Confía en mí.
~Capitulo
Tres~
Afuera llovía fuertemente. Un trueno particularmente fuerte fue el que
hizo sobresaltar en demasía a Blaise Zabini. El chico, aún adormilado, se sentó
en la orilla de su cama. Bostezó con descaro mientras se frotaba la barriga
descubierta. Abrió los ojos justo en el momento en que el cielo relampagueaba
dándole una mejor vista a la habitación.
Observó, pero sin observar realmente, la cama que tenía frente a él, aún
estaba hecha, como si su amigo Theodore no estuviera en ella realmente. Blaise
se encogió de hombros y se desparramó nuevamente en la cama. A cinco segundos
de haber cerrado los ojos algo hizo ‘click’ en su cerebro. Salió de la cama
rápidamente, palpó, con angustia, la cama de Theodore confirmándole sus
sospechas: su amigo no estaba. Buscó al muchacho con la mirada, pero era más
que evidente que su amigo no estaba en esa habitación.
Blaise sintió algo extraño en su interior, lentamente su mirada llegó
hasta la ventana, la cual le mostraba cómo afuera la lluvia caía furiosamente.
—No puede ser…
Sin perder más tiempo salió de la habitación y corrió hacia los jardines
traseros del castillo. En su carrera estuvo a punto de ser descubierto por la
gata de Filch y por Pevees, afortunadamente salió ileso.
Jadeó con cierto alivio y enojo al ver a Theo en el mismo lugar y misma
posición de hace unas horas atrás. La lluvia seguía cayendo furiosamente pero
ésta no impedía al chico ojiazul seguir en su insaciable búsqueda.
El recién llegado comenzó a tiritar de frio, solo entonces se dio cuenta
que vestía solo con el pans del pijama. Se apresuró a ir por su amigo antes de
pescar algún resfriado o algo peor.
—Theo— le llamó a la vez que lo tocaba del brazo.
El aludido dio tal respingo que cayó de espaldas.
Blaise entornó los ojos, Theo tenía las mejillas pálidas, los labios
comenzaban a amoratarse y, al igual que él, tiritaba de frio.
— ¿Cuánto tiempo llevas aquí? —el tono de voz que usó el moreno fue de
reproche.
—No… mu… much… o — un ataque de tos invadió al otro muchacho.
—Entremos.
—¡No! —otro ataque de tos.
—¡Theo!
—Regresa…
—¿Qué buscas?
—Na… na…
Blaise negó con la cabeza y se acercó a su amigo, éste se levantó
rápidamente antes de ser tocado por él.
—Esto está mal — dejó salir Blaise al ver que su amigo no quería ser
ayudado.
Theo no respondió.
—Mañana continúa buscando — le pidió — por hoy es suficiente.
—No.
—No seas… testarudo —la voz del moreno temblaba, se estaba congelando
bajo la lluvia.
—Te… te… estas… cong… conge…
—Tú estás peor… qu… que yo — le interrumpió — entremos.
Blaise se dio la vuelta con la intensión de que su amigo lo siguiera,
sin embargo; éste no se movió de su lugar.
—Enfermándote… solo… retra… retrasará… encontrar lo que sea… que…
buscas…
El ojiazul abrió la boca para protestar, pero un ataque de tos lo volvió
a invadir en esos momentos impidiéndole hablar, Blaise no esperó dos veces, se
acercó a él. Theo dio un paso atrás, estaba por dar otro cuando, sin más, se
desmayó.
Blaise se apresuró a levantarlo mientras la preocupación lo carcomía por
dentro. Lo llevó directo a la enfermería.
—¡Madame Pomfrey!— gritó en cuanto estuvo dentro —¡Madame Pomfrey!
La señora, que tenía su habitación en la parte trasera, salió asustada.
—¿Qué son esos gritos? ¡Por Merlín!
La bruja no perdió más tiempo; en cuanto vio cómo Blaise depositaba a su
amigo en una de las camas comenzó hacer su trabajo.
—¿Qué ocurrió?
Blaise no respondió, su mirada preocupada solo tenía la atención de
Theo, el cual, después de las atenciones de la bruja, dormía plácidamente.
—Estará bien—le consoló la bruja mientras le aplicaba un hechizo a él.
El Slytherin parpadeó sorprendido al verse con la ropa seca.
—Tú también te quedarás aquí por esta noche, será mejor que te pongas el
pijama y descanses — la bruja le señaló la ropa que estaba en la cama de
enseguida de la de Theo.
Blaise obedeció por reflejo ya que no estaba muy consciente de los
movimientos que hacía su cuerpo.
—Bebe esto — la bruja le alcanzó un vaso con una poción revitalizadora.
El aludido se la bebió sin rechistar, y se sintió mejor casi al
instante.
—Ahora a dormir, mañana explicarán porqué estaban a tan altas horas de
la madrugada fuera del castillo.
La bruja se retiró, dejándolos solos. Blaise se plantó frente a la cama
de su amigo y lo observó de manera preocupada.
—Déjame ayudarte, Theo.
*0*0*0*
Ese día era domingo y, a pesar que afuera el clima estaba estupendo,
Neville prefirió quedarse en su habitación. Estaba tumbado en su cama mientras
sus compañeros se preparaban para salir.
— ¿Estás seguro? —le preguntó Dean Thomas.
—Diviértanse — les deseó Neville.
Dean arrastró consigo a Seamus y ambos partieron rumbo a Hogsmeade.
Estando solo en la habitación comenzó a repasar lo que tenía planeado
hacer. Su plan era simple y malévolo, lo había planeado desde las vacaciones
forzadas. Todo había comenzado cuando terminó la guerra, muchas personas
perdieron la vida, tanto de un bando como del otro. Los mortífagos
sobrevivientes fueron juzgados por el Wizengamot y tuvieron su merecida
condena, incluso los alumnos de la casa de Slytherin tuvieron su dosis de
castigo. Neville lo sabía porque había seguido el juicio de cada uno de ellos.
Al león no le pareció bien que el hijo de uno de los mortífagos más
allegados a Voldemort no hubiera obtenido ni siquiera una reprimenda. Eso le
molestó. Sin embargo; lo dejó correr, total, la mayoría de los que apoyaban a
Voldemort ya tenían su castigo.
Dos días después, cambió de opinión. Su abuela murió a mano de un
mortífago prófugo que andaba en sed de venganza contra aquellos que lucharon en
contra de su amo muerto. El odio hacía esos malditos encapuchados encendió la
llama de venganza en Neville.
Longbottom sabía que no podía vengarse directamente del asesino de su
abuela, pero podía causar mucho dolor a los que habían colaborado con el
asesino en la guerra: los Slytherin. Con hambre de venganza planeó su jugada.
Se enfocó en la única persona que no había recibido castigo alguno y, sobre
todo, que tendría cerca. Theodore Nott.
Al regresar a Hogwarts seguramente los Slytherin estarían cansados y
solo desearían paz y tranquilidad. Perfecto. Eso les daría Neville. Él se
aseguraría darles paz, tranquilidad y, sobretodo, confianza. Costaría, sería
difícil pero Neville lo conseguiría. Le tendería una mano amiga, haría que
Theodore Nott confiara en él y en el momento menos esperado lo traicionaría.
Les pagaría con la misma moneda.
Neville había sonreído con autosuficiencia en cuanto su plan estuvo
listo. La venganza era jodidamente placentera. Y, con esos pensamientos, el
Gryffindor se había embarcado hacia Hogwarts.
Longbottom frunció el ceño después de recordar cómo todo había sucedido.
Ya no era el mismo muchacho con hambre de venganza, habían sucedido tantas
cosas desde entonces… La muerte de su abuela lejos de haberle dejado un
sentimiento de superación personal lo llevó a un camino peligroso lleno de
dolor y de odio. Su abuela podría ser
una anciana estricta y derecha, pero en el fondo tenía un buen corazón.
¿Estaría ella de acuerdo con los planes que él tenía en mente?, ¿y sus propios
padres? Probablemente ninguno de ellos estaría de acuerdo, o tal vez sí.
Neville no lo sabría porque ninguno de ellos estaba más. Su abuela fue
asesinada por un mortífago y sus padres fueron torturados hasta la locura por
otro de ellos.
Su hambre de venganza volvió.
¡Un momento! No fue todo culpa de los mortífagos, había gente que aunque
no eran “mortífagos oficiales”, pasaban información al otro bando. Alguien
había dado información revelando el paradero de sus padres. Y ese alguien era
de confianza para ellos y los había traicionado, tal como lo hicieron con los
padres de Harry.
—Tiene que pagar.
Una vocecita resonó en su interior.
“¿Estás dispuesto a convertirte en ese alguien como el que traicionó a tus
padres? y al hacerlo ¿no serás igual o peor que él?”
Neville lo pensó un poco.
A esas alturas su plan ya estaba en marcha. Tenía en su poder algo que
pertenecía al Slytherin, seguramente era aquello que buscaba con tanta
desesperación. Tenía pensado usarlo en algún momento en contra de Nott pero ya
no estaba tan seguro de hacerlo. En muchas ocasiones fue testigo de cómo el
Slytherin se desvivía en buscar ese objeto.
El Gryffindor sacó de su bolsillo una pequeña cadenita de oro que tenía
de dije un pequeño ángel. La escudriñó con la mirada mientras se preguntaba qué
tan importante era ese objeto para aquel Slytherin.
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