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Capítulo 4. Apaga la maldita luz
El día estuvo más o menos interesante
a los ojos de Federico. Todas las clases, a excepción de Arte con la que
compartía con Lucas, las compartía con Manuel y Carlos. Ninguno dio señal de
querer entablar amistad con él. Y a Federico le pareció más que bien, después
de todo lo único que tenían en común eran las clases y Lucas, y con Manuel, la
habitación. Nada que no pudiera manejar.
-Es un maldito marica –
musitó Manuel.
-¿Qué? – Carlos alzó la
ceja izquierda, se encontraba sentado a su lado.
-El mocoso ese – señaló hacia Federico, quien estaba sentado a un lado
de Lucas a tan solo tres mesas de distancia.
-Es mayor que ambos y lo
llamas “mocoso” – frunció el ceño.
-Como sea, es un marica,
¿Cómo pueden aceptar gente así? – gruñó.
-¿Desde cuándo eso te
molesta?
-Desde que los envían a mi
habitación.
-Cierto, tu roommate – sonrió de lado.
-¿Qué es gracioso? –
gruñó, frunciendo el ceño.
-Tranquilo, hoy no estas
de humor – musitó, Meño no escuchó, demasiado ocupado fulminando con la mirada
a Inés.
[…]
Después de la cena, Federico se despidió de Lucas y se fue directamente hacia su habitación.
Programó la alarma de la televisión para que al día siguiente se prendiera,
porque al parecer esa mañana no lo había hecho. Por suerte había puesto la
alarma de su celular que si no hubiera llegado tarde a clases.
Apenas había terminado el
primer día de clases y ya tenía tarea como para medio año, al menos así lo
sintió él, ya que sabía que la clase de arte la pasaría realmente mal. Tenía un
pequeño problema al diferenciar los colores... las personas lo llamaban
daltonismo, él problema. Decidió comenzar de una vez para poder terminar, si
bien le iba a las dos de la mañana.
Michael llegó a la
habitación alrededor de las once la de la noche y sinceramente esperaba que el marica ya estuviera dormido, pero no.
Estaba ahí sentado con la laptop en sus piernas escribiendo. ¿Qué demonios
estaba haciendo? ¿Tarea? ¡Nadie hacia tarea y menos el primer día de clases!
¿Usaba lentes?
Gruñó.
-Hola - Inés saludó, en
cuanto lo vio entrar.
Manuel volvió a gruñir,
azotando la puerta. El castaño decidió ignorar a su roommate no fuera que de pronto quisiera golpearlo porque al
parecer estaba con un humor de perros.
El rubio prefirió
cambiarse de ropa en el baño no fuera que el marica se pusiera a ver cosas que
no debía. Después, se tumbó en su cama dispuesto a dormir. Manuel tenía un
ligero problema al dormir. Acostumbraba a dormir con luz prendida o al menos
que hubiera una parte alumbrada en su habitación, el motivo... Por el momento
no es tan relevante. Sin embargo; en esos momentos la luz era el problema, la
maldita habitación estaba alumbrada como si fuera un día soleado a pleno campo
abierto.
Se levantó con un tercer
gruñido. Apagó la luz. Curiosamente se apagó solo el lado de su habitación,
quedando ridículamente a oscuras hasta donde se encontraba el listón verde.
Manuel volvió a tumbarse
en su cama. Rodó varias veces pero por más que rodara no podía dormir. La situación estaba así: le molestaba la
maldita luz. Era demasiada...o tal vez era que lo que le molestaba era el
muchacho que seguía ocupando la claridad.
Por otro lado Federico se
encontraba repasando por segunda ocasión el ensayo de la clase de Arte, había
incluido algunas imágenes pero no estaba muy seguro de incluirlas por qué no
sabía si estaba poniendo las imágenes correctas, era algo, literalmente,
difícil para él. Mordió su labio
inferior.
¿Sería buena idea pedirle
la opinión a su roommate?
Apenas abrió la boca
cuando vio a Manuel dirigirse hacia el interruptor, cruzando literalmente el
listón que dividía la habitación. Lo miró con demasiado odio que a Inés le volvió a invadir un escalofrío. Apagó la
luz. Definitivamente no era una buena idea preguntarle sobre que imágenes usar
en su ensayo.
Federico se las ingenió
para acomodar el desastre que tenía sobre su cama y así poderse acostar y
dormir mientras la habitación permanecía a oscuras. Al terminar se enfrentó a
un segundo problema, la habitación estaba demasiado oscura, él prefería dormir
con la luz encendida, se lo había dicho al muchacho cuando recién se
conocieron. Seguramente no lo recordaba o de lo contrario le hubiera dejado la
luz encendida.
El castaño no quiso tentar
a su suerte así que prefirió encender la lámpara que tenía a un lado, justo
encima de su escritorio. Al menos iluminaba lo suficiente para no sentirse
inseguro.
Trató de dormir, en verdad
trató pero aun así la habitación se le hacía demasiado oscura. Giró su rostro
hacia donde se encontraba Meño y pudo ver como el muchacho lo fulminaba con la
mirada. Pasó saliva trabajosamente, tal vez sería mala idea consultarle si
podía encender la luz.
A muy altas horas de la
madrugada el sueño le ganó.
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