Entre gorros y bufandas
Capítulo 1.
Un extraño sueño
Era media noche. Él estaba
encadenado, aún no sabía por qué pero ahí estaba siendo prisionero. Sus manos
atadas a grilletes los cuales colgaban del techo mugroso. Un rayito de luz se
colaba por la reja y era su única compañía. Louis sabía que ese sería su fin,
al día siguiente lo colgaría. Así eran los castigos en edad media, el rey había
decretado que ese castigo era ejemplar y así nadie más se atrevería a revelarse
ante él.
Louis estaba cansado, sus
pies no podrían sostenerlo por más tiempo. En cualquier momento cederían,
estaban por hacerlo cuando el rechinar de la puerta abriéndose lo hizo
detenerse.
Se asomó una pequeña
figura. Venía cubierta por una gran capa. Louis no pudo identificar a su
visitante. Se acercó lentamente, al estar frente a él descubrió su rostro. Unos
hermosos ojos verdes esmeraldas sobresaltaban.
-Ernestina… - musitó al
reconocer a la princesa del castillo.
-He venido a ayudarte,
Louis – la princesa dejó al descubierto sus hermosos rizos chocolates, los
cuales eran sujetados por una lazo color fucsia.
-Te meterás en problemas –
advirtió. Él apreciaba, corrección, él amaba demasiado a la muchacha para meterla
en líos.
-Lo he estado desde el día
que te conocí – la princesa liberó a Louis de sus amarres, ocasionando que él
cayera al suelo. Realmente estaba cansado.
Ernestina se acuclilló
frente a él.
-Escapémonos, Louis –
pidió. Conectando su mirada con la de su amado.
¿Por qué? ¿Por qué su amor
hacia la princesa tenía que ser prohibido?
-Te amo, Ernestina – Louis
tomó a la muchacha de las mejillas y se fundió en un dulce beso.
Se separaron lentamente.
Louis no se cansaría de ver esos hermosos ojos esmeradas.
-Tenemos que irnos, mi
padre planea colgarte antes de la hora acordada – suplicó, lágrimas en sus
ojos. Louis no quería ver opacada esa mirada.
-Aún muerto, no dejaría de
amarte – le acarició la mejilla, subiendo su mano cada vez más hasta llegar al
lazo fucsia.
-No digas tonterías.
-Es verdad. Estoy seguro
que mis reencarnaciones futuras encontrarían a las tuyas y se amarían, tal como
lo hacemos ahora.
-Eres un tonto, Louis –
sonrió, haciendo relucir sus hoyuelos.
-Soy tu tonto…
La miró a los ojos
nuevamente…
[…]
-Soy tu tonto… - Louis
despertó algo agitado - ¿Qué?
Estaba seguro que había
dicho algo aún dormido, pero no supo qué. Se rascó la cabeza, tratando de
recordar qué era pero entre más quería recordar más olvidaba el reciente sueño.
Solo venía a su mente unos hermosos ojos verdes esmeraldas y un lazo fucsia.
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