martes, 17 de septiembre de 2013

capitulo quince

El efecto de la Luna de queso



**Capítulo Quince**






Toda la noche la pasó en esa habitación. Theodore continuaba tocando el piano. El mantener los ojos cerrados lo relajaba aún más. Se centró en la melodía, tratando de recordarla, de guardarla en su memoria.

-¡Wow! ¡Tocas increíble!

La melodía se vio interrumpida con un sonido hueco cuando Theodore dejó caer sus dedos pesadamente. Abrió los ojos rápidamente.

-¡¿Qué demonios haces aquí?! – gritó, encarando al intruso.

-No sabía que existía esta habitación – Potter recorrió con su mirada el lugar - ¿es tuyo?

Antes que Harry llegara hasta el piano, Theodore se interpuso.

-¿Qué demonios haces aquí? – el Slytherin lo fulminaba con la mirada, el enojo lo invadía cada vez más.

-¿Qué ocurre, Draco?

-¡Maldita sea! – Theodore lo empujó y salió del cuarto dejando al ojiverde desconcertado.

El Slytherin se encaminó hacia las afueras del castillo con pasos presurosos. No le importó empujar, gritar o gruñir al alumno que se le cruzara en su camino. Más de uno le reclamó pero él los ignoró. Theodore sentía que cada segundo que pasaba estaba por llegar a su límite.

Pudo haber soportado casi todo de Potter, incluso el maldito beso de las buenas noches, pero no lo de segundos atrás. Su música era lo más preciado y privado en su vida. Era su secreto, la única conexión que tenía con su madre. Esa era una de las razones que aún se mantenía en el anonimato en el coro. La música le había ayudado de muchas formas en demasiadas ocasiones. Y ese cuarto era su refugio, el único lugar en el cual él podía “escapar” de los demás. Sin embargo, ya no lo era más. Potter lo había estropeado todo. Ya no había lugar libre de Potter.

Se detuvo por falta de aire, hasta en ese momento se dio cuenta que aún estaba corriendo. Se dobló por la espalda para recuperar aire, descansando sus manos en las rodillas. Levantó su rostro rápidamente al percibir un aroma bastante familiar...

-¿Qué…?

Frente a él, a escasos metros de distancia, estaba Luna Lovegood tomada de la mano de Zacharias Smith.

“Mientras la serpiente te acecha, el león sacará a el águila que le pertenecerá al tejón”.

Las palabras de Trelawney se le vinieron a la mente.

El Slytherin no pudo despegar la mirada por más que quiso, sentía un vacío en su estómago, uno que no tenía nada que ver con la reciente corrida.

-¿Puedes creerlo? La lunática Lovegood está saliendo con Smith – Theodore escuchó a una gryffindor.

-Creo que Smith perdió una apuesta o algo por el estilo, solo así estaría saliendo con ella – la amiga de la gryffindor se burló.

El ojiazul siguió con la mirada a la parejita, que a cada paso que daban, se adentraban al bosque prohibido.

-“…el águila que le pertenecerá al tajón” – murmuró.

Cerró los ojos unos segundos, sacudió su cabeza. Los abrió dando un leve suspiro. Theodore supo algo: las cosas solo empeorarían.

*0*0*0*0*

Sin pensarlo mucho, se dirigió directamente hacia la oficina del director. No podía seguir con eso. Las cosas le habían superado. Comenzaba tener sentimientos que ni él mismo entendía. Solo quería tener de vuelta su vida, aunque le sonó demasiado dramático y nada que ver con algo que ni él mismo diría en sus más profundos sueños… así lo hizo. Tal cual, al director.

-Por supuesto, es de esperarse – respondió Dumbledore tan calmando como siempre – fue muy egoísta de mi parte al pedirte tal cosa, comprendo cómo te sientes, sin embargo me diste  tu palabra, además el señor Potter…

-Ya fue suficiente de él – y sin más el muchacho salió de la oficina.

Necesitaba calmarse, se dirigió hacia un pasillo solitario cerca de las mazmorras. Una vez sentado y más o menos controlado, sacó su libro de notas y la pluma especial.

-Draco…

-Déjame solo – advirtió, levantándose. Lo último que quería en esos momentos era escuchar al responsable de todo.

-Escúchame…

-¿Qué parte de “solo” no entiendes, Potter? – Theodore se le enfrentó.

-¿Qué ocurre contigo, Draco?

-¡ESO! – lo empujó - ¡No-soy-DRACO! – cada palabra fue acompañada con un empujón.

Theodore estaba tan fuera de sí que no le importó que la pluma de notas se rompiera en el proceso. Se fue del pasillo, sin importarle dejar a Harry desconcertado, ni la otra mitad de la pluma de notas.

Solo había una cosa que podía controlar a Theodore y mantener la mayoría de sus emociones en su lugar. La música. Específicamente la melodía que le había enseñado su madre. Solo esperaba, y en verdad deseaba que así fuera, que Potter no lo siguiera, que lo dejara en paz. Llegó al cuarto y se dirigió hacia el anhelante piano.

Mientras tocaba, el recuerdo de su madre viajó hasta su mente. Theodore sonrió. Comenzó a ordenar sus pensamientos, a dar explicación, justificación o lo que fuera a su comportamiento. Sabía que lo que había pasado tenía una explicación lógica.

Theodore siempre se había caracterizado por ser una persona discreta y la mayor parte del tiempo era ignorado por todos los alumnos (sobre todo por aquellos que no pertenecían a Slytherin). Él era independiente, demasiado. Le agradaba su soledad tanto como la compañía de Blaise y Pansy. Se regocijaba intensamente al escuchar sus melodías siendo interpretadas por terceras personas y éstas preguntándose quién sería el autor original. Le enorgullecía el no ser reconocido, el que no repararan en él, del que nadie se preocupara, del que a nadie le importara. Porque para él, su círculo de personas importantes se limitaba a Pansy y Blaise, tal vez su padre (sino insistiera tanto en alabar a un mago desquiciado y hacerle seguir sus pasos) y… posiblemente Luna. Y de la noche a la mañana… o mejor dicho de una caída de escalera, todo eso que era él, se había ido al demonio. TODO.

Su música. Su secreto también se había ido al demonio, porque entre todas las cosas que había en ese castillo, lo único (a su parecer) que valía la pena era ese piano abandonado del cuarto piso. Él se había encargado de darle mantenimiento, de hacerlo nuevamente útil. De hacerlo reproducir música.

Su madre, tan hermosa y sabia, le había heredado algo tan  precioso y preciado que Theodore sabía que jamás se aburriría de tanto placer. Se dejó deleitar con tan suave armonía que casi podía sentir que su madre estaba a su lado, acompañándolo. 

El muchacho estaba tan centrado en lo que hacía que esta vez no se dio cuenta que alguien más estaba en ese cuarto. Potter estaba en el marco de la puerta, escuchando. Se había quedado tan preocupado por su novio que lo siguió. Sin embargo, al escuchar las primeras partituras de la melodía se quedó paralizado. No solo escuchó… reconoció la melodía. Sabía de ésta porque ya la había escuchado en otro momento. Y sabía exactamente quién la había estado interpretando.

-No puede ser… - Harry retrocedió lentamente sin poder creer lo que veía y escuchaba – No puede ser… - sintió una punzada en la cabeza, en su pecho, en su corazón. Se sostuvo de la pared sujetando fuertemente su cabeza. Se acercó lentamente al marco de la puerta, centrando su mirada en el ojiazul, quien seguía tocando el piano con los ojos cerrados y una sonrisa de lado - ¿Theodore?




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