Tu historia fue conmigo
Capitulo Ocho: El cumpleaños
Dos
meses.
Dos
simples palabras que ocultan muchas cosas. Por ejemplo, Neville comenzó
abastecer el local que meses atrás Theodore le había regalado. Luna resultó ser
una excelente socia y cada semana le suministraba distintas hierbas para el
futuro negocio. Blaise recibió los resultados de su examen de admisión para la
Universidad Mágica, no solo lo aprobó sino que obtuvo la más alta calificación,
rompiendo así una nueva marca. Theodore recibió una invitación de parte de
Christopher Burbage para trabajar en San Mungo, cosa que no le agradó a
Neville. El pequeño Bilius dio sus primeros pasos, cada día se sentía con más
confianza y se atrevía a caminar distancias cada vez más largas. Hermione se
hizo cada vez más misteriosa ante los ojos de Ron, Harry y Terry. Harry pudo
encontrarse con Michael y darle su buen escarmiento, ganándose un fin de semana
encerrado en Azkaban y al salir solo obtuvo por parte del jefe de aurores una
reprimenda. Terry salió de san Mungo y comenzó con el tratamiento a
regañadientes, insistía en no querer operarse…
Y
Draco, regresaba de Francia.
Ese
día el sol parecía resplandecer más que otros días… o eso le pareció a Blaise,
quien llevaba en sus brazos al pequeño Bilius.
-¿A
qué hora llega el tren? – preguntó Neville.
-A
las doce – le respondió Theo.
Los
tres caminaban hacia el andén, estaban ansiosos por ver nuevamente a su amigo
rubio, las circunstancias en las que se había despedido meses atrás no habían
sido precisamente las mejores, Draco no solo se iba a estudiar, de alguna
manera “huía” de aquellos sentimientos
que le recordaban la ruptura con Potter.
El
tren llegó e instantes después un tumulto de pasajeros comenzaron a descender
del transporte.
-¿Lo
ven? – preguntó Blaise, mirando a todos lados.
-No.
-Si
escuchan a alguien quejarse, ese es Draco – opinó Theo con una sonrisa leve.
-Me
alegra saber que algunas cosas no han cambiado – alguien se quejó detrás de
ellos.
-¡Draco!
– exclamó Neville.
-El
mismo de siempre – dejó salir arrogantemente - ¿Qué tal les ha ido?
El
tiempo pareció haberle dado recompensa por el mal rato de la ruptura, a simple
vista estaba distinto. Con más cuerpo, el cabello más largo y definitivamente
cien por ciento recuperado. Parecía feliz.
-Nos
da gusto verte – confesó Blaise.
-¿Tú
también, pequeño? – se dirigió a Bilius – Aún me recuerdas, ¿cierto? Soy tu tío
favorito.
El
pequeñito lo observó detenidamente, frunciendo el ceño. Los tres muchachos
reprimieron una sonrisa al ver que el rubio enarcaba una ceja.
[...]
Terry
hizo un gesto de dolor mientras se tocaba la frente con su mano izquierda, Ron
frunció ligeramente el ceño.
-¿Tienes
jaqueca? Christopher dijo que…
-No
– respondió tajantemente.
-Terry…
-No
he tenido jaqueca desde hace una semana –
suavizó la voz – Sígueme explicando lo que han hecho.
El
pelirrojo hizo un mohín con la nariz, pero aun así continuó explicándole a su
novio lo último que habían visto en la clase extra. Ese día Terry se
reincorporaba a sus clases, Ron no estaba de acuerdo, era muy pronto para que
lo hiciera y aún si no lo fuera no le parecía prudente que siguiera con sus
estudios. Sin embargo; Terry hizo caso omiso a las advertencias, él no quería
ser tratado diferente solo por su pequeño problema.
-En
realidad no hemos visto muchas cosas, solo estamos reuniendo información cada
uno por su cuenta. Se hará una reunión para hablar sobre la infancia y
adolescencia de… Morseferth – explicó Ron.
Terry
asintió levemente. La cabeza lo estaba matando. La luz le molestaba en demasía,
pero se obstinó a que nada lo haría alejarse de ese lugar.
-¡Hey,
chicos! – una voz conocida los saludó – La reunión será la próxima semana en mi casa.
Adam
se sentó frente a ellos, sonriente, dejando su bandeja de comida en la mesa.
-¿Estás
bien?
El
recién llegado frunció levemente el ceño al ver a Terry ligeramente pálido.
-Sí
– le respondió.
Adam
se encogió de hombros e inmediatamente comenzó a devorar su desayuno.
El
pelirrojo lo fulminó con la mirada, no le agradaba Adam. Un silencio incomodo
los invadió.
-¡Chicos,
los estaba buscando! – Hermione llegó dejando caer unos cuantos pergaminos
sobre la mesa.
-No
has encontrado – saludó Ron.
-¿Hay
reunión con el equipo? – preguntó esperanzado Terry, ansiaba por volver a la
rutina de la Academia.
-No.
Es todo lo contrario – la muchacha se veía muy animada – últimamente Harry ha
estado de mal humor por… ya saben, así que propongo una salida para animarlo,
¿Qué dicen?
-Es
una buena idea – respondió Adam. Hermione dio un bote sobre su asiento. Tan
centrada estaba en su idea y en encontrar a sus amigos que no se había
percatado que ellos tenían compañía.
-La
salida es para animar a Harry, no te ofendas pero no eres precisamente…
-Ron
– gruñó Terry.
-¡Por
supuesto! Animar a Potter y esa es precisamente una buena idea, no me estaba auto invitando yo
solo… - Adam no supo cómo continuar.
-Podemos
planear otra salida y…
-¡Claro!
– aportó Hermione rápidamente, interrumpiendo a Terry.
-Eso
sí es una mala idea, además…
-¡Ron!
– esta vez, Terry lo fulminó con la mirada.
-No
es necesario que hagan planes para incluirme, yo…
-Si
él no quiere venir, entonces salgamos tú y yo – propuso Terry.
-¿En
serio? – el pelirrojo enarcó una ceja.
Ambos
chicos comenzaron una pequeña discusión en donde Adam era el tema en cuestión.
-Emh,
chicos – el aludido se sentía incómodo, lo último que quería era importunar a
la pareja - ¡Hey! Yo… no era mi intensión armar todo este lío, no se preocupen
por mí – y sin más Adam se levantó.
-Adam,
espera – llamó Terry. Ron también se le levantó de su lugar dispuesto a irse -
¡Ron!
Hermione
y Terry intercambiaron miradas, de pronto a Hermione no le pareció buena idea
el plan de la salida.
[...]
Theodore
leía tranquilamente cuando un Draco Malfoy le arrebató el libro.
-¡Hey!
– se quejó el castaño.
-Quedamos
que yo soy el tío favorito – el aludido enarcó una ceja - ¿Por qué le has
regalado una mascota a Bilius?, ¿pretendes quitarme a mi sobrino?
El
rubio señaló al pequeño Bilius que en esos momentos jugaba sobre su escoba de
juguete y detrás de él, una pelusa color marrón lo seguía.
-¡Un micropuffs! ¡Le regalaste un micropuffs!
-¿Vas
a discutir por eso, Draco?, ¿en serio? – Intervino Neville – ya te explicamos
un millón de veces que Bilius lo pidió cuando Theo visitó la tienda de
mascotas.
-¡Exacto!
El tío favorito…
-Es
el que tiene que llevarlo a lugares geniales – completó Theodore, aburrido – y
dime, ¿Cómo lo vas a llevar si estás a kilómetros de distancia?
El
rubio abrió y cerró la boca un par de veces y luego simplemente gruñó.
-No
te enojes Draco, te harás viejito – Blaise le dio unas palmaditas en el hombro
derecho. El aludido hizo un mohín con la nariz.
-Muchachos,
por favor, compórtense como adultos – advirtió Narcisa – mejor ayúdenme a poner
la mesa, porque este pequeñito tiene que partir su pastel.
-Tiene
toda la razón, Narcisa – Blaise le sonrió.
-¿En
qué lugar lo haremos?
-En
el patio – respondió Neville.
Theodore
aprovechó la distracción para quitarle el libro al rubio. Neville fue por las cosas
que ocuparían a la cocina y Blaise fue
en busca del pequeño Bilius que aún seguía montado en su escoba de juguete.
-Gordon
no te quedes ahí y ve a ayudar a mi madre – se quejó el rubio.
El
aludido, un chico moreno, salió rápidamente de la casa.
-Draco,
estás consciente que Gordon no es tu elfo doméstico, ¿cierto? – le preguntó
Theo.
-Por
supuesto, pero debería relajarse, Merlín, hay días que parece un robot.
Blaise
dejó salir una sonrisa.
-¿Un
robot? Con el genio que traes…
-Me
extraña que no haya salido corriendo a la primera de tus rabietas – dejó salir
Neville, quien traía en sus manos varias bolsas.
-Eso
es porque lo tengo bien domesticado – dijo solemnemente el rubio.
-Yo
creo que no se ha ido porque le han ordenado quedarse a tu lado – contraatacó
Theo.
-Sí,
puede que también sea eso – Draco gruñó.
Los tres salieron al jardín en donde Narcisa
decoraba con globos la mesa.
[...]
A
pesar que esa tarde había tenido una visita por parte de Olsen, Francis sonreía
abiertamente.
-Un
año… - murmuró, sonriente – si mis cálculos no fallan, mi hijo debe cumplir un
año en esta semana.
Se
imaginaba en cómo luciría su pequeño, tal vez tendría sus ojos, azules. Quizás
el pequeñito tendría el cabello rubio y los ojos de Blaise. O tal vez, era una
pequeña. De piel morena y ojos azules.
Y
Blaise… ¿Cómo estaría Blaise? seguramente más apuesto. Lo extrañaba, echaba de
menos esos momentos que habían pasado juntos. Sus labios, sus ojos, su cuerpo.
-Espera,
Blaise. Muy pronto estaremos juntos…
[...]
-¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz
cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños, querido Bilius! ¡Feliz cumpleaños a ti!
– cantaron en coro al pequeñito que en esos momentos aplaudía feliz.
-¡Sopla!
El
pequeñito infló sus mejillas con aire y luego lo dejó salir. Blaise se sintió
satisfecho, después de tantas horas de estar ensayando durante dos semanas para
ese momento, dio resultado.
Bilius,
con la ayuda de Blaise, comenzó a abrir sus demás regalos. Draco le había
regalado además de la escoba de juguete, un dragón de peluche que al abrazarlo
rugía. Neville le dio una Mimbulus Mimbletonia en miniatura que al hablarle se
mecía suavemente. Theodore le compró un varita de juguete que se encendía con
la voz (-¡Otro regalo, Theodore!, -Madura, Malfoy). Narcisa le compró un
trenecito con la forma del expreso de Hogwarts. Y Gordon un mini robot mágico.
Después
del estofado que Narcisa les preparó, se atiborraron de pastel. Mientras Bilius
seguía jugando con su escoba mágica y el pequeño “Toto” (como había bautizado a
su mascota) lo seguía de cerca, los muchachos comenzaron a quebrar las piñatas.
-¡A
la izquierda, Draco! – El rubio estaba vendado de ojos – ¡La otra izquierda!
Después
de varios minutos, el rubio se percató que sus amigos le estaban engañando con
la dirección. Los tres rompieron a carcajadas. El rubio, por otro lado, comenzó
a gruñir. Narcisa los observó en silencio desde el otro lado de la casa, se
sintió feliz al verlos feliz.
[...]
Había desviado su mirada hacia un par
de personas que se encontraban a unos cuantos metros de distancia de él. Era un
muchacho moreno que traía consigo a un pequeñito, Ron supuso que era su hijo.
No le dio importancia, siguió con su camino.
-Ya pasará el dolor – el pelirrojo paró
en seco, esa voz…
Por supuesto que conocía esa voz,
podrían pasar miles de años y aun así la reconocería. Esta vez sí prestó
atención a ese par de personas. Una de ellas era sin duda Blaise.
Se sintió retroceder en el tiempo, en
sus tiempos de Hogwarts, aquellos momentos donde él se la pasaba en los
jardines al lado del muchacho que ahora se encontraba frente a él a cierta
distancia. Blaise parecía el mismo muchacho de dieciocho años que estudiaba en
Hogwarts. Estaba igual de estatura, parecía que no había ganado altura como él.
Su cabello estaba ligeramente más largo y su cuerpo no parecía haber ganado
tanta musculatura.
Su mirada se posó en la de él. Ahora
ambos se miraban fijamente.
-Bilius…
Le llamó el moreno y él, simplemente no
supo cómo sentirse. Tanto tiempo había pasado desde que alguien lo llamara de
esa manera, de hecho Blaise era el único que lo llamaba así (a excepción de su
madre, cuando estaba enojada con él). El Slytherin le miraba de una manera que
no supo interpretar, ¿era de perdón?, ¿felicidad?, ¿sorpresa? ¿Tanto tiempo
había pasado que ya había olvidado descifrar esas miradas?
Ron quiso, en verdad quiso, dar el
primer paso. Saludarlo, sonreírle, o simplemente darle una señal de
reconocimiento, pero no pudo hacer ninguna de esas cosas, estaba en shock.
“Vamos Ron, tú puedes” – se daba
ánimos, dio un paso hacia con el moreno justo en el momento en que el pequeño,
que Blaise traía en brazos, llamó su atención - “es su hijo…”.
Y todo se fue al demonio.
Los recuerdos, las mentiras, el engaño,
la traición.
Todo invadió la mente del pelirrojo y
éste simplemente salió corriendo del lugar. Seguramente cuando Blaise volviera
a buscar al Gryffindor, éste ya no estaría más frente a él…
Ron
suspiró por tercera vez. Se encontraba en el balcón del departamento. A pesar
que el encuentro con Blaise había sucedido dos meses atrás, sentía como si
hubiera pasado el día anterior. Se preguntaba si Blaise sentía lo mismo que él.
Sacudió la cabeza para querer olvidar ese pensamiento.
-Emh…
hola.
La
voz de Terry lo sacó de sus pensamientos.
-¿Podemos
hablar? – El pelirrojo asintió – sé que los Ravenclaw nos caracterizamos por
nuestra inteligencia, pero por más que analice la situación no encuentro motivo
para explicar tu enojo.
El
pelirrojo frunció el ceño.
-¿Podrías
decirme qué fue lo que hice mal?
-No
es culpa tuya, soy yo, siento haberme comportado como un idiota, es solo que… -
Ron hizo una mueca – es difícil explicarlo.
-Oh.
El
semblante de Terry cambió drásticamente en cuanto Ron pronunció las últimas
palabras. Podría adivinar lo que venía a continuación.
-Sabía
que pronto iba a llegar este momento – el castaño desvió su mirada – no tienes
que explicar nada, lo entiendo. Una parte de mí se siente bien y otra me dice
que te detenga. Es difícil decir esas palabras…
-¿Qué
palabras? – Ron enarcó una ceja.
-¿Quieres
que yo las diga? – Terry se mordió el labio inferior – de acuerdo. Emh… solo
espero que sigamos siendo amigos.
-¿De
qué hablas? – esta vez, el pelirrojo hizo que Terry lo viera de frente.
-¿De
qué hablas tú? – respondió el aludido, esta vez frunciendo el ceño.
-De
Adam – Ron gruñó.
-¿Adam?
– Terry parpadeó, desconcertado.
-Sí,
ese chico es un entrometido, siempre metiendo las narices en donde no debe y…
-¿Te
refieres a la invitación de Hermione?
-¡Por
supuesto! Y no solo eso, después se hace el ofendido, haciendo que tú lo
invites a él, como si no fuera obvio que tiene interés en…
-¿Estás
celoso de Adam? – preguntó, confuso.
-¡Claro
que estoy celoso! Él te mira de esa manera que…
-Estás
celoso de Adam… - Terry le envió una mirada de total perplejidad.
Ron
abrió la boca y luego la cerró. Suspiró largamente.
-Terry…
hace un tiempo atrás, quise mucho a una persona – el aludido sabía a quién se
estaba refiriendo el pelirrojo, a Blaise – No vi las señales, di muchas cosas
por sentado. Luego vino una tercera persona y me arrebató todo eso que tenía
con él. No dejaré que me pase lo mismo contigo.
El
castaño lo miró fijamente, aún sin poder creer lo que el pelirrojo le estaba
confesando. Ron le estaba diciendo que temía perderlo, que en verdad lo quería.
Terry lo tomó de las manos y lo miró fijamente a los ojos.
-No
sucederá lo mismo. Te amo a ti. Solo a ti.
Ron
se acercó más a él, besándolo.
[...]
Bilius
bostezó por tercera vez. Blaise lo llevó hasta su cuna.
-Buenas
noches, pequeño – le susurró.
Bilius
se acurrucó entre las sabanas dejando sobresalir una cadenita de oro que Blaise
le había regalado. El moreno le acarició la cabecita.
-Descansa.
Toto se acurrucó
entre los brazos del pequeño. Blaise le sonreía mientras sus caricias
adormilaban cada vez más a Bilius.
-Te
amo, Bilius.
-Pa-pá.
El
pequeñito sonrió. Y Blaise no hizo más que sonreír ampliamente. Bilius, su
hijo, le había llamado papá por
primera vez.
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