domingo, 27 de enero de 2013

capitulo once

El efecto de la Luna de queso



**Capítulo Once**




El día del banquete había llegado, la habitación de los Slytherin estaba atiborrada de alumnos que iban y venían, cada uno metido en sus propios asuntos… al menos la mayoría.

-¿Qué haces aquí? – preguntó el único Gryffindor de esa habitación.

-Por si no lo sabías, Weasley, ÉSTA es MI habitación – gruñó Blaise dirigiéndose hasta su cama.

-Pero…

-¡Shhht! – con una señal de mano, el moreno lo hizo callar, se tumbó en su cama – Oh, sí, te amo… - abrazó y besó a su almohada – te he extrañado tanto…

-Blaise, cariño, te recuerdo que hemos venido hasta acá por alguien no a que tengas un orgasmo con tu cama – recordó la morena.

-¡¿Qué haces aquí?!

-¿No te sabes otra pregunta, Weasley? – reprochó Malfoy, lanzándole a la cara lo primero que tuvo al alcance.

-¡Oye!

-Nos vemos en el Gran Comedor – anunció Draco hacia sus amigos, dirigiéndose hacia la salida siendo seguido por el pelirrojo.

Pansy y Blaise, al verse solos, intercambiaron miradas. La muchacha se dirigió hacia la única cama que tenía las cortinas corridas. Suspiró antes de volverlas a correr.

-Qué – espetó el muchacho que se encontraba tumbado en la cama. Podía sentir la mirada penetrante de sus amigos sobre él.

-Qué modales, Nott – gruñó Blaise,  a quien no le pareció la forma en que le respondió a su novia.

-Hemos venido por ti – la voz de Pansy fue tranquila.

-No tengo planes de salir – el aludido se dio la vuelta, dándole la espalda a ambos.

Blaise rodó los ojos.

-Esa no es una opción – advirtió Pansy, no hubo respuesta del otro - ¡Theodore Nott! Levántate ahora mismo de esa maldita cama. No me hagas hacerlo por ti.

Theodore se cubrió la cabeza con la almohada, amortiguando así los gritos de la muchacha.

-¡Perfecto! – gruñó Pansy, subiéndose a la cama.

-¿Qué demonios…? – Theodore parpadeó un par de veces, vio a su amiga sentada a su lado.

-Si no vas al banquete nosotros tampoco.

-¿Qué? – Blaise lloriqueó, Pansy lo fulminó con la mirada.

-Nos quedaremos aquí – musitó.

-Pansy… – Theodore gruñó.

-Nada me hará cambiar de opinión salvo que vayas al banquete con nosotros.

-No.

-De acuerdo – Pansy se acomodó aún más sobre su lugar – Cariño, siéntate a mi lado – Blaise a regañadientes, se sentó a su lado.

-Qué haces – gruñó el dueño de la cama al ver a su amiga sacar un estuche de cosméticos.

-Las Gryffindors me han enseñado…

-¿Las Gryffindors? – Blaise alzó una ceja.

-He visto que hacen cosas bonitas a sus uñas de los pies, le llaman algo así como “Pelicano”… y eso es lo que haremos – Pansy comenzó a sacar varios instrumentos del estuche. Blaise hizo cara de borreguito apaleado hacia el castaño.

-Solo tienes que hacer presencia en el Gran Comedor, una hora, media hora, lo que tú quieras, Teddy, por favor… - suplicó – Créeme masajes en sus manos es algo bueno pero no querrás hacerlo en sus pies.

Pansy frunció el ceño y fingió no escucharlo, Theodore en cambio comenzó a enumerar los pros y los contras de esa actividad. Masajes en los pies definitivamente no era un buen pro.

-Solo media hora – anunció, levantándose de su cama. Pansy sonrió triunfante y Blaise suspiró, aliviado.



Quince minutos llevaba en ese lugar y ya sentía que el aire le faltaba. Todo su alrededor era diversión, felicidad, risas… igual que aquella noche de hace nueve años. Los demás tenían motivos para reír, pero él no. Él no podía celebrar, no cuando esa fecha le recordaba que le habían arrebatado lo que más quería en ese mundo.

A lo lejos vio bailar a Pansy y Blaise, quienes de vez en cuando desviaban sus miradas hacia con él. Theodore no podía culparlos, después de todo él los había preocupado. Sabía que su actitud de los últimos días no fue la misma de siempre, ese día fue la prueba de ello, se había encerrado en su cama y no había salido de ahí.  Eso alarmó a sus amigos.

-Hola – la voz de Potter se coló hasta sus pensamientos – Pansy y Blaise me han mandado contigo, en realidad fue Pansy la que me insistió.

Theodore frunció el ceño, viendo a sus amigos, después cayó en cuenta que Potter se refería Granger  y Weasley.

-Ron y Hermione habían estado un poco extraños, ahora sé la razón – el Gryffindor señaló con la cabeza a Pansy y Blaise – Son novios, creí que tardarían más tiempo en reconocer lo que sentían el uno por el otro.

El Slytherin sabía que la noche solo empeoraría, con Potter a su lado sería sin duda una velada horrible. Tal vez si fingiera dolor de cabeza lograría escabullirse de ese lugar, no tenía que esforzarse mucho, la sola presencia de Potter le causaba malestar.

-¿Quieres ir a otro lugar? – Harry se levantó, extendiéndole la mano.

-De hecho…

-¡Excelente! – el Gryffindor lo arrastró hacia las afueras del castillo.



Cinco minutos después, Harry había detenido su caminata.

-¿Qué hacemos aquí? – Theodore estaba nervioso, Potter lo había llevado hasta la orilla del lago.

-Supongo que no tengo ánimos de festejar y sé que tú tampoco – el Gryffindor se encogió de hombros.

El castaño lo observó fijamente, definitivamente cada vez conocía menos al muchacho que tenía frente a él. Harry sacó su varita.

-Hermione me enseñó un hechizo nuevo – explicó – Me dijo que lo usaría en una cita, ahora sé que era para estar con Ron – el Gryffindor comenzó a hacer movimientos bruscos con la mano - ¡Agua…! no, espera, así no era.

El león se quedó pensativo. Theodore al ver el extraño movimiento que había estado haciendo Potter reconoció el hechizo. Pansy se lo había mostrado antes de hacerlo con Blaise.

-¿Agualuz? – le preguntó.

-¡Ese! – el ojiverde comenzó nuevamente con movimientos bruscos.

-Así no es – gruñó el ojiazul, acercándose.

-Claro, que sí – Harry hizo caso omiso.

-Potter – Theodore le detuvo la mano.

-No, espera…

Ambos comenzaron a forcejear, trastabillaron un par de veces, pero ninguno dejó de moverse, continuaron en su lucha por apoderarse de la varita hasta que sus pies se enredaron. Tropezaron, cayeron y rodaron hasta llegar al lago. . Estando en el agua, seguían luchando por el control de la varita.

-¡Potter…! – gruñó el Slytherin. En serio, ¿Qué tan terco podía llegar a ser ese muchacho?

-¡Sé hacerlo! – El ojiverde no cedía – Sé hac… ¡Draco!

En cuestión de segundos, Theodore desapareció del campo visual del león. Harry se sumergió y pudo ver cómo un pequeño grindylow se empeñaba en arrastrar al ojiazul hacia el fondo del lago.

Theodore le lanzó un hechizo a la criatura y ésta quedó paralizada momentáneamente, Harry le lanzó otro por precaución. Aprovechando el aturdimiento de la criatura, cada uno por su lado nadó hasta la superficie.

-¿Estás bien? – Theodore escuchó a Potter preguntar.

Gruñó como respuesta, limpiándose la cara.

Ambos nadaron hasta la orilla. Salieron a trompicones por el agua y se quitaron algunas plantas que se habían adherido a ellos.

Theodore se quitó el exceso de agua con sus manos, pudo observar cómo un resquicio de vaho se escapaba de sus labios entreabiertos.

-Creo que tengo algo en mi cara – Nott giró hasta donde se encontraba el león, efectivamente había algo en el rostro del moreno.

Theodore sonrió de lado al ver al moreno tratando de quitarse el obstáculo de su vista.

-¿Son algas? – Preguntó Harry, aún tratando de tener visión – Creo que he perdido mis gafas porque no veo nada – se tentó el rostro – No, espera, sí las tengo me acabo de picar un ojo y…

El Slytherin esta vez se carcajeó, sorprendiendo al Gryffindor e incluso a él mismo. Theodore no pudo evitarlo, Potter se veía tan gracioso: escurriendo agua por todos lados y cubierto no solo de algas —las cuales le cubrían los cristales de sus anteojos— sino también de lodo. Era una imagen tan ridícula, tan graciosa, tan fuera de sí. Y él, Theodore, sonriendo. Tan diferente al muchacho que días atrás había estado sumido en la tristeza por la pérdida de su madre. Definitivamente era un cuadro tan bizarro que el Slytherin no pudo evitar reírse de la situación.

Harry lo observó detenidamente, una vez libre de las algas. Era la primera vez que veía a Draco reír de esa manera. Se veía tan distinto que no pudo evitar contagiarse de la risa. Se quitó las últimas algas que tenía encima de la túnica.

Ambos se observaron en silencio. Potter era un desastre, ni siquiera había hecho un buen trabajo con las algas, aún tenía una sobre sus cabellos negros.

-Te faltó una – Theodore se acercó para quitársela.

-Gracias – murmuró el ojiverde, sonrojándose ante la mirada penetrante del otro muchacho. Por alguna extraña razón la mirada de Draco lo hacía sentirse demasiado nervioso.

-Gracias a ti – susurró el Slytherin.

Ambos siguieron mirándose. Harry se acercó lentamente a los labios de Theodore, éste no hizo nada para impedírselo. Se besaron. Suave y dulce, conociéndose. Se separaron lentamente, sin despegar sus miradas. En el rostro de Potter se leía claramente una interrogación.

-¿Qué ocurre? –interrogó Theodore.

-Nada – Harry le sonrió, pero definitivamente algo pasaba.

Nott hizo un movimiento de mano y de su varita salieron lucecitas blancas, rodeándolos, como si de pronto ambos estuvieran, literalmente, entre las estrellas.

-¡Este es el hechizo! – exclamó Harry sonriendo, observando su alrededor.

*0*0*0*0*

-¿Cómo estás? – preguntó Pansy, preocupada.

Los tres se encontraban en la biblioteca.

-Vimos cómo Potter te sacó del Gran Comedor – explicó Zabini – Y nos preocupamos cuando no volvieron. Creímos que se habían caído otra vez de las escaleras.

-¡Blaise! – regañó Pansy, dándole un manotazo en el hombro.

-Entonces, ¿cómo te fue?

Theodore los observó detenidamente, mientras los recuerdos llegaban a su mente. La verdad era que después de todo, no fue una velada horrible, sino una muy buena. Sonrió de lado, sin darse cuenta de ello.

-¿Así de bien, eh? – Blaise le guiñó el ojo.

Theodore frunció el ceño, borrando la sonrisa.



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