lunes, 11 de agosto de 2014

Capitulo II



Lay it down slow




Capítulo II
Amor en tu corazón.

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Si tienes amor en tu corazón.

¿Por qué no lo guardas conmigo?

No puedo prometerte un milagro

Pero siempre lo estaré intentando.

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La señora Burbage siempre se caracterizó por la perseverancia que empleaba en cada uno de sus objetivos. Era una persona que, físicamente, podría pasarse como una dama de la alta sociedad. Siempre usando ropa de marca, reuniéndose con la con gente de elite. Tenía muchísimos contactos que, con solo chasquear los dedos podría, incluso, incriminar hasta el más honesto de los hombres. La señora tenía muchos planes y Hannah estaba entre ellos. Lamentablemente, Andy no.

El chofer de los Burbage, estacionó frente a Servicios Sociales. Ese lugar era tan concurrido para esa familia que a Hannah no le extrañó en lo más mínimo que fueran a ese lugar. El señor Burbage, ya los esperaba en el interior.

-¿Cómo va todo? – interrogó la mujer.

-Excelente – sonrió de lado.

-¿Lo ha aprobado? – la señora Burbage no daba crédito a lo que había escuchado.

-Amanda, créelo, lo ha hecho.

-Oh, esto… es… increíble – la señora sonreía, incluso se le aguaron los ojos.

-¿Qué pasa, señora Amanda? – preguntó la pequeña.

-Buenas noticias, Hannah – anunció – excelentes noticias.

La pequeña no supo interpretar el gesto que le enviaba la señora. Quizás, tampoco cruzó por su mente que las personas que tenía frente a ella ya habían trazado su destino. Y en éste, sin duda, no estaba incluido Andy.

-Buenas tardes, señores Burbage – saludó una señora de mediana edad.

-Señora Carlota – saludó Hannah, sonriente.

-Hola, Hannah. ¿Cómo te ha ido? – saludó la mayor.

-Mi hermano ha venido a verme – sus ojitos azulados resplandecieron.

-Me da gusto – confesó sinceramente.

La señora Carlota llevaba el caso de los hermanos Morgan, ella personalmente se encargó de colocar y de reasignar (si algo malo ocurría) a los hermanos.

-Aprovechando su oportuna presencia, ¿podemos hablar?

-Por supuesto, señora Burbage.

El señor se encargó de la pequeña Hannah, mientras su mujer hablaba con Carlota.

-¿Té? – ofreció la señora de Servicios Sociales, una vez dentro de su oficina.

-No, gracias. No tardaré mucho.

-¿Ocurre algo? – interrogó preocupada. No estaba muy segura, pero tenía la certeza que la señora Burbage no le daría buenas noticias.

-De hecho, sí – le extendió un sobre. La señora Carlota lo aceptó intrigada – He hablado con el Juez Duncan y ha aprobado mi solicitud.

-¿Qué solicitud? – preguntó suspicaz, abriendo el sobre – Pero… esto es…

-Una orden de restricción contra Andrew Morgan.

-¡Señora Burbage!

-Carlota, usted y yo diferimos muchísimo en la opinión personal que tenemos hacia Andrew. Y eso se lo he hecho saber al juez, quien amablemente ha accedido aprobar mi solicitud de la orden de restricción hacia el joven Morgan.

-¿Sabe lo que esto significa? Andy no podrá ver nunca más a su hermana.

-Ese es el propósito de la orden – el tono de voz de Amanda era tosco – Andrew jamás podrá acercarse a Hannah, nunca más.

-Son hermanos, no puede separarlos.

-Veo por el bien de Hannah.

-¿Y ese bien es alejarla de la única familia que tiene?

-¿Ha visto al… muchacho? – A Amanda le invadió un escalofríos – claramente tiene intensiones oscuras hacia su hermana. Le lleva obsequios, no deja de abrazarla y la mira de una manera que… seguramente su padre…

-Señora Burbage, por favor, no condenará al muchacho por los crímenes del padre.

-Así comenzó el padre, estoy segura que el hijo va por ese camino.

-¿Ha estado leyendo al señor Finegan, Amanda? – en Carlota se reflejaba la ira.

-Él ha publicado la verdad, no tiene por qué mentir – aclaró – Además, Andrew no es un santo como usted cree, las últimas visitas ha ido acompañado con otro muchacho, no me extrañaría que ya le haya vendido a su hermana.

-¡Señora Burbage! – Carlota se llevó una mano hacia el pecho - ¿Cómo puede siquiera pensar eso de Andy?

-No me voy a arriesgar. El bienestar de Hannah depende de mí – sentenció – ya cumplí con avisarle a usted, el juez se encargará de notificarle a Andrew.

-Amanda, reconsidéralo, por favor – suplicó.

-Una vez que el juez libere mi orden de cambio de residencia, me llevaré a Hannah de la ciudad, con suerte lograré adoptarla.

-Amanda…

-Es una decisión tomada.

-Por favor, no me hagas arrepentirme de haberte dado la custodia de Hannah.

-Lo hago por su bien – y sin más, Amanda salió de la oficina.

******

Andy apenas había llegado a su departamento cuando se dejó caer en el sofá, estaba exhausto, cerró por un momento los ojos y ya no los pudo abrir hasta tres horas después, cuando escuchó que alguien tocaba la puerta.

-¡Andy!

-¿mmué…? – se restregó los ojos y al girarse cayó al suelo.

-¡Andy!

-¡Voy! – gritó, aún somnoliento. Consultó la hora en su reloj de mano, marcaba las cuatro de la tarde, frunció el ceño. Estaba desconcertado, tambaleante se dirigió hacia la puerta – Señora Carlota… - bostezó con descaro.

-Lamento despertarte, pero es urgente – entró al departamento sin esperar invitación – te he estado llamando al celular.

-Emh… creo que se descargó – Andy estaba confundido, el cansancio y el aturdimiento no lo dejaban coordinarse muy bien, siguió a la señora Carlota hasta la sala - ¿Qué pasó? – tropezó con una silla.

La señora le envió una mirada de culpabilidad. Le tenía una gran estima al joven que tenía sentado frente a ella que al verlo en ese estado los remordimientos la invadieron. Andy se veía tan desgastado, ni siquiera aparentaba los veintidós años que en realidad tenía.

-Andy… - se acercó a él.

Verán, la señora Carlota pasó la mayor parte de sus años en Servicios Sociales, tuvo cientos de casos de los cuales encargarse, unos más tristes que otros, unos más fácil de cerrar y otros difícil de olvidar. Y luego estaba el caso de los Morgan. Andy y Hannah, dos pequeños que tuvieron la mala suerte de crecer en un hogar tan… diferente. Carlota se encariñó hasta el punto de estar al pendiente de ellos aun cuando ya no era necesario.

Sentía debilidad por ambos, sobre todo por el muchacho. Andy, que era tan parecido a su padre físicamente, y eso no hizo más que traerle problemas, severos problemas. Carlota no veía al señor Morgan en él, era por ello que Andy confiaba ciegamente en ella, fue la primera persona que le tendió la mano sin juzgarlo, sin maltratarlo, sin condenarlo.

-¿Qué pasa señora Carlota?

Andy se inquietó al reconocer la mirada que le enviaba. Ya la había visto hacerla antes, cuando se conocieron…

La señora Carlota estaba sentada en el sofá de la sala, cargaba a Hannah cuando él llegó del colegio. Andy estaba asustado, un par de policías habían ido a buscarlo y llevado hasta su casa. Ésta estaba rodeada de patrullas, en cuanto puso un pie en su casa vio a gente desconocida por todos lados guardando cosas, tomando fotos, desordenando todo lo que tuvieran al alcance.

-¿Qué pasa a aquí? – preguntó espantado.

-Andy… - la señora Carlota fue a su encuentro, con Hannah en brazos. Ella tenía una mirada que el muchacho sabía que no presagiaba nada bueno. Y no lo era.

La señora tuvo tacto para decirle cómo estaba la situación con respecto a su padre. Andy, por supuesto se negó a todo. Su padre siempre fue la persona más valiente, justa y honesta. El monstruo que le describían no era su padre. Las próximas dos semanas a ese evento Andy las vivió en un infierno, su pequeño mundo se vio infectado de dolor, confusión, resentimiento y amargura.

En las noticias de lo único que se hablaba era del señor Morgan y de las atrocidades cometidas. Le calcularon veinticinco víctimas de violación y asesinato. Entre las cuales se destacaba una compañera de clases de Andy. Cuando el muchacho se enteró (era muy difícil esconderle información sobre todo cuando el padre era el centro de  atención) eso no hizo más que romperle el corazón.

Todos los periodistas de la ciudad querían cubrir la nota, querían poner en evidencia al responsable de todo ello. Cuando el caso llegó hasta su escritorio, el joven periodista Charles Finegan vio la oportunidad de darse a conocer cubriendo la historia del asesino y violador que había causado gran revuelo en ese tiempo. No le importó la intimidad de la familia ni las consecuencias que traería al realizar ese reportaje.

En un mes la bomba explotó. Un mes había transcurrido desde la captura del señor Morgan y toda la ciudad ya sabía quién era el responsable de todo gracias a Finegan. Si antes de eso la situación para Andy le resultaba difícil no podría describirles cómo le fue después de revelarse que su padre era el tan llamado “El violador y asesino de rubias”.

Andy había sido colocado con la familia Belkis una semana atrás y todo iba perfecto, incluso en el colegio nadie sabía de lo ocurrido hasta que salió el reportaje. La dirección fue presionada por el consejo de padres de familia y exigieron inmediatamente la expulsión de Andy. El director, el señor Collins, tuvo que ceder ante la presión. Mandó a llamar a los Belkis y a Andy.

-Por favor, señora Carlota, sea lo que sea, dígame qué ocurre – suplicó.

Media hora después, Andy corría por la calle directamente hasta la casa de los Burbage, no iba a permitir que le quitaran a su hermana. Se detuvo en una esquina para poder tomar aire, sentía como si de pronto el pasado lo atrapara nuevamente. Era volver ocho años atrás, cuando toda la ciudad se enteró de quién era hijo.

-La señora Burbage cree que tus intensiones con Hannah son… sexuales – las palabras de la señora Carlota viajaron hasta su mente.

A Andy le invadieron las náuseas y por más que quiso evitarlo no pudo, terminó vomitando en aquel sucio callejón. Era algo realmente vil el pensar que las intenciones que tenía hacia su hermana eran de índole sexual.

Se limpió la boca con lo que tuvo al alcance y nuevamente emprendió su camino. La señora Burbage estaba equivocada y él se encargaría de aclararle un par de cosas. No era la primera vez que alguien lo juzgaba de esa manera. El señor Monjaráz, el padre de una de las víctimas, había hecho lo mismo y se encargó que Andy no lo olvidara nunca.

Les relataré un poco sobre el señor Monjaráz. Probablemente lo odiarán tanto como yo lo hago. Pero dejaré que ustedes mismos formen su propia opinión con respecto a este señor.

Ese día, cuando el director Collins había mandado a llamar a los señores Belkis, a Andy no le dio un buen presentimiento el semblante serio que mantenía el director ni mucho menos cuando le ordenó esperar fuera de la oficina. Estaba nervioso, inquieto. Tal vez, y quiso creer firmemente en esa posibilidad, el director ya se había percatado que los alumnos lo habían aislado en una eterna regla de hielo por causa de la muerte de su compañera a manos de su padre y esa era la razón de querer hablar con los Belkis.

-¡Maldito bastarlo! – sucedió en instantes. El señor Monjaráz identificó a Andy y al instante ya lo tenía apresado contra la pared. Le pareció poco el haberlo insultado, no solo a él y a su padre, sino que también le sumó a la causa fuertes golpes. En cuestión de segundos, Andy se encontraba en el suelo siendo preso de una horrible golpiza - ¡Ojalá tu padre se pudra en la cárcel!

-¡Señor Monjaráz!

El director y los señores Belkis al escuchar el escandalo salieron al encuentro. Lograron separar al mayor de Andy. El señor Monjaráz por su actitud se ganó un par de noches en los separos de la cárcel y una gran advertencia. No puedo decir lo mismo de Andy. Él se ganó un par de costillas rotas, un brazo enyesado y numerosos moretones en todo su cuerpo.

No, en algunas situaciones la vida no es justa. Y con ese pensamiento Andy llegó pronto a su destino, no podía acercarse hacia la casa así que esperó pacientemente hasta ver cuando la señora Burbage saliera. Por suerte no esperó mucho. El muchacho en cuanto vio la oportunidad se detuvo frente al auto, haciendo que el chofer frenara repentinamente.

-¿Qué fue eso, Jeremy? – regañó la señora.

-Lo siento. Ese muchacho se ha atravesado.

-¿Qué muchacho?

-Yo – Andy se plantó al lado de la ventanilla – señora Burbage, ¿puedo hablar con usted?

-Tengo prisa – dejó salir.

-Dos minutos, por favor – pidió – es sobre Hannah.

-Ya te han dado la noticia.

-Por favor, señora Burbage. No me aleje de mi hermana – pidió – es la única familia que tengo y solo puedo verla cada tres semanas durante una hora.

-Ya no.

-¿Puede reconsiderar la orden? Le prometo que… haré lo que me pida, pero no me aleje de ella.

¿Ya les he dicho que Amanda es una persona de armas a tomar y cada vez que tiene algo en mente muy difícil se olvida de ello? Pues bien, el mantener a Andy alejado de Hannah era una de esas cosas. Y definitivamente no iba a ceder fácilmente a la petición del muchacho.

-La decisión está tomada – dejó salir – vámonos Jeremy.

-¡No, espere! – Gritó, desesperado, por suerte Jeremy hizo caso – está bien, no quite la orden de restricción, pero por favor, no se la lleve de la ciudad. 

-Eso es algo que no puedo conceder, lo siento Andrew.

Y esta vez, Jeremy avanzó.

-¡Señora Burbage, espere! – Andy se quedó ahí, plantado, viendo cómo el auto se alejaba de él… al igual que sus esperanzas de mantener a su hermanita a su lado.

La impotencia y el dolor se apoderaron de él.

-¡No! – gritó, desesperado. Se dejó caer de rodillas, sus manos apresaron su rostro húmedo por las lágrimas. Tenía que hacer algo, no podía simplemente esperar a que su hermana le fuera arrebatada sin que él luchara.

Sacó el celular del bolsillo y se sintió más patético de lo que ya se sentía al ver que su lista de contactos solo se restringía a cinco personas. Chris, la señora Carlota, la señora Burbage, el jefe de su trabajo y el juez Duncan.

-¡Eso es! – sin perder más tiempo, Andy se dirigió hacia los juzgados, si había alguien que pudiera detener a la señora Burbage, ese era el juez Duncan.
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