martes, 29 de enero de 2013

capitulo doce

El efecto de la Luna de queso



**Capítulo Doce**




-Buenos días, Theodore – saludó el director, en cuanto el Slytherin estuvo dentro de la oficina – siéntate, por favor.

El alumno obedeció. Habían transcurrido tres días desde el día del banquete de Halloween y Theodore, por alguna razón, se sentía distinto desde entonces.

-Tengo buenas noticias – explicó el mayor – Harry ha mostrado signos positivos con el tratamiento. No es mucho, pero es buena señal. Si sigue de esa manera, el señor Potter se recuperará muy pronto.

Theodore asintió, sintiendo un hormigueo extraño en su estómago.

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Cuando el Slytherin llegó al Gran Comedor, varias miradas se posaron en él. Malfoy se sentó a su lado.

-Dumbledore ya me dio la noticia – le sonrió, altaneramente – pronto tendré a MI novio de regreso.

El ojiazul gruñó. Se sentía extraño con ese hormigueo todavía danzando en su estómago. Prefirió saltarse la comida, total, el hormigueo no era por hambre.

-¿A dónde vas? – preguntó el rubio, frunciendo el ceño - ¡Aún no he terminado de hablar contigo!

Theodore lo ignoró.

*0*0*0*0*

Después de tanto caminar llegó a uno de sus lugares favoritos, ese que está detrás de los matorrales, sacó su libro de notas y su pluma. Repasó en su mente la nueva melodía que tenía preparada para el coro, sonrió de lado.

Centró su mirada en los alumnos que estaban a lo lejos, sin prestar atención realmente. Varios segundos más tarde pudo distinguir a Luna entre éstos. Se sintió extraño, normalmente la distinguía enseguida por su agradable olor a tuti-fruti. Frunció el ceño.

“Estoy distraído” – pensó y atribuyó que la distracción era la responsable el no haber identificado de inmediato a su Luna.

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Esta vez, el Slytherin se encontraba cerca del lago. Madame Sprout les había dejado de tarea identificar cinco hierbas distintas para el uso en pociones. Theodore sabía que en ese lugar podía encontrar la mayoría.

-Hola – saludó Harry, al llegar a su lado.

El ojiazul, quien estaba observando muy de cerca una planta en particular, giró su rostro para ver de soslayo al gryffindor.

-Hola – respondió al saludo y continuó con su observación – Estoy ocupado.

-¿Buscas lo que nos dejó la profesora Sprout? – interrogó.

-Es obvio – gruñó, escudriñando con la mirada a la plantita que estaba frente a él.

-Hagámoslo juntos – el ojiverde se acuclilló a su lado.

El Slytherin se levantó rápidamente.

-¿Qué pasa? – Harry parpadeó varias veces al ver a su “novio” recoger sus cosas.

-Me voy – respondió avanzando hacia el castillo.

-¡Espera! – El ojiverde alcanzó a Theodore rápidamente - ¿Qué ocurre? Me has estado evitando desde el día del banquete.

-No ocurre nada – el Slytherin hizo el intento de irse, pero Harry volvió a impedírselo.

-Dime – pidió – explícame qué ocurre.

Theodore se mordió el labio inferior. ¡Demonios! La mirada de borrego a medio morir (esa que supuestamente solo funcionaba con Malfoy) comenzaba a surtir efecto en él.

-Estoy cansado – murmuró.

-Y yo preocupado por ti… – Theodore le envió una mirada que Harry no supo cómo interpretar –…Draco.

Draco.

Draco.

DRACO.

Retumbó en la mente de Theodore. Un hormigueo distinto comenzó a invadirlo en el estómago. ¿Qué demonios ocurría con él? Por supuesto que Potter estaba preocupado por su novio, por Draco.

-No eres el mismo.

No, porque él era Theodore Nott. ¿Qué tan difícil era de entender? Si tan solo no se le hubieran cruzado los cables…

-Te he extrañado mucho.

Y él extrañaba su soledad, su independencia. El identificar rápidamente a Luna por su aroma tan característico de tuti-fruti. El no tener a Malfoy preguntándole todo el tiempo cuantas veces se había besado con su novio. El no tener a Potter encima.

-Quisiera no haberme caído de la escalera, todo cambió a partir de ahí.

Y Theodore por primera vez estuvo de acuerdo con él.

Harry negó con la cabeza.

-No, en realidad todo cambió cuando me hiciste esa pregunta en nuestro primer aniversario – el ojiazul frunció el ceño – después de eso nada volvió a ser igual. Desearía no haberte respondido. Lastimé tu orgullo y por eso… ya nada es igual. Lo lamento.

El Slytherin no supo qué decirle.

-Lo único que puedo confirmarte es que… eres el único al que en verdad quiero. El único que me importa.

El hormigueo volvió a invadir el interior de Theodore.

-Desearía una última oportunidad.

-Y yo desearía no ser quien tú crees – murmuró.

Harry lo observó desconcertado. Theodore giró sobre sus talones y se dirigió hacia el castillo.



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