**Capítulo diez**
En
los últimos días, Theodore se notaba ausente. El silencio que mostraba era muy
distinto al que solía tener… o eso le pareció a Hermione, quien en esos
momentos se encontraba al lado del susodicho.
-Solo
faltan revisar los libros de la sección prohibida, aunque algo me dice que
obtendremos el mismo resultado que con los libros que tenemos al alcance – la
Gryffindor resopló.
Observó
detenidamente al Slytherin, quien estaba muy centrado observando la pluma que
jugueteaba con sus dedos.
-Por
hoy es suficiente del Daltonismo Vincular
– anunció.
El
Slytherin no respondió.
-¿Tienes
planes para el próximo fin de semana? – quiso saber, el muchacho dejó de
juguetear por unos segundos con la pluma. Después de pensarlo unos segundos,
reanudó la actividad.
-Sí.
-¿Irás
con Harry al banquete de Halloween?
-No.
Hermione
boqueó un par de veces antes de formular otra pregunta.
-¿Tienes
pensado ir al banquete? Harry ha dicho que…
-No.
Hermione
sospechó que algo había en ese asunto. El silencio “anormal” del muchacho junto
con la reciente charla le daba señales que algo estaba ocurriendo.
-¿Todo
bien con Harry? – No hubo respuesta – Sé que Harry ha tratado de llevar las
cosas con calma, intenté hablar con él pero… ya sabes, el cree que soy
Parkinson.
Theodore
dejó caer la pluma en la mesa y comenzó a guardar sus cosas.
-Deberías
ir al banquete, tal vez te ayude a olvidar eso que te tiene de esa manera – el
muchacho volteó a verla, por primera vez en aquella tarde, desconcertado.
Hermione le sonrió antes de irse.
-Hola,
Teddy – saludó Blaise, sonriente, en
cuanto llegó a su lado – ¿Haciendo planes con tu nueva mejor amiga? – el
aludido rodó los ojos.
-Déjalo
en paz, Blaise – gruñó Pansy, sentándose a su lado.
-Solo
quiero ponerme al tanto, cariño. Eso de estar en la zona roja me deja todo turulato – el moreno sacudió la cabeza.
Pansy parpadeó un par de veces y Theodore alzó una ceja.
-Turu…
¿qué? – la muchacha preguntó. Blaise gruñó.
-Ese
Potter y sus eufemismos – siseó – ¿Dumbledore ha dicho cuando conectarán
correctamente los cables de Potter?
-En
cinco meses – respondió el ojiazul.
-¡¿Qué?!
Theodore
les contó todo lo que le dijo Dumbledore sobre el asunto de Potter.
-¡No
podré soportar tanto tiempo en ese lugar! – se quejó el moreno.
-¿Temes
caer en las garras de tu enamorado, cariño? – preguntó Pansy, sonriente. Blaise
la fulminó con la mirada.
-Alguien
no tendrá su beso de buenas noches hoy – amenazó.
-No
seas tan gruñón – la muchacha le dio un beso en la mejilla.
-Y
hablando de beso de buenas noches… ¿irás al banquete con Potter? – el moreno
estaba al tanto de los besos a los que era sometido su amigo castaño, por
casualidad los había descubierto la noche anterior.
-No
– fue la respuesta del chico Nott.
-Pero…
-Si
Theodore dijo que no, es no, Blaise – la mirada de Pansy fue de advertencia, el
moreno frunció el ceño – ¿Y cómo vas con el otro
asunto? ¿Ya has terminado?
Theodore
la miró fijamente, Blaise los miró de hito en hito.
-¿Qué
asunto?, ¿de qué hablan?
-Aún
no – respondió el castaño.
-¿De
qué asunto hablan? – insistió Zabini.
-De
nada importante… para ti.
*0*0*0*0*
Theodore jugueteaba con la comida mientras
observaba detenidamente a Luna.
-¿Alguna
vez le vas a decir algo? – le preguntó Hermione, el aludido fingió no escuchar.
La
Gryffindor sonrió.
-¡Oye!
Ella te hizo una pregunta – Ron gruñó – No finjas que no la has escuchado
porque…
-¡Ronald
Bilius Weasley! – regañó la castaña.
El
pelirrojo se cruzó de brazos, enojado, fulminando con la mirada al Slytherin,
quien miraba entretenido la escena. Después de todo, Malfoy tenía razón.
Granger y Weasley no eran tan diferentes de Pansy y Blaise.
*0*0*0*0*
Como
no podía conciliar el sueño, Theodore decidió dar una breve caminata por los
pasillos de las mazmorras hasta llegar a uno solitario, se sentó. Su mirada la
centró hacia la pared de enfrente. No le fue difícil revocar aquellos recuerdos
que le lastimaban, después de todo la fecha estaba próxima y, a pesar que
hablaban de ello con entusiasmo, él hacia lo posible para no hacerlo. Aun así,
el recuerdo se hizo presente.
Su madre convalecía.
El Theodore de seis años lloraba mientras veía a su
madre sonreírle.
-No estés triste, cariño – la voz de Susan se
escuchaba débil – Siempre estaré a tu lado.
-¿En dónde? – hipó.
-Aquí… - su madre le tocó el pecho, justo en la dirección
del corazón – y en la música.
-¿Música?
-Cada vez que toques, mi pequeño, en cada nota, cada
sonido, cada canción, ahí estaré contigo, acompañándote en tu corazón.
Theodore abrazó a su madre y ella le dio el último
beso. Mientras el alma de Susan viajaba a través del aire hasta llegar al
cielo, en las calles los magos celebraban Halloween.
Ellos reían, Theodore lloraba.
Igual
que en esos momentos.
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