú no estás – Víctor y Sheryl).

Capitulo Treinta y Tres: La máscara de la felicidad.

[Konny]

Unos murmullos lejanos me hacen conectar con la realidad lentamente y con ello algunos dolores físicos. La voz de la doctora Helen resuena cada vez más cerca de mí. Trato de recordar lo que ha pasado, sin embargo mi mente está en blanco, solo recuerdo haberle dicho a Teddy que se pusiera el cinturón.
¡Teddy!
Abro los ojos de un palmo, sin embargo una luz cegadora me hace cerrarlos nuevamente.
-Me alegra saber que estás despertando, Konstantin. Llevas dos días enteros durmiendo – la voz de la doctora Helen hace que abra los ojos nuevamente. Esta vez no hay ninguna luz que me lo impida.
-¿Dónde estoy? – con voz pastosa logro preguntar.
-En el hospital – me responde la doctora mientras que en su tabla anota algunas cosas – Déjanos solos, Dana – le pide a la enfermera que hasta en esos momentos me doy cuenta que estaba examinándome.
Aún desconcertado observo a mi alrededor buscando un indicio del porqué estoy en este lugar.
-Un accidente automovilístico – me explica la doctora Helen – De las cinco personas involucradas, solo tres sobrevivieron.
-¿Y Teddy? ¿Él está bien? – trato de incorporarme, pero ella me detiene.
-Él está bien, el que me preocupa más es otra persona – confiesa al mismo tiempo que me enseña mi muñeca vendada.
La observo detenidamente. Mi mirada viaja desde la doctora hacia mi muñeca.
-Me he cortado en el choque – miento descaradamente.
-¿Las dos muñecas? ¿Tus brazos? – Retiro mi mano de la suya – ¿Por qué lo has hecho?
Desvío mi mirada. ¿Por qué tiene que preguntarme algo tan obvio? ¿Por qué no me dejan en paz?
Sabía que no podría ocultar mucho tiempo aquellos cortes que me he hecho a mí mismo. Comencé con mis propias uñas ayudadas con la misma ansia y desesperación. Con el tiempo las uñas no solo fueron suficientes ni tampoco ambas muñecas. Ambas cosas fueron reemplazadas por una navaja y mis brazos… Tarde o temprano alguien repararía en eso, sinceramente tenía la esperanza que lo descubrieran cuando fuera demasiado tarde.
-Konstantin…
-¿Cuándo me dará el alta? – le interrumpo antes que comience con algún consejo que en estos momentos no estoy de ánimos para escuchar.
Estoy cansado de todo y de todos. Simplemente ya no quiero seguir estando. Todo se ha vuelto tan endemoniadamente asfixiante desde días atrás y esto solo lo ha empeorado. No es mucho lo que pido. Solo quiero ser libre de culpas, de dolor, de miedo. De todo.
-En cuanto el licenciado Olsen venga a mi consultorio y le dé el reporte médico tanto tuyo como el de tu hermano, les daré el alta – me informa.
Asiento con la cabeza de manera automática mientras que mi mirada se pierde en la pared de en frente.
-Le importas a muchas personas, Konstantin – la mano de la doctora Helen la siento tan lejana y fría a pesar de la caricia afectuosa que le hace a la mía – Aún no te des por vencido.
Y sin embargo, sus palabras las considero huecas, sin sentimientos, ¿Por qué? ¿Por qué me han dejado de importar las palabras de las demás personas? ¿Por qué de pronto todo comienza a no importarme?

-Buenos días, Konstantin – me saluda el licenciado Olsen sentándose a un lado de mi cama. En su mirada se le nota un atisbo de culpa e impotencia – La doctora Helen me ha dado el reporte de tu hermano.
-¿Ha visto a Teddy? ¿Cómo se encuentra?
-Él se encuentra bien. Con heridas leves, pero solo es cuestión de reposo y cuidado para que se ponga mejor. Esta vez corrieron con suerte, pero me temo que si hay una próxima vez, dudo mucho que suceda lo mismo.
-No habrá próxima vez – le aseguro.
-Eso espero. Han traspasado una línea muy grave, Konstantin – el señor Olsen ahora comienza a lucir cansado y enfadado – Tanto tú como tu hermano se han perdido el respeto mutuo y esta situación no puede seguir así – se da la vuelta, respira profundamente. Voltea a verme nuevamente – Necesitamos hablar los tres.
Lo veo detenidamente, ¿Por qué se empeña en ayudarnos? ¿Por qué tanto interés en mi hermano y en mí? Recuerdo que el señor Cooper siempre mantenía las distancias, pero supongo que quizás se debía a que Spencer lo obligaba a hacerlo.
-Hace unas cuantas horas atrás me llamó el psicólogo, al parecer te has dado de alta tú solo, ¿desde cuándo no asistes a las sesiones, Konstantin?
¿Un mes? ¿Cinco meses? ¿Hay diferencia?
El licenciado mueve negativamente la cabeza.
-Es importante que sigas con lo acordado con el juez si aún quieres mantener la tutoría de tu hermano. Y hablando de eso, ¿aún quieres proceder?
-Si – hablo por tercera vez.
-De acuerdo. Sin embargo, hay ciertas condiciones para que el trámite pueda proceder.
-¿Qué condiciones? Ya cuenta con las tres firmas – dejo salir ceñudo.
-Para cualquier trámite se necesita que la parte interesada, en este caso tú, esté bien. Me refiero a que todos tus asuntos estén en orden. Las sesiones con el psicólogo, las acciones de la empresa, la escuela, tu hermano…
-Sí, entiendo – interrumpo -  Pronto todo estará en orden, no se preocupe. Con cuánto tiempo dispongo antes de que al juez le llegue el último reporte de la visita y de este accidente.
-Un mes, tal vez tres semanas.
-De acuerdo.
Unas cuantas palabras más cruzamos y el licenciado Olsen se marcha para preguntarle a la doctora Helen la hora de nuestra salida del hospital.
Tres semanas para tener todo en orden y por fin esa paz que tanto anhelo llegará. Suena sencillo pero será difícil, muy difícil. Fingir ante los demás que todo “está bien” es realmente agotador, lo sé porque eso he estado haciendo desde el día que salí de la clínica de la doctora Helen, hace casi un año ya de eso.
-Dejar todo en orden.  
La universidad la he abandonado hace mucho tiempo, pediré una licencia con la excusa que me centraré en los negocios y mi hermano. Prometeré volver al siguiente semestre para que parezca más creíble. Eso será suficiente para convencer al juez.
Las acciones del Lemus Cinema que me pertenecen, nuevamente serán manejadas por alguien más. Esta vez le tocarán al licenciado Olsen. Es mejor así, entre más alejado esté del Lemus Cinema, mejor. Así también lo estaré de Sebastián, entre menos lo vea será mucho más fácil la despedida. Y hablando de mi mejor amigo, es mejor ir cortando lazos de una vez. Entre más pronto lo haga será menos doloroso.
-¡Konny! – la voz de Sebastián resuena en la habitación y con ello los latidos de mi corazón aumentan. Al parecer el destino quiere que lo haga de una vez.
Mi mejor amigo se pone frente a mí observándome atentamente. Luce preocupado, dolido, incluso hasta puedo sentirlo enojado.
-¿Cómo estás?
Me encojo de hombros.
-¿Qué ocurre, Konny? – Me pregunta sentándose frente a mi - ¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué has dejado de contarme las cosas como solías hacerlo?
-Ya no soy el mismo de antes, Sebastián.
-Lo sé. Y me duele. Me duele saber que estoy perdiendo a mi mejor amigo. No sé cómo ayudarte, Konny – me confiesa mientras que con la yema de sus dedos acaricia lentamente la venda que rodea la muñeca izquierda de mi mano.
Debo suponer que la doctora Helen ha divulgado este hecho con todos aquellos con los que convivo. Era lo único que me faltaba, ahora todos están al tanto de las heridas físicas que le hago a mi cuerpo. Uno a uno vendrán con sus inútiles consejos, con sus palabras huecas derrochando lástima que sinceramente me sobra. De ésa tengo suficiente con la que me doy yo mismo. Pero, ¡Ellos qué sabrán! No han estado en mi situación.
–Todo está mal. Nada de lo que habíamos planeado ese día del funeral de nuestros padres, se está cumpliendo – un recuerdo vago y lejano quiere llegar a mi mente, sin embargo no lo hace – No quiero verte así, Konny. No quiero verte consumir y sin que yo no pueda hacer nada. Este asunto se me escapa de las manos y quiero hacer algo al respecto antes de que sea demasiado tarde. Pero necesito que tú me ayudes con eso.
Y aquí se presenta la oportunidad para el adiós. Él me lo preguntará. Y yo sé exactamente qué contestar. Perdóname Sebastián.
Puedo sentir cómo dentro de mí, martillea aceleradamente el corazón. Solo es cuestión de segundos. Trago saliva con dificultad.
-Konny, dímelo. Dime qué debo hacer para hacerte entender que eres importante para muchas personas. Qué tengo qué hacer para verte sonreír, para que vuelvas a sentirte importante, para que tengas ganas de vivir, ¿Qué hago, Konny?
Lo veo fijamente a los ojos.
-Olvídate de mí.
Mis palabras quedan suspendidas en el aire. Para mi sorpresa, Sebastián no se inmuta ante lo que le he dicho, quizás ya se esperaba una petición similar o tal vez no. No lo sé.
-¿Eso quieres? – me pregunta seriamente.
-Sí.
Sé que, aunque no sea totalmente cierto lo que le voy a decir, de igual forma le dolerá. Pero tengo que hacerlo, tengo que convencerlo o de lo contrario no lo hará.
-Me recuerdas tanto a él – Sebastián entorna los ojos – Eres distinto a Spencer, sin embargo…
-Entiendo – me interrumpe mientras cierra los ojos y respira profundamente.
Mi mejor amigo se levanta y me ve a los ojos.
-Si lo hago… Si me alejo de ti, ¿cumplirás con tu palabra?
“Miente, Konny, puedes hacerlo“.
-Sí.
Sebastián asiente con la cabeza.
-De acuerdo – me observa detenidamente, sostengo la mirada – Adiós, Konny – una lágrima resbala por su mejilla.
Adiós… Un nudo en la garganta me impide responderle. Sebastián se va.
He comenzado a llorar.
¿Por qué? ¿Por qué todo es tan difícil? ¿Por qué la única salida que encuentro a todo esto es eso? En el pasado todo era tan fácil, tan sencillo. Era tan feliz…
Lentamente el cansancio se apodera de mí.

Siento a alguien acariciar mi mejilla, de manera brusca detengo el gesto con mi mano. Al escuchar un quejido familiar abro los ojos rápidamente. Parpadeo desconcertado al descubrir a mi hermano menor frente a mí. Lo suelto rápidamente.
Teddy trae un parche en la frente, la mano izquierda vendada y pequeñas raspaduras en los brazos y en las mejillas.
-Hola – me saluda tímidamente.
-Hola – le respondo - ¿Cómo te sientes?
-Bien.
-Y, ¿Qué haces aquí? ¿Ya te han dado de alta? – Teddy niega con la cabeza lentamente – Déjame adivinar, te has escapado de tu habitación.
-Necesito hablar contigo.
-Después lo haremos. Regresa a tu habitación, la doctora Helen se enfadará si no te ve ahí.
-Es importante – insiste desviando instantáneamente su mirada azulada hacia mis manos, descubriendo con sorpresa los vendajes de mi muñeca. 
Su mirada viaja hacia la mía. Comienza a estrujarse las manos con nerviosismo.
-Te lastimarás, no hagas eso – le digo a la vez que le separo las manos con la mía.
-Perdóname – suelta de pronto – Tienes razón, fui muy cruel contigo.
Frunzo el ceño. Trato de recordar a qué se refiere con lo que me ha dicho pero no logro hacerlo.
-Sé que con un “perdón” no borraré mis palabras, pero lo haré con mis acciones.
Lentamente la discusión que tuvimos antes del accidente viaja hasta mi mente. Resonando lo último que le dije:
“Eres cruel”. 
-Konny, me ganaré tu perdón.  Te lo prometo.
Me quedo sin palabras.
-Te quiero mucho – me dice abrazándome cariñosamente. Y por primera vez, no le respondo el abrazo.
-Debí suponer que aquí estarías – la voz de la doctora Helen resuena en la habitación.


Hace un par de horas atrás, mi hermano y yo hemos abandonado el hospital. El licenciado Olsen junto con Lali nos ha ayudado a regresar a casa. Debo admitir que ambos se han esmerado mucho, no nos han dejado solos ni un solo instante y se han esforzado en hacernos sentir cómodos.
Ha llegado el momento de llevar a cabo mi plan.

-Buen día – saludo a Lali y a mi hermano con una gran sonrisa mientras entro a la cocina en esta calurosa mañana.
-Buenos días – me regresan el saludo ambos. Mi hermano me acerca el desayuno.
Debo admitir que ha estado cumpliendo con su palabra de aquel día del hospital. Han transcurrido dos semanas desde que salimos de éste y Teddy se ha esmerado en comportarse. No más insultos, no más gritos, no más peleas e incluso no más quejas. Hasta ha hecho las paces con Dennis, falta decir que ni enterado estaba que ambos habían discutido.
Y también desde ese entonces comencé a poner en práctica, nuevamente, mi “máscara de la felicidad”. Aquella que últimamente no se me daba bien, pero que ahora la considero como una obligación. He comenzado aparentar frente al licenciado Olsen que todo marcha bien. Lo he puesto al corriente sobre la universidad, aunque al principio no le pareció buena idea lo de la licencia que he pedido, pero al final tuvo que reconocer que tengo muchos compromisos por el momento. A regañadientes también aceptó hacerse cargo de mis acciones del Lemus Cinema con la condición que lo estuviera supervisando. Por supuesto, no me negué. Solo queda el asunto de la tutoría de mi hermano, pero he decidido esperar un par de días más. Sería demasiado sospechoso comenzar a hacer presión sobre ese asunto.
Casi todo está en orden. Solo me limito a llevar y traer a mi hermano del colegio y estar un par de horas en el Lemus Cinema, en las cuales me aseguro de no encontrarme con Sebastián, tampoco me esfuerzo mucho, pues mi mejor amigo en esas horas se encuentra en la universidad. Y el resto del día estoy en casa ayudando en algunas cosas a Lali.
Así que, prácticamente todo el día me la paso sonriendo, de buen humor, fingiendo interés en las conversaciones que mantengo con los demás. Sobre todo, haciéndoles creer a los demás que todo va de maravilla.
-¿Estamos a tiempo para un postre? – le pregunto a Teddy. Mi hermano consulta su reloj de mano y asiente con la cabeza.
Minutos después, en el automóvil de la empresa, nos dirigimos hacia el colegio de mi hermano.
-Sebastián no ha ido a la casa – suelta de pronto Teddy produciéndome un escalofríos - ¿Están enojados?
-No.
Teddy me observa de reojo, pero luego fija su mirada en la revista semanal que de hace rato está leyendo.
-¿Ta has enterado? Se está organizando un torneo de Esgrima, ¿entrarás?
-Probablemente, hace tiempo que ansío en inscribirme en alguno – le respondo con una sonrisa.
Últimamente se hace tan fácil mentirle a los demás, que incluso hasta yo mismo comienzo a creer cada una de mis mentiras.
-Hemos llegado – anuncio a mi hermano. Él se acerca y me abraza.
-Te quiero mucho, hermano – me dice antes de salir.
Desde hace días viene haciendo esta acción. El abrazarme y el decirme esa frase. Y desde que comenzó hacerla no le he respondido a su abrazo a pesar que éstos son cada vez más expresivos, más calurosos, más concurridos, pero por alguna extraña razón, yo no los percibo así. Quizás se deba a que no quiero que mi hermano sufra mucho por mi partida. Si Teddy me siente alejado de él, tal vez él se aleje también de mí. Así ninguno sufrirá en el momento.
Llego a mi habitación. Me observo en el espejo. El reflejo de un chico con una mirada triste me observa mientras que una lágrima resbala por su mejilla. Con una mano temblorosa acaricio el reflejo del espejo y trato de limpiar inútilmente la lágrima.
-¿Qué te pasó, Konny? – Me pregunto en un susurro.
“Spencer, eso fue lo que pasó”. Una voz interior me responde.
Caigo de rodillas y, como suelo hacer cada vez que estoy solo, comienzo a llorar.

-¿Qué tal tu día? – le pregunto a mi hermano con una sonrisa cuando lo veo llegar a mi lado.
-¡Genial! Aunque no sé porqué permiten entrar a estas alturas del año escolar a gente nueva en el colegio – enarco una ceja, mi hermano murmura un par de cosas más, yo solo alcanzo a entender algo como “Sally” - ¿Y qué tal el tuyo? – me pregunta una vez dentro del auto mientras nos dirigimos a casa.
-Excelente, he cerrado un par de contratos. Por cierto, necesito que la próxima semana te des una vuelta al Lemus Cinema, tu oficina está un poco abandonada.
-Lo haré – afirma Teddy feliz - ¿Haremos algo esta tarde? Quedé verme en casa de Dennis otra vez.
-Hoy no – le informo – Pero mañana en la tarde el licenciado Olsen nos quiere ver en su oficina.
-De acuerdo.
Llegamos a casa. Antes de entrar Teddy nuevamente hace lo mismo. Me abraza mientras me murmura un: “Te quiero mucho, hermano”. Y nuevamente no le respondo el abrazo.
-Teddy, espera – lo detengo antes de que entre a la casa - ¿Por qué haces eso?
Mi hermano me observa detenidamente, se muerde el labio inferior.
-Es… es mi manera de pedirte perdón.

Me despierto sobresaltado, tan solo segundos atrás he tenido una pesadilla de la cual ni siquiera intento recordar porque sé que Spencer estaba en ella. Trato de tranquilizarme pero es en vano. Sigo temblando mientras que lagrimas resbalan por mis mejillas. Puedo sentir perlas de sudor resbalar por mi frente. Cierro los ojos mientras me dejo caer en la cama, respiro lenta y profundamente, pero este truco ya no me sigue funcionando como antes. Me ovillo refugiándome entre mis brazos.
-Konny…
La voz de mi hermano del otro lado de la puerta me advierte que me ha escuchado gritar. Trato de decirle que todo está bien pero no puedo articular palabra alguna. Las palabras simplemente no salen. Quizás también están cansadas de fingir. Solo espero que Teddy se canse de esperar una respuesta y se marche a su habitación.
Sin embargo, no lo hace. Minutos después siento cómo se acuesta a mi lado. Me abraza por la espalda.
-Te quiero mucho, Konny.
Sus palabras no logran tranquilizarme, al contrario, comienzo a llorar con más fuerza. Nada puede tranquilizarme. Todo empeora a cada minuto. Todo no hizo más que empeorar, sobre todo desde que Sebastián dejó de estar presente en mí. Pero él ahora es feliz. Y yo muy pronto tendré paz. Ese es mi único consuelo...

Odio las pesadillas donde Spencer es el protagonista de éstas. No solo las odio por recordarme por lo que pasé en esos tres años, sino porque mi estado de ánimo también cambia durante el día. Lo último que quiero es echar a perder todo lo que he avanzado en estas dos semanas por la maldita pesadilla.
Trato, en verdad trato de sonreír, trato de seguir aparentando que todo va bien, pero es inútil. No logro hacerlo. Simplemente me sumerjo en mí mismo. Y como es de esperarse, mi hermano se da cuenta de ello, Lali también lo hace, si Sebastián estuviera aquí él también se hubiera dado cuenta. Y es más que seguro que el señor Olsen también se percate de ello.
Teddy y yo llegamos hasta la oficina del licenciado Olsen. Trato de poner la mejor de mis ‘máscaras de felicidad’ pero dudo mucho poder sostenerla en todo este rato que estemos con él. Tengo el presentimiento que algo va a salir mal. Espero equivocarme.
-Hola chicos, pasen – el licenciado Olsen nos invita a pasar a su oficina – Veo que se han recuperado casi del todo sus heridas – menciona una vez que estamos dentro de su oficina.
-Si – responde mi hermano, al cual ya le han retirado algunos vendajes, a excepción la de la mano.
El señor Olsen comienza a preguntar otras cosas, las cuales son contestadas por mi hermano. Por mi parte, solo me limito a observar detenidamente el despacho del licenciado, mientras pienso del motivo por el cual nos ha citado, ¿tendrá listo el oficio del Consenso de Tutoría? ¿Mi hermano me odiará aún después de que yo ya no esté aquí? ¿Sebastián podrá perdonarme?
Las dudas comienzan a invadirme lentamente, dudas que en este momento no quisiera ser totalmente consciente de ellas, pero que sin embargo saltan una y otra vez sobre mi cabeza.
-¿Konny? – Doy un bote sobre mi asiento al escuchar la voz del señor Olsen. Parpadeo desconcertado - ¿Estás bien?
Asiento con la cabeza.
-Le decía a Theodore que los cité para hablar sobre los últimos acontecimientos.
-De acuerdo – murmuro
-Me he dado cuenta de algunas cosas – comienza a hablar el señor Olsen – La más importante es que ambos se han perdido el respeto mutuo.
Veo a Teddy hundirse en su asiento.
-No está nada bien. Ya no debe seguir esta situación así.
-No lo haremos – habla mi hermano menor – le he prometido a Konny que ya me portaré mejor y no causaré más problemas. Sé que antes ya había dicho lo mismo, pero… - mi hermano suspira largamente – es algo extraño ¿sabe? Es como si necesitara que alguien me esté castigando, de alguien que me esté regañando o incluso golpeando…
Observo a mi hermano con algo de intriga ¿Cómo es eso que ‘necesita’ que lo maltraten?
-Yo odiaba eso de Spencer... y no entiendo, no sé porqué…
-Creo saber el porqué te sientes así Ted – tanto mi hermano como yo miramos al licenciado, yo más por sorpresa ¿lo ha llamado ‘Ted’? – Tanto tú como tu hermano vivieron en una situación muy delicada al lado de  Spencer. Por ejemplo tú, Ted. Spencer solía tratarte muy mal, te castigaba, regañaba, incluso te golpeaba, estuviste alrededor de tres años viviendo de esa manera que te acostumbraste a esa rutina.
Eso es verdad. Yo también me acostumbré a la asquerosa rutina en la que Spencer me mantenía. En las mañanas con sus malditas felaciones. Durante el día besos y caricias. Y por las noches…
“Olvídalo Konny, olvídalo”. Me sacudo la cabeza.
-Y de la noche a la mañana todo cambió. Ya no más castigos, ni golpes o insultos – continúa el señor Olsen – Ted, es normal que sientas esa ‘necesidad’ de ser maltratado, porque en los últimos años solo había eso en tu vida.
-Es por eso… ¿es por eso que siempre buscaba la manera de provocar a Konny? ¿Por eso lo lastimaba? ¿Para buscar la manera que me castigara o golpeara? – la voz de mi hermano se escucha con angustia.
-Probablemente – afirma el licenciado Olsen.
-¡Soy un enfermo! – deja salir Teddy con lágrimas en los ojos.
-No, no lo eres – le contradice el licenciado – Spencer se aseguró que tanto tú como tu hermano se acostumbraran a su manera de vivir, para que de algún modo esa rutina fuera algo ‘normal’ en su vida.
¡Y vaya que lo logro! O ¿Cómo me puedo explicar que en algún momento me ‘gustaron’ sus malditas violaciones?
“¿No será algo físico? ¿Y tú dices que es ‘disfrute’?” La voz del señor Cooper se cuela a mi mente. Sacudo la cabeza rápidamente.
-Necesitamos que ambos aclaren de una vez algunas cosas – nos dice el señor Olsen – Konny, Ted, ambos necesitan hacer las paces. Necesitan perdonarse mutuamente, pero sobretodo a sí mismos. Si esto no se hace ahora, no lograran dar el segundo paso. El dejar a Spencer atrás.
¿Dejar a Spencer atrás? ¿Cómo demonios se hace eso? en todo momento lo veo, cada maldita cosa me recuerda a él, ni siquiera en mis sueños logro tener un momento de paz.
-Necesito que ambos hablen de lo que más les lastima, de aquello que aún no se han dicho. Es mejor ahora, antes de que suceda algo peor que ese accidente.
Debo admitir que he comenzado a alterarme lentamente. El señor Olsen ha dicho ¿confesar todo? No… no puedo hacer eso.
-Yo… - Mi hermano se estruja las manos – ya no quiero lastimar a mi hermano, ya le he dicho muchas cosas de las que me he arrepentido decirle. Y… tengo miedo que me odie y no me perdone nunca…
Un enorme hueco ha invadido mi estomago al escuchar la confesión de mi hermano. Volteo a verlo, pero él me esquiva la mirada.
-Me dolía mucho que Konny no estuviera conmigo cuando más lo necesitaba. Llegué a odiarlo por no defenderme de Spencer – la voz de Teddy es temblorosa – Se supone que es el hermano mayor, el que me debe de proteger… Pero yo no sabía lo que él pasaba con Spencer. No lo sabía… – Teddy busca mi mirada – Perdóname, Konny.
Observo a Teddy detenidamente. Él también ha sufrido mucho. Y yo no hago más que lamentarme por mí. Me levanto de mi lugar para ponerme frente a mi hermano. Teddy se levanta y antes de que él lo haga, yo lo abrazo a él.
-Te quiero mucho, Teddy.
Y por primera vez, desde que comenzaron los abrazos, puedo sentirlo cálido, reconfortante. Sin duda, un abrazo distinto a los de las últimas dos semanas. Lo extrañaré.
-Yo también te quiero, hermano – me susurra, Teddy – No te olvides de mi, por favor.
Entorno los ojos al escuchar sus últimas palabras. Nos separamos lentamente. Lo observo detenidamente, ¿al caso Teddy sabe lo que tengo planeado hacer? Sí, lo sabe. Lo puedo ver en sus ojos. Sabe lo que tengo planeado hacer… o al menos una parte.
‘Konny, es tu turno’ casi puedo escuchar la voz del licenciado Olsen diciéndolo.
Mi mirada pasa a la del señor Olsen y luego a la de mi hermano.
Entorno los ojos con miedo, ¿hablar de aquello que no nos hemos dicho? ¿Seré capaz de decirle a mi hermano que Spencer abusaba de mí porque me amenazó con hacerle lo mismo a él? ¿Decir en voz alta que tengo miedo que Sebastián me odie por haberme elegido yo? ¿Aceptar que en más de una ocasión ‘disfruté’ de las…? ¿En confesar que solo es cuestión de días para ya no… estar más?
-Yo…
El aire comienza a faltarme, mi corazón palpita demasiado rápido dentro de mí, un enorme nudo invade mi estomago. Comienzo a retroceder mientras niego con la cabeza.
-Konny… - susurra mi hermano al verme llegar a la puerta.
Volteo a ver al licenciado Olsen, luego a Teddy.
-No puedo…
-¿Por qué? – vuelve a susurrar Teddy.
-Lo siento, no puedo…
Salgo de la oficina corriendo.
 
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2 comentarios:

  1. aaaaaaa no se que me duele mas que esperes tanto para una actu o que ya este por acabarse

    ya quiero saber como es el final

    no no llore pero si senti un nudo en el estomago

    creo que es esa es mi forma de llorar jeje

    espero con ansias la actu

    Att:Taeko

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    Respuestas
    1. Jajajaja, siii.
      Normalmente tardo mucho cuando ya esta por terminar una historia T.T ,,, esta en particular me da ''cosita'' terminarla T.T ,,, pero ni modo, ya tengo otra en camino y no me la puedo sacar de la cabeza jajaja XD

      Jaja XD ,, les dije ''probablemente'' lloren u.u

      Sip, prontito estará la actu, creo que este viernes sin falta estará *0*
      Saluditos
      PISLIB n_n

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