**Capítulo dieciséis**
Theodore
estaba mucho más tranquilo. Habían transcurrido dos días desde que había
sufrido “el ataque de ira” (tal como lo había nombrado). Se sentía mejor, sobre
todo, después de las tres horas seguidas que estuvo tocando el piano.
La
Navidad decidió pasarla encerrado en ese cuarto y se alegró que nadie hubiera
ido a invadir su privacidad, sobre todo Potter. El slytherin retomó su rutina
anterior, en la que el gryffindor no era parte. Eso ayudó a mejorar su estado
de ánimo. Aún tenía asuntos pendientes qué resolver pero decidió dejarlo, por
el momento, para después… mucho después.
-Hola
– saludó Hermione, sentándose a su lado, estaban en el Gran Comedor – te ves
más relajado.
La
muchacha le sonrió, el slytherin se encogió de hombros.
-Me
enteré de lo que hizo Malfoy en la fiesta que hicieron antes de Navidad –
confesó, mientras se servía jugo de calabaza – fue una imprudencia de su parte,
solo confundió más a Harry y… - Hermione
dejó de hablar al ver la mirada fulminante del muchacho – lo siento.
Theodore
lo último que quería hablar era precisamente de Potter, el gryffindor ya había
hecho bastante como para seguir escuchando más sobre él.
*0*0*0*0*
Últimamente
Theodore evitaba salir de la sala común, a menos que fuera necesario. Ese día
no fue la excepción. Tenía que ir a la biblioteca a entregar el libro que había
pedido desde antes que terminaran las clases. Al salir de la sala común se
encontró con el ojiverde. Rodó los ojos con fastidio, estaba dispuesto a darse
la vuelta y dejar al muchacho esperándolo, pero el aludido fue más rápido, se
interpuso entre él y la pared.
-Espera,
solo quiero hablar contigo – pidió.
-Yo
no.
-Un
minuto, solo dame un minuto y te dejaré en paz. Lo prometo.
Theodore
lo observó fijamente, había algo distinto en Potter pero no pudo identificar el
qué.
-De
acuerdo – le respondió. Si después de ese minuto lo dejaría en paz ¡Perfecto!
Harry
lo condujo hasta el aula vacía más cercana. Una vez dentro, el ojiverde lucía
nervioso, demasiado, que incluso se lo contagió al slytherin, por algo el
hormigueo en su estómago volvió al ataque.
-Esto…
esto es para ti – Harry le extendió un pequeño estuche. Theodore alzó una ceja
– es un… regalo.
-¿Por
qué? – preguntó ceñudo.
-Es…
es nuestro aniversario.
El
slytherin lucía confundido. ¿Aniversario? Trató de recordar algo con respecto a
eso, pero no consiguió nada.
-¿Aniversario?
-Cumplimos…
dos años – Harry insistió para que el muchacho aceptara el regalo.
-No
te he comprado nada – respondió, sin aceptarlo.
-No
importa, no te lo compre para que tú me dieras uno – confesó, acercándole más el
presente.
-No
puedo aceptarlo – el slytherin retrocedió un paso.
-Por
favor – insistió – será… nuestro regalo de despedida.
Theodore
se mordió el labio inferior, se debatía entre aceptar o rechazar el regalo. Sin
tan solo el maldito de Potter dejara de poner esa mirada de borrego a medio morir
y el maldito hormigueo en su estómago, dejaran de estar…
Suspiró
largamente antes de acercarse lentamente hacia el gryffindor.
Harry
sonrió cuando el slytherin aceptó el pequeño obsequio. Theodore lo observó. Era
una pequeña caja rectangular, no pesaba así que eso no le dio alguna pista de
lo que se podría tratar. ¿Qué podría ser? Intrigado, lo abrió.
Parpadeó
un par de veces, abrió y cerró la boca varias veces sin articular palabra
alguna. Estaba atónito. Observó el objeto que estaba dentro de la cajita. Era
una pluma de notas. Y no cualquier pluma. Theodore la reconoció enseguida. Un
par de años atrás, Pansy lo había arrastrado junto con Blaise hasta Hogsmeade
para hacer un par de compras. Entraron a la Casa de Plumas y Theodore solo se
interesó en una cosa en particular. Una fina pluma color dorado y bordes
negros. Era una pluma de notas de edición especial 2000. La hacía especial
porque podía identificar las notas del piano y al mismo tiempo las escribía en
el libro de notas, tal cual lo haría un vuelapluma. El slytherin recordó, que
la deseó desde el instante que la vio. Quiso comprarla pero ese día no llevaba
suficiente oro y ni hablar de pedirle prestado a sus dos amigos, ¿para qué
quería tanto oro sin revelarles el verdadero motivo? Decidió que a la próxima
visita se aseguraría de contar con el suficiente oro y así poder comprarla. Sin
embargo; cuando regresó al lugar, ya no contaban con la pluma de edición
especial. Internamente, Theodore se había decepcionado.
Observó
a Harry de una manera que el propio gryffindor no supo interpretar esa mirada.
Theodore regresó su mirada hacia la pluma.
-Gracias
– le dijo, viéndolo fijamente. Harry negó con la cabeza.
-Fue
mi culpa que la anterior se rompiera.
-Esta
es… mucho mejor – reconoció.
-Entonces…
¿te ha gustado?
-Me
encantó – el slytherin se sorprendió de sus propias palabras – gracias.
-Lamento
haber sido tan pesado – se disculpó – respetaré tu espacio, esta vez va en
serio.
Y
Theodore, por alguna extraña razón, creyó en él. Definitivamente había algo
distinto en Potter. ¿Qué era?
-Supongo
que… nos veremos por ahí – Harry le sonrió, incomodo.
-Por
supuesto – el slytherin asintió, aturdido.
El
gryffindor volvió a sonreír, se giró y se encaminó hacia la salida.
-Potter…
emh, Harry – el aludido giró sobre sus talones para verlo – gracias.
El
ojiverde asintió y salió del lugar. Theodore se quedó observando el lugar por
donde había salido el león, sintiéndose extraño. ¿Aniversario? Algo no
cuadraba, ¿Por qué Malfoy no había mencionado nada? Tampoco era que el rubio
anduviera gritando a los cuatro vientos cosas que ni siquiera le tenía
importancia. Potter no le importaba, menos el aniversario.
Theodore
acarició la pluma, ¿Cómo había conseguido Potter esa pluma? El slytherin se
quedó pensando en las posibles razones de ello.
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