Obsesión
Capitulo Dos
Interrumpidos
Interrumpidos
[Blaise Zabini]
Hoy me siento más tranquilo, la noche anterior estuve con mi lindo
Bilius. Nos fuimos a la sala de menesteres y pasamos la noche juntos. Solo nos
limitamos a platicar y disfrutar de nuestra compañía. Ya extrañaba esos
momentos. Teníamos dos semanas sin vernos, fueron una tortura para mí.
Debo confesar que en esas semanas lo conocí a él, al nuevo esposo de mi
madre. La verdad me da igual con quien se case, con que ella sea feliz me
basta. Me limito a quedarme lo más marginado que se pueda en la relación, no
porque no me importe sino porque los señores terminan encariñándose y ¿si eso
sucede al revés? No podría soportar la pérdida de un padre sustituto,
suficiente dolor fue el que pasé al perder a mi padre biológico. Y éste señor
en particular, Francis Morseferth, insisto que tiene un “no sé qué” que no me
deja tranquilo.
-¿Ocurre algo, Blaise? – pregunta mi lindo Bilius.
-Nada, solo que te extrañé demasiado – me despido de él con un beso.
-Yo también – responde, abrazándome - ¿nos vemos al rato frente al lago?
-Ya estoy ansioso por esa cita – digo mientras lo veo desaparecer por el
retrato de la señora gorda.
Llego a mi habitación y me encuentro con Theodore listo para las clases.
Sospecho que nuevamente no durmió durante la noche y dudo mucho que haya sido
por estar con Neville. Lo observo y esas ojeras en su rostro me preocupan, ¿por
qué demonios no duerme? No creo que esas ojeras sean por no dormir en la noche
anterior y de la anterior a esa. Algo me dice que mi amigo no ha dormido en
días, sino es que semanas.
-Theodore… - lo llamo antes que salga de la habitación - ¿Dormiste bien?
-Demasiado, me acabo de levantar hace apenas cinco minutos – responde lo mismo de siempre. Y nuevamente
no le creo. Suspiro con resignación.
Draco sale de la ducha y puedo ver que sus ojos están hinchados,
seguramente volvió a llorar a escondidas. Lo ha estado haciendo desde que
comenzó la guerra, me di cuenta un día en una de las reuniones de la Orden.
¡Por Salazar!
¿Qué demonios ocurre con mis amigos? Estúpida guerra que solo consiguió
traernos más problemas de los que de por sí ya teníamos.
******
Un chico de cabello castaño y mirada azulada, caminaba por los pasillos
de manera intranquila, volteaba con
insistencia hacia los lados y hacía atrás como si temiera que alguien lo
atacase cuando él estuviera con la guardia baja.
“Cuídate las espaldas hijo”, eso le había dicho su padre antes de morir y
eso fue algo que Theodore Nott jamás podría olvidar.
Alguien puso una mano sobre su hombro, el Slytherin se sobresaltó,
bruscamente se dio la vuelta, movimiento que lo desequilibró y mareó a la vez
haciéndolo caer.
-¡Por Las Brujas de Macbeth! Neville jamás me vuelvas hacer eso.
-Lo siento, no creí que fuera a asustarte - lo ayudó a incorporarse — ¿estás bien? – en
su voz se notaba la preocupación.
-Sí – respondió en tono molesto.
-Theo, deberías descansar te ves…
-Estoy bien Neville, no necesito nada.
-Estás ojeroso, ¿no has vuelto a dormir? – Recriminó – Y estás más
delgado, ¿estás comiendo bien? Me prometiste que…
-¿Es tu manera de terminar conmigo? ¡Pues bien! – dijo más enfadado de lo
normal.
-Yo no he dicho tal cosa – frunció el ceño – Me preocupas, cada día te
vez más cansado. ¿Por qué no vas a la enfermería?
-¿Para qué? ¿Para qué me envenenen? No, gracias.
-Theo escúchame, lo que le pasó a tu padre… - pero al ver la reacción del
aludido, dejó el tema del señor Nott a un lado – tú deberías…
-¡Con un demonio! ¡Estoy bien, Longbottom! – y sin más el Slytherin dio
la vuelta y dejó a un desconsolado Neville.
-Lo siento Theo, pero no puedo seguir así. No si tu salud está en
peligro, necesitas ayuda.
******
[Blaise Zabini]
¡Qué tranquilo es este lugar sin dudas!
Estamos frente al lago. Bilius
está recostado en mi pecho mientras yo le hago caricias en su melena
pelirroja. El céfiro del viento nos arrulla y de vez en cuando nos cae la brisa
del lago, todo porque el calamar gigante se le ocurrió que era divertido
chapotear a aquellos alumnos de Ravenclaw.
Es una lástima que el poco tiempo que nos dan de descanso esté por
terminar, eso me entristece porque estoy muy a gusto aquí, sin contar que,
después viene la doble hora de la clase DCAO. Debo admitir que me he vuelto un
poco paranoico pero, lo cierto es que Francis no me inspira confianza. Todo
comenzó desde la primera vez que nos conocimos.
Fue hace dos semanas, la mayor parte del tiempo estuve en el cuartel de
la Orden del Fénix junto con Draco y Theo, cuando se dio por terminada la
misión, cada quien regresó a su hogar. Cuando le avisé a mi madre que regresaba
a casa, se puso realmente feliz porque al fin conocería a Francis. Teníamos
evitando la presentación formal de ambos y solo era cuestión de tiempo de que
eso sucediera. Ese mismo día, mi madre
envió una lechuza diciéndome que no estarían en casa por un par de días.
Decidí quedarme con Theo y ayudarle en lo de sus negocios, pero
necesitaba una muda de ropa, ya que la poca que poseía en mi baúl estaba un
poco inservible después de haber pasado por una buena dosis de lavado, con eso
de que cada quien se hacía cargo de su aseo personal en el cuartel. Ahí me di
cuenta que el artefacto muggle llamado “lavadora” y yo no hacemos buena pareja.
En fin, me aparecí en mi casa para ir por ropa. Se supone que estaba
sola, nadie estaría en casa, salvo el elfo doméstico. Fui directo a mi
habitación y comencé a desvestirme, necesitaba urgentemente una ducha. Ahí
comencé con mis “manías” de ser observado. Sentí una presencia atrás de mí,
pero al voltear no había nadie y supuse que estaba demasiado cansando y por
ello ya sentía cosas donde no había, así que le resté importancia. Terminé de
desvestirme y me fui a la ducha, sonará ridículo pero mientras me enjabonaba
escuché un “gemido” y eso me alertó, sigilosamente voltee alrededor para
revisar pero nuevamente no había nada a pesar que aún sentía la presencia de
alguien. Como no me sentía tranquilo decidí salir de la maldita ducha. Esa
guerra definitivamente me había dejado “paranoico”.
Me envolví una toalla en la cintura y salí de la ducha, me dirigí al
closet para buscar ropa limpia y cuando subí la vista hacia el espejo, lo vi.
Era un sujeto alto, casi tanto como Lucius Malfoy, de hecho su cabello era casi
del mismo color, rubio platinado, su piel blanca perlada y unos ojos de un
color azul penetrante.
Él había entrado a mi habitación sin aviso y eso me había sobresaltado.
¡Se suponía que no había nadie en casa!
-¡¿Quién serpientes eres tú?! – reclamé, enojado.
Mi enojo era porque yo no llevaba mi varita, (la había dejado en la
ducha) y ese sujeto no me daba para nada de confianza. ¿Quién demonios era?,
¿Cómo había entrado?
-Tranquilo, no quise asustarte – Esa es su frase favorita. Siempre me
responde lo mismo cuando me sorprende, pero definitivamente esa es su intención
– Tú debes ser Blaise ¿cierto?
El tono de voz que usó y su insistente mirada hacia mí no me agradaba en
lo más mínimo. Sentía que me veía a través de la toalla.
Está bien sonó algo ilógico, pero no tenía idea en aquel entonces, de
quién era el tipo que estaba frente a mí.
-¿Quién eres? – volví a preguntar en un tono más amenazante, me puse la
primera playera que estuvo a mi alcance.
-Francis Morseferth, el esposo de tu madre.
Fui a la ducha a cambiarme, no me
agradaba la idea de estar en paños menores con el señor ese frente a mí. Cuando
salí, el tal Francis tenía una mueca de molestia, creo que fue porque lo había
dejado hablando solo o porque no le
contesté. No lo sé.
-Mucho gusto, Blaise – dijo mientras extendía la mano hacia mí, no tuve
más remedio que estrecharla con la mía.
Al momento de hacerlo, me jaló y el saludo terminó en un abrazo o al
menos de su parte, yo quedé en shock por la repentina efusividad de su parte.
Sentí su mano deslizarse por mi espalda, me tensé; él se apartó rápidamente y salió de mi
habitación.
¡Cielos! Desde ese momento vi el “no sé qué” que me da desconfianza. Aún
sigo preguntándome porqué estaba en casa cuando se supone que no debería.
-Faltan diez minutos para la clase
– anuncia mi novio, despertándome de mis pensamientos.
-¿Y si no entramos? – propuse tentativamente, sonrió.
-Vamos Blaise, es el primer día, al menos hay que ver cómo nos dará
clases.
-No creo que sea tan bueno, es de pocas palabras.
-¿Cómo dices? ¿Lo conoces?
-Es el esposo de mi madre – mi pelirrojo alzó ambas cejas por la
sorpresa.
-¿El que has estado evitado estos últimos dos años?
-No es que lo haya evitado… bueno, en realidad sí – qué puedo decir. Además, de él fue la estúpida idea de pasar
mis últimas dos semanas de vacaciones en la casa con ellos para conocernos
mejor. Dejé a Theodore solo con sus negocios.
-Bueno, pues si él es el esposo de tu madre, entonces con mayor razón hay
que ir, de seguro que preguntará por ti sino te ve.
-Sí, claro – le digo en un tono burlón - ¿Qué tal cinco minutos más? – le
propongo nuevamente, pero por el gesto que me ha lanzado, me levanto resignado,
sin dejarlo de abrazar.
-Está bien – cede al fin – pero me acompañarás por mis cosas, las dejé en
la sala común, además no quiero ser el único que llegue tarde a la clase.
-De acuerdo.
Por supuesto que no le puedo negar nada a mi lindo Bilius, por él iría
hasta con el mismísimo Lord Voldemort y le enfrentaría si su vida estuviera en
peligro.
-Te amo mi lindo Bilius.
-Yo también te amo mi carismático Blaise.
Estaba a escasos centímetros de esa boca sensual, de esos labios
apetitosos, estaba listo para unir mis labios con los de mi novio, cuando una
voz nos interrumpió.
-¡Hola jóvenes! – es él. Tuvimos que separarnos un poco, pero no dejé de
abrazarlo por los hombros.
-Hola profesor – contesta mi lindo Bilius con un ligero rojo en sus
mejillas, adoro cuando hace eso. Pero al parecer al tal Francis no, le ha
enviado una mirada de hostilidad. Lo fulmino con la mirada por la interrupción.
¿No pudo haber llegado cinco segundos más tarde? O mejor ¡NUNCA!
-¿Listos para mi clase? – nos pregunta, pero solo me observa a mí.
-Por supuesto, profesor – vuelve a contestar mi lindo novio.
-Vámonos – dice el profesor y aún no sé cómo pero en escasos minutos lo
veo atrás de mí. Tiene sus manos en mis hombros y me empuja hacia el castillo –
Vamos Blaise, no me gustan los retrasos.
Quería reclamarle que dejara de empujarme y también quería deshacerme del
agarre, pero me di cuenta que mi lindo Bilius ya no estaba a mi lado, y parecía
que a este señor, este hecho no le importaba mucho.
-¡Espere! ¿Y Bilius?
-Sí, aquí es la clase.
¿Cómo demonios llegamos tan rápido al salón de clases?
Tardé algunos segundos en asimilar lo ocurrido y cuando quise ir por mi
Bilius fui interrumpido.
-Bienvenidos a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras – se le
ocurre comenzar la clase el señor ese. Bla, bla, bla.
No le pongo atención, yo solo quiero ir con mi lindo Bilius ¿A dónde
habrá ido?
-Ahh… Señor Weasley, creo que llega tarde – levanto mi vista y veo a mi
lindo Bilius. Entonces me doy cuenta que mi novio ha ido por sus cosas a su
Sala Común.
-Lo siento – se disculpa mi leoncito y viene a sentarse a un lado de mí.
-Disculpe Señor Weasley, pero aún no le he dicho que se puede sentar – dice
el profesor de una manera que pareciera que disfruta dejarlo en ridículo –
además, estaba explicándole a sus compañeros las reglas de la clase justo
cuando usted entró, ¿sabe cuál es la regla que le explicaba a sus compañeros?
-No…
-Es la que acaba de romper precisamente: “No llegar tarde o de lo
contrario se ganará un castigo”
¡¿Qué?! ¡El primer día de clases y ese señor se osa a castigar a mi lindo
Bilius! ¡Demonios! Empiezo en verdad a odiar a ese señor.
-¿Y cuál es el castigo? – pregunta valiente mi novio.
-Como es la primera vez, la sanción será cinco puntos menos para su casa
y tendrá que sentarse en aquel rincón – señala un lugar apartado de la clase,
en aquella esquina abandonada – así sus compañeros no se verán tentados de
llegar tarde.
-¿Y qué pasará si llegamos tarde dos veces? – pregunta un Potter
nervioso, pero que disimuladamente lanza una mirada fugaz a… ¿Draco?
-Lo descubrirán si algunos de ustedes llega dos veces tarde y esperemos
que el Señor Weasley no sea el que les quite ese curiosidad – responde en son
de broma, pero algo me dice que ese señor ansía que eso pase.
La clase transcurre lo más lentamente posible, al menos para mí. Mi lindo
Bilius está lejos de mí en aquel rincón, a veces nos comunicamos con la mirada
pero parece que el profesor está al pendiente de ello o es solo simple
casualidad, porque justo en esos momentos es cuando aprovecha para hacerme
preguntas… o lo más seguro es que tiene la manía de preguntar a los que están
distraídos, porque también con Theo se ha ensañado en preguntarle y de vez en
cuando a Potter y a Longbottom. De ahí en fuera todos son ignorados o eso creo,
no estoy prestando atención.
La clase termina y comienzan a salir del aula mis compañeros, yo hago
todo lo posible para salir al mismo tiempo que mi lindo Bilius, que sigue
acomodando sus cosas.
-Señor Weasley, quisiera que se quedara por unos momentos.
¡Maldición! ¿Ahora qué demonios quiere con él?
No tengo de otra que salir del aula, pero decido esperarlo en el pasillo.
Los alumnos siguen saliendo, algunos de prisa y otros más lentos. Veo a Draco
salir absorto en sus pensamientos y a Potter seguirlo sigilosamente. Tengo la
ligera sospecha que Potter está enamorado de mi amigo Draco, en las últimas
reuniones en el cuartel lo vi seguirlo disimuladamente e incluso los he visto
juntos un par de veces, pero solo eso.
Segundos después sale Theo enfrascado nuevamente en la lectura de aquel
libro misterioso ¿en dónde dejaría a Neville?
-¡Blaise!
¡Por Salazar! Ese Neville me…
-Longbottom, vuelves hacer ESO y te juro que te crucio.
-No quería asustarte.
Sí, eso mismo me dijo aquel señor que está hablando con mi novio y mira
como ando de “paranoico”, creo que ya comienzo a entender a Theo.
-¿Qué ocurre? – pregunto más calmado.
-Quisiera hablarte de Theo, es muy importante.
-Bien.
-Pero ahora no ¿qué tal mañana después del descanso?
-¿Qué no era muy importante?
-Sí, pero trataré de hacer hoy un nuevo intento.
¿Intento de qué? Quise preguntar, pero el Gryffindor ya no estaba a mi
lado.
******
Draco había llegado a las gradas del campo de Quidditch, se había sentado
mirando hacia los aros de anotación, pero sin verlos realmente. Estaba
sumergido en sus pensamientos, le agradaba estar solo. Sí, solo, sin que nadie
lo mirara con reproche, asco, incluso con miedo. No le agradaba la manera en
que los alumnos del colegio todavía vieran a sus amigos y a él como traidores (solo
los de la Orden del Fénix sabían la verdad) pero sobre todo, no le agrada ver a
uno de sus mejores amigos convertido en una especie de zombi. Theodore Nott, quien
ya no tenía la misma personalidad y apariencia de antes. Estaba más ojeroso,
seguramente era por tener miedo a quedarse dormido y que alguien lo atacase mientras durmiera. Alguien como él. Tampoco comía
últimamente y probablemente era por temor a que alguien le agregara veneno en su comida mientras él no veía, si es
que no se la hayan puesto los mismos elfos domésticos por orden de alguien más.
De alguien como él.
Draco se entristeció más al saber que él no podía hacer nada para ayudar
a su amigo castaño. Seguramente Theodore lo odiaba, era lo más probable. El
rubio nunca olvidaría la expresión que puso su amigo en su rostro cuando vio
morir a su padre en sus brazos, sin poder hacer nada… y el culpable era él.
Una lagrima resbaló por su mejilla, ya no era de extrañarse, es más ya ni
se daba cuenta, de hecho cada vez que pasaba dejaba de respirar por unos
segundos, era una manía que habían adquirido sus amigos y él para mitigar el
dolor, cuando sentía que ya no podía más volvía a inhalar aire, porque para su
pesar se sentía cobarde con el hecho de verse tentado a quitarse la vida.
Harry había seguido a Draco hasta aquel lugar, de hecho no era la única
vez, en las reuniones de la Orden también lo seguía y solía acompañarlo de
lejos. Cada vez se inquietaba más, ya que cuando Draco dejaba de respirar eran
más prolongados los tiempos, sin duda éste era el más largo de todos y Harry
comprendió que ya era tiempo de dejar de esconderse y ayudarle.
Se acercó a él.
-Draco, esta guerra no la lleves solo.
El Slytherin como respuesta dejó caer su cabeza en el hombro del chico
que lo reconfortaba y comenzó a sollozar más fuerte, dejándose ir por un llanto
sin control.
-Yo estoy contigo, Draco – dijo, abrazándolo protectoramente.
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