Obsesión
Capitulo Veinte:
Obsesión
Se encontraban en la oficina del mayor, uno sentado frente al otro.
Mientras que el mayor en su mente imaginaba mil maneras de pasar la gran
velada, el menor solo quería que ese día terminara de una vez por todas.
-¿Más té? – le ofreció Francis.
-No…
Blaise no entendía el porqué de la repentina
amabilidad por parte de su profesor. Desde muy temprano el rubio había ido a
despertarlo y se lo había llevado a su oficina, donde ahora se encontraban
comiendo y conversando como si no hubiera ocurrido nada entre ambos. Francis le
platicaba el cómo era que se había decidido hacerse auror, aunque a Blaise no
le importaba en lo más mínimo.
-No soportaba las injusticias, por eso decidí hacerme
auror… – decía el profesor, sin embargo, Blaise no pudo evitar bufar ante su
confesión de “injusticia”, incluso eso se escuchaba irónico, eso precisamente
estaba haciendo con él, era injusto que le hubiera chantajeado para
aceptar el estúpido Pacto Mágico, había sido muy injusto el haberlo
obligado a dejar a Bilius. Sí, Francis había sido injusto en muchos aspectos
con él, ese señor que supuestamente no soportaba las injusticias.
Blaise se levantó de su lugar y decidió caminar de un
lado a otro, se había entumido al estar sentado en una sola posición,
últimamente le daban calambres en los brazos o piernas si permanecía en una
sola posición, calambres por cierto, que le atribuía al no hacer más ejercicio.
El moreno seguía con su caminata de un lado a
otro, mientras Francis hablaba sobre su vida pasada, había dicho algo de la
muerte de su madre y que su padre no había sido un señor muy cariñoso o algo
así, en realidad el Slytherin no escuchaba, le había llamado la atención
un pedazo de pergamino que estaba en el escritorio, donde claramente se leía:
Poción Boot, y a un lado de ese había otro que decía: Poción Weasley.
El Slytherin entornó los ojos, su corazón palpitaba a
todo lo que daba ¿Qué se supone que significaba aquello?
-Tres años en la academia de Aurores no es fácil,
créeme… – continuaba Francis con su verborrea.
-¡Qué significa esto Francis! – exigió Blaise
enseñándole los pedazos de pergaminos. El mayor por su parte solo frunció el
ceño.
-Es un pedazo de pergamino – dejó salir sin
importancia.
-No te hagas el desentendido – gruñó – aquí dice
‘Poción Weasley’ y ‘Poción Boot’.
-Tiene una explicación – Francis se levantó de su
lugar y se puso frente a Blaise – el chico Boot tiene insomnio así que me pidió
una poción para poder dormir, recuerda que soy su profesor de Pociones.
Blaise entrecerró los ojos, clara señal de
desconfianza hacia el mayor.
-¿Y la otra? Porque algo me dice que no tiene que ver
con Ginny Weasley sino con Bilius y hasta donde yo sé, él no le ha pedido nada
de pociones – el chico pudo ver claramente el gesto de desprecio de su profesor
cuando mencionó a su Bilius.
-Es verdad – dejó salir Francis con una gran sonrisa.
-¡¿Acaso está faltando al Pacto?! –reclamó.
-Por supuesto que no, un Pacto no se rompe así de
fácil y menos éste.
-¡¿Entonces?!
-Esta poción es para suprimir el dolor – confesó media
verdad – después de que decidiste dejarlo…
-¡Usted me obligó! – espetó Blaise. Sin embargo, el
mayor continúo ignorando su queja.
-Hice la poción especialmente para él, no quería verlo
sufrir, pues tú también te pondrías mal y… – Blaise se lo hubiera creído, pero
nada que viniera de su profesor podría ser algo bueno, seguramente había una
trampa o algo oculto tras esa poción y él lo averiguaría – ¿Blaise?
El moreno lo fulminó con la mirada, pero aun así
continuó con su caminata. Francis sonrió con satisfacción.
Por supuesto que él había hecho la poción para que el
estúpido pelirrojo en cierta manera “olvidara” a Blaise, pero también era
cierto que la poción contenía una mínima cantidad de Armotentia, la cual
haría que sintiera cierta atracción por alguien en especial y ese alguien era
Terry Boot, quien también tenía su poción, la contraparte de la de Ron que a la
vez servía de complemento, un plan perfecto para quitarse al pelirrojo de en medio
sutilmente. Y en teoría no estaba haciéndole nada “malo” al pelirrojo porque
¿desde cuándo darle un ‘poco’ de amor a alguien era malo? Y hablando de
amor…
-Ven – le ordenó a Blaise.
El moreno tragó saliva, sabía que en cualquier momento
Francis se cansaría de solo hablar y pasaría a lo otro.
-Eres tan delicioso – dijo entre besos y caricias,
mientras lo conducía a la habitación.
Esta vez Francis no pudo reprimir sus impulsos de impaciencia,
bruscamente le arrebató la ropa a su alumno y con un movimiento de varita se
desnudó él, aventó a Blaise sin consideración hacia la cama y se colocó encima
de él.
-Te amo — le dijo mientras se colocaba entre sus
piernas – te amo.
[…]
Narcisa había llegado a la mansión Zabini desde muy
temprano, ella y Rose estaban en la cocina horneando un pastel, cosa que podría
resultar extraño para los demás, pero era una actividad muy común entre ambas.
Desde muy jóvenes eran muy amigas y acostumbraban hacer cosas fuera de lo ‘normal’
para mujeres del mundo mágico, el cocinar era una de esas.
-Está quedando exquisito – se deleitó con placer Rose,
al meter el pastel en el horno.
-Les gustará a los chicos – dejó salir Narcisa,
mientras se lavaba las manos, ante ese comentario Rose sonrió, seguramente
pensando en que Narcisa esperaba una sorpresa de última hora de su hijo Draco.
-Por supuesto – complació Rose - ¿Qué haremos para la
cena? – preguntó de manera pensativa, mientras revisaba su alacena donde tenía
alimentos enlatados.
-¿Aún tienes ese libro esplendido de ‘Cocina
Mágica’? – preguntó de manera inquisidora.
-Está en el estudio – confeso divertida Rose – cuando
descubrí que mi padre quería quemarlo, lo escondí ahí y lo hechicé, ya sabes
que a él nunca le gustó que hiciera deberes de elfo domésticos.
-Sí, mi padre decía lo mismo, lástima que mi ejemplar
no corrió con la misma suerte que el tuyo – dijo melancólica la rubia – mi
padre sí lo llegó a quemar.
Ambas llegaron a la puerta del estudio. Cuando Rose
hizo el intento de abrir la puerta ésta simplemente no cedió.
-¿Está sellada? – preguntó intrigada Narcisa.
-Debió haberlo hecho Francis, antes de irse – confesó
Rose – suele traerse el trabajo a casa, a veces suele ser… obsesivo.
-¿Y vendrá para la cena? – quiso saber, mientras Rose
aplicaba un hechizo a la puerta y ésta se abría.
-No lo creo, me mandó una carta hace una semana, está
muy ocupado – expresó, mientras se dirigía hacia uno de los libreros que estaba
detrás del escritorio.
-¿Ocupado? – Se extrañó Narcisa, mientras buscaba en
el librero de una esquina - ¿Haciendo qué? ¿Corrigiendo ensayos? ¿Calificando
exámenes?
Rose Zabini se detuvo en su búsqueda y lentamente se
dio la vuelta para ver a su amiga, la cual aún seguía buscando el libro.
-¿Cómo dices?
-Draco me dijo en su última carta que no solo da DCAO,
sino que también Pociones, así que supongo que sí tiene mucho qué hacer.
-¡Qué! – exclamó nerviosa Rose.
Narcisa se dio la vuelta con una sonrisa de triunfo –
lo encontré – dijo, mostrándole el libro.
-¿Dices que Francis está en Hogwarts?
Rose sentía que le faltaba el aire, su cabeza era un
torbellino de preguntas e hipótesis cada vez más aterradoras. Escenas le venían
a la mente en forma de flash back, donde había un Francis insistiéndole en
presentarle a su hijo, un Morseferth pidiéndole permiso para un día estar solo
con su hijo, un Francis…
-¡Blaise! – Gritó aterrada Rose.
-¿Rose? – Llamó Narcisa, pero la aludida parecía estar
en una especie de trance — ¿Rose? – Volvió a llamarla, pero la mujer
simplemente retrocedió un paso, haciendo que uno de sus brazos rozara
accidentalmente una especie de palanca, la cual abrió detrás de ella una puerta
secreta – Pero ¿qué?
Rose salió de su estupor al caerse hacia atrás por el
hueco recién abierto de aquella puerta secreta.
-¡Rose! – llamó Narcisa yendo hacia donde estaba ella,
Rose estaba enfrascada en un nuevo pensamiento.
La viuda de Zabini, tenía entre sus manos una foto,
donde había un Blaise de once años de edad mostrándole un pergamino, ella
recordaba perfectamente esa foto, se la había tomado minutos después de haber
recibido la carta de Hogwarts en la cual le notificaban que había sido aceptado
en dicho colegio.
Rose recordaba que esa foto, la había guardado en
aquel baúl que lo nombraba ‘el baúl de los recuerdos’, en aquel objeto
en el cual tenía más fotos de su único hijo y del padre de éste. ¿Cómo es que
esa foto había llegado ahí? La respuesta le llegó enseguida.
-¿Rose? ¿Estas…? ¡Oh por Merlín! – la voz de Narcisa
sonó angustiada.
Si Narcisa se sentía asustada, aterrorizada,
angustiada por lo que estaba viendo… Rose Zabini se sentía el doble o quizás el
triple o tal vez más, de lo que su amiga se sentía. Frente a ella, había una
pared con una pizarra, donde había cientos y cientos de fotos de su hijo, de
Blaise. Fotos que iban desde que él era pequeño hasta la actualidad. Escritos
de pensamientos demasiados perturbadores de Francis dirigidos hacia él, apuntes
de los gustos y disgustos de su hijo. Y un sin fin de cosas que indicaban
claramente que Francis Morseferth sentía algo más que empatía por Blaise.
Francis estaba obsesionado con él.
-Rose, los chicos están en peligro – dijo en un hilo
de voz la rubia, mientras le enseñaba una de las tantas fotos que había en el
suelo.
-¿Qué…? – apenas musitó Rose.
Avanzó hacia ella, sin ser siquiera consciente que lo hacía.
Solo observaba aquella foto, donde estaba Blaise, Theo y Draco sonrientes, los
tres se abrazaban, mientras soplaban las velitas del pastel de cumpleaños de
Blaise.
-¿Lo hizo Francis? – una pregunta innecesaria, pero si
Narcisa no lo decía, creía que se ahogaría para sus adentros…
En la foto había unos cuantos trazos, en el rostro de
Blaise había un círculo de color rojo, en el del Theo había una letra “V” y en
el del Draco había una cruz.
-¿Qué demonios significa, Rose? – exigió Narcisa con lágrimas
en los ojos.
En esos momentos, una lechuza llegó hasta donde estaban.
-Es del ministerio.
[…]
-¡Date prisa Draco! – le pidió Theodore a su
amigo, quien llevaba alrededor de media hora en el baño.
-¡Ya voy! – se quejó Draco, viéndose por enésima vez
en el espejo.
-¡Merlín, ni Pansy tardaba tanto tiempo! – dejó salir
divertido al ver a su amigo salir del lugar.
-Pansy no se preocupaba por su imagen, yo sí – dijo
solemnemente - ¿aún no llega Blaise? – preguntó extrañado al ver a su amigo y
su novio en la sala y sin señales del moreno.
-No – dejó salir preocupado Theo – debió de haber
llegado hace tres horas.
-No ha de tardar – habló por primera vez Neville – tal
vez… solo se retrasó, en estas fechas el servicio de Red Flú suele tardarse.
-Tal vez – coincidió Theo no muy seguro.
-¿Y si le pasó algo malo? – preguntó alarmado el
rubio.
-Quizás el profesor Morseferth lo invitó a brindar –
opinó Neville.
-¿Cómo dices? – lo interrogó su novio.
-El profesor Morseferth estaba en la lista de los
profesores de guardia para las vacaciones de Navidad y…
-¡Qué! – Gritó Draco levantándose de su lugar –
entonces…
-¿Qué? ¿Qué sucede? ¿Por qué esas caras? – preguntó
preocupado el Gryffindor observando a su novio y al rubio.
Draco vio a Theo en son de duda, sin embargo, el
castaño habló, confiaba en su novio.
-Tenemos una ligera sospecha que el profesor
Morseferth trae algo con Blaise.
-Algo ¿Cómo qué? – preguntó receloso.
-No lo sabemos, aún – dijo Draco – pero suponemos que
es algo ‘oscuro’.
-¿Oscuro? –
repitió escéptico Neville, enarcando una ceja.
-Solo sabemos – continuó Theo – que desde el momento
en que llegó Morseferth a Hogwarts han pasado cosas extrañas, por ejemplo,
nuestro jefe de casa, el profesor Slughorn que se supone que solo se cayó de
las escaleras aún no se recupera en San Mungo y da la casualidad que el único
que lo auxilió en esos momentos fue el profesor Morseferth.
-¿Cómo saben eso?
-Somos Slytherin – comentó Draco con una sonrisa
autosuficiencia. En cambio Neville frunció el ceño, esa respuesta no le dijo
nada – sabemos buscar nuestra propia información, además el profesor Slughorn
no es de esas personas que se andan cayendo de las escaleras y no despertar
luego, ¿cierto?
-Supongo que no — murmuró Neville.
-Segundo – prosiguió Theo – el profesor siempre ha
estado presente en cada una de las cosas que hacemos, es como si estuviera
vigilándonos – Neville frunció el ceño – ¡es verdad! – Se quejó Theo – la pelea
de hace meses con Boot ¿Cómo la explicas?, o cuando me desmayé, tú mismo
dijiste que el profesor llegó a auxiliarme y…
-¿Coincidencias?
-Neville son muchas cosas, además…
-De acuerdo, supongamos que en el caso hipotético de
que el profesor Morseferth traiga algo en manos contra Blaise ¿Qué haría con
él? es decir, es su hijastro ¿no?
Draco torció la boca en son de disconformidad, no
encontraba cómo argumentar lo contrario.
-Solo sé que ese profesor me da desconfianza – dejó
salir Draco cruzándose de brazos.
-¿Y si vamos a su casa?, tal vez esta con su madre –
propuso Theo – o…
-Sí, mejor – coincidió Draco – es desesperante estar
aquí y no saber nada.
-¿En verdad creen que algo malo puede pasar con
Blaise? – preguntó preocupado Neville.
-Sí – respondió Theo, cuando Draco entró a la chimenea
y pronunciaba ‘Mansión Zabini’ – hace meses que esta extraño y la mayor parte
del tiempo se encuentra fuera de la Sala Común.
-¿No será que tendrá un nuevo novio? – Theo pareció
pensar en esa posibilidad, pero luego recordó cuando estaban en las Tres
Escobas y lo afectado que estaba su amigo al ver a Ron con Terry.
-No lo creo.
-De acuerdo, entonces vamos a ver dónde está Blaise.
[…]
Las tardes nubladas, Blaise las odiaba, porque
le recordaba aquel día cuando su padre nunca regresó de aquella misión que le
fue encomendaba por Voldemort, Blaise sabía que su padre había sido torturado y
asesinado en manos de aquel desquiciado ¿pero qué más podía hacer? Después de
eso, Voldemort exigió que tanto él como su madre se unieran a la causa, desde
ese entonces supo que tenía que hacer algo o su madre y él correrían el mismo
destino de su padre, así fue cómo buscó ayuda en cuanto supo la gravedad de la
situación y se unieron a la orden del Fénix.
También fue una tarde nublada cuando vio a Francis
Morseferth por primera vez, al igual que cuando aceptó el estúpido Pacto Mágico
y lo había obligado a terminar a Bilius. Sí, las tardes nubladas nunca
presagiaban nada bueno, al menos no para él.
Y ese día, era una tarde, que en otra estación del
tiempo, sería nublada, no era precisamente un día esplendoroso para él. No
recordaba (de hecho ya ni le importaba) las veces que Francis se hizo de él esa
tarde, solo se limitó a desconectarse como solía hacerlo, suerte que esta vez
sí logró hacerlo al cien por ciento, en las últimas semanas era imposible
lograrlo.
Fue consciente nuevamente de sí mismo, cuando se
escuchó tararear una canción, canción que no recordaba haberla escuchado en
algún lugar. Los calambres nuevamente lo invadieron en su cuerpo, lentamente se
quitó el brazo de Francis que tenía en su pecho. Se sentó perezosamente en la
cama, nunca se había sentido tan cansado como en esos momentos.
Le envió una mirada asesina a Francis, quien dormía
apaciblemente, desnudo, a su lado. El Slytherin se levantó pesadamente y
comenzó a vestirse, en cuanto terminó de ponerse el pantalón escuchó
ruidos sutiles desde la oficina de Francis. De manera precavida, tomó su varita
y se acercó hacia la puerta que los separaba de la habitación y de la oficina.
La oficina estaba en penumbras, así que forzó la vista
para poder ver claramente, sin embargo no se escuchaba nada, para no alertar (a
quien sea que estuviera ahí dentro) prefirió no usar el Lumos en su
varita, entró en la oficina e inmediatamente fue apresado por la espalda, le
taparon la boca y le quitaron su varita.
-Shhh – le dijo su captor – soy auror, vengo ayudarte.
Blaise se paralizó, ¿auror? ¿Cómo demonios llegó ahí?
-¿Harás algo estúpido si te suelto? – le interrogó, el
Slytherin negó con la cabeza. El auror lo soltó.
-¿Cómo…?
-Después las preguntas – dijo otro auror que llegaba
al lugar — ¿Morseferth está ahí? – preguntó observándolo de pies a cabeza,
Blaise sintió enrojecerse.
-Sí.
-Dawlish – llamó Robards – lleva al chico al lugar que
acordamos, los demás ¡síganme!
En cuestión de segundos Blaise se vio siendo dirigido
hacia la salida, aun sin comprender qué demonios estaba sucediendo ¿acaso
habían descubierto a Morseferth? ¿Cómo había sido eso posible? ¿Acaso ya era
libre? ¿Ya no obedecería a Morseferth?
-¡Blaise! – escuchó la voz de su madre, solo entonces
se dio cuenta que estaba en la oficina de la directora.
-Mamá…
Musitó aún sin comprender lo que estaba ocurriendo.
-¡Oh, Blaise! – le llamó su madre entre lágrimas,
mientras lo abrazaba protectoramente. Blaise le correspondió el abrazo,
sintiéndose aliviado, dejando escapar algunas lágrimas.
El auror vigía y la profesora McGonagall salieron del
lugar para darles espacio.
[…]
Francis estiró más su brazo al percatarse que no tenía
a su alcance el calor del cuerpo de su deseable Blaise ¿acaso lo
había dejado? ¿Se había ido sin decirle nada? El profesor se estaba planteando
darle nuevas instrucciones a su alumno y recordarle nuevamente en qué consistía
el Pacto Mágico, la escena de horas atrás que le había hecho por lo de la
poción no le agradó en lo más mínimo y…
Un ruido lo alertó, sigilosamente condujo su mano
izquierda hacia el buró donde había dejado su varita, en cuanto la tuvo en su
poder se giró bruscamente.
-¡Expelliarmus! – Un hechizo, que fue más
rápido que su movimiento, le arrebató la varita de sus manos.
-Francis Morseferth, hasta aquí has llegado – la voz
de su jefe, Gawain Robards, resonó en su habitación.
__________________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario