El muchacho de ojos tristes
Capitulo Doce: La regla del hielo
[Teddy]
Toda una semana ha transcurrido desde que Spencer me acorraló en aquella solitaria biblioteca, los siguientes días después de eso, como siempre estuve un poco ‘paranoico’, pero igual que la vez pasada, Spencer se ‘esfumó’, ya no regresó más. Aunque eso sinceramente no me deja tranquilo.
Lo único positivo que encuentro de todo eso que ocurrió, es que he hecho un buen amigo dentro de la ‘jungla’, a Dennis. A penas me he percatado que compartimos un par de clases juntos y eso de alguna manera ha hecho la secundaria un poco ‘interesante’.
Dennis me ha acompañado todos estos días en la hora de la salida hasta que llega Konny por mi y eso me ha tranquilizado un poco, aunque a veces me siento un poco incomodo, sobre todo cuando Sebastián acompaña a mi hermano cuando va por mi ¿y si piensa que a mí me gusta Dennis? Es decir… no es que me guste mi amigo, pero…
En fin. Decidí no darle tantas vueltas al asunto de Sebastián y Dennis.
Hoy me levanto con demasiada pereza, es domingo, por lo tanto se me justifica el que no debo madrugar, pero conociendo a mi hermano, ya debe estar levantado y no me he equivocado, se encuentra en la cocina y ya ha puesto mi desayuno en mi lugar.
Y como siempre me quejo de su comida, es como un tipo de ‘rutina’, me quejo, él se queja, me vuelvo a quejar, él se enoja, yo me siento mal, él se va, yo me pongo triste, Konny desaparece por un rato, yo hago la comida, mi hermano regresa de donde sea que se haya ido, le informo que he hecho la cena, cenamos y nos reconciliamos…
Sí, toda una rutina dominguera.
-¿Qué se supone que es esto? – Comienzo con la pequeña rutina.
Después de un rato de intercambiar ‘opiniones’ sobre el desayuno y el nutriólogo, veo a Konny salir un poco enfadado de la cocina -¿A dónde vas? – pregunto un poco asustado, creo que esta vez me he pasado con lo de la comida.
-A la sala tengo trabajo qué hacer – me dice abriendo la puerta que dirige a la sala.
-¡Pero tu comida está deliciosa! – suelto en un tono desesperado. Y es verdad su comida es deliciosa – En serio…
-Teddy… —gruñe.
-Me serviré dos veces – trato de convencerlo, no quiero que se enoje, ya me estoy hartando de que todos los domingos, los únicos en los cuales podemos pasar tiempo juntos, nos la pasemos enojados.
-No es necesario, solo desayuna y ya – me dice saliendo de la cocina.
Suspiro con resignación. Odio cuando se enoja conmigo.
Sin pensarlo dos veces comienzo a devorar mi desayuno, me lo acabo y como se lo dije a Konny hace unos momentos, me sirvo de nuevo y con un gran trabajo, termino mi segunda porción. Satisfecho de lo que hice, salgo de la cocina para decirle a Konny que me lo he acabado y he repetido. Después de esto, Konny no puede enojarse conmigo toda la tarde ¿cierto?
Me encamino hacia la sala y escucho a Konny platicar con alguien más, lo más probable es que sea Sebastián.
-Renunciar… - escucho decir a mi hermano Konny.
-No – oigo la voz de Sebastián un poco más elevada – ¡no Konny, es tu hermano! – ahí caigo en cuenta de que hablan de mi, pero… ¿de qué?
-Y estará más a salvo, que estando aquí, ¡no voy a seguir exponiéndolo! – esta vez mi hermano alza la voz y yo me acerco más a la sala, siento mis manos temblorosas, solo espero no dejar caer el plato.
-Konny… — mueve la cabeza de un lado a otro Sebastián, clara señal que no está de acuerdo con él.
-Ya está decidido Sebastián… renunciaré a la tutoría de Teddy.
“Renunciaré a la tutoría de Teddy”
Sus palabras retumban en mi cabeza, mis manos son incapaces de sostener el plato en mis manos y cae hacia el suelo, haciendo un sonido hueco. Siento mi cuerpo tensarse y mi respiración agitarse, mientras la palabras de mi hermano suenan una y otra, y otra, y otra vez…
“Renunciaré a la tutoría de Teddy”
-Teddy… — me llama.
Corro.
Escucho a mi hermano hablarme, pero solo logro correr, irme lo mas lejos de él, temo que si me alcanza me apartará de él para siempre. Subo las escaleras de dos en dos, muy pronto llegaré a mi cuarto y me encerraré. Sí, eso haré, no puede obligarme a salir de mi cuarto, no puede obligarme a irme de esta casa ¿cierto?
-¡Teddy! – me llama sujetándome del brazo.
-¡No! – le grito tratando de zafarme de su agarre.
-Escúchame – me dice, sentándome en una de las sillas que están sobre el estrecho pasillo.
-¿Por qué? – Le pregunto – ¿Por qué me quieres alejar de ti? ¿Es por lo de la comida? No lo vuelvo hacer, te lo prometo, me la comeré sin decir nada – le digo de la manera más sincera, pero él niega con la cabeza ¿eso no es suficiente? – Sacaré la basura, arreglaré mi cuarto - ¿Por qué Konny sigue negando con la cabeza? – ya no le tendré miedo a Spencer…
-Teddy…
-No es necesario que vayas por mí después de clases – le digo agotando todas mis opciones, pero él sigue negando con la cabeza – entonces… entonces ¿qué hago? – Le pregunto y esta vez se me escapan las lágrimas.
-No es necesario que hagas… - mi hermano suspira largamente y viéndome a los ojos me dice - Teddy, no quiero que nada malo te pase… ¿recuerdas la promesa que te hice en el hospital?
La pequeña conversación viaja hasta mi mente…
Fue la última vez que Spencer estuvo en la casa y me había golpeado hasta hacerme vomitar y después me encerró en aquel sótano, hasta que Konny llegó y me sacó de ahí.
Cuando desperté en el hospital, al que vi primero había sido a Sebastián y la segunda vez fue a Konny.
-¡Ey! ¿Cómo estas dormilón? – me había preguntado.
-No estabas… - le murmuré adormilado – he despertado hace rato y Sebastián fue el que estaba aquí.
-Lo sé, pero ya estoy aquí, eso cuenta ¿no? – me respondió con una sonrisa de lado.
-¿Y Spencer? – le pregunté preocupado.
-No pienses en eso, descansa – me tranquilizaba o al menos esa era su intensión.
-Pero…
-Shhh, no pienses en eso Teddy, descansa.
-Él es malo conmigo Konny – le dije sollozando – me deja sin comer y me ha encerrado en el sótano muchas veces, no te lo dije, porque me amenazó con golpearme y con mandarte lejos de mi y… - ya no pude continuar, porque lloré.
-Lo siento Teddy… - me había dicho Konny, mientras que con su mano me limpiaba unas cuantas lagrimas – él ya no lo volverá hacer, te lo juro, jamás volverá ponernos una mano encima a ninguno de los dos.
-¿De verdad? – le pregunté esperanzado.
-Claro, confía en mí, jamás te volverá a hacer daño, Teddy. Jamás. Te lo prometo.
Asiento con la cabeza.
-He fallado a esa promesa, Teddy. Dos veces. No quiero que haya una tercera vez – me dice viéndome a los ojos.
-Pero – me interrumpe.
-Está decidido Teddy, hablaré con el juez mañana mismo y…
-¡No! – le grito levantándome y separándome de él rápidamente - No quiero. ¡No puedes hacerme eso! – le digo enojado, limpiándome bruscamente las lagrimas que se empeñan en salir.
-Teddy…
-Teddy ¡Nada! – le digo más enojado ¿Por qué se empeña en abandonarme?
Me dirijo a mi cuarto.
-Es lo mejor – me dice.
-¡Claro que no! – le reclamo volviéndome hacia con él – Eres… ¡Soy tu hermano!
-¡Y por eso lo hago! No quiero que Spencer…
-¡Spencer! – Grito con furia – ¡Spencer te busca a ti no a mí! ¿Por qué no le das de una vez lo que quiere? ¡Así nos dejará en paz!
Sí lo hice, se lo dije. Aunque no sé exactamente lo que Spencer quiere de mi hermano… o eso creo. Observo cómo mi hermano entorna los ojos y da un paso en falso hacia atrás.
Sin esperar respuesta me voy a mi cuarto y entro en éste. Me deslizo por la puerta y caigo al suelo, donde he comenzado a sollozar.
-Teddy, escucha – oigo hablar a mi hermano del otro lado de la puerta – no quiero alejarte de mí, pero tampoco… no puedo… no puedo - ¿no puede qué? Mi hermano se queda en silencio – mañana hablaré con el abogado y…
-¡Te odiaré si lo haces! – lo amenazo.
*****
Ya han transcurrido cuatro largos días…
Y mi hermano cumplió con lo que dijo. Al día siguiente de nuestra discusión, lo vi salir del estudio junto con el abogado y desde ese día decidí aplicarle ‘La regla del hielo’. No le hablo, no le escucho y sobre todo lo evito. De todas formas se tiene que acostumbrar a estar sin mi ¿no? Él lo decidió, así que se aguante.
Salgo de mi habitación y me dirijo a la cocina, donde el señor renunciaré-a-tu-tutoría ya se encuentra ahí desayunando, me saluda con un: ‘buen día’, al cual, por supuesto no le respondo, a pesar de la mirada asesina que me envía Lali. Seguramente ella está de su lado.
-Desayunaré cereal – le informo a Lali, dirigiéndome a la alacena por un tazón y por el cereal.
-Teddy…
Escucho a mi hermano llamarme, seguramente para reprocharme por lo del cereal… pero ¡oh, lástima! Que le reclame al que no va abandonar.
Me siento en mi lugar, me sirvo el cereal y me enfoco en devorarlo, mientras lo hago veo a todos lados, menos a la persona que está frente a mí. Hace días que no veo a mi hermano a la cara, porque si lo hago… sé que sucumbiré ante él y mi plan de ‘La regla del hielo’ se vendrá abajo. Así que debo seguir. Konny debe sentir lo que yo estoy sintiendo. No seré el único en sufrir.
Termino de desayunar y me voy por mis cosas para el colegio. Cuando llego al patio, Konny ya está en el auto. Me subo. Pasan varios segundos y Konny está sin moverse. Tamborileo mis dedos en la ventana del auto y veo mi reloj, como clara señal de que ya se está haciendo tarde, pero mi hermano parece hacerse el desentendido. Seguramente quiere que le diga que ya es tarde, sí, eso debe ser, quiere que comience hablarle, pero está muy equivocado, si cree que lo haré.
-Teddy — me llama. Y yo bufo en protesta.
Bajo del auto y me dirijo hacia la calle.
“Es mejor caminar”
Camino de manera rápida, escucho a mi hermano hablarme, pero yo continúo. Me grita un ‘Ted’. Y yo bacilo por unos momentos…
“No voltees”, “No voltees”
Me digo y sigo avanzando, pero una mano se cierra en mi brazo y me hace voltear bruscamente. Yo jadeo ante lo que veo. Mi hermano está muy pálido de la cara, incluso hasta más delgado y sin contar que unas enormes ojeras adornan aquellos ojos, que todo el mundo dice que ‘son bonitos’.
Veo a mi hermano verme atentamente. Trago saliva.
-Teddy…
El sonido de un coche, que se estaciona frente a nosotros, lo interrumpe. Es Sebastián.
-Hola – saluda de mala manera a mi hermano, algo me dice que Sebastián también está enojado con él – ¿has cambiado de opinión? – le pregunta, al mismo tiempo que me señala, supongo que hablan de mi tutoría.
-No… — susurra mi hermano. Y Sebastián mueve la cabeza negativamente con un semblante de fastidio.
De pronto se me viene una idea.
-¿Me llevas al colegio? – le pregunto a Sebastián.
-¡Claro! – me responde con una de esa sonrisas que hacen resaltar sus hoyuelos. Me subo al coche y ambos nos alejamos de la casa, sin despedirnos de Konny.
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