martes, 21 de diciembre de 2010

Parte Uno: Seré feliz sin ti


Tu corazón ya no es mío.



Parte Uno.

“Seré feliz, sin ti”




-¡Hola, mi dragón hermoso! ¿Todo bien?
Me preguntaste esta mañana al llegar junto a mí en nuestro sitio favorito de los jardines del colegio. Seguramente frunciste ligeramente el ceño porque notaste lo hinchado de mis ojos.
No te respondo,  te veo a los ojos.
Si me hubieras preguntado esto ayer a esta misma hora, te hubiera dicho que todo marcha bien, ¡De maravilla!, que nada puede estar mal, que me alegró mucho el hecho de permitirme estar contigo desde el quinto curso y que estos dos años que llevamos juntos han sido los mejores de toda mi corta vida, que me alegra que nos hayan dado oportunidad para cursar el séptimo año después de lo que pasó con el maldito de Voldemort , pero que gracias a él, tú y yo nos unimos más… o al menos eso yo creía.
Me estremezco sin poder evitarlo, mis ojos se humedecen, pero aún no es el momento de dejar salir las estúpidas lágrimas que me hacen ver tan patético y débil.
-¿Te pasa algo? – Por segunda ocasión me preguntas algo que evidentemente has notado. Un nudo en la garganta me impide responderte.
Si me lo hubieras preguntado ayer a estas mismas horas te hubiera dicho:
Sí Harry, sí me pasa algo. Desde hace varios meses los malditos alumnos del colegio me dicen que soy un estúpido por creer todas esas cosas que me dices, que soy un ingenuo por no darme cuenta que me engañas, que la guerra me hizo dependiente de ti y por eso no me has dejado, que tú me engañas con alguien más… Pero me niego a creerlo porque tú me juraste amarme hasta más allá de la muerte, siempre me lo dices cuando compartimos noches de lujuria”.
¿Que si me pasa algo? Creo que no… o al menos eso creía ayer en la mañana.
-Draco, ¿Qué ocurre?
Me preguntas en un tono más preocupante cuando una lágrima resbala por mi mejilla. La limpias con tu mano.
Si me lo hubieras preguntado ayer en la mañana a esta misma hora te hubiera dicho: “No ocurrió nada, salvo lo mismo de siempre, los mismos rumores estúpidos de los alumnos de las otras casas, esos estúpidos que andan diciendo que me engañas con el maldito y bueno para nada de Terry Boot, cosa que por supuesto me niego a creer porque tú me amas ¿verdad?
Sabía que te iba alegrar la gran noticia que te iba a dar cuando apenas salí de mi Sala Común, te busqué pero no te encontré y decidí dártela en nuestra cita de la noche, pero cuando te encontré ya  no estaba tan seguro de si me amabas como sueles decirlo. Mientras caminaba por los pasillos recibí una nota anónima –¡Vaya novedad!– ésta me decía que si estaba tan seguro de tu fidelidad y del amor que tenías por mí, no me molestara siquiera en ir a las mazmorras al aula donde tú y Boot acostumbran a hacer el amor  durante las rondas de prefectos.
Harry confié en ti, siempre. No quería ir porque al hacerlo dudaría de ti, de tu amor, pero esos malditos eran insistentes, la nota me llegó cinco veces seguidas. Algo dentro de mí decía que lo más probable era que fuera una estúpida trampa por parte de aquellos alumnos que envidian nuestro amor. Decidí serles frente, me dirigí a las mazmorras para decirles todo lo que ya tenía preparado desde hace tiempo. Llegué al aula y al abrirla me llevé el peor dolor que he recibido en toda mi corta vida…
No sabría describir lo que daban crédito mis ojos, mis lágrimas salían sin parar como tu miembro lo hacía de la entrada de aquel Ravenclaw. En mi garganta sentí un enorme nudo el cual me impedía articular palabra alguna, igual que tú, estabas tan concentrado en ese beso con aquel estúpido chico que seguramente la lengua del otro no te dejaba hablar. Sentí que me desmayaría en cualquier momento por la  falta de aire en mis pulmones al igual que tú, supongo, porque te separaste de aquel Ravenclaw para jadear, recuperar el aliento y seguir besándolo. Mi corazón se rompió en mil pedazos al ver cómo te entregabas a él al igual que el silencio lo hizo cuando sus gemidos de placer salieron de sus bocas al separarse nuevamente. Pero sobre todo supe que  tú corazón ya no era mío cuando le dijiste muy quedamente, pero lo suficiente para escucharte, al oído: TE AMO.
-Dime algo por favor, Draco.
Me pides suplicante al verme tan absorto en mis pensamientos. Me limpio las lágrimas, que desde hace rato dejé salir, te veo directamente a los ojos y te digo con todo el dolor de mi alma.
-Adiós, Harry… - Me lanzas una mirada sorprendida, te pones pálido dando un paso hacia atrás.
Sí, sabía que no habías olvidado nada de nosotros después de todo.
-¿Qué? – dices con un hilo de voz porque sabes si digo estas palabras es porque todo, absolutamente TODO, lo nuestro se acababa - ¿Por qué?
-Porque… tú corazón ya no es mío – te digo lo más serenamente que puedo aunque por dentro estoy rompiéndome en mil pedazos – Ya sufrí demasiado Harry, ya no quiero más dolor en mi vida, así que decidí ya no lastimarme más.
-Pero Draco, mi dragón hermoso, yo te amo.
-Lo has dicho tanta veces que siento que eso ya no significa nada para ti.
-Significa y mucho, de verdad yo te AMO, no me hagas esto.
Visualizo una sonrisa triste, ¿cómo puedes decirme eso?
-Harry, no te confundas – te digo al fin.
-No estoy confundido. Espera, ¿alguien te dijo algo de mí?
-Muchas y a cada uno de ellos les dije que no creía ninguna palabra.
-Así es mi dragón hermoso, no hagas caso de esas cosas, ya sabes cómo son los chicos de las otras casas – me dices de forma aliviada, quieres abrazarme pero doy un paso atrás - ¿Entonces?
-Te vi… - ahora, tú eres el que retrocede un paso.
-Draco…
-Está bien Harry, algún día te ibas a cansar de mi ¿no?, Y bueno, este es el resultado.
-Pero…  en verdad te amo y nuca, jamás, me cansaría de ti, lo juro Draco.
-No me jures nada, Gryffindor – te advierto en un tono serio – Todo está bien.
-¡No! No todo está bien, si tú no estás conmigo nada estará bien. Draco por favor, perdóname.
-No hay nada que perdonar, yo no puedo hacer nada si tú amas a alguien más…
-Pero no lo hago.
-Harry, cuando buscaste a alguien más, dudaste de tu amor por mí. Adiós… - Tengo que irme de este lugar, si me quedo más tiempo flaquearé y me haré más daño.
-Draco…- me llamas con lagrimas en los ojos – Perdóname, fui un estúpido, por favor, dame una segunda oportunidad y te juro que jamás en la vida lo haré…
-No, Potter mi tono de voz es más peligroso. Me duele hablarte de esta manera, pero solo así podrás dejarme ir – Es mejor que cada quien vaya por su lado y haga su vida.
-No sé si podré.
-Yo,  sí – te digo  lo más seguro posible  – voy a ser feliz sin ti…
Me doy la vuelta y me voy lo más rápido que puedo, no quiero verte de nuevo.
¿Qué si te odio?
 No, nunca podría odiarte.
¿Que si te olvidaré?
Trataré, pero dudo mucho que lo haga.
¿Que si nos encontraremos?
Probablemente, después de todo, si estamos destinados a estar juntos, nos veremos otra vez.
¿Si volveremos a estar juntos?
No lo sé, pero si me buscas cuando estés seguro de lo que sientes por mí, te aseguro Harry que estaremos juntos hasta el final.
¿Que si te recordaré?
Por supuesto que lo haré y más ahora que me llevo una parte de ti… en mí.
¿Por qué no se lo dije?
Porque no quiero que Harry este a mi lado por obligación, sino por amor.
¿Que si te amo?
Sí, con toda mi alma.

El tiempo restante de las clases hice lo posible para evitar cualquier encuentro contigo, aunque eso no impidió que los rumores se esparcieran por todo el castillo, me seguían llegando notas donde se burlaban de mí porque al final me botaste, porque hiciste algo bueno y te deshiciste de mí y muchas cosas más que traté de ignorar cada día. Le di la cara a los idiotas como si ese hecho jamás me hubiera herido, gracias a Merlín aún conservo un poco de lo Malfoy que tanto renegué en un tiempo.
Llegó el ultimo día de clases y enseguida el acto académico, al cual no asistí porque temía que fueras a buscarme y pedirme otra oportunidad. Me fui a casa y ahí tomé una decisión. Para alejarme de ti me iría del Mundo Mágico al Londres muggle donde empezaría  de cero. Sí, en ese momento empezaba mi reto. Ser feliz sin ti.
Seremos felices y mi corazón siempre tendrá una puerta abierta para ti cuando quieras regresar, solo si estás seguro, porque ya no estará solo en juego mi felicidad sino la de nuestro bebé.




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