miércoles, 25 de septiembre de 2013

capitulo diecinueve

El efecto de la Luna de queso



**Capítulo Diecinueve**


-Puedo explicarlo – suplicó el gryffindor.

-¿Si? Suerte con eso – el ojiazul lo alejó de su lado con un empujón, se dirigió hacia la puerta.

-De aquí nadie saldrá – Malfoy se plantó en la puerta.

-Theodore no tiene la culpa, Draco – explicó el león – yo fui el que mintió.

-Eso no es verdad – contradijo el rubio – Él lo sabía todo – enseñó la pluma de nota y la rompió frente a ellos.

-¡No! – gritó el ojiverde, demasiado tarde.

El rubio desafió con la mirada a su compañero de casa, pero éste ni siquiera se veía perturbado.

-Querías a tu novio de vuelta, ahí lo tienes – Nott salió de la habitación.

-¡Espera Theodore! – llamó inútilmente, Harry.

-Esto no se quedará así – advirtió Malfoy.

El rubio salió del cuarto, seguido de Harry, quien se quedó de pie mirando alternativamente a ambos lados. Tenía que disculparse con los dos, pero en esos momentos solo tenía oportunidad de hacerlo con uno.

-¡Espera! – Se plantó frente a él – lo siento… en verdad… lo siento… - jadeó por la falta de aire.

-¿Desde cuándo? – gruñó el slytherin.

-¿Cómo? – el ojiverde parpadeó perplejo.

-Desde cuando has recuperado la memoria.

Harry se mordió el labio inferior, observó al muchacho detenidamente, no le gustó que lo viera con odio. Aunque en el fondo sabía que se lo merecía.

-¡Desde cuando! – gritó. Harry esquivó la mirada.

-Desde el día en que me dijiste que no eras Draco, volví al cuarto de piano en la noche para pedirte disculpas y… tú estabas tocando esa hermosa melodía. Esa que había escuchado dos años atrás… en este mismo lugar…

El gryffindor alzó la mirada, se encontró con una llena de odio.

-Lo siento… yo solo…

Theodore negó con la cabeza y sin decir más… salió de ahí.

*0*0*0*0*0*

Algunos alumnos entraron rápidamente al castillo, las nubes cargadas de agua, los relámpagos, el viento y los truenos les advirtieron que no tardaría en llegar una tormenta.

A Theodore no le importó. Se fue directamente hacia el jardín trasero y se sentó detrás de aquellos matorrales en donde solía hacerlo. Gotas de lluvia comenzaron a caer a su alrededor, nuevamente no le importó. Se sentía tan sucio, tan… utilizado. Una de las razones por las que no se relacionaba con los demás era para no salir lastimado, conocía la crueldad de las personas por ser hijo de un ex mortífago. Sabía que el asunto de  Potter no acabaría muy bien, tenía el presentimiento que el gryffindor tarde o temprano lograría hacer que confiara solo un poco en él, y justo ese gesto, ese pequeño error le había costado muy caro.

¿Cómo pudo no haberse dado cuenta que Potter lo estaba engañando? ¡Un momento! Theodore lo sabía, hubo muchas señales, muchas cosas en donde él pudo haberlo deducido  fácilmente, pero prefirió no hacerlo. No quiso verlo, ¿Por qué?

La lluvia caía sin piedad sobre él, el jardín estaba en penumbras cuando decidió regresar a su sala común. Solo quería llegar a su habitación y encerrarse en su cama y dormir, dormir, dormir…

Guardar todo eso que estaba sintiendo en el fondo de su ser como solía hacerlo cuando algo le molestaba. Enterrar el maldito hormigueo, esconder el molesto dolor de su pecho y olvidar que alguna vez sintió “empatía” por Potter.

Sin quitarse el exceso de agua, Theodore entró a la sala común. En cuanto puso un pie dentro fue el centro de atención. La mayoría se reía de él señalándolo sin pudor alguno, otros le enviaban miradas de indiferencia y asco; otro tanto simplemente lo ignoraron no sin antes fulminarlo con la mirada o reírse de él.

-¿Te gusta el decorado, Nott? – Malfoy le estampó un pedazo de pergamino en el pecho.

Theodore leyó el pergamino, sus ojos se agrandaron de la sorpresa. Su mirada recorrió la sala común, había más pergaminos pegados en las paredes, algunos tirados en el suelo y otros tantos en las manos de los demás alumnos.

El slytherin vio directamente a los ojos del rubio, quien no dejaba de sonreír altivamente.

-Te lo advertí.

El castaño retrocedió lentamente hasta llegar a la salida, dejando caer en el trayecto el pergamino que recitaba; “Theodore Nott, el chico pianista”, había una fotografía de él al lado del profesor Flitwick, revelando así que el muchacho era quien  escribía las canciones del coro.

Theodore corrió al único lugar que podría darle consuelo. El cuarto de piano. Ya no era tan secreto pero mantenía la esperanza que al menos ese día el karma no hiciera de las suyas y lo dejara estar solo.

Y así lo encontró.

En cuanto estuvo dentro dio un grito de impotencia, dio una patada a la pared cercana, después un puñetazo. Recargó su frente en la pared mientras un profundo dolor invadía su ser. Nunca se había sentido de esa manera. Un enorme hueco en el estómago hacía presión junto con el gigantesco nudo en su pecho. Ambos presionaban y dolía. ¡Por Salazar que dolía!

Se giró, recargando su espalda en la pared, se deslizó lentamente hasta quedar sentado. Hundió su cara en sus brazos mientras éstos descansaban en sus rodillas. No supo exactamente en qué momento había comenzado a llorar. Solo sabía que toda esa situación le superaba y dolía. Dolía como nunca había dolido algo en su vida.



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