El muchacho de ojos tristes
Capitulo Veintinueve: Sentimientos confusos.
[Konny]
Me encuentro en mi oficina, supuestamente estoy revisando los pendientes de los últimos días, pero no es así. En mi cabeza solo ronda la discusión que tuve con mi hermano el día anterior, en la confesión de mi amigo Sebastián, y en la otra discusión que he tenido esta mañana con Teddy.
Sé que mi hermano está más que enfadado conmigo por lo que se ha enterado de Sebastián, también sé que tardará su rato para escuchar mis explicaciones; lo único que nos queda es usar el plan “Borrón y cuenta nueva”, es decir: actuar como si no hubiera ocurrido nada. Aunque sí sucedió y no será fácil olvidar. Sé que no es la mejor manera de seguir, no funcionó antes y no funcionará ahora. Eso lo aprendí de la peor manera.
Pero, ¿Qué más puedo hacer? Todo ha comenzado a complicarse. Temo que cada cosa que diga o haga, Teddy lo use en mi contra… y tengo miedo. Miedo de perderlo, que me juzgue, que me odie. Ya es suficiente para él el saber que Sebastián me ama.
-Sebastián…
Muevo la cabeza negativamente. Suspiro largamente, mientras que los recuerdos del día anterior me invaden.
Me sentía tan confuso, todo parecía ser tan difícil de explicar. Mi hermano había confiado en mi mejor amigo antes que a mí confesándole su mayor secreto. Y eso me hizo sentir realmente patético, tan inútil… tan traicionado. Y de alguna manera sabía que había más.
-¿Por qué tengo la sensación que me ocultas algo más? – le dejé salir. Sebastián se mordió el labio inferior, confirmándome mi sospecha.
-Nos besamos – esas dos palabras quedaron suspendidas en el aire por unos instantes, hasta el momento en que mi cerebro le dio significado.
-¿Qué? – me tensé en demasía.
-Konny, lo siento – se apresuró a decir en cuanto le envié una mirada acusadora – Simplemente se dio, Teddy me había confesado que le gustaban los chicos, un chico en concreto – se mordió el labio inferior, pero aún así continuo con su confesión – le dije que hiciera lo mismo que yo hice.
Entorné los ojos de la sorpresa y furioso le grité:
-¡¿Le aconsejaste a mi hermano besarte?!
-¡No! Yo solo… me refería a otra cosa, pero él me malinterpretó.
-¿Ahora el culpable es Teddy?
-Konny – me llamó de manera suplicante.
-¡Sebastián siempre he confiado en ti! ¿Por qué me haces eso?
-Konny, jamás haría nada malo en contra de ti y de Teddy, eso tenlo por seguro. Le dejé en claro a tu hermano que yo estoy enamorado de alguien más, jamás le dije que eras tú, es por eso que ahora que lo ha descubierto…
-Entonces, es mi culpa… — murmuré abatido.
-No.
-¡Claro que sí!
-Konny deja de culparte de todo, nada de lo que ocurre a tu alrededor es tu culpa.
Las palabras de mi mejor amigo no me ayudaron mucho. Sabía que yo era el único culpable de todo, Spencer nos siguió y elaboró su maniaco plan en contra de mis padres para estar a mi lado, ese señor siguió a Teddy hasta su colegio para saber de mí, el juez me tiene a prueba y si no apruebo satisfactoriamente las futuras visitas de los Trabajadores Sociales será por mí, y para colmo el chico del que está enamorado mi hermano es el que me ama.
La cabeza comenzó a dolerme en demasía.
-Déjame solo.
-Konny…
-Necesito aclarar mis ideas, déjame solo.
Me dejé caer en el sillón mientras que con mis manos me tapaba la cara. Todo estaba mal. Todo iba mal. Y todo acabaría mal… Cuando me destapé la cara, descubrí una carta sobre la mesa del centro, era del licenciado Olsen. La abrí sabiendo de ante mano lo que me notificaba. La inspección de los Trabajadores Sociales sobre la tutoría de mi hermano.
Quizás sea mejor irme de una maldita vez. Así dejo de lastimar a la gente que quiero. Sobre todo ahora que parece estar todo en orden. Mi hermano confía en mi mejor amigo y eso, aunque me duela, me parece perfecto. Además, en el asunto del ‘negocio familiar’ parece haberse habituado muy bien. En el colegio ya está al corriente. Su salud ha mejorado. Sí, el pequeño Teddy parece estar preparado para vivir sin mi patética existencia.
Mi mejor amigo… al principio se enojará conmigo por lo que haré, pero sé que no cumplirá su promesa, tengo un plan para ello. Así que, solo será cuestión de tiempo para que me olvide y comience una nueva vida con una persona que valga la pena. Eso hacen todos cuando una persona insignificante deja de vivir, olvidarse y seguir adelante.
El sonido del teléfono me hace salir de mi ensimismamiento.
-Lemus Cinema, buenos días, le atiende Konstantin Lemus – respondo de manera automática.
-Konstantin, soy el señor Riddle, director del colegio donde asiste tu hermano Theodore.
Debo confesar que lo último que esperaba era la llamaba del director informándome que mi hermano no había asistido a clases, sobre todo cuando yo personalmente lo había dejado en el colegio. Sin pensarlo dos veces tomé el celular de la empresa y me dirigí hacia el colegio sin darle explicaciones a Clara, la secretaria, la cual me envió una mirada de sorpresa cuando me vio salir prácticamente corriendo.
Ignorando los locos latidos de mi corazón, entro a la oficina del director sin previo aviso.
-¡¿Pero qué demonios?! – exclama el director levantándose de su silla.
-Lo siento – me disculpo – minutos atrás me llamó para avisarme que mi hermano no ha asistido a clases – lo pongo al corriente, mientras vuelve a sentarse.
-Me extraña que su hermano no haya venido al colegio, sobre todo ahora que ya ha subido algunas notas.
-¿No entró a ninguna?
-De hecho, hace minutos atrás el profesor Turner me ha confirmado que a su clase sí asistió.
-¿Y por qué a las demás no?
-No lo sé.
-¿Cómo logró salir? Se supone que hay un encargado en la puerta para que los alumnos no salgan hasta el momento de la salida.
-Sinceramente, no lo sé.
-¡Debería saberlo! – Le grito al borde de la histeria - ¡Es su responsabilidad como director el vigilar a los alumnos!
-Y es tu responsabilidad el asegurarte que tu hermano no viole las reglas.
-¡Lo dejaron salir de aquí!
-Baja la voz Konstantin. En primer lugar: no lo dejamos salir. En segundo, su hermano también tuvo responsabilidad, nadie le dijo que se escapara del colegio. Él se fue por su propia voluntad.
Es verdad.
-Yo solo quiero saber, dónde está…
Y sin esperar respuesta salgo de la oficina. En mi cabeza un sin fin de teorías me invaden, todas ridículas. A excepción de una. Busco el teléfono celular de la empresa y marco rápidamente el número del licenciado Olsen.
-Soy Konstantin – me presento en cuanto me responde – Me podría decir el status de Spencer y el señor Cooper. Por favor.
Si tuviera al licenciado Olsen frente a mí, sé que estaría frunciendo el ceño por mi pedido, pero hasta el momento es lo único que se me ocurre. Que Spencer haya salido repentinamente del reclusorio y que haya venido por Teddy, ya lo hizo una vez.
-El señor Cooper y Spencer se encuentran en el mismo lugar de hace meses, Konstantin. Están detenidos en el reclusorio y ahí estarán por otros treinta años como mínimo. ¿Ha ocurrido algo? – me pregunta después de una pausa.
Mi cerebro dice que le responda con un ‘Sí’, pero de mis labios sale la palabra ‘No’. Cuelgo. Trato de tranquilizarme y pensar con la cabeza fría, pero es inútil. ¿Dónde está Teddy?
El móvil vuelve a sonar. Respondo.
-¿Teddy?
-Konny, soy Sebastián. He ido a tu oficina pero Clara me dijo que habías salido ¿en dónde estás?
-Yo…
-¿Todo bien?
-Sebastián, no encuentro a Teddy.
Los minutos pasan y yo sigo sin moverme de esta banca fría donde mi hermano suele esperarme cuando vengo por él. Comienzo a estrujarme las manos, cuando la ansiedad hace su presencia en mí.
-¡Konny! – la voz de mi mejor amigo me hace levantar rápidamente del lugar.
-No está, en el colegio no está. Llamé a Lali minutos atrás y me dice que en casa tampoco. Clara me dijo que no lo vio en Lemus Cinema y…
-De acuerdo, tranquilízate – me dice viéndome a los ojos.
-¡No puedo!
-Sí puedes, Konny. Si no lo haces no vamos a dar con él.
Respiro pausadamente.
-Muy bien, repasemos. Emh… ¡Dennis!
-¿Qué? ¿Dennis? – le doy una mirada desconcertante a Sebastián. En cuestión de segundos el nombre tiene sentido en cabeza - ¡Dennis!
Sebastián toma el control de mi automóvil cuando nos dirigimos hacia la casa de Dennis, el profesor Turner nos confirmó que el chico pelirrojo no asistió a su clase. Probablemente mi hermano está con él. Sinceramente, espero que sí.
En cuanto se detiene el auto, salgo de éste y corriendo me dirijo hacia la puerta. En cuestión de segundos dos chicos me reciben. Ninguno es Teddy.
-¡Konny! – Me llama Dennis - ¿Q- qué haces aquí? – me pregunta desconcertado.
-Vengo por Teddy – le digo a la vez que entro sin permiso a su casa.
-Oh, el chico gruñón – dice la chica que está a un lado del amigo de mi hermano.
-¡Ted! – le llamo.
-Él… ya no está aquí.
-¿Cómo que ya no está aquí? – le interroga Sebastián.
-Estuvo hace un par de horas, pero se ha regresado al colegio – nos informa el chico pelirrojo.
-No está allá – le comunico.
-Entonces ¿A dónde fue? – deja salir preocupado.
-Es lo que quisiera saber – dejo salir abrumado.
-Vamos a tu casa, quizás vaya hacia allá, ya que las clases han terminado.
Sebastián da las gracias al par de chicos que nos siguen con la mirada hasta el momento de entrar nuevamente en el auto. Media hora después nos encontramos en el estacionamiento de mi casa. Salgo del auto, pero un temblor invade mis pies a causa del miedo, haciéndome recargar en éste.
-Tu hermano está bien, Konny – me dice Sebastián situándose frente a mí. Seguramente por percatarse de mi estado.
-¿Cómo puedes estar tan seguro?
-Fue lo suficientemente astuto para salir sin ser pillado del colegio, así que donde sea que esté, está bien. Quizás un poco asustado por la pequeña travesura.
-¿Travesura? – jadeo, sin poder evitar que una lagrima resbale por mi mejilla.
-Es lo que los adolescentes hacen ¿no? Nosotros lo hicimos un par de veces ¿recuerdas? – me dice limpiándome la lagrima con su dedo pulgar.
Suelto una sonrisa floja, mientras niego con la cabeza. ¡Por supuesto! A Teddy se le ha ocurrido hacer una pequeña travesura saltándose las clases ¿Cómo no se me ocurrió antes?
Recargo mi cabeza en su hombro. Siento a Sebastián poner su mano de manera tímida en mi espalda en son de consolación.
-Tranquilo – me susurra al oído.
No puedo evitarlo. Comienzo a llorar aferrándome en un abrazo. Ese abrazo que desde hace mucho tiempo necesitaba sentir. Extrañaba su olor, su calor… su amor. Nos quedamos en esa posición incluso cuando dejo de llorar. Siento húmedo el hombro de Sebastián a causa de mis lagrimas, me separo lentamente de él.
-Gracias – le murmuro sin levantar la mirada.
Puedo sentir su respiración entrecortada muy cerca de mí, incluso los latidos de su corazón, aunque quizás sean los míos, no lo sé. Estoy centrado en sus labios rosados, esos labios que nunca serán míos. En esos brazos que jamás volverán a abrazarme. En esas manos que no acariciaran mi cuerpo. En ese corazón que algún día me olvidará. En ese chico que siempre será mi mejor amigo porque nunca habrá un “nosotros”.
Sebastián se acerca lentamente hacia mí, con la intensión de darme ese beso que tan desesperadamente ha anhelado igual o incluso más que yo. Pero ¿lo haré? ¿Dejaré que mi mejor amigo se contamine de la suciedad en la que estoy con ese beso? ¿Lo dejaré arrastrarse en mi asqueroso mundo?
Un roce suave en mi cara me advierte que los labios de Sebastián se aproximan a los míos. Y no hago nada para evitarlo, me dejo llevar por el egoísmo. Dejo que los cálidos labios de mi mejor amigo toquen los míos, los abre y los cierra suavemente envolviéndome en su calidez. Había extrañado su contacto, su sabor, su calor. Todo.
Sin embargo soy el primero en cortar el contacto, y me reprendo internamente, ya que probablemente sea el último beso entre ambos. Pero no le puedo hacer esto a mi amigo. A él, no. No merece ser besado por alguien como yo. Merece a alguien mucho mejor.
Puedo sentir su mirada en mí, Sebastián lleva su mano derecha directamente hacia donde cae mi flequillo de cabello con la intensión de hacerlo a un lado. Rápidamente atrapo su mano con la mía. Me aterra la idea que Sebastián se aleje de mí al descubrir en mi mirada, en lo que me he convertido. La hago a un lado.
-Konny…
Me siento tan confuso, una parte de mi quiere alejarlo, y la otra me pide a gritos que lo deje a mi lado. Esto es tan frustrante y…
-¡Teddy!
Pero, ¿Qué demonios me ocurre? ¡Teddy aún está desaparecido y yo aquí como si nada!
Me encamino hacia la casa, seguido de un Sebastián silencioso.
Entramos.
-¡Señor Olsen! – jadeo al verlo sentado en la sala de estar.
-Konstantin te pregunté si todo estaba bien, pero tal parece que aún no entiendes la gravedad de la situación.
-¿Cómo dice?
-Hace veinte minutos se fueron los Trabajadores Sociales.
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