miércoles, 6 de marzo de 2013

Capitulo Ocho: El cumpleaños

Tu historia fue conmigo


Capitulo Ocho: El cumpleaños


Dos meses.
Dos simples palabras que ocultan muchas cosas. Por ejemplo, Neville comenzó abastecer el local que meses atrás Theodore le había regalado. Luna resultó ser una excelente socia y cada semana le suministraba distintas hierbas para el futuro negocio. Blaise recibió los resultados de su examen de admisión para la Universidad Mágica, no solo lo aprobó sino que obtuvo la más alta calificación, rompiendo así una nueva marca. Theodore recibió una invitación de parte de Christopher Burbage para trabajar en San Mungo, cosa que no le agradó a Neville. El pequeño Bilius dio sus primeros pasos, cada día se sentía con más confianza y se atrevía a caminar distancias cada vez más largas. Hermione se hizo cada vez más misteriosa ante los ojos de Ron, Harry y Terry. Harry pudo encontrarse con Michael y darle su buen escarmiento, ganándose un fin de semana encerrado en Azkaban y al salir solo obtuvo por parte del jefe de aurores una reprimenda. Terry salió de san Mungo y comenzó con el tratamiento a regañadientes, insistía en no querer operarse…
Y Draco, regresaba de Francia.
Ese día el sol parecía resplandecer más que otros días… o eso le pareció a Blaise, quien llevaba en sus brazos al pequeño Bilius.
-¿A qué hora llega el tren? – preguntó Neville.
-A las doce – le respondió Theo.
Los tres caminaban hacia el andén, estaban ansiosos por ver nuevamente a su amigo rubio, las circunstancias en las que se había despedido meses atrás no habían sido precisamente las mejores, Draco no solo se iba a estudiar, de alguna manera “huía”  de aquellos sentimientos que le recordaban la ruptura con Potter.
El tren llegó e instantes después un tumulto de pasajeros comenzaron a descender del transporte.
-¿Lo ven? – preguntó Blaise, mirando a todos lados.
-No.
-Si escuchan a alguien quejarse, ese es Draco – opinó Theo con una sonrisa leve.
-Me alegra saber que algunas cosas no han cambiado – alguien se quejó detrás de ellos.
-¡Draco! – exclamó Neville.
-El mismo de siempre – dejó salir arrogantemente - ¿Qué tal les ha ido?
El tiempo pareció haberle dado recompensa por el mal rato de la ruptura, a simple vista estaba distinto. Con más cuerpo, el cabello más largo y definitivamente cien por ciento recuperado. Parecía feliz.
-Nos da gusto verte – confesó Blaise.
-¿Tú también, pequeño? – se dirigió a Bilius – Aún me recuerdas, ¿cierto? Soy tu tío favorito.
El pequeñito lo observó detenidamente, frunciendo el ceño. Los tres muchachos reprimieron una sonrisa al ver que el rubio enarcaba una ceja.

[...]

Terry hizo un gesto de dolor mientras se tocaba la frente con su mano izquierda, Ron frunció ligeramente el ceño.
-¿Tienes jaqueca? Christopher dijo que…
-No – respondió tajantemente.
-Terry…
-No he tenido jaqueca desde hace una semana – suavizó la voz – Sígueme explicando lo que han hecho.
El pelirrojo hizo un mohín con la nariz, pero aun así continuó explicándole a su novio lo último que habían visto en la clase extra. Ese día Terry se reincorporaba a sus clases, Ron no estaba de acuerdo, era muy pronto para que lo hiciera y aún si no lo fuera no le parecía prudente que siguiera con sus estudios. Sin embargo; Terry hizo caso omiso a las advertencias, él no quería ser  tratado diferente solo por su pequeño problema.
-En realidad no hemos visto muchas cosas, solo estamos reuniendo información cada uno por su cuenta. Se hará una reunión para hablar sobre la infancia y adolescencia de… Morseferth – explicó Ron.
Terry asintió levemente. La cabeza lo estaba matando. La luz le molestaba en demasía, pero se obstinó a que nada lo haría alejarse de ese lugar.
-¡Hey, chicos! – una voz conocida los saludó – La reunión será la próxima semana en mi casa.
Adam se sentó frente a ellos, sonriente, dejando su bandeja de comida en la mesa.
-¿Estás bien?
El recién llegado frunció levemente el ceño al ver a Terry ligeramente pálido.
-Sí – le respondió.
Adam se encogió de hombros e inmediatamente comenzó a devorar su desayuno.
El pelirrojo lo fulminó con la mirada, no le agradaba Adam. Un silencio incomodo los invadió.
-¡Chicos, los estaba buscando! – Hermione llegó dejando caer unos cuantos pergaminos sobre la mesa.
-No has encontrado – saludó Ron.
-¿Hay reunión con el equipo? – preguntó esperanzado Terry, ansiaba por volver a la rutina de la Academia.
-No. Es todo lo contrario – la muchacha se veía muy animada – últimamente Harry ha estado de mal humor por… ya saben, así que propongo una salida para animarlo, ¿Qué dicen?
-Es una buena idea – respondió Adam. Hermione dio un bote sobre su asiento. Tan centrada estaba en su idea y en encontrar a sus amigos que no se había percatado que ellos tenían compañía.
-La salida es para animar a Harry, no te ofendas pero no eres precisamente…
-Ron – gruñó Terry.
-¡Por supuesto! Animar a Potter y esa es precisamente una  buena idea, no me estaba auto invitando yo solo… - Adam no supo cómo continuar.
-Podemos planear otra salida y…
-¡Claro! – aportó Hermione rápidamente, interrumpiendo a Terry.
-Eso sí es una mala idea, además…
-¡Ron! – esta vez, Terry lo fulminó con la mirada.
-No es necesario que hagan planes para incluirme, yo…
-Si él no quiere venir, entonces salgamos tú y yo – propuso Terry.
-¿En serio? – el pelirrojo enarcó una ceja.
Ambos chicos comenzaron una pequeña discusión en donde Adam era el tema en cuestión.
-Emh, chicos – el aludido se sentía incómodo, lo último que quería era importunar a la pareja - ¡Hey! Yo… no era mi intensión armar todo este lío, no se preocupen por mí – y sin más Adam se levantó.
-Adam, espera – llamó Terry. Ron también se le levantó de su lugar dispuesto a irse - ¡Ron!
Hermione y Terry intercambiaron miradas, de pronto a Hermione no le pareció buena idea el plan de la salida.

[...]

Theodore leía tranquilamente cuando un Draco Malfoy le arrebató el libro.
-¡Hey! – se quejó el castaño.
-Quedamos que yo soy el tío favorito – el aludido enarcó una ceja - ¿Por qué le has regalado una mascota a Bilius?, ¿pretendes quitarme a mi sobrino?
El rubio señaló al pequeño Bilius que en esos momentos jugaba sobre su escoba de juguete y detrás de él, una pelusa color marrón lo seguía.
-¡Un micropuffs! ¡Le regalaste un micropuffs!
-¿Vas a discutir por eso, Draco?, ¿en serio? – Intervino Neville – ya te explicamos un millón de veces que Bilius lo pidió cuando Theo visitó la tienda de mascotas.
-¡Exacto! El tío favorito…
-Es el que tiene que llevarlo a lugares geniales – completó Theodore, aburrido – y dime, ¿Cómo lo vas a llevar si estás a kilómetros de distancia?
El rubio abrió y cerró la boca un par de veces y luego simplemente gruñó.
-No te enojes Draco, te harás viejito – Blaise le dio unas palmaditas en el hombro derecho. El aludido hizo un mohín con la nariz.
-Muchachos, por favor, compórtense como adultos – advirtió Narcisa – mejor ayúdenme a poner la mesa, porque este pequeñito tiene que partir su pastel.
-Tiene toda la razón, Narcisa – Blaise le sonrió.
-¿En qué lugar lo haremos?
-En el patio – respondió Neville.
Theodore aprovechó la distracción para quitarle el libro al rubio. Neville fue por las cosas que ocuparían a la cocina y Blaise  fue en busca del pequeño Bilius que aún seguía montado en su escoba de juguete.
-Gordon no te quedes ahí y ve a ayudar a mi madre – se quejó el rubio.
El aludido, un chico moreno, salió rápidamente de la casa.
-Draco, estás consciente que Gordon no es tu elfo doméstico, ¿cierto? – le preguntó Theo.
-Por supuesto, pero debería relajarse, Merlín, hay días que parece un robot.
Blaise dejó salir una sonrisa.
-¿Un robot? Con el genio que traes…
-Me extraña que no haya salido corriendo a la primera de tus rabietas – dejó salir Neville, quien traía en sus manos varias bolsas.
-Eso es porque lo tengo bien domesticado – dijo solemnemente el rubio.
-Yo creo que no se ha ido porque le han ordenado quedarse a tu lado – contraatacó Theo.
-Sí, puede que también sea eso – Draco gruñó.
 Los tres salieron al jardín en donde Narcisa decoraba con globos la mesa.

[...]

A pesar que esa tarde había tenido una visita por parte de Olsen, Francis sonreía abiertamente.
-Un año… - murmuró, sonriente – si mis cálculos no fallan, mi hijo debe cumplir un año en esta semana.
Se imaginaba en cómo luciría su pequeño, tal vez tendría sus ojos, azules. Quizás el pequeñito tendría el cabello rubio y los ojos de Blaise. O tal vez, era una pequeña. De piel morena y ojos azules.
Y Blaise… ¿Cómo estaría Blaise? seguramente más apuesto. Lo extrañaba, echaba de menos esos momentos que habían pasado juntos. Sus labios, sus ojos, su cuerpo.
-Espera, Blaise. Muy pronto estaremos juntos…

[...]

-¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños, querido Bilius! ¡Feliz cumpleaños a ti! – cantaron en coro al pequeñito que en esos momentos aplaudía feliz.
-¡Sopla!
El pequeñito infló sus mejillas con aire y luego lo dejó salir. Blaise se sintió satisfecho, después de tantas horas de estar ensayando durante dos semanas para ese momento, dio resultado.
Bilius, con la ayuda de Blaise, comenzó a abrir sus demás regalos. Draco le había regalado además de la escoba de juguete, un dragón de peluche que al abrazarlo rugía. Neville le dio una Mimbulus Mimbletonia en miniatura que al hablarle se mecía suavemente. Theodore le compró un varita de juguete que se encendía con la voz (-¡Otro regalo, Theodore!, -Madura, Malfoy). Narcisa le compró un trenecito con la forma del expreso de Hogwarts. Y Gordon un mini robot mágico.  
Después del estofado que Narcisa les preparó, se atiborraron de pastel. Mientras Bilius seguía jugando con su escoba mágica y el pequeño “Toto” (como había bautizado a su mascota) lo seguía de cerca, los muchachos comenzaron a quebrar las piñatas.
-¡A la izquierda, Draco! – El rubio estaba vendado de ojos – ¡La otra izquierda!
Después de varios minutos, el rubio se percató que sus amigos le estaban engañando con la dirección. Los tres rompieron a carcajadas. El rubio, por otro lado, comenzó a gruñir. Narcisa los observó en silencio desde el otro lado de la casa, se sintió feliz al verlos feliz.

[...]

Había desviado su mirada hacia un par de personas que se encontraban a unos cuantos metros de distancia de él. Era un muchacho moreno que traía consigo a un pequeñito, Ron supuso que era su hijo. No le dio importancia, siguió con su camino.
-Ya pasará el dolor – el pelirrojo paró en seco, esa voz…
Por supuesto que conocía esa voz, podrían pasar miles de años y aun así la reconocería. Esta vez sí prestó atención a ese par de personas. Una de ellas era sin duda Blaise.
Se sintió retroceder en el tiempo, en sus tiempos de Hogwarts, aquellos momentos donde él se la pasaba en los jardines al lado del muchacho que ahora se encontraba frente a él a cierta distancia. Blaise parecía el mismo muchacho de dieciocho años que estudiaba en Hogwarts. Estaba igual de estatura, parecía que no había ganado altura como él. Su cabello estaba ligeramente más largo y su cuerpo no parecía haber ganado tanta musculatura.
Su mirada se posó en la de él. Ahora ambos se miraban fijamente.
-Bilius…
Le llamó el moreno y él, simplemente no supo cómo sentirse. Tanto tiempo había pasado desde que alguien lo llamara de esa manera, de hecho Blaise era el único que lo llamaba así (a excepción de su madre, cuando estaba enojada con él). El Slytherin le miraba de una manera que no supo interpretar, ¿era de perdón?, ¿felicidad?, ¿sorpresa? ¿Tanto tiempo había pasado que ya había olvidado descifrar esas miradas?
Ron quiso, en verdad quiso, dar el primer paso. Saludarlo, sonreírle, o simplemente darle una señal de reconocimiento, pero no pudo hacer ninguna de esas cosas, estaba en shock.
“Vamos Ron, tú puedes” – se daba ánimos, dio un paso hacia con el moreno justo en el momento en que el pequeño, que Blaise traía en brazos, llamó su atención - “es su hijo…”.
Y todo se fue al demonio.
Los recuerdos, las mentiras, el engaño, la traición.
Todo invadió la mente del pelirrojo y éste simplemente salió corriendo del lugar. Seguramente cuando Blaise volviera a buscar al Gryffindor, éste ya no estaría más frente a él…

Ron suspiró por tercera vez. Se encontraba en el balcón del departamento. A pesar que el encuentro con Blaise había sucedido dos meses atrás, sentía como si hubiera pasado el día anterior. Se preguntaba si Blaise sentía lo mismo que él. Sacudió la cabeza para querer olvidar ese pensamiento.
-Emh… hola.
La voz de Terry lo sacó de sus pensamientos.
-¿Podemos hablar? – El pelirrojo asintió – sé que los Ravenclaw nos caracterizamos por nuestra inteligencia, pero por más que analice la situación no encuentro motivo para explicar tu enojo.
El pelirrojo frunció el ceño.
-¿Podrías decirme qué fue lo que hice mal?
-No es culpa tuya, soy yo, siento haberme comportado como un idiota, es solo que… - Ron hizo una mueca – es difícil explicarlo.
-Oh.
El semblante de Terry cambió drásticamente en cuanto Ron pronunció las últimas palabras. Podría adivinar lo que venía a continuación.
-Sabía que pronto iba a llegar este momento – el castaño desvió su mirada – no tienes que explicar nada, lo entiendo. Una parte de mí se siente bien y otra me dice que te detenga. Es difícil decir esas palabras…
-¿Qué palabras? – Ron enarcó una ceja.
-¿Quieres que yo las diga? – Terry se mordió el labio inferior – de acuerdo. Emh… solo espero que sigamos siendo amigos.
-¿De qué hablas? – esta vez, el pelirrojo hizo que Terry lo viera de frente.
-¿De qué hablas tú? – respondió el aludido, esta vez frunciendo el ceño.
-De Adam – Ron gruñó.
-¿Adam? – Terry parpadeó, desconcertado.
-Sí, ese chico es un entrometido, siempre metiendo las narices en donde no debe y…
-¿Te refieres a la invitación de Hermione?
-¡Por supuesto! Y no solo eso, después se hace el ofendido, haciendo que tú lo invites a él, como si no fuera obvio que tiene interés en…
-¿Estás celoso de Adam? – preguntó, confuso.
-¡Claro que estoy celoso! Él te mira de esa manera que…
-Estás celoso de Adam… - Terry le envió una mirada de total perplejidad.
Ron abrió la boca y luego la cerró. Suspiró largamente.
-Terry… hace un tiempo atrás, quise mucho a una persona – el aludido sabía a quién se estaba refiriendo el pelirrojo, a Blaise – No vi las señales, di muchas cosas por sentado. Luego vino una tercera persona y me arrebató todo eso que tenía con él. No dejaré que me pase lo mismo contigo.
El castaño lo miró fijamente, aún sin poder creer lo que el pelirrojo le estaba confesando. Ron le estaba diciendo que temía perderlo, que en verdad lo quería. Terry lo tomó de las manos y lo miró fijamente a los ojos.
-No sucederá lo mismo. Te amo a ti. Solo a ti.
Ron se acercó más a él, besándolo. 

[...]

Bilius bostezó por tercera vez. Blaise lo llevó hasta su cuna.
-Buenas noches, pequeño – le susurró.
Bilius se acurrucó entre las sabanas dejando sobresalir una cadenita de oro que Blaise le había regalado. El moreno le acarició la cabecita.
-Descansa.
Toto se acurrucó entre los brazos del pequeño. Blaise le sonreía mientras sus caricias adormilaban cada vez más a Bilius.
-Te amo, Bilius.
-Pa-pá.
El pequeñito sonrió. Y Blaise no hizo más que sonreír ampliamente. Bilius, su hijo, le había llamado papá por primera vez.




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