Perfume Slytherin
Capítulo
Cinco:
Sirius
Black / Severus Snape
Un enorme perro, de color
negro, caminaba por los pasillos del colegio, en su hocico llevaba una pequeña botellita
que contenía un líquido de color verde, el perro iba dando pequeños saltos de
felicidad.
“Ya no estarás tan enojado conmigo, mi pocionista gruñón”.
Esos eran los
pensamientos del gran perro hasta que llegó a las mazmorras, con gran habilidad
abrió una de las puertas y entró en el cuarto, una vez dentro el perro comenzó
hacer movimientos extraños hasta que dio lugar a una figura masculina: Sirius Black.
Un hombre delgado con facciones atractivas, sobre todo esos ojos color azul
electrizantes que acompañados con esa sonrisa daba mucho por lo que admirarlo. Solo
eso: admirarlo, porque su corazoncito ya tenía dueño, otro hombre llamado:
Severus Snape.
Sirius recorrió la
habitación de Snape, pues sinceramente no la conocía muy a fondo (contando que
todos los días estaba ahí) pues acá entre nos, le interesaban ver otras cosas (emh…
como el cuerpo de su novio, por ejemplo) que observar aquella habitación, que
estaba ocupada en su mayoría por pociones.
Distraídamente dejó
aquella botellita de ‘Perfume Slytherin’ en una mesa, donde había otras
botellas que contenían sustancias del similar color.
-Mi pocionista gruñón qué obsesivo me
saliste… – dejó salir al observar que todas aquellas botellas estaban ordenadas
tanto alfabéticamente como de tamaño –… y rencoroso – dijo sonriendo al
recordar que ambos, hace dos días, habían discutido solo porque a él se le
ocurrió agarrar una botellita de esas pociones y no la colocó en su lugar.
Severus le reclamó
diciéndole ‘flojo’ y él terminó
diciéndole ‘obsesivo-compulsivo’ y
fue así como la discusión terminó con un Sirius Black expulsado temporalmente
de la habitación de Severus Snape.
El ojiazul no
soportaba que su ‘pocionista gruñón’
estuviera enojado con él; así que, prácticamente se pasó TODO el día anterior ideando
un plan, en el cual pudiera hacer las
paces con su novio. Pero por más que se estrujaba el cerebro no se le venían
las ideas… hasta que escuchó accidentalmente
conversar al mejor amigo de su ahijado de un tal ‘Perfume Slytherin’ conquista-serpientes con otro chico. Él no
necesitaba precisamente conquistar a alguien…
era más bien reconciliarlo, pero daba
lo mismo, el perfume funcionaba con serpientes y para su suerte Severus Snape
era una.
Sonreía con
autosuficiencia al repasar nuevamente su plan… oh sí, se pondría el perfume
justo cuando Severus regresara de su clase, le haría unos mimos y ¡listo! Snape
lo perdonaría, porque él era irresistible y contando que el perfume también
haría su parte… pues la reconciliación era un hecho seguro, oh sí.
El animago seguía
sonriendo cuando escuchó que unos pasos cada vez se acercaban, seguramente era
su ‘pocionista gruñón’, así que tomó
la botella de perfume rápidamente y se echó en todo el cuerpo.
“Qué raro, se supone que el perfume huela ¿así?” – Se preguntó
mentalmente el animago – “porque para ser
un perfume-conquista-serpientes… ¡¡esto huele a rayos!!”
Era extraña la
sensación que sentía en todo su cuerpo, quizás eran los nervios… o quizás el
perfume ya estaba haciendo su función o tal vez era algo más, pero conforme
pasaba el tiempo tenía la ligera sospecha que algo no estaba bien.
En esos momentos la puerta
se abre, dando lugar a un Severus Snape muy sorprendido… pero muy sorprendido…
-¿Sirius? – preguntó
con el ceño ligeramente fruncido, a la personita que tenía frente a él.
-¡¿Quién demonios es
usted?! – le respondió con otra pregunta, un adolescente de ojos color azul
electrizantes.
-¡¿Qué demonios
hiciste?! – gruñó Snape al ver a su supuesto novio… que ahora estaba convertido
en un chiquillo de 16 años.
-Emh… profesor… verá…
emh – Snape enarcó una ceja, al parecer su novio no solo había retrocedido en
el tiempo físicamente sino que también mentalmente – yo… ¿usted me castigará?
-N… Sí… - dijo con
una sonrisa el mayor, la verdad sería divertido saber unas cuantas cosas de su
adolescente vida, puesto que Sirius nunca le había dicho el por qué lo
molestaba tanto en aquellos tiempos, a pesar de que se lo preguntó varias
veces, así que esta sería la oportunidad
perfecta, porque después de todo el ojiazul creía que era ‘su profesor’ ¿no? – veamos, Black. Esta
mañana, estabas molestando a cierto alumno de Slytherin… y…
-¡NO! Yo jamás haría
eso profesor – se excusaba el animago con ojos de borreguito… y Snape casi se
la cree (si no fuera porque él sabía perfectamente que eso no era verdad) – ¡además
Snivellus tiene la culpa! – murmuró
el ojiazul.
-¿Qué dijiste? – le
preguntó entrecerrando los ojos, ahora resultaba que él mismo era el culpable
de las bromitas de su novio, en aquel
tiempo.
-Nada… profesor… yo…
El adolescente le
seguía con la mirada, Snape había estado paseándose por su habitación buscando algún
indicio de cómo demonios su novio se había convertido en un adolescente, obviamente
había sido por una poción, la pregunta era… ¿Cuál de TODAS?
-¿Sí? – Invitó al
ojiazul a que terminara de excusarse, pues se había interrumpido, pero Snape no
escuchó palabra alguna, así que intrigado se volvió hacia donde estaba su
adolescente novio pero no había nadie en la habitación - ¿Sirius?
Nada. Se había ido, claro…
si el adulto le hacía lo mismo, era de suponerse que le hiciera lo mismo la
versión de adolescente.
Snape suspiró
largamente, mientras seguía buscando la poción que Sirius había tomado,
recorrió todos los estantes y minuciosamente observó cada botellita de poción
hasta que se encontró con una botellita que no se le hizo conocida, la tomó en
sus manos y ésta hizo resaltar unas letras con una caligrafía muy conocida, un
haz de luz iluminó dichas letras las cuales daban a destacar la frase: ‘Perfume Slytherin’
Snape enarcó una ceja
¿Qué hacia el famoso ‘Perfume Slytherin’ en sus aposentos? Oh, porque por
supuesto que conocía los rumores, era de
lo único que se hablaba en el castillo. No tardó mucho en llegar a la
conclusión.
Mientras tanto un
adolescente de ojos azul electrizantes, corría como ‘alma que lleva el diablo’ por los pasillos, hasta llegar a la
entrada de la Sala Común de Gryffindor.
Veía ceñudo al cuadro
que tenía frente a él… ¿se supone que ese cuadro estaba en la mañana? ¿A qué
hora lo habían cambiado? Se encogió de hombros, restándole importancia y dijo
la contraseña.
-Valor – pero no pasó nada, así que volvió a repetir – valor.
-Contraseña – le
respondió el cuadro, donde estaba una señora gorda.
-La acabo de decir…
¿Qué no me escuchó? – le dijo con el ceño fruncido.
-Contraseña…
-Valor – repitió el ojiazul.
-Contraseña…
-¡Valor!
-Contraseña… - insistió
el cuadro.
-¡Valor! ¡Valor! ¡VALOR!
-Contraseña… - decía
apaciblemente el cuadro.
Sirius gruñó,
seguramente su amigo licántropo debió de haber cambiado la contraseña y seguro
que se le había hecho divertido no haberle comunicado. Se dio la vuelta y no
dejó de decir improperios hacia la señora del cuadro, la cual muy indignada lo
fulminó con la mirada.
“¿Dónde demonios se metieron James y Moony?”
Ensimismado estaba en
sus pensamientos que no se dio cuenta que alguien lo estaba esperando al final
de aquel pasillo, hasta que chocó con ésta. Entornó los ojos al reconocerlo.
-Hola, Black… ¿ya no
huirás, verdad? – le preguntó de una manera alarmante aquel extraño profesor.
Sí, extraño, pues de alguna manera se le hacía
conocido… esos ojos negros penetrantes y a la vez ¿brillantes?, su cabello tan
¿graso?… su nariz que a pesar de ser grande, le quedaba ¿perfecta? a su cara…
se le vino a la mente alguien, pero era imposible, porque el chico que le
robaba horas y horas de sueños tenía 16 años, como él. En cambio este profesor,
debería tener más, pero entonces… ¿Por qué su corazón latía como loco al
tenerlo frente a él?
-Emh… hola, profesor
– saludó nervioso el chiquillo.
Pasó una mano por su
frente que transpiraba copiosamente y hasta ese momento se dio cuenta que traía
en su mano una botellita con un extraño liquido… ¿de dónde lo había agarrado?
Pero luego se le vino a la mente una gran idea… una salida de escape. Una sonrisa se vislumbró en su rostro. Una
sonrisa que Snape conocía perfectamente ¿ahora qué tramaba su temerario
ojiazul?
-Black – llamó Snape
observando sus movimientos.
-¡Cuidado Profesor! –
gritó el ojiazul de pronto, lanzando la botellita que tenía en la mano, hacia
arriba.
Muchas cosas
sucedieron en cuestión de segundos…
Snape siguió con la
mirada el curso que llevaba en el aire aquel frasco, mientras que Sirius escapaba
corriendo fuera del castillo. Por alguna extraña razón, el frasco se abrió a
medio camino, así que cuando Snape lo quiso atrapar en sus manos, el líquido lo
bañó por completo.
-¡SIRIUS!
Gritó Snape y corrió
tras él, mientras que una extraña sensación se apoderaba de su cuerpo, incluso
pensó que se estaba… ¿encogiendo?
******
Mientras tanto el
animago corría hacia los jardines traseros del colegio, corrió como nunca había
corrido a sus cortos 16 años (contando que él creía que tenía esa edad, claro)
esta vez sí que estaba en problemas… pero aún así no dejó de correr, podía
sentir los pasos acelerados de su ‘profesor’ justo atrás de él, así que aceleró
más su paso, hasta que sintió cómo el cuerpo de alguien caía sobre él. Ambos se
tambalearon hasta que cayeron al suelo.
-Maldito Black, ¡ya
te tengo! – le reclamó una voz muy
conocida.
-¿Ahora qué quieres
Snivellus? – le cuestionó el ojiazul con un poco de fastidio, dándose la
vuelta, aún debajo de él, cuando reconoció a la persona que estaba arriba de
él.
Ambos se
sorprendieron, sobre todo Snape, el cual también se había convertido en un
adolescente de 16 años, pues aún no sabía qué demonios ocurrió para que él
estuviera siguiendo al Gryffindor aquel. Pero luego se percató que estaba
mojado, así que, concluyó que Sirius lo había mojado y le había hecho un ‘Confundus’ o sabrá Salazar qué cosas
más, para olvidar la ‘bromita’.
-¿Piensas algún día
pararte? – gruñó el ojiazul nervioso. Uno: porque había un ‘extraño profesor’
por ahí siguiéndolo. Y dos: tenía al chico
que le robaba horas y horas de sueños,
justo encima de él.
-No – le dijo
tajantemente el pelinegro, haciendo que el ojiazul entornara los ojos – no lo
haré, hasta que me digas, ¡por qué demonios me molestas todo el tiempo!
-Quítate – volvió a
gruñir removiéndose bajo el cuerpo, pero esta vez se había sonrojado
ligeramente. ¡Hasta cree que le diría el verdadero motivo de sus ‘bromitas’
dirigidas a él! ¡Hum! ¡Primero, preferiría ir a pelear con el calamar gigante!
-Contesta, Black –
presionó Snape, mientras atrapaba las manos del animago con las suyas y así
inmovilizarlo un poco, pues tanto movimiento haría que su ‘amiguito’ entre sus
piernas despertara… y eso no tenía que pasar.
-¡NO! – esta vez el
merodeador se estaba poniendo más nervioso, pues el Slytherin al parecer tenía
controlada la situación… ¡¿desde cuándo sucedía eso?! ¡Normalmente era al revés
el asunto!
-Contesta, esta vez
no están tus amigotes para defenderte, así que… ¡contesta!
Sirius sabía que
Snape no era tonto, por supuesto que no, de hecho sabía que el Slytherin
sospechaba de sus sentimientos, pero aún así, él no se los confirmaría… porque ¿y
si no era correspondido? ¿Y si se burlaba eternamente de él?
Por otro lado el
Slytherin por más que no quisiera reconocerlo, aquel chico de ojos azul
eléctricos, como dicen por ahí le ‘movía
el tapete’, así que quería saber si sus sospechas eran verdaderas.
-¿Para qué quieres
que te lo diga? Ya sabes ¿no? – dejó salir el animago resignadamente.
-No, no lo sé, si lo
supiera no te lo estuviera preguntando,
idiota – le dijo Snape mientras le
daba un coscorrón.
-¡No me pegues narizón!
– renegó Sirius.
-Tú me has pegado más
veces – se justificó Snape, mientras se acercaba al rostro del animago – además,
quiero saberlo… Sirius – le dijo en
su oído, lo cual hizo estremecer al ojiazul en demasía – ¿y bien? – le preguntó
separándose rápidamente de él.
-No te lo diré – dijo
tercamente el Gryffindor volviendo a forcejear en el agarre.
-¡Vamos! ¡Ni que fueras
a decir que es porque te gusto! – le dijo riéndose nervioso, aunque aquí entre
nos, él también quería confirmar sus sospechas.
-Jaja… eso quisieras
maldita serpiente rastrera, ¡yo no tengo malos gustos! – dijo por puro impulso
el animago.
Snape dejó de
forcejar con el animago, se quitó de encima dejándolo libre. Sirius se quedó
perplejo ante esto, no por lo que recién había hecho Snape, sino porque vio en
la cara del chico tristeza, decepción… y eso no le gustó.
-Vete – soltó Snape,
cambiando su semblante triste a uno más serio.
El animago no lo
pensó dos veces, se levantó dispuesto a irse, pues su secreto aún estaba a
salvo, más sin embargo, al dar dos pasos regresó a ver al Slytherin… entonces
supo que ese era el momento justo para declarar sus sentimientos con aquel
Slytherin… ¿Qué podría pasar? ¿Que el Slytherin lo odiara? ¿Se burlara de él?
al final de cuenta… así se habían llevado desde el momento en que se conocieron
¿no? Un poco más de eso no le haría daño a nadie.
Snape se había
quedado ensimismado en sus pensamientos, había escuchado los pasos de Sirius
alejarse de él y nuevamente cambió su semblante a uno triste… pero justo en
esos momentos sintió unos brazos rodearle por la espalda.
-Es verdad – escuchó
que Sirius le susurró al oído y eso no hizo más que, estremecerlo – te molesto…
porque solo así tengo tu atención – el pocionista entornó los ojos y ladeó la
cabeza para ver esos ojos que le fascinaban – Severus… me gustas…
Dicho esto Sirius volteó
a Snape y atrapó sus labios con los de él.
Un beso dulce, suave que se fue tornando a uno más demandante y que fue
interrumpido por falta de aire o ¿era porque sintieron una sensación extraña en
sus respectivos cuerpos?
-Black… - gruñó una
voz más adulta al animago – esto no perdona lo que hiciste ayer.
-¿Qué? – Interrogó perplejo
una versión adulta de Sirius… ¿Cómo demonios llegaron hasta ese lugar? Si lo último
que recordaba era que estaba en las mazmorras de su ‘pocionista gruñón’
poniéndose el famoso ‘Perfume Slytherin’.
Sus ojos se entornaron
cuando Snape le mostró una botellita vacía.
-‘Poción Rejuvenecedora’ – le dijo el pocionista, pero Sirius solo enarcó una ceja ¿de qué demonios
hablaba su novio? – Usaste esta opción – le explicó – ¡la cual te regresa tanto
física como mentalmente a una época pasada que consideras la mejor de tu vida!
-Sevy… - Snape gruñó
ante su mote, odiaba que le dijera así… bueno ya no tanto – ¿si nos regresa a
esa época, por qué demonios somos adultos? ¿No se supone que seamos adolescentes?
-Si esa es tu mejor época
sí… pero los efectos se pasan después de cinco horas.
-Ahh…
El pocionista se
levantó dispuesto a irse a sus mazmorras nuevamente. Sirius lo siguió y estando
en la puerta dijo no queriendo la cosa:
-Entonces… ¿el castigo se me levanta? ¿Ya puedo entrar a
las mazmorras?
-No lo sé… - bromeó
el pelinegro – todo tiene un precio.
-Entonces no hay
problema – dijo alegremente Sirius adentrándose al cuarto – ¡te pago la entrada
con sexo desenfrenado durante toda la
noche!
-¿Qué? – parpadeó
nervioso Snape y muy sonrojado, mientras que su novio lo aventaba a la cama a la
vez que comenzaba a desvestirse y a desvestirlo de manera salvaje…
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