**Capítulo Quince**
Toda
la noche la pasó en esa habitación. Theodore continuaba tocando el piano. El
mantener los ojos cerrados lo relajaba aún más. Se centró en la melodía,
tratando de recordarla, de guardarla en su memoria.
-¡Wow!
¡Tocas increíble!
La
melodía se vio interrumpida con un sonido hueco cuando Theodore dejó caer sus
dedos pesadamente. Abrió los ojos rápidamente.
-¡¿Qué
demonios haces aquí?! – gritó, encarando al intruso.
-No
sabía que existía esta habitación – Potter recorrió con su mirada el lugar -
¿es tuyo?
Antes
que Harry llegara hasta el piano, Theodore se interpuso.
-¿Qué
demonios haces aquí? – el Slytherin lo fulminaba con la mirada, el enojo lo
invadía cada vez más.
-¿Qué
ocurre, Draco?
-¡Maldita
sea! – Theodore lo empujó y salió del cuarto dejando al ojiverde desconcertado.
El
Slytherin se encaminó hacia las afueras del castillo con pasos presurosos. No
le importó empujar, gritar o gruñir al alumno que se le cruzara en su camino.
Más de uno le reclamó pero él los ignoró. Theodore sentía que cada segundo que
pasaba estaba por llegar a su límite.
Pudo
haber soportado casi todo de Potter, incluso el maldito beso de las buenas
noches, pero no lo de segundos atrás. Su música era lo más preciado y privado
en su vida. Era su secreto, la única
conexión que tenía con su madre. Esa era una de las razones que aún se mantenía
en el anonimato en el coro. La música le había ayudado de muchas formas en
demasiadas ocasiones. Y ese cuarto era su refugio, el único lugar en el cual él
podía “escapar” de los demás. Sin embargo, ya no lo era más. Potter lo había
estropeado todo. Ya no había lugar libre de Potter.
Se
detuvo por falta de aire, hasta en ese momento se dio cuenta que aún estaba
corriendo. Se dobló por la espalda para recuperar aire, descansando sus manos
en las rodillas. Levantó su rostro rápidamente al percibir un aroma bastante
familiar...
-¿Qué…?
Frente
a él, a escasos metros de distancia, estaba Luna Lovegood tomada de la mano de
Zacharias Smith.
“Mientras la serpiente te acecha, el león sacará a el
águila que le pertenecerá al tejón”.
Las
palabras de Trelawney se le vinieron a la mente.
El
Slytherin no pudo despegar la mirada por más que quiso, sentía un vacío en su
estómago, uno que no tenía nada que ver con la reciente corrida.
-¿Puedes
creerlo? La lunática Lovegood está
saliendo con Smith – Theodore escuchó a una gryffindor.
-Creo
que Smith perdió una apuesta o algo por el estilo, solo así estaría saliendo
con ella – la amiga de la gryffindor se burló.
El
ojiazul siguió con la mirada a la parejita, que a cada paso que daban, se
adentraban al bosque prohibido.
-“…el
águila que le pertenecerá al tajón” – murmuró.
Cerró
los ojos unos segundos, sacudió su cabeza. Los abrió dando un leve suspiro.
Theodore supo algo: las cosas solo empeorarían.
*0*0*0*0*
Sin
pensarlo mucho, se dirigió directamente hacia la oficina del director. No podía
seguir con eso. Las cosas le habían superado. Comenzaba tener sentimientos que
ni él mismo entendía. Solo quería tener de vuelta su vida, aunque le sonó
demasiado dramático y nada que ver con algo que ni él mismo diría en sus más
profundos sueños… así lo hizo. Tal cual, al director.
-Por
supuesto, es de esperarse – respondió Dumbledore tan calmando como siempre –
fue muy egoísta de mi parte al pedirte tal cosa, comprendo cómo te sientes, sin
embargo me diste tu palabra, además el
señor Potter…
-Ya
fue suficiente de él – y sin más el muchacho salió de la oficina.
Necesitaba
calmarse, se dirigió hacia un pasillo solitario cerca de las mazmorras. Una vez
sentado y más o menos controlado, sacó su libro de notas y la pluma especial.
-Draco…
-Déjame
solo – advirtió, levantándose. Lo último que quería en esos momentos era
escuchar al responsable de todo.
-Escúchame…
-¿Qué
parte de “solo” no entiendes, Potter?
– Theodore se le enfrentó.
-¿Qué
ocurre contigo, Draco?
-¡ESO!
– lo empujó - ¡No-soy-DRACO! – cada palabra fue acompañada con un empujón.
Theodore
estaba tan fuera de sí que no le importó que la pluma de notas se rompiera en
el proceso. Se fue del pasillo, sin importarle dejar a Harry desconcertado, ni
la otra mitad de la pluma de notas.
Solo
había una cosa que podía controlar a Theodore y mantener la mayoría de sus
emociones en su lugar. La música. Específicamente la melodía que le había
enseñado su madre. Solo esperaba, y en verdad deseaba que así fuera, que Potter no lo siguiera, que lo dejara en
paz. Llegó al cuarto y se dirigió hacia el anhelante piano.
Mientras
tocaba, el recuerdo de su madre viajó hasta su mente. Theodore sonrió. Comenzó
a ordenar sus pensamientos, a dar explicación, justificación o lo que fuera a
su comportamiento. Sabía que lo que había pasado tenía una explicación lógica.
Theodore
siempre se había caracterizado por ser una persona discreta y la mayor parte
del tiempo era ignorado por todos los alumnos (sobre todo por aquellos que no
pertenecían a Slytherin). Él era independiente, demasiado. Le agradaba su
soledad tanto como la compañía de Blaise y Pansy. Se regocijaba intensamente al
escuchar sus melodías siendo interpretadas por terceras personas y éstas
preguntándose quién sería el autor original. Le enorgullecía el no ser
reconocido, el que no repararan en él, del que nadie se preocupara, del que a
nadie le importara. Porque para él, su círculo de personas importantes se
limitaba a Pansy y Blaise, tal vez su padre (sino insistiera tanto en alabar a
un mago desquiciado y hacerle seguir sus pasos) y… posiblemente Luna. Y de la
noche a la mañana… o mejor dicho de una caída de escalera, todo eso que era él,
se había ido al demonio. TODO.
Su
música. Su secreto también se había ido al demonio, porque entre todas las
cosas que había en ese castillo, lo único (a su parecer) que valía la pena era
ese piano abandonado del cuarto piso. Él se había encargado de darle
mantenimiento, de hacerlo nuevamente útil. De hacerlo reproducir música.
Su
madre, tan hermosa y sabia, le había heredado algo tan precioso y preciado que Theodore sabía que
jamás se aburriría de tanto placer. Se dejó deleitar con tan suave armonía que
casi podía sentir que su madre estaba a su lado, acompañándolo.
El
muchacho estaba tan centrado en lo que hacía que esta vez no se dio cuenta que
alguien más estaba en ese cuarto. Potter estaba en el marco de la puerta, escuchando.
Se había quedado tan preocupado por su novio que lo siguió. Sin embargo, al
escuchar las primeras partituras de la melodía se quedó paralizado. No solo
escuchó… reconoció la melodía. Sabía
de ésta porque ya la había escuchado en otro momento. Y sabía exactamente quién la había estado interpretando.
-No
puede ser… - Harry retrocedió lentamente sin poder creer lo que veía y
escuchaba – No puede ser… - sintió una punzada en la cabeza, en su pecho, en su
corazón. Se sostuvo de la pared sujetando fuertemente su cabeza. Se acercó
lentamente al marco de la puerta, centrando su mirada en el ojiazul, quien
seguía tocando el piano con los ojos cerrados y una sonrisa de lado -
¿Theodore?
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