lunes, 14 de enero de 2013

Capitulo Cuatro


El efecto de la Luna de queso


~Capitulo Cuatro~

A pesar que estaba cansado, no podía dormir. Su mente maquinaba planes para poder librarse de Potter y sin acabar terminándolo siendo Malfoy. Quizás fuera suficiente si le decía al Gryffindor que no podía estar con él por un tiempo con la excusa de los exámenes. No terminaba con él y tampoco habría cercanía en ambos. Potter, Malfoy  y, sobre todo, él estarían tranquilos.
-Sí… - murmuró, satisfecho por su plan.
Toda esa situación la estaba tomando como un reto, a él le encantaban los retos y éste era uno muy difícil que sin duda superaría. Ya no saldría corriendo como en esa tarde. No. Esta vez lo haría mejor. ¡Por Salazar! Era una serpiente. Un Slytherin. Y se comportaría como tal.
Sonrió de lado.
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Cuando llegó al Gran Comedor le extrañó no ver a Pansy y a Blaise en sus respectivos lugares. Le restó importancia, seguramente sus dos amigos habían ido a esos lugares donde acostumbraban a pasar sus ratos libres, no sería la primera vez que se saltaran alguna comida para estar a solas.
Se estaba sirviendo jugo de arándano cuando Granger y Weasley se sentaron frente a él. Theodore frunció el ceño.
-¡Hola! – saludó nerviosamente la muchacha. El pelirrojo gruñó – Harry cree que nosotros somos… Pansy Parkinson y Blaise Zabini.
Theodore desvió su mirada hacia la mesa de los leones, a un lado de Potter (quien le saludó con un movimiento de mano) estaban sus amigos. Pansy comía tranquilamente mientras que Blaise fulminaba con la mirada a todo aquel le enviara miradas extrañas.
El Slytherin se percató que sus amigos no eran los únicos que habían cambiado de lugar, y aunque la mayoría de los alumnos estaban en sus lugares de siempre, la minoría estaban ocupando lugares diferentes.
-Dumbledore cree que es mejor comportarnos como Harry cree quienes somos – explicó Hermione, aunque eso Theodore ya lo había deducido en cuanto tuvo aquella conversación con el anciano director – mientras Harry cree que somos Slytherin, tendremos que evitar la sala común.
-Tú al menos la sala común, yo debo agregar la habitación – el pelirrojo se volvió hacia Theodore – me voy a mudar a la habitación de Zabini.
Nott frunció el ceño. ¿Weasley le estaba aclarando u ordenado?
-Te ha tocado la parte más difícil, ¿cierto? – Hermione lo miró a los ojos, el Slytherin no supo cómo interpretar esa mirada – ojalá todo esto se resuelva lo más pronto posible.
-Sí, yo también – aportó Ron – además…
Theodore se levantó de la mesa. Tanta charla lo estaba mareando. ¿Todos los Gryffindors hablaban mucho? ¡Por Salazar! Ni siquiera en las comidas no les paraba la boca.
*0*0*0*
Tuti fruti
Theodore sonrió levemente. A unos cuantos metros de él se encontraba Luna. La muchacha alimentaba a los Thestrals mientras sus pies descalzos tocaban el húmedo césped.
El Slytherin se encontraba tras un árbol, espiándola. Emh… observándola discretamente a distancia. Le encantaba verla sin perturbar sus pasatiempos. Una vez satisfechas sus ansias de verla por cinco minutos al día, Theodore se dirigió hacia el castillo.
Las manos en los bolsillos y su caminar despreocupado lo hacían lucir misterioso. Siempre tan serio y solitario… El Slytherin amaba su independencia, no necesitaba estar todo el tiempo rodeado de gente como los demás alumnos, prefería pasar su tiempo pensando en lo que vendría. Por ejemplo, si en algún momento le diría a Luna lo que sentía por ella o en la música…
Siguió caminando hasta llegar a uno de sus tantos lugares favoritos. En total había cuatro lugares en donde le agradaba pasar parte de su tiempo libre. La torre de astronomía, cerca de un pequeño claro dentro del bosque prohibido, el aula secreta de música y ese lugar. Ese que está detrás de unos matorrales de los jardines traseros.
Todos los alumnos tenían conocimientos de estos lugares, pero ninguno reparaba en éstos. Ellos tan… ordinarios que frecuentaban lugares populares, tan predecibles. Por supuesto, Theodore no era como los demás, por lo tanto visitaba lugares orillados y solitarios, tal como él se sentía en ocasiones.
Se dejó caer y sacó de su túnica su libro de notas, una pluma y un pequeño tintero. A donde quiera que fuera siempre llevaba consigo esas tres cosas, aprovechaba todo momento para escribir su música y después solía ir al cuarto piso, en donde se encontraba el aula secreta de música, donde solía dar lo últimos ajustes a su música.
Observó su mano vendada, esperaba que madame Pomfrey no se equivocara y que esas vendas se las quitara al día siguiente. ¿Cuánto podría pesar el flacucho de Potter para dejarle semejante secuela? Se sacudió la cabeza. Abrió el libro de notas y en cuanto la pluma tocó el papel, Theodore escuchó un ruido cerca de él, giró a su derecha pero no vio a nadie, se encogió de hombros y volvió a su libro de notas.
-¡Qué extraño verte en este lugar! – la voz de Potter se coló hasta su mente haciéndolo sobresaltar.
-¡Qué demonios…! – no era muy dado en él reaccionar violentamente, pero dadas las circunstancias no pudo evitar hacerlo.
-No sabía que conocías este lugar – Harry lo miró fijamente – en realidad no sabía que frecuentabas este lugar y… ¿Qué escribes?
Theodore cerró y alejó rápidamente el libro de las manos del león.
-¡Por Merlín! – exclamó asustado el Gryffindor - ¿Cuándo te lastimaste la mano?, ¿fue en el accidente?, ¿te duele?
El Gryffindor se acercó a Theodore, quien de un salto se levantó, ¿acaso Potter no conocía el espacio personal? Al parecer no.
-Potter, tenemos que hablar – anunció el Slytherin, guardando sus cosas nuevamente.
-¿Potter? – Harry arrugó la nariz – ¿estás enojado conmigo? Es la segunda vez que me llamas así en las últimas horas y…
Theodore no supo qué contestar. Lo observó atentamente mientras su mente repasaba las conversaciones que había mantenido con Malfoy y que el chico que estaba frente a él fuera el tema de conversación. No encontró ninguna, salvo una y el aludido fue nombrado así, ‘Potter’. Ni idea de cómo demonios lo llamara en la intimidad.
-¿Harry? – tentó, no muy seguro. El ojiverde le sonrió ampliamente. Una cosa al menos ya se había resuelto.
-Hablemos en otro sitio – pidió el Gryffindor. Theodore frunció el ceño – este sitio es… ya sabes – Theodore enarcó una ceja, la verdad era que no tenía idea de lo que le trataba de decir el muchacho – no tardará en llegar él.
-¿Él? – el Slytherin se forzó por tratar de darle sentido a lo que Potter le estaba diciendo, pero al parecer el muchacho hablaba en acertijos. ¿Él?, ¿Quién demonios era ‘él’? El único que visitaba ese lugar, o eso creía, era él mismo, ¿alguien más visitaba su lugar favorito? - ¿Quién es ‘él? – interrogó, enojado.
-No quiero que te enojes conmigo – confesó el león. Theodore frunció el ceño – de acuerdo te lo diré, pero que conste que tú me lo has pedido. ‘Él’ es… ¿seguro quieres que diga su nombre?
Theodore hizo acopio de la poca paciencia que le quedaba, en verdad que ese Gryffindor lo hacía sacar de sus casillas.
-Theodore Nott – susurró.
El Slytherin se quedó de una pieza. ¿Potter sabía que él acostumbraba ir a ese lugar?
-Te has enojado.
Nueva pregunta, ¿Por qué Malfoy se enojaría?
-¿Cómo sabes que acos… que Nott pasa tiempo en este lugar?
-No empieces, Draco – Nott se sorprendió al ver la expresión triste del león – No quiero volver a discutir contigo por él, ya te expliqué cómo son las cosas, yo…
¿Volver a discutir por… él?, ¿Qué demonios ocurría ahí?, ¿Por qué…?
Harry se abalanzó sobre él, tomándolo por sorpresa, ambos cayeron al suelo. El ojiverde quedó encima de Theodore, éste estaba aturdido. Ya había perdido la cuenta de las veces que Potter lo tomaba por sorpresa, definitivamente ese Gryffindor lo estaba distrayendo más de la cuenta.
-Por favor, no te enojes – Harry le envió una mirada que Theodore no supo cómo interpretar – me gustan tus ojos, ¿lo sabías?
Theodore frunció ligeramente el ceño.
-No, no lo sabía – ambos entornaron los ojos al escuchar una tercera voz arriba de ellos.
-¡Malfoy!
-¡Nott!

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