Confía en mí.
~Capitulo
Once~
Muy entrada la madrugada, Draco y Astoria se habían quedado dormidos en
el sofá mientras conversaban. Pansy y Daphne habían comenzado una partida de
ajedrez mágico, pero la morena, sospechosamente, se había quedado dormida antes
de que la rubia le hiciera jaque mate.
Blaise y Theo eran las únicas que no dormían, ambos conversaban sobre
las bromas que le hacían, o mejor dicho, las bromas que Blaise le hacía a Draco
cuando eran pequeños.
—Eran buenos tiempos — dejó salir el moreno — ajenos a lo que nos
vendría después.
—Tal vez éramos nosotros los que no queríamos saber lo que vendría
después.
Blaise suspiró.
—Te tengo un regalo — confesó después de un rato. Le extendió a su amigo
una cajita de madera.
Theodore frunció el ceño.
—Ábrela.
El aludido obedeció. Theodore entornó los ojos al reconocer la cadenita
de su madre, la sacó de la caja para observarla mejor. Efectivamente, era la
genuina.
— ¿Cómo…?
—Weasley — explicó Blaise — Ella fue mi visita inesperada. Créeme que
fui yo el más sorprendido cuando apareció en mi casa.
—La arrojó al lago — dejó salir Theodore, tratando de darle una
explicación lógica a todo aquello.
—Fue una copia que hizo con no sé qué de ‘sortilegios Weasley’, el caso
es que ella quería hacer todo lo que hizo en el lago con la copia. Ella quería
verte… tú sabes.
—No entiendo — dejó salir confuso Theodore — hizo una copia y montó todo
para hacerme pagar, pudo haberlo hecho con la genuina pero no lo hizo. ¿Por
qué?
—Son Gryffindors, es mejor no entenderlos.
— ¿Por qué la devolvió?
—“Yo también conozco el sentimiento de pérdida. Dile que lo siento.” Fue
lo que me dijo antes de entregarme la cajita.
— ¿Solo así? — Theodore frunció el ceño. Estaba realmente desconcertado.
Blaise se encogió de hombros — No sé qué decir, ¿debería agradecerle?
—Eso sería extraño, Theo — confesó Blaise — es mejor así, creo que hemos
hecho que ambas casas hagan las paces.
Theodore sonrió. Blaise le quitó la cadenita de las manos y se la puso
en el cuello.
—Sé porqué no quieres que seamos novios — el moreno lo vio fijamente a
los ojos — me costó trabajo averiguarlo.
—Entonces no es necesario tener esta conversación — advirtió el ojiazul,
antes de que la conversación avanzara hacia rumbos peligrosos.
—No me importa lo que suceda, quiero intentarlo — confesó el moreno.
—No — atajó Theodore — si sabes el porqué no quiero que eso pase,
entonces no es necesario advertirte que todo lo que se me acerca termina
muerto.
—Y tú debes saber que cualquier persona que se una íntimamente con algún
miembro de la familia Zabini termina muriendo misteriosamente — Theodore abrió
la boca pero luego la cerró. Frunció el ceño — estadísticamente estamos en
cincuenta y cincuenta. Estamos destinados Theodore, no le des mas vuelta al
asunto. O nos morimos en el intento o rompemos la maldición — le sonrió.
— ¿Estás seguro?
—Sobre las estadísticas no —
confesó el moreno — pero… si te arriesgas a morir misteriosamente por estar conmigo,
yo me arriesgo a morir por estar a tu lado.
—Eso no sonó tan conciliador — el ojiazul lo observó atentamente.
—Y es lo más romántico que escucharás de mi.
Theodore se mordió el labio inferior. Planteado de la forma en que
Blaise se lo dijo, tal vez las cosas funcionaria entre ellos.
— ¿Entonces?
Theodore se acercó a él y le dio un casto beso en los labios.
—Supongo que es un sí.
—Sí.
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