lunes, 28 de mayo de 2012

Capitulo Treinta y Cinco: El muchacho de ojos tristes.

El muchacho de ojos tristes

Advertencias:
-Este capítulo es el más ‘extraño’ de todos lo que he hecho, tiene pinta de existencialista, o de que hay una solución ‘mágica’ al problema, pero nada de eso, tiene una explicación pegada a la realidad, las aclaraciones al final de capitulo para no echarles a perder la sorpresa ^^
“Lo que está entre comillas y en cursivas son pensamientos”
¡Ahora sí, a leer!


“Cuando la realidad se vuelve “insoportable” siempre hay una manera de hacer posible los deseos más profundos del corazón”.

Capitulo Treinta y Cinco: El muchacho de ojos tristes.


[Konny]

-Lo siento, no puedo…
Salgo de la oficina del señor Olsen. Y hago lo primero que se me viene a la mente, correr. Arriba de mí las nubes cargadas de agua comienzan a descargarse empapándome rápidamente. Yo sigo corriendo sin rumbo fijo. El dolor es insoportable. Aumenta a cada paso que doy.
“Mi culpa, todo es mi culpa. Soy el único culpable de todo. Yo lo pedí, yo me elegí. Me dejé chantajear. Me dejé tocar’’. 
Me detengo cuando el aire le falta a mis pulmones. Un ataque de tos me invade rápidamente. Me llevo una mano al pecho cuando se me hace difícil aspirar aire. La lluvia sigue cayendo sin consideración alguna sobre mí. Comienzo a ver borroso mientras caigo de rodillas. Mis lágrimas se confunden con la lluvia.
“¿Por qué yo?, ¿de todas las personas porqué conmigo?, ¿cuál fue mi error?’’
Mis manos se embarran de lodo cuando me sostengo sobre ellas. Sigo llorando mientras doy de golpes al suelo.
“¿Por qué?, ¿Por qué?’’
-¡¿Por qué?! – Grito fuertemente.
Nuevamente un ataque de tos me invade. Me levanto lentamente para seguir caminando sin embargo el cuerpo se me hace demasiado pesado, comienzo a arrastrar los pies. A tan solo un par de pasos más vuelvo a caer de rodillas. La lluvia sigue cayendo sin piedad sobre mí mientras me invade lentamente la oscuridad…

-Konny… Konny – una voz familiar me llama – Konny…
Abro los ojos lentamente, cuando descubro a la persona que me ha estado hablando, me incorporo bruscamente.
-¡¿Papá?! – dejo salir sorprendido.
Lo observo lentamente. Con mi mano temblorosa lo palpo detenidamente en el rostro, ¿en verdad es mi padre?
-Hola, hijo – me sonríe de esa manera que siempre expresa el “todo va a estar bien”.
Por mi parte no dejo de observarlo, ¿en verdad es él?
-¿Eres… en verdad eres… tú? – puedo sentir una lagrima resbalar por mi mejilla.
-Lo soy, hijo – me responde con una dulce sonrisa mientras que con su mano seca mi rostro.
Al sentir su cálido contacto me estremezco ligeramente y sin pensarlo dos veces me abalanzo sobre él para abrazarlo fuertemente. Comienzo a llorar.
-Tranquilo, Konny. Todo va a estar bien – me susurra al oído sin cortar el abrazo.
Un enorme nudo en la garganta me impide hablar. Y yo con tantas cosas en la mente que tengo que decirle, tanto por confesarle, mucho por pedirle…
Aún no sé en dónde estoy, mi alrededor es un lugar desconocido, quizás todo esto sea un sueño, probablemente todo esto que está pasando en realidad no está pasando, no lo sé. De lo que estoy seguro, es que mi padre está frente a mí y está escuchando todo lo que le digo. Si mi padre es real o no, de todas formas necesito decirle todo aquello que no pude decirle cuando estaba en vida. Él necesita saber lo que en realidad soy.
-Perdóname – es lo único que le puedo decir en cuanto termino de abrazarlo – Perdón por no ser el hijo que esperabas. Sé que tenías muchos planes para mí, perdón…
-No hay nada que perdonar, hijo.
Niego con la cabeza.
-Te mentí, cuando aún vivías… te mentí - Mi voz suena angustiada – Yo… papá, soy… - respiro profundamente, bajo la cabeza avergonzado – me gustan los chicos… - susurro.
La mano de mi padre viaja hasta mi barbilla y me hace levantar la cara para enfrentarlo.
-No tienes de qué avergonzarte, Konny. Eres un chico sensible, de buenos sentimientos y que merece ser feliz con la persona que quiere y no con la que su padre le imponga – entorno los ojos – Sé que en muchas ocasiones te presioné demasiado al hablarte del futuro y de la familia que esperaba de ti, sobre todo en esas ocasiones cuando hablaba mal de Sebastián al referirme que andaba en “malos pasos” por liarse con chicos de su mismo sexo. Perdóname tú a mí, hijo. Te lastimé mucho con mis palabras, siempre presionándote para que hicieras lo que yo quería. Incluso en el Esgrima, de ser tu deporte favorito en más de alguna ocasión debiste de haberlo odiado…
-Todo lo hacías por mi bien.
-Pero eso no significa que estuviera todo “bien”, Konny. Soy un ser humano y como tal cometo errores. Spencer fue el más grande de todos.
Al escuchar ese nombre me tenso en demasía. No estoy seguro de querer hablar de él frente a mi padre.
-Tanto tú como tu hermano aún nos necesitaban, sin embargo la vida pone pruebas que debemos enfrentar y superar, estemos o no preparados – la mano de mi padre se posa en mi hombro – Perdóname por haberte dejado con demasiada responsabilidad, hijo. Fui muy descuidado, me confié de las personas equivocadas y cuando me di cuenta ya era demasiado tarde. Ese error me costó la vida y la de tu madre, y con ello el sufrimiento de mis hijos. Lo siento.
Lo veo a los ojos mientras que nuevas lágrimas amenazan por deslizarse.
-Te llegué a odiar, papá – le confieso – en las noches mientras Spencer me… siempre me preguntaba “¿en este señor confiaba mi papá?, ¿lo que más valoraba en esta vida se lo dejó a esta persona?”, yo confiaba en ti… siempre. Por eso no me explicaba el porqué nos dejaste con Spencer, se supone que eran amigos desde la infancia, debías de saber cómo era, pero luego cuando el licenciado Olsen me explicó cómo ocurrió en realidad el accidente que tuvieron, lo comprendí. No sabías nada de cómo era Spencer en realidad. Lamento haber dudado de ti y de haberte odiado por mucho tiempo.
Debe ser “justicia poética” o algún tipo de karma o incluso ironía, yo odié a mi padre por mucho tiempo por habernos dejado en manos de Spencer sin saber realmente que mi padre no sabía cómo era en realidad su supuesto amigo. Mientras que al mismo tiempo, Teddy me odiaba  a mí por no haber hecho nada para cuidarlo de Spencer. Ambos hemos llevado “cargas de odio” por malos entendidos y que lentamente nos fueron consumiendo.
Nuevamente la mano de mi padre roza mi mejilla suavemente.
-¿Qué te ocurrió a ti, hijo? – Me pregunta con una voz angustiante - ¿Qué es lo que hace que tu mirada no brille como antes?
-Yo también confié en Spencer.
-Lo lamento, hijo.
-Debí saberlo, debí de haberme dado cuenta, pero no lo hice…
-Eras muy joven Konny, las personas mayores se aprovechan de la necesidad de los demás. En ese tiempo acabas de perder a tus padres y tenías que ver por tu hermano menor, la empresa y la casa. La única persona que podía ayudarte con todo era Spencer, el mejor amigo de tu padre que ahora era tu nuevo tutor, ¿Cómo podías desconfiar de él?, ¿Cómo rechazar tan tentadora oferta cuando todo en ti estaba confuso por el dolor de la pérdida? Spencer vio una oportunidad y la aprovechó.
-¡Y vaya que la aprovechó! – me muerdo el labio inferior.
-¿Qué ocurre, hijo? ¿Qué es lo que te atormenta? Cuéntame.
Más lágrimas resbalan por mis mejillas, bajo la mirada. Llegó la hora de rebelar todo a la única persona que quizás pueda entenderme, a la única persona que probablemente no me vaya a odiar ni a recriminar mis decisiones.
-Spencer abusaba de mí… sexualmente – le confieso. Respiro lentamente antes de levantar el rostro hacia mi padre – Él me dio a escoger entre Teddy y yo, me lo pidió mientras abusaba de mí. Pude haberme negado, pude haber hecho algo al respecto, pero solo quería que el dolor parara, así que solo me limité a decir… “yo”. Me elegí.
-No tenías opción, hijo – antes de que su mano llegue a mi hombro me levanto bruscamente.
-¡Claro que tenía opción! ¡Pude haberlo denunciado en cuanto me dejó solo! ¡Debí hablar! ¡Debí… hacer algo! – Sollozo de la impotencia, del gran error que cometí – Pude haberle ahorrado mucho dolor a Teddy… No pude cuidarlo.
-Sí lo hiciste. Fue un acto noble de tu parte al elegirte, Konny – niego con la cabeza – Preferiste ser tú a que fuera tu hermano el que sufriera.
-Él sufrió de diferente manera. Debí de deshacerme de Spencer desde ese momento.
-¿Y cómo, hijo?, ¿con quién hubieras acudido?, ¿con el señor Cooper?
Entorno los ojos. Es cierto, en ese tiempo si me hubiera armado de valor para denunciar a Spencer y dado que en ese tiempo Sebastián no estaba, la otra persona en la que pudiera confiar sería el señor Cooper. Con él hubiera ido a contarle todo. Y seguramente ese señor le hubiera contado todo a Spencer y todo hubiera quedado en las mismas circunstancias o quizás todo hubiera quedado peor.
-Spencer lo tenía todo planeado, hijo. Desde un principio él te cerró las puertas. Todo estaba encaminado para que tú te eligieras. Lo lamento.
Estúpido, Spencer.
-Spencer nos engañó a todos. No te culpes de nada, hijo. Si hay alguien que se sienta culpable y avergonzado, ese alguien es él, Spencer. No tú. No has hecho nada malo – Mi padre lleva su mano hacia mi rostro y me aparta el flequillo de mi frente para dejar así descubierto mis ojos - No hay nada de que avergonzarse, Konny.
-Gracias, papá…
Lo abrazo fuertemente mientras lloro en su regazo.
-Sé feliz, hijo.
-No sé cómo.
-Busca en tu interior. Ahí está la respuesta.

Abro los ojos rápidamente mientras inhalo una gran bocanada de aire. Un nuevo ataque de tos me invade. Me incorporo lentamente. Trato de tranquilizarme mientras ordeno mis ideas, no estoy seguro de lo que acabo de “soñar”, ni siquiera sé si fue en realidad un sueño o si todo fue real.
Lo que sí estoy seguro es que una infinita paz se ha apoderado de mí. Un gran peso de la enorme carga que poseía se ha disipado. Aunque dentro de mí aún hay confusión, temor y culpa. Sobre todo culpa. Hablar con mi padre me ha ayudado, sin embargo me es difícil olvidar, sobre todo cuando la culpa se encarga de recordármelo a cada instante.
Observo a mi alrededor pero no puedo ubicar el lugar en donde me encuentro. Pronto anochecerá, así que decido caminar un poco hasta encontrar un punto clave y así encontrar el camino de regreso a casa, seguramente a estas horas Teddy ya debe de estar en casa y probablemente preocupado por mí y…
-¡¿Pero quién demonios eres tú?! – grito al ver a un chico desconocido frente a mí y haciéndome resbalar, ¿de dónde ha salido?
Le calculo unos catorce años, tiene cabello oscuro y piel blanca, una enorme gorra le cubre gran parte de su rostro.
[No lo sé, dímelo tú, Konny] – su voz me es muy familiar.
-¿Cómo demonios voy a saberlo? Ni siquiera puedo verte bien el rostro – me quejo mientras comienzo a arreglarme la ropa y a exprimir el exceso del agua de ésta.
[Los ojos no son el único medio para ver] – frunzo el ceño en son de desconcierto. Me revuelvo el cabello para también quitarme las últimas gotas de agua.
-¿Quién eres? ¿Por qué tu voz suena extraña, como si tuviera eco? – ladeo la cabeza para observarlo mejor.
[Detalles sin importancia, Konny] 
-¿Cómo sabes mi nombre? – entorno los ojos.
[Detalles] – canturrea. Gruño.
-Bien, no importa. Me voy – avanzo pasando de largo aquel chico extraño. Estornudo.
[Deberías tener más cuidado, podrías enfermar]
Vuelvo a gruñir cuando me doy cuenta que el chiquillo ese ha comenzado a seguirme. ¿Qué no tiene cosas que hacer?
-¿Qué quieres, chico?
[Lo mismo que tú]
Volteo a verlo.
-¿Disculpa?
[Busco una respuesta]
-¿Y se supone que yo la tengo? – Lo miro ceñudo – tengo cosas más importantes que hacer, así que…
[¿Cosas importantes? ¿Como cuáles?]
-No te importan – le gruño mientras que en mí la paciencia comienza a desaparecer lentamente. Emprendo nuevamente mi camino.
[Claro que sí, porque si tú te haces algo a mi también me sucede] – me detengo. Parpadeo confuso – [¿Ya lo vas hacer? ¿De verdad no tienes opción? ¿Qué pasará con tu hermano y Sebastián? ¿No te importan?]
-¿Cómo dices? – lo enfrento mientras trato de verlo directamente a los ojos.
[Eso es lo ‘importante’ que tienes que hacer ¿cierto? Te vas a suicidar]
Me quedo pasmado ante su declaración. Un escalofrío me invade de pies a cabeza.
-¿Quién eres? – lo agarro del brazo fuertemente.
[Vengo de aquí] – me señala mi cabeza – [y de aquí] – su mano baja en dirección donde se supone esta el corazón.
Enarco una ceja.
-¡Demonios! – Maldigo fuertemente mientras lo suelto – ¿Otra vez estoy con esos sueños extraños? No recuerdo haber perdido la memoria y tampoco… ¿estoy en el hospital?
Hago memoria mentalmente. Lo último que recuerdo, al menos lo más coherente de todo esto último, es haber salido de la oficina del señor Olsen y haber corrido bajo la lluvia hasta después haber despertado junto a mi padre. ¡Eso es!
-Me he desmayado, ¿cierto? – Le pregunto al ser que dice que ha salido de mí – alguien me ha encontrado y me ha llevado al hospital y ahora estoy “alucinando” por la fiebre o por los medicamentos, ¿cierto?
[¿En verdad crees que alguien te puede encontrar en este lugar?]
Enarco una ceja. Le doy un vistazo al lugar donde me encuentro. Ahora que lo observo mejor, me he percatado que me es familiar, solo que no recuerdo de dónde o cuándo fue que vine a este lugar anteriormente.
[Lo recuerdas, es buen inicio. No has olvido nada después de todo]
-Te dije que no había perdido la memoria – le recuerdo.
[Yo no hablo de amnesia, hablo de tus recuerdos felices]
-¿Recuerdo felices?
[Recuerdos de antes de la llegada de Spencer como tu tutor]
-¿Quién eres? ¿Cómo sabes tanto de mí?... ¿Eres yo? – intento averiguar, después de todo la última vez que estuve en un encuentro conmigo mismo estaba amnésico y necesitaba recordarme a mí mismo.
Rueda los ojos.
[Eso lo tienes que descubrir tú y no adivinándolo]
-Déjame ver tu rostro – le ordeno – ya quedó claro que vienes dentro de mí, así que debo suponer que en realidad estoy hablando con “nadie” en estos momentos. Y arriesgándome a que alguien me vea hablando solo, por lo menos me merezco ver el ‘rostro’ de la persona con la que se supone que estoy hablando.
Ni siquiera me entendí yo mismo, pero suponiendo que el chico que esta frente a mí viene de… mí. Debió de haberme entendido.
[De acuerdo]
El chico frente a mí se descubre y tal como lo había dicho antes, soy yo. Estoy un poco borroso pero soy yo en mi etapa de adolescencia.
-¡Genial! ¡Qué pérdida de tiempo! – sabía que era yo, entonces ¿Por qué tanto misterio?
[No es ninguna “pérdida de tiempo”, aún no sabes bien quién soy]
-Eres yo, cuando era adolescente – le aclaro – No hay nada que adivinar. Aunque estas un poco borroso.
[Sí, es verdad. Soy tú. Pero no sabes cuál de todos tus “tú” soy] – de pronto ese “yo” me ha recordado a Teddy. No recuerdo haber sido así de… presuntuoso.
-¿Y ahora qué?
[Yo te ayudo, tú me ayudas]
-¿Qué se supone que te debo de ayudar?
[A recordar]
-De acuerdo – le respondo, aunque no tengo idea de qué se supone le voy a ayudar. Pero mientras más pronto me libre de esta situación más rápido continuo con mi objetivo.
[Pero primero haremos un trato]
-¿Qué clase de trato? – entrecierro los ojos, ya no confío ni en mi mismo, esto está mal.
[Mientras “viajemos” en los recuerdos, está prohibido hablar de Spencer]
-¿Viajemos?
[Sí, viajemos. ¿Es un trato?]
La situación más extraña no podría ser. Al final he aceptado su ridículo trato, si falto a éste, me dará un coscorrón.
[Comencemos]
Enarco una ceja al ver que se me queda viendo como esperando a que haga algo.
-¿Qué se supone que deba pasar… ehh, “Konny”?
[Llámame: Konstantin] - ¡¿Hasta en eso me debo de parecer a Teddy?!
-Bien.
[Observa el lugar atentamente…] – con mi mirada recorro el lugar. Nada – [Ya has estado aquí anteriormente, no debe de ser tan difícil recordarlo] – enarco una ceja.
Esperen, como que recuerdo aquel árbol que esta junto aquel claro. Me acerco lentamente a éste.  
[Oh, sí. El claro. ¿Recuerdas cómo es que conociste este lugar?]
Me acuclillo hasta llegar al claro. Meto una mano al agua…
-No era dado a saltarme las clases, mucho menos a escaparme del colegio. Pero ese día fue la excepción. Sebastián me convenció, el cómo lo hizo aún es un misterio para mi, él tiene ese talento de hacer que las personas hagan lo que él quiera… o al menos lo tenía cuando éramos unos adolescentes rebeldes.
[¿Y el motivo por el cual Sebastián te trajo a este lugar?]
No le respondo, solo me sumo en el lejano recuerdo…

Habíamos llegado temprano al colegio, nuestras respectivas madres nos habían dejado en la puerta de entrada y nosotros simulamos muy bien el de entrar a clases, aunque no fue necesario el fingirlo, puesto que de verdad estábamos dispuestos a entrar en éstas. La idea de no entrar surgió después. Justo en el momento en que Sebastián se había percatado que yo aún estaba triste.
-Será divertido – me había dicho Sebastián antes de entrar al aula de clases.
-El castigo no lo será – le respondí entrando al aula.
-¡Vamos, Konny! Hace tres años que regresé después de que mi madre me llevara con ella, en ese tiempo era solo un crío y no podía decidir libremente.
-¿Y ahora puedes? Sebastián tienes dieciséis años, aun no puedes elegir libremente.
-¡Claro que sí! Sé que en algún lugar del mundo tengo la edad suficiente como para ser un adulto – no estuve seguro si me lo decía en broma o en verdad, hasta la fecha aún tengo la duda.
-Estás loco ¿sabías? – le dije con una sonrisa, la primera que asomaba en esa semana.
-Solo un poquito… pero por ti – me dijo con una enorme sonrisa haciendo relucir esos hoyuelos que se le forman de vez en cuando. Yo me sonrojé ante su indirecta. Normalmente éstas las sacaba a relucir en cuanto tenía oportunidad - ¿entonces?
Me mordí el labio inferior, por dentro me hacia una lista de los pros y los contras que podrían acarrear esa escapada.
-No lo pienses tanto – apremió mi mejor amigo, me tomó de la mano y jaló de mí hasta llegar a la puerta de la salida.
-Mi padre me matará – recuerdo haber musitado en cuanto salimos corriendo al ver que el encargado de la puerta se distraía con alguien que se quería estacionar en una zona no permitida.
La adrenalina de estar haciendo algo “arriesgado y prohibido” no se comparaba con lo bien que me sentía al seguir siendo conducido por mi mejor amigo hasta ese lugar que con tanto anhelo me seguía describiendo.
-Te encantará este lugar – me decía aún sin soltar mi mano.
-¿Está muy lejos? – le pregunté nerviosamente al ver que nos introducíamos a un lugar de poca confianza, es decir parecía que Sebastián me llevaba a un bosque abandonado.
Todo alrededor era maleza, los mosquitos me zumbaban en el oído fastidiosamente y el lugar se oscurecía lentamente por falta de la luz del sol, ya que los arboles eran cada vez mas frondosos y altos.
-Nunca había visto este lugar – exclamé sorprendido.
-Es porque no eres tan curioso como yo, pequeño – fruncí el ceño cuando me dijo “pequeño”.
-Soy un año menor que tu – le aclaré - ¿dices que no soy curioso? ¿En qué momento has venido para acá?
-La semana pasada, cuando tu padre te llevó a la capital sin previo aviso – me respondió sin siquiera voltear a verme, mi mejor amigo seguía tan centrado en llegar a aquel maravilloso lugar – ya casi llegamos.
Seguramente mi expresión al ver aquel lugar fue toda de asombro. Era un paisaje muy lindo. Esta vez la luz del sol aclaraba considerablemente el lugar, el cual era todo verde, arboles por aquí y por allá, plantas, flores, todo era increíble, sobre todo aquella pequeña cascada que terminada en un claro. El agua se veía apetecible.
Me solté de su mano sin darme cuenta al dar unos pasos hacia el frente.
-Es precioso – recuerdo haber exclamado.
-¿Nos damos un chapuzón?
-¿Cómo dices?
Sebastián ya se estaba desvistiendo, solo se quedó en ropa interior y segundos después se lanzó hacia la poza de agua, salpicándome considerablemente. No pude aguantar más y sin siquiera sacarme la ropa me lancé también.
Jugueteamos, reímos, bromeamos, nadamos, incluso nos besamos. Éramos jóvenes, sin preocupaciones y con muchas ganas de experimentar cosas. Cuatro meses atrás, Sebastián me había confesado que le gustaba y para qué negarlo, él también a mí. El que no fuéramos algo más “oficialmente” era por mi estúpido miedo a ser rechazado por mis padres.
Cuando nos cansamos de estar en el agua, nos tumbamos en la tierra uno al lado del otro.

Observo el lugar donde aquel tiempo Sebastián y yo nos tumbamos. El árbol que nos dio sombra no era tan alto como lo es ahora.

-Tu padre no te dio permiso ¿cierto? – me dijo ladeando su cabeza para quedar frente a mí. Y sacando a relucir el motivo por el cual me había llevado a ese lugar.
-Dijo que lo pensaría. Eso es ganancia – le respondí.
-A veces no entiendo a tu papá, le gusta que practiques el Esgrima y en la primera oportunidad que tienes en participar en un torneo internacional, dice que ‘no’ – por alguna extraña razón su comentario no me molestó.
-Gracias por traerme a este lugar – le susurré al oído, después de un rato de silencio.
Estuvimos otro rato más tumbados en el suelo, al final del día Sebastián me tuvo que prestar el suéter de su uniforme porque yo había mojado toda mi ropa.

-El torneo Internacional de Esgrima – le respondo – Desde un principio mi padre había decidido no dejarme participar en ese torneo, probablemente se hubiera debido a que en el último en que estuve inscrito hubiera salido lastimado, no lo sé – dejo salir – Lo que sí es cierto es que se tomó de mi pequeño escape del colegio de ese día para decirme que no tenía responsabilidad en mis actos y que por ello no podía tomarme algo tan en serio como el Tornero Internacional de Esgrima.
Es cierto. Antes mis tristezas se debían a “castigos” relacionados con el Esgrima, mi deporte favorito. Sebastián siempre se encargaba de levantarme el ánimo de cualquier manera y sin importar lo que sucediera después. ¿Cómo pude olvidar algo así?  
-Mi padre me negó la autorización para participar en ese torneo. Recuerdo haber odiado con toda mi alma a mi padre en esos momentos, sin embargo ahora lo entiendo, pasé por lo mismo con Teddy años después. Seguramente mi padre también se debió de haber asustado por no saber nada de mí.
[Es lo más probable]
-La diferencia es que él fue mejor padre, que yo mejor tutor de Teddy. Mi hermano sufrió en manos de Spencer.
[Son cosas distintas, además no estamos hablando de Spencer, estamos hablando de Sebastián] – y sin previo aviso, “Konstantin” me da un golpe en la cabeza.
-¿El coscorrón era necesario? – me quejo mientras me froto el área golpeada.
[Reglas son reglas, además estamos combatiendo a la culpa. Tú propusiste el castigo, no te quejes]
Gruño.
Un momento, dijo… ¿combatiendo a la culpa?
[Sigamos, ¿Qué sucedió después? ¿Fuiste a apoyar a Sebastián en el torneo?]
-No pude…
[¿Por qué?]

-Deberás ganar por los dos – le dije a Sebastián un día antes que empezara el torneo.
-Eso será difícil – me confesó.
-¿Por qué? Eres muy bueno, sé que lo lograrás – solté solemnemente.
-Tú eres mejor que yo – me aclaró – además… no creo en llegar a la final.
-¿Por qué? – le pregunté confuso.
-No me inscribí.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Si tú no ibas no tendría sentido inscribirme.
-¡¿Estás loco?! Esta oportunidad es única y…
-Lo sé. Pero tú eres mi mejor amigo y si tú no eres capaz de cumplir tu sueño, que casualmente también es el mio, entonces yo tampoco debería. Si vamos a cumplir nuestro sueño, es mejor hacerlo juntos y…
No lo dejé continuar, simplemente me lancé a sus brazos y comencé a besarlo. Ese día, supe que Sebastián era lo más importante de mi vida. Lo amaba.

-Apoyo moral… - dejo salir.
[¿Solo eso?]
-De acuerdo “Konstantin”, tienes razón. Amo a Sebastián. Y se siente muy bien decirlo en voz alta – estoy seguro que sonrío y se siente tan reconfortante hacerlo.
[¿Pero?]
-No lo merezco – murmuro. Desaparezco la sonrisa.
[¿Y tú merecías que Spencer abusará de ti?]
-¡Por supuesto que no!
[¡Exacto! Vamos Konny, tu mejor que nadie sabe que mereces ser feliz. Es el momento, el día y la hora. No le des más vuelta]
-Es fácil decirlo. Tú no conociste a Spencer – es ridículo discutir conmigo mismo.
[¿Y cómo sabes eso?]
Frunzo el ceño.
[Cuando Spencer volvió aparecer en tu vida, y me refiero a cuando se hizo tu tutor, me fue ocultando dentro de ti lentamente. Y terminó de enterrarme cuando te atacó junto con el señor Cooper en tu casa]
-¿Qué?
[Spencer te hizo olvidarme] – “Konstantin” me observa fijamente – [Obsérvame bien Konny y dime quién soy]
-Eres yo – dejo salir en un tono monocorde.
[Por lo visto, Spencer hizo un buen trabajo contigo, ¡me has olvidado!]
-Spencer, Spencer, ¿al caso no tienes otro tema del cual hablar?
[¿Y tú si lo tienes?] – Frunzo el ceño – [¡Porque tal parece que ese señor es lo único que te importa!]
-¡¿Disculpa?!
[¿Quién te ha hecho sufrir? Spencer] – “Konstantin” da un paso hacia conmigo - [¿Quién ha sido el responsable de tomar esa ridícula decisión de quitarte la vida? Spencer, ¿Por qué has alejado a Sebastián de ti y de renunciar a la tutoría de Teddy? Spencer] – ambos nos miramos a los ojos – [¿Quién es el que te impide ser feliz?]
-Spencer… - musito.
[Meee]
-¡Oye! – Le reclamo en cuanto me da un coscorrón en mi cabeza - ¡¿Por qué has hecho eso?!
[Error, Konny] – Ignora mi queja – [El que se está impidiendo ser feliz, eres tú mismo. Deja atrás a Spencer de una buena vez]
-¡Es fácil decirlo! Pero dime, ¿cómo demonios lo hago? – Suelto fastidiado – ¡No es fácil olvidar tres años de abuso y menos perdonar las acciones!
[Entonces has una tregua]
-¿Qué?
[Date un espacio en el tiempo para perdonarte a ti mismo]
-Yo no…
[Sí lo necesitas, Konny. La culpa es muy fuerte en ti y te impide ser feliz, es hora de liberarte de ésta]
Enarco una ceja.
[No pienses en nada, solo concéntrate, ¿de acuerdo?]
Me cruzo de brazos y frunzo más el ceño.
[Konny] – gruñe.
Ruedo los ojos, no sé por qué demonios le hago caso, solo está retrasando lo inevitable. Cierro los ojos.
[Te diré una palabra y tú me dirás a quién o qué te recuerda, ¿estás listo?]
Gruño en son de respuesta.
[Esgrima]
Esa es fácil, es mi deporte favorito. Puedo estar todo el día practicándolo y olvidarme de todo y de todos. Cuando practico entro a un mundo distinto donde solo hay…
-Diversión.
[Negocios]
Un poco tedioso y en ocasiones aburrido, sin embargo con Sebastián como socio, puedo juntar deber con diversión. Sí, sin duda es el mejor trabajo que uno puede tener.
-Lemus Cinema.
[Familia]
Mis padres, que en estos momentos no están. Sebastián, pero sin duda no quisiera que fuera un hermano porque no podría estar con él como quiero estar realmente. Y por último ese “pequeño demonio” que quiero con toda el alma…
-Teddy.
[Amor]
Hay muchos tipos de amor, sin embargo, en el único en que puedo pensar en estos momentos es en…
-Sebastián.
[Dolor]
Sin duda cuando Sebastián se fue a la capital al lado de su tía, sin embargo el dolor más grande ha sido…
-La muerte de mis padres.
[Odio]
Aparte de ese señor hay otra persona a la que realmente odio.
-Yo…
[Ya puedes abrir los ojos, Konny]
Los abro lentamente para encontrarme con “Konstantin” el cual ha comenzado a verse menos borroso.
[¿Y bien?]
-No estoy muy seguro, pero ese señor no estuvo relacionado con ninguna palabra que me has dicho, a pesar que has utilizado una a la cual pude haber relacionado fácilmente a él.
Konstantin” sonríe.
[Hay dos factores comunes]
-Teddy y Sebastián – le respondo.
[Las dos personas que más amas en este mundo y las que te aman sin importar lo que has hecho]
-Es porque no saben lo que hice.
[Sebastián lo sabe y aún así te ama]
Es un buen punto.
-¿Y Teddy? Él no lo sabe.
[‘Corazón que no ve, corazón que no siente’. Esta frase es muy común entre los Lemus tal parece] – parpadeo nervioso – [Hace cuatro años te sacrificaste para que Teddy no perdiera la inocencia y te encargaste que así fuera, sin embargo Teddy hizo lo mismo ¿sabes?, él pudo haberte dicho lo que Spencer le hacía sin importar qué le hiciera a él, pero no lo hizo para protegerte. Sabía que si te enterabas lo enfrentarías y prefirió callar, igual que tu]
-Son dos cosas diferentes.
[Pero ambas por el mismo motivo. Proteger al otro]
-Tienes… razón...
[Teddy te necesita, lo sabes]
-Él puede vivir sin mi – pienso en lo que le he dicho, así que me corrijo – él puede ser feliz sin mí.
[¿En verdad lo crees?]
-Por supuesto, siempre ha sido así.
[¿Qué tal si hacemos otro viaje?] – Frunzo el ceño – [Te lo diré en una palabra: Piscina]
-Teddy odia nadar.
[Antes no lo hacía. A él le agradaba pasar horas en la piscina, siempre y cuando tú lo acompañarás]
-¡No es verdad!
[No lo recuerdas, pero yo estoy aquí para eso] – Sonríe ampliamente – [solo te diré algo… elefante]
Y en un santiamén los recuerdos vienen hacia mí.

Ese día me había levantado temprano o al menos lo más temprano que pude, ya que el día anterior me había dormido hasta muy altas horas de la madrugada. La causa eran las responsabilidades acumuladas que traía consigo el Torneo de Esgrima. Era el primer torneo juvenil que se celebraba en la ciudad, estaba muy entusiasmado por mi futura participación en éste.
Aún adormilado, bajé hasta la cocina en donde comencé a desayunar mientras en mi mente repasaba todos los pendientes de esa semana.
-Los deberes del colegio… podar el jardín para ganarme el permiso de salir la próxima semana con Sebastián – murmuraba mientras me servía un poco de leche – el análisis FODA para el nuevo proyecto de papá del Lemus Cinema… mmm… algo, hay algo más, ¿qué es?
-¡Konny! ¡Konny! – Llegó mi hermano gritando, en ese tiempo tenía diez años y era demasiado exagerado para algunas cosas - ¡Konny! – se sentó frente a mi mientras se servía el desayuno.
Mis padres se habían ido ese día desde muy temprano a la capital para cerrar algunos contratos. Solían hacer viajes de un solo día y normalmente llamaban a la “niñera” (Sebastián me hacia burlas constante por ello) pero ese día la chica no estuvo disponible. Así que, por primera vez nos quedamos solos y con un montón de recomendaciones por parte de mamá.
-¡Estoy emocionado! – mi hermano seguía con su verborrea, ni siquiera le presté atención, aún buscaba en mi mente aquello que sabía que se me escapaba.
-¡El examen de algebra! – me di una palmada en la frente.
-¿Qué tiene eso que ver con la piscina? – Teddy frunció el ceño.
-¿Piscina? – recuerdo haber parpadeado por la confusión.
-¡Vamos a ir a nadar! – gritó jubiloso. Me lanzó una mirada ansiosa mientras que le daba una mordida a su pan tostado.
-No – le dije mientras engullía lo último de mi desayuno. Mi hermano parecía confuso.
-¿Por qué?
-Tengo mucho qué hacer y…
-¿Y cuando termines iremos? – sus ojos azules brillaron con esperanza.
-No lo sé – dejé salir mientras me servía un poco de jugo. Teddy parpadeó confuso – tal vez.
Teddy volvió a sonreír.
-¿A qué horas terminarás?
-No lo sé, tengo muchas cosas que hacer – mi hermano frunció el ceño – si tanto quieres ir a la alberca ve, siempre has ido a la hora que quieres, solo ten cuidado, ¿de acuerdo?
Y me salí de la cocina para dirigirme a mi habitación para ir por todas mis cosas y plantarme después en la sala de estar, si tenía que cuidar a mi hermano tenía que hacerlo de un lugar despejado, sobre todo si Teddy estaría en la alberca. Mi hermano a su corta edad era un experto en la natación, sin embargo no estaba exento de pequeños accidentes. Y Teddy era muy propenso a éstos.
Llevaba diez minutos en la sala de estar sumergido en una lectura demasiado aburrida sobre átomos y protones y no sé qué más, cuando fui interrumpido por Teddy.
-¿Ya has terminado? – se plantó frente a mí.
-Ni siquiera he iniciado – le gruñí.
-¿Cuánto tardarás? – volvió a insistir.
-No lo sé – me masajeé las sienes con las yemas de mis dedos.
-¿Cuándo termines iremos a la alberca?
-Teddy, puedes ir a la alberca, te doy permiso – dejé salir, recuerdo que mi hermano hizo un gesto extraño que no supe interpretar, al menos no en esos momentos.
-¡Holaa! – Esa era la voz de Sebastián entrando a la casa por la cocina - ¿Qué hacen? ¿Divirtiéndose sin mí? – se dejó caer en el sofá justo a mi lado.
-¡Vamos a ir a nadar! – dejó salir Teddy jubiloso.
-¡Genial! te veré en bañador – dijo confidente mi mejor amigo haciéndome sonrojar.
-No, yo tengo trabajo que hacer – atajé rápidamente.
-¡Vamos, Konny! Hace un día caluroso y el agua ha de estar apetecible – trataba de convencerme Sebastián – ¡la alberca te llama a gritos!
-¡No puedo! – Les dije mientras me levantaba, estaba comenzando a molestarme – tengo mucho que hacer y debo de terminar esto para poder participar en el torneo de esgrima, además tengo un examen en tres días y…
-¡Ya! De acuerdo, estás ocupado – me calmó Sebastián – y dime, en tu apretada agenda, ¿hay alguna hora de descanso?
Lo fulminé con la mirada.
-Si tanto quieren ir a nadar, ahí está la alberca – con mi mano derecha señalé hacia donde se encontraba la alberca.
-¿Vas a venir? – preguntó mi hermano.
-En una hora – recuerdo que lo dije solo para sacármelos de encima.
Sebastián se llevó a Teddy a la alberca y yo me sumergí nuevamente en aquella fastidiosa lectura de átomos. Una hora exactamente después, Teddy volvió a ponerse frente a mí. Ni siquiera me había dado cuenta de su presencia por estar tan centrado en la lectura.
-¡Teddy! – Recuerdo haber exclamado al verlo frente a mí - ¿Por qué estas… seco?
Mi hermano estaba tal cual como se lo había llevado Sebastián una hora atrás.
-¿Ya has terminado?
-No – dejé salir resignado. Suspiré largamente – Teddy, no voy acabar. Tengo muchos pendientes. Ve con Sebastián, él te cae bien ¿cierto?, sé que te divertirás con él.
-Pero…
-Ve con él – le insistí.
Mi hermano asintió. Se dirigió a la piscina o al menos eso creí. Por mi parte me volví a sumergir en aquella lectura.
-Así que… átomos, ¿cierto? – la voz de Sebastián me tomó por sorpresa. En cuestión de segundos se encontraba sentado a mi lado y contestando el pequeño cuestionario que habían dejado de tarea.
-¿Qué haces?
-Ayudándote – anunció lo obvio.
-¡Ya lo sé! Me refiero a qué estás haciendo aquí, ¿dejaste solo a Teddy en la alberca? – me levanté rápidamente pero mi mejor amigo se interpuso en mi camino.
-No lo dejé solo, fue al revés – me aclaró.
-¿Qué?
-Tu hermano dijo que iría a ponerse el bañador y que regresaría contigo a la alberca.
-Le dije que no iba a ir y…
-¡Exacto! – Enarqué una ceja – Konny, Konny… - suspiró largamente mientras pasaba su brazo por mis hombros – digamos que Teddy y yo compartimos la misma idea.
-¿Qué idea?
 -Si tú no te diviertes, nosotros tampoco.
-¿Qué? Le dije a Teddy que tu le harías compañía y… ¡Demonios!
-Exacto, él no quiere mi compañía quiere la tuya, después de todo tú eres el hermano y… ¿A dónde vas?
No le respondí, me dirigí a mi habitación. Sabía que en ese lugar Teddy se encontraría y no me equivoqué, ahí estaba en el escritorio aparentemente dibujando…
-¡¿Ese es mi libro de algebra?! – Teddy dio un bote sobre su lugar al escucharme gritar.
-Konny… yo… - me acerqué a él y le arrebaté el libro.
-¡Lo has rayado y…!
No sabía si reírme o seguir regañándolo. Mi hermano al parecer había querido ayudarme con los ejercicios de algebra. Había un ejercicio en particular donde se tenía que calcular la distancia de un objeto que viajaría de un lado a otro, el peso del objeto estaba calculado en una ecuación, así como también la altura y la velocidad del viento y un montón de datos que para cualquiera de mi curso le hubiera dado dolor de cabeza con el simple hecho de leer el ejercicio.
Sin embargo, Teddy lo había resuelto… a su modo, por supuesto. Entre el objeto y el destino a donde supuestamente debería de llegar, Teddy había dibujado un pequeño elefante, encima de éste había una breve explicación:
“El objeto no pudo llegar a su destino porque  hay un elefante en el camino” (1)
-¿Qué es esto, Konny? – Sebastián había llegado hasta a mi habitación y había comenzado a ver sobre mi hombro el libro de algebra - ¡Vaya! ¡Qué ingenioso! Pero temo que al señor Turner no le agrade mucho esta broma – soltó una sonrisa floja.
-¿Podrías dejarme a solas con mi hermano?
-Claro – Sebastián salió.
-Teddy – me acerqué lentamente a él.
-Yo te quería ayudar con tus deberes – se apresuró a decir - ¿Estas enojado conmigo?

Recuerdo que le acaricié la cabeza. Me había comportado como un idiota ese día. No me había dado cuenta de lo que ocurría a mi alrededor por estar centrado en mis cosas. En los últimos días me había centrado tanto en el torneo de esgrima que las demás cosas que no se relacionaran con ello simplemente me dejaron de importar. Entre ellas, mi hermano.
-Perdóname – le dije viéndolo a los ojos, Teddy parpadeó nervioso - ¿todavía quieres nadar?
Movió la cabeza negativamente.
-¿Ni siquiera si te acompaño? – Teddy entornó los ojos. Segundos después una enorme sonrisa adornó su rostro.
-¿Nadarás conmigo, Konny?
-Sí.
Teddy se abalanzó sobre mí, me abrazó efusivamente.
-¡Gracias, Konny! – Me dijo soltando el abrazo - ¡Voy a cambiarme! – gritó saliendo de la habitación.
Me quedé ahí sonriente, unos brazos me rodearon por la espalda.
-Eres un gran chico, Konny – Sebastián me susurró al oído – tienes un gran corazón, por eso te amo tanto…

 [¿Aún piensas que Teddy podrá ser feliz sin ti?]
-Por supuesto, al principio le costará, pero después…
[¡¿Después?! Konny, no estamos hablando de una película o de un recado, estamos hablando de muerte, ¡tú muerte!] – Comienza a gritarme – [No es lo mismo que mueras en un accidente a un suicidio. Las dos son muertes, sí. Pero en la primera es algo repentino algo que no se esperaba, sin embargo en la segunda es algo que tú planeas, algo que tú decides terminar. Teddy no es tonto, él sabe diferenciar estas dos cosas, ¿podrá ser feliz? Probablemente, ¿te lo perdonará? Por supuesto que no]
-Es una decisión tomada – suelto impertérrito – no hay vuelta atrás.
[¿Sin importarte los demás?]
-A esos demás no les importa una vida menos.
[A Teddy y a Sebastián, sí]
-¡Ya basta de hablar de ellos! ¡Estarán mejor sin mí!
[¡Cómo lo sabes! Solo te quieres auto-convencer para justificar lo que harás, porque sabes que está mal]
-Cállate.
[No lo haré, me he callado por mucho tiempo] – y entonces reconozco al Konstantin que esta frente a mí. Ya no está borroso, se deja ver tal cual era a mis catorce años, en la época donde Spencer estaba demasiado lejos de mí – [Tu sabes que mereces ser feliz y si no lo haces es por ti mismo. Olvida eso que te atormenta. Deséchalo, pasa sobre él. No dejes que Spencer te vuelva a ganar]
Lo observo detenidamente, lentamente “Konstantin” se va disolviendo.
[Yo ya he cumplido, te toca a ti tomar la decisión de seguir adelante o terminar con todo de una vez]
El chico se desaparece.
“Seguir adelante o terminar con todo de una vez”.
¿Por qué? ¿Por qué todo es tan difícil? ¿Por qué simplemente no puedo dejar de atormentarme? ¿Por qué no me dejo ser feliz? 
Mientras pienso en los “por qué” corro sin algún destino en particular. Ha comenzado a llover nuevamente.
Sé porque no me dejo ser feliz, hay dos poderosas razones. La primera, la verdad sobre Sebastián. La segunda, el secreto más intimo que comparto con Spencer. Esas dos verdades me impiden salir adelante. Puedo sincerarme con Sebastián, decirle todo eso que no le había podido decir desde que me he enterado y así calmar un poco mi tormento. Sin embargo, la segunda razón… esa es más difícil aún. Es humillante, dolorosa y sin duda la que más envenena mi alma. La que me recuerda lo poca cosa que soy, la que hace que no flaquee en mi decisión…
Sin haberme dado cuenta he llegado hasta el departamento de Sebastián. Ahora que ya ha anochecido y disipado la lluvia, la suave brisa me hace tiritar del frio. A tan solo estar unos centímetros de tocar la puerta, ésta se abre.
-¡Konny! – Me quedo con la mano aún estirada - ¡Demonios! ¡Estás temblando!
De un momento a otro me veo empujado por mi mejor amigo a su departamento. Sebastián me envuelve en unas toallas calientes y comienza secarme rápidamente el cabello.
-Es mejor que te quites esa ropa mojada, podrías enfermarte – me dice mientras me alcanza algunas prendas suyas. Como zombi me dirijo al cuarto del servicio para cambiarme.
No entiendo muy bien estas cosas. Hace días le pedí a Sebastián que se alejara de mí y una vez que lo hizo todo empeoró. Y ahora estoy en su departamento y él me recibe como si nada hubiera ocurrido entre nosotros.
Salgo del cuarto y me dirijo hacia la sala, Sebastián no se encuentra.
-Te he preparado un té – me dice en cuanto entra a la sala mientras lo pone en la mesita del centro. Asiento con la cabeza.
-Perdóname – le digo viéndolo a través de mi mata de cabello – Perdóname, Sebastián.
Mi mejor amigo se acerca a mí. Me abraza fuertemente.
Solo al sentir su cálido contacto una gran paz me invade. Un nuevo sentimiento se apodera de mí, el de la esperanza. Quizás no todo esté perdido, quizás aún se puede hacer algo. Quizás…
-Me equivoqué. No te alejes de mí, por favor – sollozo.
-No lo haré.
Sus palabras me renuevan de pronto. Es algo extraño. Antes cada palabra de consuelo que me era dirigida las sentía huecas, frías, de lástima, sin sentido. Sin embargo, ahora sus palabras son tan reconfortantes. Quizás el “Konstantin” de catorce años tiene razón. Soy yo el que me impide ser feliz. Soy yo el que no se ha perdonado a sí mismo. Soy yo el que se empeña en guardar secretos dolorosos.
-Te he mentido, Sebastián – le confieso a mi mejor amigo, una vez sentados frente a frente – Lo siento, no quería que sufrieras, por eso nunca te lo dije. Perdóname.
Mi mirada ansiosa no se despega de la de mi mejor amigo, él entorna los ojos por la sorpresa.
-Lo sabías, ¿cierto? – deja salir sin despegar su mirada. Asiento con la cabeza - ¿desde cuándo?
-Dos meses después de tu llegada de la capital – le confieso – escuché a Spencer a hablar por teléfono con un tal Sebastián y a los pocos segundos lo llamó “hijo”, solo fue cuestión de atar cabos y percatarme que tú y ese chico eran la misma persona. Lo siento.
-Yo lo siento más, Konny – su voz suena angustiante – Siento mucho que la persona que se hace llamar mi “padre” te haya lastimado tanto y yo no haber podido hacer nada. Sabía que algo andaba mal, que algo te hacía daño y yo hice nada…
-Sí lo hiciste, Sebastián – le respondo – en muchas ocasiones me lo preguntaste y sin embargo callé.
-¡Debí de insistir, Konny! – Sebastián se levanta del sofá bruscamente – Debí no haberme dado por vencido tan rápidamente. Debí… - mi mejor amigo me da la espalda mientras comienza a sollozar – Soy yo el que no merece tu amistad.
Me levanto rápidamente del sofá, llego hasta su lado, dirijo una mano temblorosa hasta su hombro para tranquilizarlo sin embargo no logro tocarlo, ni siquiera una palabra de aliento me sale…
Sebastián se da la vuelta sorprendiéndose al verme tan cerca de él. Retrocedo unos pasos. Sin embargo, lo veo tan triste, tan decaído, tan vulnerable. En todos estos años que lo vengo conociendo, esta es la primera vez que lo veo tan vulnerable. Me acerco a él lentamente. Ambos nos observamos frente a frente.
“Te amo” – las palabras suenan en mi mente, pero solo ahí se quedan.
 Lo abrazo fuertemente.
He estado tan ciego todos estos meses… Nuevamente he caído presa de mi egoísmo. Tal como sucedió hace años con el Torneo Juvenil de Esgrima, he vuelto hacer lo mismo. Me he encerrado en mi dolor, en mi pérdida, en mi odio a mí mismo. Me he encerrado en “mi mundo” y he dejado afuera a las personas que me importan. Mi hermano y Sebastián han sufrido a su manera, quizás más quizás menos que yo, pero es dolor al final de cuentas. Dolor que he subestimado, que no me ha importado, que he minimizado.
Después de todo, he terminado pareciéndome a Spencer. Solo me importé yo. Al final solo me ha importado librarme del dolor escogiendo la salida más “fácil” para no enfrentarme a la realidad.
Ya no más.
Me separo de Sebastián y lo dirijo nuevamente hacia el sofá. Suspiro largamente.
Es hora de limpiar mi alma. De librarme totalmente de culpas.
-Spencer se aprovechó de mí en todos los sentidos – comienzo a confesar – se aprovechó de mi dolor, de mi inocencia, de mi confianza. De todo. Probablemente todo lo tenía planeado desde hace años, solo esperó a que la oportunidad se le presentara y la aprovechó.
››No me gustaban sus caricias, aborrecía sus besos, odiaba sus palabras obscenas susurradas al oído, detestaba su estúpida sonrisa, su sola presencia me causaba malestar. Y sin embargo, en el acto, mientras él me… violaba… llegué a sentir… - con solo pensar en esa palabra me dan ganas de ir por un maldito cuchillo y hacerme daño para mitigar el dolor que me producir el aceptarlo – placer - una lagrima resbaló por mi mejilla - ¿Por qué, Sebastián? No lo entiendo… En los últimos meses, ya ni me molestaba en ponerle llave a la puerta, ni me negaba a sus mandatos… solo me dejaba ser… Y al día siguiente me repudiaba por ello, me juraba oponerme, pero volvía hacer lo mismo. No quería dolor…
››Soy un maldito enfermo. Solo alguien así puede disfrutar que lo violen – bajo la mirada mientras niego con la cabeza – un maldito enfermo… - susurro.
La mano de mi mejor amigo viaja hasta mi barbilla, sin embargo antes de que la toque inconscientemente me alejo de él.
-Lo siento, yo… – me disculpo rápidamente.
-¿No querías? – termina la oración por mí. Asiento con la cabeza – Tú sabes que yo jamás te haría daño, sin embargo tu cuerpo es que el que ha reaccionado inconscientemente.
Frunzo ligeramente el ceño, unas conversaciones vagas viajan a mi mente pero sin tomar forma.
-Es lo que ocurre Konny. El cuerpo responde a reacciones físicas, como el hambre o la sed. El hecho que haya un orgasmo durante el coito, no tiene nada que ver con que te haya “gustado o sea bueno”. El cuerpo simplemente reacciona. Por ejemplo, cuando tienes sed, ésta desaparece después de haber bebido algo, aunque no haya sido precisamente agua.
Reacciones físicas del cuerpo…
En una ocasión, mientras estaba internado en la clínica de la doctora Helen, ella me explicó algo parecido sin embargo su argumento no me convenció o tal vez el asunto de Spencer estaba demasiado reciente como para querer superarlo. El señor Cooper también mencionó  algo parecido aquel día cuando acompañó a Spencer a atacarme en mi casa. Y ahora Sebastián…
Probablemente tengan razón. Mi cuerpo fue el que ha reaccionado. Mi cuerpo es el que ha salido más dañado. Y yo, necesito hacer las paces con él. Pero para hacerlo, necesito darme un espacio en el tiempo. “Konstantin” tiene razón, tengo que perdonarme para salir adelante, tengo que permitirme ser feliz. Y solo hay una manera de hacerlo.
-Tienes razón – le confieso a mi mejor amigo – Sin embargo, en estos momentos mi mente esta confusa. Spencer se encargó muy bien de hacerme creer que yo era el único culpable de todo lo que me ocurría. Una parte de mi me pide a gritos que acabe con todo eso y la otra me pide que siga adelante.
-¿Qué has decidido tú?
-Tengo que irme, Sebastián – le declaro – Quiero estar “bien” para poder seguir con las personas que me importan. Si yo no estoy bien, seguiré lastimándolos y es lo último que quiero. Todo este tiempo creí que me estaba preparando para dejar todo en orden y así irme libremente, pero estaba equivocado. Todo lo hice para este momento. Sí, tenía planeado un viaje, pero no para irme de este mundo, sino uno para limpiar mi alma, mi cuerpo… mi corazón.
Le sonrío levemente.
-Te echaré de menos – alza una mano temblorosa con la intensión de acariciarme, pero se detiene. Me armo de valor y esta vez sí consigo tomarlo de la mano.
-Y yo a ti – le confieso – Solo te pido una cosa, Sebastián.
-Lo que sea, Konny.
-Sé feliz. No me esperes – lo miro a los ojos – No sé cuánto tiempo vaya a estar afuera, tampoco sé si realmente sanaré completamente. Existe una posibilidad que no te pueda responder totalmente. No te quiero fallar, Sebastián. No te quiero dar falsas esperanzas… Eres libre.
-No podría ser feliz con alguien más aunque de ello dependiera mi vida, Konny. Te esperaré todo el tiempo que sea necesario.
Muy dentro de mí, el corazón comienza a latir rápidamente. Oh, Sebastián.
-Te amo… - susurro quedito.
Sebastián lleva su mano hacia el flequillo de cabellos que cae sobre mi frente y lo hace a un lado con suavidad.
-Y yo a ti – se acerca a mi lentamente – Te amo… - su frente se pega a la mía haciendo que también nuestras narices se junten.
Puedo sentir su cálido aliento tan cerca del mio, su respiración es tan tranquila como la mía. Puedo sentir tanta paz como nunca la había sentido en este último año. Sin duda, esto es lo quiero de ahora en adelante.
Sebastián cumple con su palabra, no me presiona para que lo bese, ni siquiera él lo hace. Solo nos quedamos así unidos, sintiéndonos el uno al otro, dándonos a entender que pase lo que pase siempre estaremos juntos sin importar lo que suceda después…

-Debo regresar a casa, he dejado a Teddy solo en todo el día – le digo a Sebastián cuando regresa de la cocina - ¿Me acompañas?
-Claro.
En el transcurso del camino, mi mejor amigo me pone al corriente sobre cómo fue que terminó acompañando a Teddy a casa después de que yo lo dejé en la oficina del señor Olsen.
Una vez que llego a casa, Sebastián y yo nos dirigimos hacia las habitaciones, ya que le he pedido que se quede hasta el momento en que me vaya.
-Sebastián – le llamo antes de que entre a la habitación donde suele quedarse – Gracias.
Él me sonríe.
-Descansa, mañana será un día difícil.
Asiento con la cabeza.
Me encamino hacia la habitación de mi hermano menor, sin embargo él no se encuentra en ésta. Algo me dice que está en la mía.
No me equivoco.
Lo encuentro dormido en mi cama acurrucado. Me acerco lentamente hacia él, una vez a su lado con mi mano derecha le acaricio su mejilla expuesta. Él se remueve en su lugar.
-¿Konny? ¿Eres… tú? – me llama adormilado.
-Mañana hablaremos, sigue durmiendo…
Asiente con la cabeza e inmediatamente se queda dormido nuevamente. Me acuesto a su lado y esta vez tengo la seguridad que, al menos esta noche, no habrá ninguna pesadilla que irrumpa mis sueños.
Mañana me iré y sé que cuando regrese todo volverá a ser como se supone que debió de haber sido siempre…

El despertador suena por tercera vez, creo que ya es hora de dejar de ignorarlo, de un manotazo lo hago callar. Me levanto con toda la pereza del mundo y me dirijo hacia el baño, me lavo la cara y miro mi reflejo en el espejo. El mismo de siempre, ese chico de piel clara, cabello negro y de ojos de color azul profundo. Sí, ese soy yo… o como me llaman los demás: Konny, el muchacho de ojos tristes.
       
Aclaraciones:
Muy bien, ¿Cómo comienzo?
Konny en el fondo quería ‘estar bien’, sabía que el ‘suicidarse’ no era la única salida, sin embargo siempre concluía en esa solución. Desafortunadamente sus recuerdos negativos (todos involucrados con Spencer) y lo más importante ‘la culpa’ (por ‘’disfrutar’’—que ya sabemos que no— las violaciones, por defraudar a su padres, por hacerle daño de manera indirecta a su hermano, por Sebastián, etc.) lo dominaban llevándolo por caminos peligrosos.
Como dije antes, él quería ser feliz, quedarse con su hermano, corresponderle a Sebastián y muchas cosas más, pero la ‘culpa’ lo dominaba al querer intentarlo y ésta siempre tenía mucho peso sobre todas las cosas en cualquier circunstancia. Es por ello que Konny no se permitía ser feliz, porque creía que no se lo merecía. Aunque después de tanto insistirle su hermano, su mejor amigo, el licenciado Olsen y la doctora Helen, muy en el fondo de él, sabía que ellos tenían razón.
Así que, nuevamente su subconsciente sale a flote en su ‘rescate’. Ese ‘sueño’ con su padre y el Konny de 15 años, ambas conversaciones le ayudaron a esclarecer lo que le faltaba para darse cuenta que él no era el culpable de nada y que él tenía derecho a ser feliz sin importar lo que le haya ocurrido. Eso era todo. Solo necesitaba un empujoncito para perdonarse así mismo.
(1) La idea del elefante la he sacado de un imagen que me llegó al correo de titulo “Respuestas reales a exámenes”, donde hay muchos ejemplos que siendo sinceros, tienen lógica XD . (Para ver las imágenes, vayan en el apartado de ''Para reir un rato n.n)

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