jueves, 1 de noviembre de 2012

Capitulo Dos

El efecto de la Luna de queso


--Capítulo Dos--





Una punzada de dolor en su mano derecha le hizo conectarse con la realidad. Abrió los ojos e inmediatamente los cerró a causa de la repentina luz molesta. Dejó pasar unos segundos para volver a intentarlo. Esta vez tuvo más éxito. Sus ojos no reclamaron por la luz.

Con su mirada examinó la habitación en donde se encontraba, la identificó como la enfermería. Enarcó levemente una ceja, ¿Cómo había llegado a ese lugar? A su mente le llegaron un par de imágenes que involucraban a ciertos Gryffindors, Granger y Potter, y las escaleras cambiantes…

Se sentó de golpe, recargándose en sus manos. Un dolorcito molesto proveniente de su mano derecha le asustó en demasía. Entornó los ojos y su corazón comenzó a palpitar a una velocidad inverosímil mientras observaba con temor la mano vendada.

-No… – Musitó sin querer darle crédito a lo que sus ojos veían.

-No te preocupes, tu mano se encuentra perfectamente bien – la voz de la medimaga, madame Pomfrey, se hizo presente en la habitación – la razón por la que se encuentra vendada es por una pomada que le he aplicado.

Theodore frunció el ceño, aún sin dejar de observar su mano.

-¿Sabes en dónde te encuentras? – le interrogó la medimaga mientras comenzaba a revisar sus reflejos oculares.

-En la enfermería.

-¿Qué día es hoy? – continuó preguntando mientras hacía anotaciones en un pergamino.

Theodore no entendía nada, pero aún así contestó.

-Jueves – al ver que la señora esperaba algo más que el día, agregó – veinte de octubre.

-Perfecto – sonrió - ¿Cómo te llamas?

-Theodore Nott.

-Por último, ¿sabes quién soy?

-Madame Pomfrey, medimaga.

-Muy bien, al parecer a usted no le ha pasado nada.

Theodore frunció el ceño.

 -La señorita Granger nos ha dicho cómo fue el accidente. Se encontraban en el tercer piso. Usted y el señor Potter cayeron por las escaleras, rodaron pero ésta se movió y ambos cayeron al vacío.

Theodore rememoró los hechos en su mente. Era curioso que Granger no hubiera confesado que en realidad era culpa suya el hecho que él hubiera caído por las escaleras llevándose a Potter de corbata.  

-Es realmente asombroso que tanto usted como el señor Potter no hayan tenido heridas físicas realmente graves después de haber caído desde semejante altura.

El Slytherin enarcó una ceja. Tener la mano vendada para él no era una buena señal. ¿Y si ya no podía tocar nuevamente el piano? Observó, esta vez preocupado, su mano.    

-Gran parte del cuerpo del señor Potter cayó sobre tu mano – explicó la medimaga, al percatarse de la preocupación del muchacho – Se te ha inflamado, es por eso que le he aplicado la pomada. Tu mano se encuentra bien, Theodore. Podrás seguir tocando el piano.

El Slytherin despegó en automático la mirada de su mano para dirigirla hacia madame Pomfrey. La señora le envió una mirada que él no supo interpretar. Theodore frunció el ceño, desconcertado. ¿La enfermera sabía su secreto?, ¿el profesor Flitwick  había faltado a su palabra y había revelado el trato que mantenían ambos?, ¿Cuántas personas más sabrían sobre ese tema? De pronto, Theodore se sintió traicionado y dolido.

Se imaginó siendo objeto de burla por todos sus compañeros de casa. No era que le importara en realidad, sin embargo; dolería. Tenía demasiado con el rechazo por parte de su padre para sumarle ahora el de sus compañeros de casa.  ¿Blaise, Pansy y Draco también le privarían de su compañía?

Theodore negó con la cabeza. Se sintió avergonzado por sus pensamientos, ¿desde cuándo se comportaba como un maldito Hufflepuff?

-Es mejor que descanses un rato más – le recomendó la medimaga. El Slytherin se sobresaltó, se había olvidado que ella se encontraba frente a él – Mañana te esperan muchas cosas… interesantes.

Más por el cansancio que por otra cosa, Theodore obedeció. En cuanto cerró los ojos, se dejó llevar por los brazos de Morfeo.

Cuando volvió a abrir los ojos se sentía mucho mejor. La mano ya no dolía tanto y su cuerpo no estaba tan adolorido. 

-Buenos días, señor Nott – lo saludó la medimaga con una enorme sonrisa.

Theodore la observó fijamente, tenía el presentimiento que algo extraño ocurría, sobre todo por la mirada tan insistente que la señora le enviaba.

-No tiene contusiones en el cuerpo ni nada que me impida no dejarlo ir a su sala común, aunque me parece que los vendajes de su mano tendrán que esperar dos días más – le dijo mientras revisaba la mano.

Theodore hizo un mohín con la nariz.

-¿Ya me puedo retirar?

-Por supuesto, pero antes lo tengo que llevar a la oficina del director.

El Slytherin entornó los ojos.

-Albus quiere hablar contigo.

A pesar que el tono que usó la señora fue dulce, Theodore tenía la certeza que nada bueno presagiaba esa visita hacia la oficina del director. ¿De qué quería hablar con él el director?, ¿acaso creería que él había causado el accidente?

No tardaron mucho en llegar a la gárgola y mucho menos en subir la escalera de caracol que conducía a la oficina de Dumbledore.

-Los estábamos esperando, adelante – la voz del director no sonaba molesta, pero eso no tranquilizó en nada al muchacho.

Lo que sea que estaba pasando, estaba muy mal. Eso le pareció al Slytherin en cuanto visualizó al jefe de su casa, Severus Snape, presente en la oficina.

-No te preocupes, muchacho. No estás en problemas – le dijo el director – Estas aquí porque requerimos de tu ayuda.

Theodore frunció el ceño ligeramente.

-Siéntate, por favor – le indicó la silla de enfrente, el aludido obedeció rápidamente – Como ya le ha informado madame Pomfrey, usted y el joven Potter tuvieron un accidente. Afortunadamente usted salió ileso en todos los aspectos.

Theodore enarcó una ceja. ¿Por qué todos le decían que no había nada de preocuparse cuando era más que evidente que sí debía? Su mano estaba vendada. Y él estaba ahí en la oficina del director. Si eso era ‘estar bien’, no podía entender el concepto de ellos del ‘estar mal’.

-Sin embargo; no puedo decir lo mismo del señor Potter – continuó con la explicación el director – Harry Potter ha sufrido severos daños en la memoria. Al parecer es presa de un trastorno llamado “Daltonismo Vincular”, mejor conocido como El efecto de la Luna de queso.  Un mote gracioso debo decir y… - Severus carraspeó levemente – Emh, si, como iba diciendo, Harry es presa de este trastorno. Joven Nott, ¿tiene idea en qué consiste?

Theodore recordaba que había leído algo al respecto hace tiempo atrás.

-Tengo entendido que la persona que padece de Daltonismo Vincular tiene problemas para relacionar a las personas con sus nombres verdaderos. Recuerda nombres, hechos, acciones, pero las relaciona con personas equivocadas…

-En pocas palabras, confunde a las personas – aclaró el director – Me parece perfecto que estés al tanto de este trastorno, Theodore.

El aludido asintió levemente. Tenía la sospecha que en cualquier momento Dumbledore le daría una mala noticia.

-Ya que estás informado sobre este tema, también estarás al tanto que se recomienda que a las personas que padecen de este trastorno es mejor no contradecirlas, ya que una ligera insinuación de su error podría causarles severos daños en su memoria. ¿O me equivoco madame Pomfrey?
La señora negó con la cabeza.
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Aclaraciones:

El término “Daltonismo Vincular” lo escuché en el programa argentino “Atracción x4”. Y de ahí la idea de que Harry confunda a todo el mundo. Pero solo eso he tomado del término, lo demás es de mi autoría

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