lunes, 23 de septiembre de 2013

capitulo dieciocho

El efecto de la Luna de queso




**Capítulo dieciocho**




Por primera vez en su vida, los minutos se le hicieron eternos, esa fue la hora más larga en la que había vivido y no entendía el motivo, de hecho la lista de “cosas que no entendía” se extendía cada vez más. Lo curioso era que todo era con respecto a Potter.

-¡Hola! – Saludó el gryffindor – creí que no vendrías.

El slytherin se encogió de hombros. Si se hubiera ido del lugar probablemente no hubiera regresado. Y lo habría hecho de no ser por Malfoy.

-¿Vamos? – Harry invitó, Theodore asintió.

Se dirigieron hacia el bosque prohibido. A Nott no le sorprendió que el león lo quisiera llevar a ese lugar, después de todo los alumnos hacían caso omiso de las advertencias del director. Mientras se adentraban cada vez más, el slytherin recordó que en una ocasión él y Potter habían coincidido en ese lugar varios años atrás. Y si su memoria no fallaba…

-Aquí es – era el mismo lugar al que Harry lo había llevado en esos momentos.

Era un pequeño claro que se encontraba en el lado este del bosque prohibido. Theodore lo miró desconcertado. ¿Potter lucía nervioso o era su imaginación? ¿Por qué precisamente a ese lugar lo había llevado?

-Lo descubrí hace unos años mientras vagaba, aunque en esa ocasión fue sin querer y con… - carraspeó nervioso – tuve que regresar y recordar mi pasos para poder encontrarlo nuevamente.

-Yo… conozco este lugar – musitó el ojiazul.

-Entonces… adiós sorpresa – sonrió nerviosamente.

Ambos decidieron sentarse al pie de un enorme árbol. Observaron a los pájaros volar alrededor de las copas de los árboles, algunos bajaban hasta el claro para refrescarse un poco.

-Es… hermoso este lugar, ¿cierto?

-Lo es – reconoció el muchacho, no por nada lo estaba considerando como uno de sus tantos lugares favoritos.

-Me alegra estar aquí contigo – confesó Harry, viéndolo fijamente, sonrojándose ligeramente.

-A mí también – le respondió, sin embargo, Theodore no despegó la mirada del claro.

-Lamento haber sido una molestia las últimas semanas.

-En realidad… - esta vez, Theodore lo vio fijamente – en realidad no lo fuiste del todo.

Harry asintió, con una ligera sonrisa. Se le veía nervioso.

-Puedo… ¿puedo darte un beso? – Theodore se sorprendió. Eso era nuevo, Potter no solía pedir permiso para hacer las cosas, simplemente las hacía.

-Si… - una voz extraña salió del slytherin.

Harry se acercó lentamente. Theodore lo podía ver llegar. El hormigueo se intensificó y la taquicardia, que hasta ese momento era un síntoma nuevo, se unió. El slytherin cerró los ojos en cuanto sintió los labios de Potter sobre los suyos. Comenzaron con suaves movimientos, reconociéndose o tal vez conociéndose, no lo sabía. Era la primera vez que se besaban de esa manera. Tan suave, tierna… tímidamente. Se separaron lentamente.

Ambos se observaron fijamente. Y sin pensarlo mucho, y por primera vez, fue Theodore quien regresó el beso. Por única ocasión, el castaño disfrutaba de Potter, ese beso junto con el hormigueo y esa nueva sensación en su pecho solo hacía querer besar más y no despegarse del gryffindor.

*0*0*0*0*

El camino de regreso lo hicieron lo más lento posible, como si ambos en verdad no quisieran regresar, pero lo inevitable llegó y pronto se vieron en los jardines del colegio.

-Llegamos – anunció, desilusionado, Potter.

-Sí – susurró Theodore.

-¿Puedo pedirte una última cosa?

-Pareciera que te estas despidiendo, ¿Vas a algún lado, Potter?

-¿Dos cosas? – Corrigió – no, no voy a ningún lado… pero Dumbledore dice que mañana me hará la última prueba y pueda que algo no salga bien y…

-De acuerdo, ¿Cuáles son esas dos cosas?

-¿Puedes llamarme Harry otra vez?

-Puedo hacerlo.

El gryffindor sonrió.

-¿Y la segunda cosa? – el león se mordió el labio inferior.

-Me podrías tocar una canción en el piano.

Theodore lo escudriñó con la mirada por un largo tiempo.

-De acuerdo – respondió al fin.

-Está bien, entiendo que no quieras porque… ¿has dicho “de acuerdo”?

El slytherin asintió.

-Gracias – el ojiverde sonrió.

Ambos se dirigieron hacia el cuarto piso en donde se encontraba el piano. El slytherin se dirigió hacia el instrumento, invitó a Potter a sentarse a su lado.

Theodore se decidió a tocar la canción que su madre le enseñó. Pasó su mano izquierda sobre el teclado y en cuestión de segundos sus manos comenzaron a reproducir la melodía.

Harry lo observó detenidamente, el slytherin tenía esa mirada y esa sonrisa que solo le había visto en muy contadas ocasiones y le gustaba. Nunca se cansaría de ver esa expresión en él. Theodore se sentía feliz. Y era poco decir. Nunca había tocado para nadie, salvo para su madre cuando era pequeño. Esa era la primera vez que tocaba frente a alguien y por alguna extraña razón se alegraba que fuera con Potter.

Cuando dejó de tocar, observó fijamente al muchacho.

-Tocas increíble – confesó el ojiverde.

-Gracias… Harry – el aludido sonrió.

-Esa canción es hermosa.

-Me la enseñó mi madre – sus palabras salieron por sí solas.

-¿Ella también toca el piano? – “Tocaba” se abstuvo de decir. Recordándose que él era Draco para el muchacho de al lado. Y entonces se percató que el ojiverde en ningún momento lo había llamado así desde… ¿desde cuándo?

-Sí – respondió incómodo. Se levantó rápidamente.

Un dolor en el pecho comenzó a sofocarlo.

-¿Ocurre algo? – preguntó Harry, alarmado.

-No.

El gryffindor se puso frente a él. Theodore parpadeó un par de veces.

-Te amo – confesó Harry.

De pronto el lugar le pareció reducirse cada vez más, Theodore se sintió claustrofóbico. “Se lo dice a Malfoy”, se repitió varias veces y lejos de tranquilizarlo le dolió.

Empujó ligeramente a Potter y se dirigió hacia el otro extremo de la habitación, se talló la cara con sus manos, ¿Qué demonios le estaba pasando? Potter ya le había dicho eso antes y no parecía molestarle, ¿Por qué ahora sí?

-¿Estás bien? – Harry se preocupó.

-No, emh, sí – se enredó con las palabras. Tratando de regular su respiración.

-¿Seguro?

-Sí – el slytherin se irguió lentamente – sí – le respondió más tranquilo.

Harry exhaló aliviado.

- Theodore, me has dado un susto.

El aludido agrandó los ojos, encaró a Potter.

-¿Qué has dicho? – frunció el ceño.

-Que me has dado un susto – repitió.

-Antes de eso.

-Que si estabas bien – Harry fue quien frunció el ceño esta vez.

-No. Me has llamado por mi nombre – en Theodore comenzaba a reflejarse el enojo.

-No recuerdo haber dicho “Draco” – el gryffindor comenzaba a ponerse nervioso.

-Exacto, porque me has llamado “Theodore”.

-No – lo negó rotundamente.

-Lo has hecho – Theodore repasó en su mente los últimos momentos y cada cosa parecía encajar. El claro, la música, la omisión del nombre del rubio…

-No, yo no…

-¡Has estado burlándote de mí! – lo fulminó con la mirada.

-¡No, no es eso!

-¿Te divertiste, Potter?

-Theodore, yo… lo siento, yo…

El slytherin estaba enojado, fulminaba con la mirada al gryffindor quien lo miraba de manera suplicante.

-Theodore… yo…

-¡Lo sabía! – una voz conocida invadió el lugar.

-Draco… - murmuró Harry.

-Sabía que ambos se estaban burlando de mi – salpicó, mostrándoles la pluma de notas que Harry le había regalado a Theodore en su supuesto aniversario.

Ambos muchachos veían al rubio jugueteando con la pluma.

-Se ha cumplido tu deseo –  Draco se dirigió hacia el ojiverde. 



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