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Capítulo 2.
No cruzar la línea, si la cruzas,
eres marica muerto
¡Al
demonio! Pensó Manuel encaminándose a su lado de la habitación
empujando a Federico en el proceso.
Hurgó entre sus cosas hasta encontrar un grueso listón de un color verde espantoso, curiosamente del mismo color
de ojos de su compañero de habitación.
-Prohibido... Cruzar… Esta...
Línea... Raya... Listón... Como quieras llamarlo - gruñó mientras amarraba el
listón de extremo a extremo justo en el medio de la habitación.
Federico alzó una ceja,
sin decir palabra.
-¿Algún problema con eso?
- Manuel volvió a gruñir mientras lo fulminaba con la mirada.
Federico se encogió de hombros dándole a entender que
no había problema o al menos eso entendió Manuel.
-Bien... Porque si la
cruzas... Eres marica muerto - musitó
de tal manera que a Federico le invadió
un escalofríos.
Manuel dio un último
gruñido antes de abandonar la habitación.
Federico por otro lado,
permaneció dentro. Él no tenía problema con decirle a los demás lo que
realmente era, de hecho el decirlo le había evitado un montón de problemas. Al
menos se daba cuenta la clase de personas con las que podría o no simpatizar.
Estaba más que claro que Manuel se encontraba en la segunda opción, lo que
probablemente le traería graves problemas porque era su compañero de cuarto.
Ese sin duda sería un
larguísimo año.
El castaño terminó de
desempacar y a diferencia de Meño, él si acomodó cada cosa en su lugar. Sacó
una pequeña pelota color morada, solía usarla cuando estaba aburrido. Se tumbó
en su cama y comenzó a lanzar la pelota hacia el techo para luego volverla a
atrapar. Fácilmente repitió la acción diez veces seguidas hasta que la pelotita
resbaló de su mano y rodó quedando a tan solo tres centímetros del listón que
dividía la habitación.
Federico sonrió para sus
adentros, pensando en lo ridículo de la situación. Conoció a Manuel el año anterior en la fiesta de un amigo que
tenían en común, pero al parecer el rubio lo había olvidado. El castaño no se
lo tomó a mal, ya estaba acostumbrado que las personas no le prestaran tanta
atención. Además se habían visto en una ocasión y no es como si hubieran hecho
algo relevante para que lo recordara.
Al menos no fue tan
importante para Manuel porqué Federico
si lo recordaba.
Y, hablando del rubio,
éste se encontraba en la sala de descanso, tumbado boca abajo en el sillón de
tres espacios mientras veía la televisión de manera aburrida.
-Basta, Meño… - se quejó
Carlos, el mejor amigo.
-Aburrido… aburrido…
aburrido… - ignoró el aludido, mientras seguía cambiando los canales a través
del control remoto.
-¡Manuel! – Rodó los ojos
el moreno - ¿podrías decidirte por algún canal?
-Aburridos… - gruñó.
-Organicemos algo –
sugirió Carlos, llamando la atención de su amigo.
-Fiesta – sonrió de lado,
maliciosamente.
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