miércoles, 5 de agosto de 2015

Capítulo 3. Liam

Entre gorros y bufandas


Capítulo 3. 

Liam


-Anda, dime – caminaban hacia el comedor, era el primer día de clases y el único entusiasmado por el hecho era Stan.
-Ya te dije, no recuerdo – gruñó Louis – ¡No me dejaste saberlo, me despertaste justo en ese momento!
-¿De qué hablan? – Liam se unió a la conversación.
-A Louis le iban a dar un besito… - Stan canturreó.
Liam alzó una ceja.
-Estaba soñando, pero Stan arruinó el momento – Louis rodó los ojos.
-Típico de Stan – escupió Liam, Stan frunció el ceño – en el buen sentido, amigo – le dio un suave apretón en el brazo.
-¡Ahh! Olvidé mis libros, los veo en el comedor – Stan dio la vuelta y corrió directo a su habitación.
-Genial, Liam, genial – gruñó Louis.
-No fue mi intención herirlo – se disculpó rápidamente – ¡Además, me disculpé!
-Esa caricia no fue ninguna disculpa – se quejó Louis – no tienes que ser tan brusco con las personas.
-Yo soy así. Stan lo sabe – se cruzó de brazos.
-Pero él es tu amigo, el que seas así con los demás no duele tanto como cuando lo eres con nosotros – replicó.
-Bien, me disculparé – descruzó lo brazos.
Lo cierto era que Liam era muy directo con las personas. Decía lo que pensaba sin importar herir a los demás en el camino, quizás Stan y Louis eran la excepción porque los consideraba sus mejores amigos, casi como si fueran los hermanos que nunca tuvo. Y el hecho que ellos estuvieran enojados o tristes por culpa suya, eso lo hacía sentir mal. Lo que lo llevaba a ser más borde de lo normal con los demás. Casi siempre terminaba desquitándose con el primero que se le cruzara en el camino.
Llegaron a la cafetería, había muy pocos alumnos, la mayoría ya devoraba sus alimentos.
-Ese es el menú del día de hoy – Liam señaló hacia la pizarra que se encontraba colgada de la pared – el desayuno te cuesta $30 pesos.
-¿Eso no viene incluido en los millones que tuvimos que pagar por la inscripción? – Louis se quejó.
-Solo la comida del medio día – aclaró.
-Alguien debería explicarme estas cosas – dijo entre dientes, sacando su billetera.
-Stan te lo hubiera dicho si yo no fuera tan idiota – reconoció, molesto aún por el mal momento que hizo pasar a su amigo.
-Ya te disculparás, tranquilo – frunció el ceño al ver su billetera vacía – genial…
-¿Qué ocurre?
-Olvidé el dinero en la habitación.
-No te preocupes, yo invito – le sonrió – dos desayunos, por favor – pidió a la señora que estaba atendiendo.
-Yo invito mañana – prometió el castaño, caminando hacia las charolas y disfrutando del menú del desayuno.
-Hotcakes, tartas de manzana, jugos, frutas… - anunció Liam – seguro que Stan se alegrará del menú de hoy – sonrió, pero luego su sonrisa se desvaneció al confirmar que su amigo aún no regresaba – demonios…
-Él vendrá, no se perdería el desayuno – calmó Louis. Liam gruñó. Tenía que disculparse pronto o su ira cargaría con un pobre inocente.
Louis llenó su charola con frutas, jugos y, aunque no le gustara los bionicos, se aseguró de servirse uno muy grande. A Stan le gustaban, sobre todo aquellos que tenían extra yogurt, extra granola y, bueno, prácticamente cualquier cosa que tuviera un ingrediente extra.
-Esto se ve delicioso – confesó Louis – y yo muero de hambre…
-Ve apartando lugar, a esta hora suele llenarse el comedor – pidió Liam.
-De acuerdo.
Louis giró justo en el momento en que un muchacho iba caminando por ese lado. Su charola se estampó en el estómago del chico que pasaba por ahí. Los recipientes hicieron más escándalo del daño ocasionado. O tal vez Louis sintió que llamó la atención porque todos los estudiantes tenían la mirada fija en él.
-¡Pedazo de idiota! ¡Fíjate por donde vas! – y ahí estaba Liam, descargando su ira con la primera persona que se cruzó por el camino.
El muchacho retrocedió, asustado.
-Lo-lo siento… - murmuró.
-¡Lo siento, un cuerno! – Liam se acercó peligrosamente – ¡Le debes el desayuno a mi amigo!
Y fue en ese momento en que Louis reaccionó. Justo cuando unos asustadizos ojos verdes esmeraldas hicieron contacto con los suyos.
-Lo-lo siento – el muchacho rompió el contacto y salió, literalmente, corriendo del lugar.
-¡Ven acá, pedazo de im…!
-¡Liam! – Louis detuvo a su amigo del brazo – está bien, no te preocupes.
-¿Qué demonios pasó aquí? – Stan los observó de hito en hito. Y fue ahí, que Liam supo que había metido la pata hasta el fondo.




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