jueves, 19 de septiembre de 2013

capitulo dieciséis

El efecto de la Luna de queso


 

**Capítulo dieciséis**




Theodore estaba mucho más tranquilo. Habían transcurrido dos días desde que había sufrido “el ataque de ira” (tal como lo había nombrado). Se sentía mejor, sobre todo, después de las tres horas seguidas que estuvo tocando el piano.

La Navidad decidió pasarla encerrado en ese cuarto y se alegró que nadie hubiera ido a invadir su privacidad, sobre todo Potter. El slytherin retomó su rutina anterior, en la que el gryffindor no era parte. Eso ayudó a mejorar su estado de ánimo. Aún tenía asuntos pendientes qué resolver pero decidió dejarlo, por el momento, para después… mucho después.

-Hola – saludó Hermione, sentándose a su lado, estaban en el Gran Comedor – te ves más relajado.

La muchacha le sonrió, el slytherin se encogió de hombros.

-Me enteré de lo que hizo Malfoy en la fiesta que hicieron antes de Navidad – confesó, mientras se servía jugo de calabaza – fue una imprudencia de su parte, solo confundió más  a Harry y… - Hermione dejó de hablar al ver la mirada fulminante del muchacho – lo siento.

Theodore lo último que quería hablar era precisamente de Potter, el gryffindor ya había hecho bastante como para seguir escuchando más sobre él.

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Últimamente Theodore evitaba salir de la sala común, a menos que fuera necesario. Ese día no fue la excepción. Tenía que ir a la biblioteca a entregar el libro que había pedido desde antes que terminaran las clases. Al salir de la sala común se encontró con el ojiverde. Rodó los ojos con fastidio, estaba dispuesto a darse la vuelta y dejar al muchacho esperándolo, pero el aludido fue más rápido, se interpuso entre él y la pared.

-Espera, solo quiero hablar contigo – pidió.

-Yo no.

-Un minuto, solo dame un minuto y te dejaré en paz. Lo prometo.

Theodore lo observó fijamente, había algo distinto en Potter pero no pudo identificar el qué.

-De acuerdo – le respondió. Si después de ese minuto lo dejaría en paz ¡Perfecto!

Harry lo condujo hasta el aula vacía más cercana. Una vez dentro, el ojiverde lucía nervioso, demasiado, que incluso se lo contagió al slytherin, por algo el hormigueo en su estómago volvió al ataque.

-Esto… esto es para ti – Harry le extendió un pequeño estuche. Theodore alzó una ceja – es un… regalo.

-¿Por qué? – preguntó ceñudo.

-Es… es nuestro aniversario.

El slytherin lucía confundido. ¿Aniversario? Trató de recordar algo con respecto a eso, pero no consiguió nada.

-¿Aniversario?

-Cumplimos… dos años – Harry insistió para que el muchacho aceptara el regalo.

-No te he comprado nada – respondió, sin aceptarlo.

-No importa, no te lo compre para que tú me dieras uno – confesó, acercándole más el presente.

-No puedo aceptarlo – el slytherin retrocedió un paso.

-Por favor – insistió – será… nuestro regalo de despedida.

Theodore se mordió el labio inferior, se debatía entre aceptar o rechazar el regalo. Sin tan solo el maldito de Potter dejara de poner esa mirada de borrego a medio morir y el maldito hormigueo en su estómago, dejaran de estar…

Suspiró largamente antes de acercarse lentamente hacia el gryffindor.

Harry sonrió cuando el slytherin aceptó el pequeño obsequio. Theodore lo observó. Era una pequeña caja rectangular, no pesaba así que eso no le dio alguna pista de lo que se podría tratar. ¿Qué podría ser? Intrigado, lo abrió.

Parpadeó un par de veces, abrió y cerró la boca varias veces sin articular palabra alguna. Estaba atónito. Observó el objeto que estaba dentro de la cajita. Era una pluma de notas. Y no cualquier pluma. Theodore la reconoció enseguida. Un par de años atrás, Pansy lo había arrastrado junto con Blaise hasta Hogsmeade para hacer un par de compras. Entraron a la Casa de Plumas y Theodore solo se interesó en una cosa en particular. Una fina pluma color dorado y bordes negros. Era una pluma de notas de edición especial 2000. La hacía especial porque podía identificar las notas del piano y al mismo tiempo las escribía en el libro de notas, tal cual lo haría un vuelapluma. El slytherin recordó, que la deseó desde el instante que la vio. Quiso comprarla pero ese día no llevaba suficiente oro y ni hablar de pedirle prestado a sus dos amigos, ¿para qué quería tanto oro sin revelarles el verdadero motivo? Decidió que a la próxima visita se aseguraría de contar con el suficiente oro y así poder comprarla. Sin embargo; cuando regresó al lugar, ya no contaban con la pluma de edición especial. Internamente, Theodore se había decepcionado.

Observó a Harry de una manera que el propio gryffindor no supo interpretar esa mirada. Theodore regresó su mirada hacia la pluma.

-Gracias – le dijo, viéndolo fijamente. Harry negó con la cabeza.

-Fue mi culpa que la anterior se rompiera.

-Esta es… mucho mejor – reconoció.

-Entonces… ¿te ha gustado?

-Me encantó – el slytherin se sorprendió de sus propias palabras – gracias.

-Lamento haber sido tan pesado – se disculpó – respetaré tu espacio, esta vez va en serio.

Y Theodore, por alguna extraña razón, creyó en él. Definitivamente había algo distinto en Potter. ¿Qué era?

-Supongo que… nos veremos por ahí – Harry le sonrió, incomodo.

-Por supuesto – el slytherin asintió, aturdido.

El gryffindor volvió a sonreír, se giró y se encaminó hacia la salida.

-Potter… emh, Harry – el aludido giró sobre sus talones para verlo – gracias.

El ojiverde asintió y salió del lugar. Theodore se quedó observando el lugar por donde había salido el león, sintiéndose extraño. ¿Aniversario? Algo no cuadraba, ¿Por qué Malfoy no había mencionado nada? Tampoco era que el rubio anduviera gritando a los cuatro vientos cosas que ni siquiera le tenía importancia. Potter no le importaba, menos el aniversario.

Theodore acarició la pluma, ¿Cómo había conseguido Potter esa pluma? El slytherin se quedó pensando en las posibles razones de ello.




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