Entre gorros y bufandas
Capítulo 2.
Stan
-¡Louiiisss! – una muy, demasiada, conocida voz llegó hasta los
oídos del aludido.
-Hola, amigo – saludó, sin
despegar la mirada del espejo.
El recién llegado se dejó
caer en la cama del castaño.
-¿Estas emocionado? Yo lo
estoy, ya quiero estar ahí…
-Tu emoción es contagiosa
– dejó salir sarcástico un tercer muchacho dirigiéndose hacia Louis, quien
seguía frente al espejo.
-Estoy emocionado por
dentro – respondió, forzando una sonrisa.
-Por fin, estaremos los
tres juntos, como en el preescolar – Stan se levantó y abrazó a ambos chicos
por los hombros – eso es asombroso.
-Estar en un internado no
es ninguna emoción- musitó Louis.
-Para nuestras madres lo
es – reconoció Liam – gracias, Stan, tú siempre tan oportuno con tus ideas.
-¿Acaso no era lo que
querían? Y por qué te quejas Liam, tú has estado ahí desde el primer año. No es
como si hubiera convencido a tu madre a que te metiera a estudiar ahí.
-Stan tiene razón, Liam –
reconoció Louis.
-Tú siempre le das la
razón a él – rodó los ojos.
-¡No siempre! – se
quejaron ambos muchachos.
[…]
Los tres muchachos frente
a las puertas del colegio.
-Ya estamos aquí – dejó
salir Stan.
-Es el último año antes de
entrar a la universidad, así que hay que dejar las tonterías y enfocarnos en lo
que importa, ¿de acuerdo?
-Wow, miren al pequeño
Louis, ya es todo un futuro universitario – dejó salir sarcástico Liam.
-Oh, cállate – Louis rodó
los ojos, adentrándose al que sería su hogar en el próximo año.
-¿Te inscribirás al equipo
de futbol, Louis? – Preguntó Stan – sería genial tenerte, eres muy bueno.
-Di que sí, por favor –
pidió Liam, Louis alzó una ceja. Era extraño que su amigo robusto suplicara por
algo – créeme, nada me daría más gusto que deshacerme del estúpido ese.
Stan sonrió para sus
adentros.
-¿De quién hablas?
-Del chico ese, que hizo
que ganáramos el torneo internacional estudiantil. Nadie importante, según él –
explicó Stan – estoy seguro que el entrenador primero querrá que le corten las
piernas antes de dejar ir a ese chico.
-Soñar no cuesta nada – Liam
se encogió de hombros.
-¿Qué dices? – Presionó Stan
– ¡Los tres estaríamos juntos! Además, Liam es el capitán, fácilmente te
aceptaran entrar.
-No lo sé – respondió no
muy convencido – pasaremos mucho tiempo juntos, solo llevamos medio día y ya me
estoy arrepintiendo de mi decisión.
Stan dejó caer su mandíbula,
sorprendido.
-Bromeaba – Louis le dio
zape en la cabeza – Stan, eres tan ingenuo…
[…]
-Sí, sí, sí… - Stan
brincaba de un lado a otro por todo el pasillo.
-Lo dije antes y esta vez
es en serio. Me estoy arrepintiendo.
-Déjalo disfrutar su momento
– Liam sonrió – No siempre corre con la misma suerte.
-¿Tú con quien compartirás
habitación? – preguntó Louis, ya que él y Stan estarían juntos. No por nada el
muchacho saltaba y daba marometas como porrista por todo el pasillo para
expresar su felicidad - ¡Te romperás un brazo, Stan! – regañó Louis.
-Con Zayn.
-Ese chico que también está
en el equipo, ¿cierto?
-Sí, el mismo que una vez
me acompañó a tu casa cuando fue tu cumpleaños.
-Cierto.
-¡Aquí es! – Stan señaló
hacia la puerta que tenía frente a él – ¡Es nuestra habitación, Louis!
-Demonios, creo que nadie
te escuchó, Stan.
-Suerte amigo – se
despidió Liam – si necesitas algo, estoy a tres puertas – señaló su habitación,
que estaba a su derecha.
-Genial – Louis sonrió.
[…]
-Te amo… Eduardo – Louis
había dicho. Pero Louis no era él… sino ella. Una adolescente con hermosos ojos
azules, frente a ella estaba un muchacho de orbes esmeraldas brillantes.
-Luisa, yo te amo más,
pero…
-Lo sé, tienes prometida –
Louis se puso triste, ¿Por qué demonios los padres de Eduardo tenían que seguir
con las tradiciones arcaicas? ¡Ya nadie comprometía a sus hijos antes de nacer!
-Eso no impedirá que te amé
con locura – Eduardo la acarició de las mejillas.
Por dios, amaba a ese
muchacho. Su voz gruesa solo le daba el aspecto de un adulto maduro, cuando en
realidad era un adolescente de 17 años. Sus bellos rulos chocolates lo hacían
ver adorable como un dulce panda. Y esos hoyuelos que se le formaban cada vez
que le brindaba la más dulce de las sonrisas no hacían más que hacerlo morir de
tanta dulzura.
-Nuestro amor es
prohibido, pero estoy segura que a pesar de todo nuestro destino es estar
juntos por siempre – Louis/Luisa declaró.
-Siempre, en cada una de
las vidas en las que reencarne – declaro, atreviéndose a besarla…
Mejor dicho, besarlo…
Frunció el ceño, ¿Por qué
de repente Eduardo olía como Stan?
-¡Louis, despierta!
-¡Ahhhh! – El castaño dio
un brinco al ver a Stan frente a él, cayó al suelo - ¿Qué demonios fue eso, Stan?
– gruñó, sobándose la cabeza, demonios el piso estaba muy, muy duro.
-Creo que estabas teniendo
una pesadilla – se disculpó el muchacho – tu cara tenía un gesto raro…
-¡No estaba teniendo una
pesadilla! – Se quejó – ¡Estaban por besarme!
-¿En serio? ¿Quién? –
preguntó curioso.
Louis abrió y cerró la
boca un par de veces, no estaba muy seguro quien lo iba a besar, solo recordaba
unas hermosas orbes esmeraldas y una corbata fucsia.
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