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Capítulo 3.
Eres irritante, me molesta tu sola
presencia
Cuando Federico despertó Manuel no estaba en la habitación, no estaba seguro
siquiera si el muchacho había ido a dormir. Se había quedado despierto hasta
muy altas horas de la madrugada y cuando por fin pudo dormir Manuel no llegaba.
No le dio importancia,
total Meño era demasiado mayorcito para cuidarse solo y saber las consecuencias
que le traería si lo descubrieran fuera de su habitación a altas horas de la
madrugada. Se dirigió hacia la cafetería, aún le quedaban un par de minutos
para darse un buen desayuno.
[…]
Manuel tenía su frente descansando en la mesa
mientras Carlos y un muchacho de cabellera rubia desayunaban tranquilamente.
-¿Aún con resaca? Creí que
eso ya no te daba – se burló el rubio.
-Cállate, Lucas – gruñó
Meño. El aludido sonrió.
-Eso te pasa por no invitarme
a tus fiestas VIP – comió un gran pedazo de fruta picada.
-No abriste la puerta – se
defendió Carlos.
-Mejor dicho, no me
abrieron la puerta – se quejó – soy la única persona que no es invitada a una
fiesta VIP y que esta fiesta es hecha en su propia habitación.
Manuel sonrió
burlonamente.
-¿Ya te siente mejor? –
esta vez se preocupó Carlos, al ver a su amigo tan pálido. Manuel lo fulminó
con la mirada.
-Por cierto, Inés se ha
inscrito a este colegio, así que es probable que lo vuelvan a ver.
-¿Quién? – preguntaron al
unísono. Lucas rodó los ojos.
-En serio, deberían dejar
de beber en exceso, tienen 17 años y ya tienen serios problemas de memoria.
-18 – corrigió Manuel.
-Da lo mismo los años que
tengas, el resultado es el mismo. Pérdida de memoria.
-¿Quién demonios es ese
Inés, de todos modos? – Manuel se sacudió la cabeza, lo que fue mala idea
porque se mareó más y sentía a su estómago subir lentamente por su garganta.
-Él – Lucas sonrió
complacido al ver al aludido acercarse lentamente – Ey, Federico, por aquí… -
le hizo señas con la manos.
Manuel reaccionó inmediatamente
al nombre de Federico dirigió su
mirada hacia donde Lucas veía y efectivamente, el castaño se acercaba a ellos
con una charola de comida en manos. Odiaba al muchacho. ¿Cómo podía vivir
tranquilamente diciéndole a todo el mundo que era gay? ¿Acaso no tenía
decencia? ¿Dignidad? ¿Acaso no veía
lo raro, extraño, anormal que era?
-Hola… - saludó Federico
con una sonrisa.
Y entonces, sucedió lo
inevitable. A Manuel se le revolvió más el estómago.
-Demonios – gruñó,
levantándose bruscamente. Se aseguró que el recién llegado escuchara lo que
diría a continuación: – debo vomitar – se encaminó a grandes zancadas hacia la
salida, dejando a Federico desconcertado.
En cambio Lucas y Carlos
rompieron a carcajadas.
-Resaca – soltó el rubio
de ojos claros. Federico no comprendió.
-Soy Carlos, mucho gusto –
saludó el muchacho una vez dejando de reír.
-Federico – se presentó el
castaño.
-¿En serio, Carlos? – Rodó
los ojos Lucas – Inés, discúlpale su mala memoria, no te recuerda de la fiesta.
-¿Fiesta?
-Tampoco Manuel – musitó –
somos compañeros de habitación.
-¿Por qué tienes nombre de
niña?
Lucas pateó discretamente
a su amigo por debajo de la mesa.
-Bueno… es una larga
historia – respondió el castaño.
-Recién comienza el
descanso – Carlos se encogió de hombros.
Inés sonrío.
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