Los cinco elementos
Capitulo Dos:
Un lugar seguro
Draco aun seguía dormido en la misma posición del día anterior, si por
él fuera hubiera dormido todo ese día y parte de la noche, pues en la última
semana su estilo de vida no había sido precisamente tan placentera, en esa
semana se había quedado viudo, sin casa y por poco sin hijo, toda una semana de
tanto vaivén sin descanso o al menos solo el mínimo requerido, sumándole los cruciatus del primer ataque, del segundo y del tercero…(1), más los días sin dormir por estar en camino
en busca de su hijo, esos mismos días sin comer y sin tomar agua (bueno si no se cuentan los días de lluvia
los cuales aprovechaba para calmar su sed), la preocupación de no llegar a
tiempo para salvar a su hijo de las garras de Voldemort y de pilón el impacto
que tuvo con la onda mágica que emanaba aquel círculo, el cual le trajo como
consecuencia: inestabilidad en su magia.
Sí, cualquiera diría que era mejor que se quedara dormido, que se
recuperara, pero lamentablemente en esos momentos era lo menos que podía tener:
descanso y sobre todo, seguridad.
Un CRACK fue lo que hizo que
el rubio despertará repentinamente con movimientos bruscos trayéndole como
consecuencia otras molestias más a su lista de consecuencia por el mal cuidado
de su persona; le tomó varios segundos recuperarse del asalto y caer en cuenta
que se encontraba en el refugio, lanzó una mirada hacia la cama donde había
dejado unas horas atrás a su hijo, pero no estaba.
-¡Scorpius! – llamó un poco histérico pensando que los Mortífagos habían
vuelto, se levantó rápidamente trayéndole súbitamente un mareo y una ceguera
repentina, maldiciéndose por dentro por su descuido llamó nuevamente –
¡Scorpius! – solo bastó parpadear un par
de veces para estabilizarse y recuperar nuevamente su visión.
-Papi… - llamó tristemente su hijo desde el otro cuarto, el ex Slytherin
con el corazón en la mano caminó rápidamente hacia allá para encontrarse con su
hijo tratando de reparar al parecer un recipiente de vidrio que debía haber
tenido dentro unas galletas, minutos atrás.
-¿Scorpius? – el pequeñito se sobresaltó al ver a su padre acercarse a
él y con ojitos triste lo miró diciéndole:
-Papi, tengo hambre – Draco dejó salir un suspiro de alivio al ver que
su hijo se encontraba bien, se acercó a él y lo cargó, su hijo lo abrazó
fuertemente pero su mirada luego se posó en el desastre que había hecho minutos
atrás.
-Si tenías hambre ¿Por qué no me lo dijiste? – le preguntó un poco
confundido Draco, pues sinceramente tantas sorpresas continuas en un corto
tiempo, no lo dejaban reponerse completamente.
-Estabas dormido… – se justificó el pequeño rubio con una mirada triste
creyendo que su padre estaba enojado con él por el desastre que había
ocasionado.
Draco lo observó detenidamente y le sonrió orgullosamente, cómo amaba a
su hijo, definitivamente esa sensibilidad le había sacado a su madre, de su
Astoria, su Astry, que ahora ya no
estaba más. Se abstuvo de llorar, tenía que hacer uso de su sangre fría para
poder salir adelante y así ver por la seguridad de su hijo, ya que éste
estuviera en un lugar mucho más seguro, entonces ya tendría tiempo de asimilar
todo lo ocurrido desde la última semana, todo lo que le llevó a esta situación.
-Vamos a comer entonces – apremió Malfoy y el pequeño Scorpius sonrió,
sí… su papi no estaba enojado con él.
*****
El chico-que-vivió, aunque algunos ya lo nombraban el chico-que-venció,
se encontraba en su oficina masajeándose las sienes mientras que él solo se
autonombraba: el chico-que-le-duele-la-cabeza y todo por no haber podido
conciliar el sueño la noche pasada después de la espantosa pesadilla que había
tenido, de la cual no recordaba nada, absolutamente NADA, culpaba de ello a Draco Malfoy ¿Por
qué? Aun no lo sabía, pero tenía esa sensación de que él había estado en ese
sueño y que a causa de ello le robó horas de descanso.
Para colmo, aun tenía mucho trabajo que hacer. En la mañana, su jefe le
había dado los datos de los últimos cuatro Mortífagos prófugos.
-¡Hola! – saludó su mejor amigo desde hacía más de diez años.
-Ron.
-¿Nuevas noticias?
-Sí, me acaban de dar los nombres de los últimos cuatro Mortífagos.
-¿Algún conocido? Porque me muero por patearle el trasero a Malfoy – le
dijo esperanzado.
-Yo también – dejó salir Harry al recordar sus horas perdidas de sueño,
pero como buen auror maduro, solo
pudo decir – No, pero son McKinnons, Rowle, Mulciber y ¿Morseferth? – sí, ese nombre se le hacía conocido ¿pero de
dónde? Estaba seguro haberlo escuchado en algún lugar ¿Pero en cuál? ¿Quién
era?
*****
Mientras que Scorpius trataba de vestirse solo, Draco se había perdido
en sus pensamientos, minutos antes había estado viendo su reflejo en el espejo:
estaba más pálido de lo normal, con unas ojeras visibles, más delgado, pero lo
que le preocupaba era la inestabilidad en su magia ¿y si los Mortífagos lo
atacaban? ¿Cómo defendería a su hijo si su magia solo le hacía caso cuando
quería? No podía estar así de tranquilo, tenía que hacer algo. Ya llevaba
varios minutos frente al espejo y por fin había llegado a una conclusión:
Primero: buscar un lugar seguro ¿Quién podría tener un lugar más seguro
en este tiempo? Nadie, salvo quizás… Potter, aunque siendo realistas, con
Voldemort cazándolo lo encontraría, tarde o temprano, pero lo haría. Pero lo
que Potter le podría ofrecer no era tanto el lugar seguro, sino protección, sí
su famosa Orden del Fénix, era ésta la que le brindaba protección y como
consecuencia le traía un lugar seguro.
-Potter… - murmuró el rubio
Quizás Potter sí le quisiera ayudar a proteger a su hijo, después de
todo estaba en su naturaleza de león el ayudar a todo aquel desprotegido como
lo hacía Dumbledore, pero ¿y Granger? O ¿Weasley? ¿Ellos lo ayudarían? Después
de todo en el colegio nunca se llevaron bien, aunque ya hubieran pasado seis
años desde entonces, de todas formas, San
Potter era su única opción, por el momento y eso le molestaba, pedirle ayuda al
último ser que jamás creyó que lo haría, pero todo fuera por salvarle la vida a su hijo, sí, él valía toda su
humillación posible ante el famoso niño-que-vivió, valía todo su orgullo tragado
y pedir ayuda ante el Elegido. Sí,
Scorpius valía todo eso… y mucho más.
-Zabini.
Era lo que le resonaba ahora en su cabeza, Blaise Zabini, fue el único
que lo ayudó en los tiempos de Hogwarts en los momentos difícil junto con Nott,
no eran los mejores amigos, pero confiaban en ellos o al menos lo intentaban ya
que, en la iniciación para ser Mortífagos ellos tres se protegieron entre
sí.
Tenía que contactarlo, tenía que avisarle que Voldemort estaba tras
ellos, para vengarse porque en el último momento de la guerra habían cambiado
de lado y lucharon en su contra, sí tenía que decirle que Voldemort no había
muerto como todos creían.
Tomó un pedazo de pergamino y comenzó a escribir unas líneas, cuando
terminó de hacerlo se sintió más tranquilo, llamó a la lechuza que tenia para
mandar mensajes en situaciones de urgencias y le pidió que entregara la carta
recién hecha, esperando haber hecho lo correcto, aunque aquí entre nos, ya no
tenía muchas opciones; lanzó una última mirada a su reflejo, el cual lo observó
tristemente, después se desvió a su pequeño acompañante.
Observó a su hijo y no pudo evitar sonreír, pues el pequeño Scorpius
(que estaba parado sobre una silla para poder verse en el espejo) estaba
teniendo una batalla con su indomable cabellera, pues un pequeño mechón rubio
platinado, no se acomodaba donde él quería; el niño a través del espejo le
enviaba una mirada arrogante con el ceño ligeramente fruncido, como si ese
hecho fuera controlar al rebelde mechón.
-¿Listo para irnos Scorpius?
*****
Hermione se dirigía muy disgustada hacia un establecimiento, pues horas
atrás le habían notificado que este lugar utilizaban a los pobres e indefensos
elfos domésticos como trabajadores, pero ilegalmente, este asunto la tenia
indignada ¿Cómo podría haber gente así todavía? ¿Cómo se atrevían a violar las
recientes leyes apenas aprobadas? Aunque ni tan recientes desde hace dos años
que la habían aprobado y aun así había magos violándolas, eso era, que hasta la
fecha a la castaña le hacía sacar de sus casillas. Y no le importó el hecho de
que había quedado ir a comer junto con Harry y con Ron.
Los cuales ya se encontraban en el comedor del ministerio, su amiga nunca
se retrasaba, pero también había motivos para que ella se hiciera en ocasiones
la difícil.
-¿Crees que aún siga enfadada conmigo? Tu sabes, porque no funcionó nuestra
relación… – preguntaba Ron cautelosamente.
-No lo creo Ron, ella te lo dijo la vez pasada. Algo me dice que otra vez
anda alegando por los elfos domésticos.
-¡Ah! Pues entonces hay que comer – decía el pelirrojo mientras se
saboreaba su comida y dejando de lado la reciente preocupación.
-No se te olvide que mañana es el cumpleaños de Teddy y quedaste de ir a mi
casa para ayudarme con las cosas – le recordó el ojiverde.
-No se me ha olvidado Harry, por cierto ¿va ir Terry?
-No lo sé, me dijo que iba a estar ocupado, además me tiene sin cuidado si
va o no; por eso te pedí ayuda a ti y no a él – el Weasley lo miró perplejo.
-Pero Harry, has estado con él
¿desde cuándo? – Fingía hacer cálculos el pelirrojo – ¡Creo que ya van para el
año! ¿Cómo es eso que te tiene sin cuidado si va o no?
-No lo sé Ron –dejó salir Harry con fastidio – solo lo dije por decir,
comencemos a comer mejor, anoche no dormí bien y hoy no desayuné porque llevé a
Teddy con Ginny; y ya sabes cómo me pongo sino cumplo con esas dos cosas.
-Sí, mejor comamos – coincidió el pelirrojo – ¿desde ayer Teddy se quedó
contigo? –le preguntó a su amigo mientras se devoraba una pieza de pollo.
-Sí, Andrómeda me lo dejó anoche en la casa, ya ves que aun tiene que
arreglar algunos trámites administrativos por la tutoría de Teddy.
-Pero si es la abuela, eso no tiene sentido.
-Con el cambio de Ministro, se tienen que hacer de nuevo algunos trámites…
*****
Por quinta, o decima vez, ya ni lo sabían, pero nuevamente eran víctimas de
la maldición cruciatus por parte de
su Lord.
-¡Cómo pudieron permitir que ese traidor se llevara al mocoso! – los tres
Mortífagos ya ni se molestaban en contestar, porque si lo hacían, los cruciaban, pero sino… - ¡Crucio! – También lo lanzaba – No solo
he perdido el quinto elemento por su inútil error, sino también al tercero… ¡Crucio! – Voldemort seguía con el
castigo.
Los tres hombres dejaron de sentir el castigo de su Lord después de unos
instantes, se levantaron temerosos después de que Voldemort se los ordenara, lo
observaron hacer una sonrisa muy tétrica, aquella que lo caracteriza, aquella
que anunciaba buenas noticias, pero para él.
Los tres Mortífagos siguieron la mirada de su Lord, para encontrarse a un
cuarto encapuchado que se acercaba a él desde el profundo bosque.
-¿Y bien? – Resonó la voz del Señor Oscuro en el lugar haciendo temblar a
todos los presentes, el recién llegado se fue hasta donde estaba su amo y le
susurró algo al oído trayendo como consecuencia otra sonrisa tétrica por parte
de Voldemort – es hora de remendar su error mis leales Mortífagos.
Los tres Mortífagos asintieron, pues ya no querían recibir más crucios por parte de su amo.
-Me acaban de notificar que el traidor junto con su hijo se presentará en
un lugar dentro de unos cuantos minutos, quiero que me los traigan ¡ahora!
*****
El pub “El Cadáver” tenía cierta
fama de ambiente oscuro, ya que en un tiempo atrás, ahí se realizaban negocios
ilegales, sin embargo era inevitable ir a ese lugar. Draco sabía de antemano al
peligro que se expondría junto con su hijo ¿pero qué más podía hacer? Tenía que
encontrar el paradero de Blaise y advertirle, después de todo, él hubiera hecho
lo mismo ¿no? Después de ese asunto,
iría a buscar a Potter y pedirle ayuda.
Nada más al entrar al pub le invadió un mal presentimiento, incluso su hijo
lo sintió porque se aferró más a él en el abrazo, el rubio mayor observó el
lugar, pudo localizar inmediatamente el punto de encuentro de su pequeña
reunión con Nott, ya que éste estaba en constante contacto con el otro chico y
además fue al primero que pudo localizar.
Se dirigió hacia la esquina donde había una mesa y al lado de ésta una
puerta que sin duda daba hacia la calle, llegó y sentó a su hijo en una de las
sillas y se arrodilló frente a él para quedar a su misma altura.
-Scorpius, papi tiene que ir a ver a alguien, tú te vas a
quedar aquí hasta que yo vuelva ¿de acuerdo?
-¿Por qué no puedo ir contigo, papi?
– le preguntó el pequeñito con un pucherito.
-Porque a la persona que voy a ir a ver es malo con los niños – le mintió, pero era mejor así, no lo expondría
por su descuido, no otra vez, tampoco era que desconfiara de Nott, pero con el
transcurso del tiempo y más de su propia experiencia reciente, aprendió a ser
más precavido.
-Si es muy malo ¿Por qué vas a ir
con él? – preguntó inocentemente el pequeño.
-Ya te lo expliqué Scorpius, esta persona nos va a llevar con el tío Blaise
– le decía mientras le limpiaba unas lagrimitas que se le resbalan por sus pálidas mejillas – quédate aquí y
recuerda: no hables con nadie – el menor asintió – ¿recuerdas que tienes qué
hacer si hay hombres malos vestidos de negro con máscaras? – El niño volvió a
asentir más valientemente y al mismo tiempo llevando su mano a su pechito –
bien – le respondió Draco sonriente – espérame aquí, no tardo – se despedía
mientras le daba un beso fugaz en la frentecita.
Draco se colocó la capucha de su capa y se dirigió a una puerta de la
esquina de frente, antes de entrar le echó una última mirada a su hijo, el cual
lo observaba sin pestañar.
*****
En cuanto Hermione estuvo frente al establecimiento, una ira incontenible
la invadió, solo al imaginar a los pobres elfos domésticos trabajando sin parar
para el estúpido dueño del pub, sin pensarlo dos veces entró y le encaró:
-¡Porque demonios está haciendo trabajar a los elfos domésticos sin
pagarles ni siquiera un knut!
-Señorita, me haría el favor de no hacer escándalos en mi negocio… tengo
clientes y me los está asustando – la ex Gryffindor se ruborizó un poco ante el
repentino regaño del dueño y al dar una ojeada al lugar, observó cómo los
clientes la observaban extrañados.
-Me ha llegado una denuncia anónima que aquí tiene trabajando a elfos
domésticos, eso está bien, pero me han dicho que nos les paga nada y eso es lo
que está mal – le dijo ya en un tono más calmado, pero aún así con cierto
reproche.
-No sé de qué habla – se justificaba el dueño del pub.
-Voy a inspeccionar el lugar y a
entrevistar a sus clientes y sobre todo, a todos los elfos domésticos que tiene
trabajando tan injustamente.
-Da igual, todo está en orden, señorita – Hermione lo fulminó con la mirada
y se dirigió hacia la clientela.
Con forme caminaba todos la observaban de manera molesta, hasta que llegó a
la mesa donde había un pequeñito ¿solo? ¿Dónde demonios estaban sus padres?
¿Cómo se les ocurría abandonarlo de esa manera? Cualquiera podría ir y…
“Bueno es mejor
no sacar conclusiones tan rápidamente”.
Pensó la chica y se dirigió con paso firme hasta la mesa donde un pequeñito
rubio de ojos color plata se encontraba sentado solito. Llegó hasta donde
estaba el niño y se sentó frente a él, pero éste tenía la mirada fija en una
puerta que estaba al fondo, cuando sintió la mirada de la castaña desvió la
suya hacia ella, pero solo unos instantes porque nuevamente la posó hacia
aquella puerta.
-¡Hola! – Saludó Hermione – pero el
pequeño no le respondió – ¿estás solo? – Volvió a preguntar pero el pequeñito
la volvió a ignorar, la chica siguió la mirada del niño para encontrarse con un
puerta – ¿están tus papás allá? – le preguntó por tercera vez, pero el niño no
hacía más que observar con ansias la puerta – ¿estás enojado? – Cambió la pregunta
– el chiquillo nuevamente desvió su mirada con ella y movió la cabeza de un
lado a otro.
-Mi papi dice que no hable con extraños – pero con tan solo decir eso se
tapó la boca con sus dos manitas rápidamente por haber hablado precisamente con
una extraña, la chica sonrió disimuladamente, ese pequeñito le causaba ternura.
-Tu papi tiene razón. Pero ¿Por
qué no está aquí? – Pero el pequeñito seguía con sus manitas en la boca – me
llamo Hermione, mucho gusto y ¿tú? – se presentó mientras le extendía una mano.
-Scorpius – le respondió el pequeño mientras le recibía la mano, luego la
retiró rápidamente para nuevamente taparse su boquita.
-Mucho gusto Scorpius, no tienes que hacer eso – le decía mientras le
quitaba sus manitas de la boca – ya no somos extraños, ya sabemos nuestros
nombres – le dijo sonriente la ex Gryffindor, pero el pequeñito le lanzó una
mirada extraña pero vagamente familiar a la chica. Sí, recordaba haber visto
ese semblante tan arrogante en algún lado… - Entonces Scorpius, ¿dónde están tus
papás?
-Mi papi está hablando con el
señor que es malo con los niños – esto confundió a la chica pero cuando quiso
preguntarle algo más, se escuchó una explosión desde el fondo del pub.
Todos los clientes se sobresaltaron ante este hecho y fijaron sus vistas al
lugar de donde provenía la reciente explosión.
Por otro lado Hermione se quedó estática ante la escena, pues un hombre
había sido expulsado por la explosión cayendo en el suelo violentamente. Y en
la puerta, donde minutos antes había tenido fija la mirada el pequeño, salían
tres figuras encapuchadas.
-¡Mortífagos! – murmuró la castaña.
-¡Papi! – escuchó gritar al niño
y por reflejo ella lo atrapó en fuerte abrazo. Pero el grito del pequeño llamó
la atención de los tres Mortífagos y ahora se dirigían hacia con ellos.
-Sangre sucia, entréganos al niño
– le dijo uno de ellos, mientras los otros dos Mortífagos le apuntaban con sus
respectivas varitas dispuestos a lanzarle el Avada.
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